Juan Pedro Guarino ya había hablado con su mamá y con su novia: si sus amigos se trompeaban durante las vacaciones, él se volvería. Pero no llegó a sacar pasaje de regreso. La policía lo detuvo cuatro horas después de que a Fernando Báez Sosa lo declarasen muerto. Guarino, como los demás, tuvo que salir de la casa que habían alquilado entre todos, entregó su teléfono y la clave, le ataron las manos con precintos y se tiró boca abajo en el piso mientras allanaban. Estuvo detenido 23 días en Dolores. Como no lo identificaron en las ruedas de reconocimiento y tampoco pudieron ubicarlo cerca de la víctima -aunque sí en las inmediaciones- la fiscal de Instrucción lo desvinculó de la causa. Pero fue citado a declarar como testigo en el juicio contra sus amigos y terminó imputado por falso testimonio. ¿La razón? Guarino sabe más de lo que dijo ante el Tribunal y, sobre todo, estuvo donde dijo que no había estado.
Su testimonio era muy esperado. Tan esperado como el de Alejo Milanesi, el otro sobreseído de cuya declaración al final prescindieron todas las partes. Cuando Guarino llegó a los Tribunales de Dolores intentó esquivar a los canales de televisión: una misión imposible. "Vengo a ayudar a la Justicia por Fernando", murmuró el joven antes de entrar. En la sala, declaró durante más de dos horas. Raúl, su padre, lo acompañó. Aprovechó para hacerles llegar a Silvino y Graciela, los padres de Báez Sosa, una carta. “Para la familia Báez Sosa, de Juan Pedro Guarino y familia”, rezaba el dorso del sobre. “Sé que hay una carta dando vueltas, pero no me interesa leerla. Perdió su tiempo escribiendo. En lugar de eso, me hubiera gustado que dijera la verdad porque sabe mucho y no dio tantas explicaciones”, dijo Graciela en una entrevista a Infobae.
elDiarioAR contactó a Raúl Guarino, el padre de Juan Pedro. “Sólo pude hablar directamente unos minutos con Silvino por teléfono hace mucho y no quise molestarlo más. Siempre quisimos ayudar pero jamás molestarlos. Ojalá les haya llegado la carta. Se la mandamos hace un año y medio pero no sé si les llegó en ese momento. Nos aseguramos ahora de que les llegue dándosela nosotros mismos a un secretario de ellos en mano”, dijo Raúl.
Juan Manuel Dávila, fiscal del juicio junto a Gustavo García, cerró su alegato imputando a Guarino por falso testimonio. La misma imputación corrió para Tomas Colazo, que no paraba con los agresores pero había salido con ellos la madrugada del 18 de enero de 2020, cuando atacaron a Fernando. Colazo tenía 17 años y nunca estuvo involucrado en la investigación, pero declaró como testigo. “Tomas Colazo y (Juan Pedro) Guarino se ubicaron atrás del auto, apoyados contra la pared donde se producía el ataque. Inmutados quedaron. No se acordaban de lo que pasó. Estas personas por omisión, mintieron. Solicitamos abrir causa por separado por el delito de falso testimonio”, pidió Dávila.
“Juan Pedro dijo la verdad. Más no tenía para decir. Entiendo que la Fiscalía tenga que hacer su trabajo pero nosotros siempre tratamos de ayudar sobre todo a la familia Báez Sosa y a la Justicia. Hay que confiar que todo va a salir bien”, dijo el papá de Guarino a elDiarioAR.
A Guarino lo comprometen una selfie, un suéter y una billetera
Juan Pedro Guarino fue el último en salir del boliche. Lo hizo, como el resto, por la cocina de Le Brique. La diferencia es que a él no lo habían expulsado. Guarino no vio el cruce entre Máximo Thomsen y, según él, Matías Benicelli, y Báez Sosa y los amigos en la pista, cerca de la barra: “Me enteré por los medios”, dijo al Tribunal. Salió último porque sí vio que al grupo lo sacaban y no quería quedarse solo en la disco: “Y ahí es cuando yo pensé 'no me voy a quedar solo'; como nadie me saca, me voy”. Pero en vez de salir por la puerta principal, se sumó a la fila de las echados. Es cuando lo toma la cámara de seguridad de la cocina de Le Brique. Guarino vestía un buzo negro estampado en blanco con el logo y la marca de Adidas.
Como Guarino salió un minuto o dos más tarde, llegó a ver la pelea que los imputados protagonizaron antes del ataque a Báez Sosa. Declaró que esa situación lo había hecho enojar y que se separó unos metros del grupo, que los hermanos Ciro y Luciano Pertossi se acercaron adonde estaba él y que cuando oyeron “unos gritos” fueron a pelearse. “Yo imaginé que iban a pelearse de vuelta y no lo podía creer. Veo a Máximo y a un chico tirado en el piso que después me entero quién era… Cuando vi eso (N. de la R.: se refiere a la pelea) no lo puedo creer. Me enojó muchísimo. Y me fui”, siguió Guarino. Agregó que caminó “para el lado de la casa” y “solo”. Pero no.
Inmeditamente después del ataque, un domo municipal lo toma con un suéter claro sobre los hombros, atado al cuello. El suéter, acreditó la Fiscalía, no era suyo sino de Ciro Pertossi, uno de los imputados más complicados en la investigación. Guarino no estaba solo sino con el resto. Incluso con Máximo Thomsen, que se suma último al bloque. Luego, la cámara del Supermercado Marina lo filma a él junto a Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicell y Luciano Pertossi. Guarino le devuelve a Luciano algo que podría ser una billetera. Para la Fiscalía, en los minutos que comparte Guarino con los hermanos Pertossi, ellos le piden que “tenga” el suéter y la billetera. Guarino dirá que no lo recuerda cómo llegó el buzo a sus hombros ni la billetera a su mano derecha. Las imágenes contradicen al menos una afirmación: que caminó solo hacia la casa.
Hay más. Guarino declaró que cuando llegó al chalet que alquilaban estaba tan enojado que se encerró en la habitación, enchufó el teléfono y no quiso hablar con nadie. Sin embargo, fue a desayunar a Mc Donald´s luego del ataque y aparece en una foto grupal que envía Blas Cinalli a unos amigos con la frase “contando la secuencia”. Guarino había sido mencionado en audiencias anteriores a la jornada en la que declaró, el 16 de enero. Apareció, por ejemplo, en los chats de WhatsApp que esa madrugada intercambiaron los agresores entre sí y con otras personas que no estaban en Gesell. Formaba parte del grupo de “delBoca3” donde ya se hablaba de la pelea.
Por su cuenta, Guarino contactó a su novia. A las 6.21 la mensajeó: “Esta noche fue rara, no me siento bien”. A esa misma hora le envió a un contacto agendado como Roji una foto desde el Mc Donald's con Ciro Pertossi. En ese momento todos sabían que algo había pasado con el chico al que habían golpeado: Lucas Pertossi había enviado un audio al grupo que decía: “Estoy acá cerca donde está el pibe y están todos ahí a los gritos, está la Policía, llamaron a la ambulancia... Caducó”. Y Ciro googleó “pelea en Gesell”. Guarino recibió el audio de Lucas y estaba junto a Ciro cuando buscaba información en Internet. No sólo eso: estaba en la misma mesa cuando Ciro ordenó: “De esto no se cuenta nada a nadie”.
“Desde que pasó me pregunto si podría haber hecho algo para que no pasara”
Pasaron tres años y Juan Pedro Guarino es, a simple vista, un chico muy diferente al que se ve en las fotos y filmaciones. Al Tribunal le dijo que cortó toda relación con los imputados. “Seguí juntándome con mi grupo de amigos de siempre. Ellos saben como soy yo. Esto para mí es una mierda. Fui a la psicóloga, cambié de carrera”, dijo Guarino. A menos de un metro y medio lo escuchaban los ocho acusados de haber matado a golpes de Fernando Báez Sosa. Lo último que Guarino dijo fue para los padres de Báez Sosa: “Todos los días desde que pasó me pregunto si podría haber hecho algo para que no pasara”. Faltar a la verdad es, para el Código Penal, un delito excarcelable.
VDM/MG