En agosto de 2018, Nora Cortiñas se acercó bajo la lluvia y en sillas de ruedas a las puertas del Congreso. Se discutía en Senadores el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que había recibido media sanción en Diputados. La referente de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora llevaba en su cabeza un pañuelo blanco -la insignia que la acompañaba hace 41 años-; y, envuelto en el brazo, otro, igual al que tenían miles de pibas de la marea verde, de quienes solo la separaban los años (en marzo, Nora había cumplido 88).
La entonces vicepresidenta de la Nación y presidenta de la Cámara Alta Gabriela Michetti no la dejó pasar al recinto y Pino Solanas cedió su despacho. El entonces senador -quien murió en París en noviembre y que, en aquel debate, dio uno de los discursos más memorables- apuntó contra “los miedos antidemocráticos” y destacó que no podía tratarse a Nora como a una ciudadana cualquiera.
Desde la desaparición de su hijo Carlos Gustavo, el 15 de abril de 1977, esta “madre de las causas justas” -como muchos la han llamado-, inició una lucha incansable para terminar con la impunidad, convirtiéndose en referente del activismo social y político. En diálogo con elDiarioAR, habló de su recorrido militante, su acercamiento al feminismo y las expectativas hacia el debate que se dará a partir de mañana en Senadores.
“Al principio, las Madres éramos muy cerradas en nuestro accionar. Buscábamos memoria, verdad y justicia. Luego fuimos tomando, de a poco, las banderas de lucha de nuestros hijos e hijas. Todo ocurrió lentamente”, cuenta. El camino no fue sencillo. La identidad inicial del movimiento partía de la maternidad, un rol que históricamente había tenido una connotación opresiva para las mujeres. Pero aquellas valientes, a las que pretendieron tildar de “locas de la plaza”, mientras ponían el cuerpo frente la dictadura genocida, lo resignificaron. Ya en democracia, se convirtieron en un símbolo del combate por la memoria y contra los crímenes de lesa humanidad.
Nora aclara que no todas las Madres se consideran feministas y que, como institución, no abrazan la causa del aborto legal: es, en cambio, una opción individual. Como todos los temas, desde el divorcio vincular en adelante, “se debaten internamente”. Ella comenzó a abrazar la lucha por derechos de las mujeres durante el gobierno de Alfonsín, en 1986, cuando las Madres fueron invitadas a participar del primer Encuentro Nacional de Mujeres. “Yo estaba buscando a mi hijo y a los 30 mil. Entonces entré en contacto con las agrupaciones de mujeres. Los Encuentros me llamaron la atención desde un comienzo. Yo siempre había sido una ama de casa muy eficiente, no me había dado cuenta de que, además de todos los deberes, tenía todos los derechos. Fui despertando a ese nuevo estado y participar de las movilizaciones por el Día de la Mujer, contra el maltrato en el hogar. Así fue surgiendo este nuevo compromiso feminista que tengo ahora”, explica. Se había casado joven, a los 19 años. Dice que antes era muy coqueta y tradicional. Daba clases de alta costura, pero principalmente atendía el hogar, porque su marido no quería que trabajara. Ahora no le cuesta utilizar palabras como “machista” o “patriarcal” para definir algunos aspectos de su vida pasada.
Fue en ese Encuentro cuando Nora escuchó por primera vez un debate sobre sexualidad y, como siempre relata, se puso tan nerviosa que comenzó a sacarse el pañuelo lentamente. Después, concurrió a decenas de esas instancias, en distintas provincias del país. Poco a poco, fue ampliando su espectro. “No fue algo lineal. Me acuerdo cuando discutimos entre las Madres el tema del matrimonio igualitario. Yo participé de distintas marchas del orgullo gay e incluso fui madrina en un casamiento igualitario, hace muchos años”.
No hubo una fecha específica en la que Nora decidió apoyar el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, pero ahora su presencia es infaltable en asambleas y convocatorias. “Es algo que tiene que ver con la salud de las mujeres, con el respeto a la decisión de cada una, con la defensa de la vida. ¡Tiene que ser ley de una vez!”, dice. En sus intervenciones es muy crítica respecto a las presiones de la Iglesia católica para evitar que esto se concrete. “¿Cómo olvidar al monseñor Emilio Teodoro Graselli (secretario del Vicariato Castrense durante el último golpe de Estado)? La cúpula de la Iglesia fue cómplice de la dictadura. Mandaban a los capellanes a los centros clandestinos de detención, donde torturaban a mujeres embarazadas y donde muchas morían. Sabían de la apropiación de bebés, bendecían los vuelos de la muerte y ahora se fijan si el aborto se legaliza o no. Da mucha preocupación que metan la nariz en este asunto”, concluye.
La cúpula de la Iglesia fue cómplice de la dictadura. Mandaban a los capellanes a los centros clandestinos, donde torturaban a mujeres embarazadas y donde muchas morían. Sabían de la apropiación de bebés y ahora se fijan si el aborto se legaliza o no
Las vueltas de la vida. El pañuelo que surgió para distinguir a la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto -y luego sobrepasó sus límites- partió de un homenaje a las Abuelas y Madres. Ahora, muchas pibas que lo usan aseguran estar “Del lado Norita de la vida” (una frase popular, que dio el nombre al libro biográfico de Nora, escrito por Pablo Melicchio). También circulan en internet memes y tuits con la frase “Hay un siempre para la batalla y la razón que de te dé Nora” (jugando con el tema de La Renga, “La razón que te demora”), como expresión de la admiración que distintos sectores y generaciones sienten por ella.
Madre de las causas justas
“También fui adoptando otros intereses y responsabilidades. Por ejemplo, la oposición al pago de la deuda externa, contraída de forma ilegítima. Comencé a adentrarme en el tema hace veinte años, quizás un poco más, estando cerca de Adolfo Pérez Esquivel y diversas organizaciones. Actualmente, soy profesora honoraria de una cátedra que se llama Poder Económico y Derechos Humanos”, agrega Nora. Por su trayectoria, la Universidad Libre de Bruselas, la Universidad de Salta, la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Entre Ríos le otorgaron títulos de Doctora honoris causa.
Hay un poema de Mario Benedetti que declara: “Cantamos porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos. Cantamos porque el grito no es bastante y no es bastante el llanto, ni la bronca. Cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota”.
Cada 24 de marzo se escucha una consigna, que en Nora es palabra, cuerpo, motor y canción: “¡30 mil compañeros y compañeras detenidos desaparecidos presentes, ahora y siempre!”. En las entrevistas, ella recuerda que le rogaba a Gustavo que no se pusiera en la cabecera de las protestas. Él le respondía que, si no lo hacía, lo haría el hijo de otra persona. Ese diálogo quedó grabado en su memoria y en su práctica política: nunca más se colocó en la retaguardia y su pelea es por todos los hijos e hijas desaparecidos o que aún no han encontrado su identidad.
A esta demanda incansable, le fue sumando otras: la liberación de los presos políticos, el esclarecimiento de casos de violación a los derechos humanos, la crítica a las políticas de ajuste. También acompaña a los pueblos originarios, a las y los trabajadores de fábricas recuperadas, así como a las organizaciones que piden la legalización de la marihuana (el año pasado contó que, gracias al cannabis medicinal, todavía podía participar en las marchas). Y, por supuesto, adoptó las banderas del feminismo. En la última marcha prepandemia por Memoria, Verdad y Justicia, llevó el pañuelo blanco en la cabeza y el verde en la muñeca.
Nora se mantiene activa. A fines del año pasado viajó a Chile, donde el pueblo se manifestó contra la herencia pinochetista del régimen político. Casualmente, su primer viaje al exterior había sido a ese mismo país, en plena dictadura. Desde entonces su militancia cobró un carácter internacional: visitó a las mujeres kurdas -oprimidas por el gobierno de Turquía-, a las japonesas que denunciaban abusos sexuales durante la II Guerra mundial, al Haití intervenido por tropas de la ONU, a Fidel Castro, a los zapatistas, al pueblo saharaui, ocupado por la monarquía marroquí. Siempre prestando particular atención a las madres dolientes.
En cada movilización, charla con sus compañeros; ríe; se saca foto con chicos y chicas que la llaman por su diminutivo -Norita-, pero la reconocen como una gigante. Le robaron muchas cosas, pero nunca el entusiasmo por la lucha. Ahora, con sus 90 años, tiene un brazo enyesado y quizás no asista al Congreso el día 29. Pero su esencia está en cada plaza donde haya un reclamo por derechos, donde un grupo de pibas estén -como ella- agitando pañuelos, sintiendo también su pecho agitar.
JB