Wahida Amiri vivía tranquila en Afganistán. Hace unos años trabajaba, estudiaba y llevaba una rutina sin mayores sobresaltos pues las mujeres habían conseguido ejercer, y hasta cierto punto, disfrutar de sus derechos. Había alrededor de dos millones de niñas en las escuelas secundarias y miles de alumnas cursaban estudios superiores. Había médicas, profesoras, pilotos, atletas, actrices, políticas, diplomáticas, ministras, viceministras, directoras, gobernadoras provinciales, abogadas, juezas, empresarias, directoras ejecutivas y activistas, como Wahida.
La Constitución era una de las más progresistas de la región del sur de Asia y el país mostraba avances a la hora de informar sobre la aplicación de los tratados de derechos humanos ante la ONU. Distintas instituciones gubernamentales habían logrado abordar los retos a los que se enfrentaban las mujeres.
Sin embargo, un día todo cambió. El regreso de los talibanes a Afganistán el 15 de agosto de 2021 eliminó estos logros, que si bien era limitados también fueron importantes. El colapso llegó y fue destructivo para las personas afganas, pero en particular, para las mujeres. Las restricciones impuestas a su participación en los ámbitos social, político, cultural y educativo, en las escuelas, las universidades y las ONG significan, una vez más, el regreso de la discriminación y la represión.
Además de los derechos de las mujeres, los talibanes siguen violando otros derechos humanos. Las detenciones arbitrarias, la tortura, los castigos públicos y la violencia siguen siendo cometidos sin que exista rendición de cuentas. La situación actual y el silencio del mundo son dolorosos y terribles para todas las personas, pero aún más para las mujeres que no se han rendido y que, a pesar de todas las adversidades, siguen luchando.
Por desgracia, esta situación no ha mejorado a la fecha. La mayoría de las mujeres temen por su futuro desconocido, enfrentan problemas económicos y se encuentran en situaciones psicológicas delicadas. Los programas anunciados para la evacuación de las personas en peligro son muy lentos e insuficientes. Así, la vida de Wahida Amiri cambió para siempre. Ella pudo huir del país, pero muchas siguen sufriendo violencia, discriminación e intimidación a diario.
Hoy Wahida es una reconocida activista que integra el movimiento espontáneo de mujeres afganas y con su lucha muestran al mundo la verdadera cara de los talibanes. Unidas protestan en las calles, recopilan información, dan entrevistas a medios de comunicación locales e internacionales y escriben en sus redes sociales durante meses. Sin embargo, los talibanes responden con violencia, cárcel y tortura a quienes se manifiestan.
En el marco del Día Internacional de las Mujeres es importante recordar que siempre la comunidad internacional tiene un rol clave para lograr que países como Afganistán tengan un costo por el ejercicio y aplicación de estas políticas. A través de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad de la ONU y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, se debe presionar al gobierno afgano, por la sistemática violación a los derechos humanos que cometen a diario. Si no se actúa a tiempo, estaremos siendo cómplice de los talibanes en la represión de los derechos de las mujeres y niñas en ese país.