América Latina y el Caribe se enfrentan a una grave crisis de biodiversidad, ya que el tamaño medio de las poblaciones controladas de más de mil especies de fauna y flora silvestres se ha desplomado un 95% en tan solo 50 años, según un nuevo informe de la organización WWF. Se dice que la región, una potencia en biodiversidad, ha experimentado la tasa más rápida de declive de la vida silvestre del mundo durante este período, superando con creces el promedio mundial del 73%.
El Informe Planeta Vivo 2024 hace un seguimiento de los cambios en los tamaños de las poblaciones monitoreadas para indicar si, en promedio, la abundancia relativa de las especies aumentó, disminuyó o se mantuvo igual entre 1970 y 2020. Incluye casi 35.000 tendencias poblacionales de 5.495 especies, incluidas 3.936 poblaciones y 1.362 especies de América Latina y el Caribe.
Su índice sugiere que, a escala mundial, los descensos más graves se han observado en las poblaciones de agua dulce (-85%), seguidas de las terrestres (-69%) y luego de las marinas (-56%).
Los autores destacan que, en todo el mundo, la degradación y pérdida de hábitats es la amenaza más reportada para la fauna y la flora silvestres, impulsada sobre todo por el sistema alimentario, seguido de la sobreexplotación, las especies invasoras y las enfermedades. La contaminación también se considera una amenaza importante, al igual que el cambio climático, que se deja sentir con especial fuerza en América Latina, donde, por ejemplo, se ha observado que está provocando el declive de algunas aves amazónicas.
Según la plataforma de seguimiento Global Forest Watch, la deforestación tropical disminuyó un 9% en 2023 en comparación con 2022, pero sigue siendo muy alta, con una superficie de casi el tamaño de Suiza perdida en todo el mundo durante el año. Brasil, la República Democrática del Congo y Bolivia fueron los tres países con mayor pérdida de bosques primarios, a pesar de que en Brasil se ha producido un descenso del 36% desde la introducción de políticas de conservación más estrictas bajo la presidencia de Lula da Silva.
“Monitoreamos todos los factores, pero la deforestación es particularmente agresiva en América Latina, en muchos casos vinculada a la expansión de la frontera agrícola”, dijo a Dialogue Earth Roberto Troya, director regional de WWF en América Latina. “La explotación de los recursos naturales también continúa a toda velocidad, con la minería ilegal arrasando ríos y poblaciones”.
Algunas de las poblaciones de especies destacadas en el informe incluyen una disminución del 65% en los delfines rosados de río del Amazonas (Inia geoffrensis) entre 1994 y 2016, y una disminución del 75% en su pariente más pequeño el tucuxi (Sotalia fluviatilis) en la reserva de Mamirauá en el estado de Amazonas, en Brasil. El año pasado, se informó de la muerte de más de 330 delfines de río en solo dos lagos, en medio de una sequía histórica y bajos niveles de agua.
“La naturaleza está emitiendo una llamada de socorro”, declaró Kirsten Schuijt, Directora General de WWF Internacional, en una conferencia de prensa con motivo de la presentación del informe. “Las crisis vinculadas de la pérdida de naturaleza y el cambio climático están llevando a la vida silvestre y los ecosistemas más allá de sus límites, con peligrosos puntos de inflexión globales que amenazan con dañar los sistemas de soporte vital de la Tierra y desestabilizar las sociedades”.
Una superpotencia en biodiversidad
En Brasil, Colombia y México, América Latina alberga tres de los cinco países con mayor diversidad de aves, anfibios, mamíferos, reptiles, peces y plantas. Solo la selva amazónica alberga alrededor del 10% de la biodiversidad mundial, y estas cifras solo se refieren a las especies conocidas. Desde las praderas uruguayas hasta los arrecifes de coral mesoamericanos, la región desempeña un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad.
Sin embargo, se ha producido un rápido declive de las poblaciones de muchas de las especies de la región. Algunas de las más destacadas son la vaquita marina (Phocoena sinus), la marsopa más pequeña y amenazada del mundo, cuyos últimos ejemplares se encuentran en las aguas septentrionales del Golfo de California, y el jaguar (Panthera onca) de Sudamérica, el mayor felino salvaje del hemisferio occidental, amenazado por la deforestación.
Rebecca Shaw, autora principal del informe, afirma que el declive de una sola especie puede provocar una reacción en cadena: “En la Mata Atlántica brasileña, la pérdida de animales frugívoros como los ciervos, que dispersan las semillas de los grandes árboles tropicales, puede provocar la disminución del almacenamiento de carbono. Estos animales son cazados, y los árboles son sustituidos por otros más pequeños que capturan menos carbono”.
Según los investigadores, el declive de las poblaciones de animales salvajes también puede servir de indicador de alerta temprana sobre el riesgo de extinción y la posible pérdida de ecosistemas. Cuando los ecosistemas resultan dañados, tienen dificultades para proporcionar los beneficios de los que dependen los seres humanos y pueden volverse más vulnerables a los puntos de inflexión, es decir, a cruzar un umbral que puede provocar cambios sustanciales y a menudo irreversibles.
Los puntos de inflexión mundiales, como la extinción de la selva amazónica, tendrían consecuencias negativas más allá de la zona inmediata, afectando a la seguridad alimentaria y a los medios de subsistencia. En septiembre, los incendios en la Amazonía brasileña alcanzaron su nivel más alto en 14 años en medio de una grave sequía y niveles récord de agua en algunos de los principales afluentes del río Amazonas, como el río Negro. Estos fenómenos contribuyen a la desecación de la selva tropical, así como al aumento de las emisiones de carbono.
“El planeta es un sistema integrado, y si una parte está enferma afecta al resto. Si la Amazonía libera muchas emisiones de carbono, esto puede alterar los patrones climáticos en todo el planeta”, dijo a Dialogue Earth Sandra Valenzuela, directora ejecutiva de WWF Colombia. “No es solo una crisis medioambiental, también es humana, con medios de vida afectados”.
El camino a seguir
En su informe, WWF sugiere una serie de estrategias para proteger mejor la biodiversidad, empezando por las áreas protegidas. Sus investigadores destacaron que en la actualidad hay casi 300.000 zonas protegidas designadas en todo el mundo, que cubren el 16% de la superficie terrestre del planeta y el 8% de los océanos, pero que su distribución sigue siendo desigual e insuficiente para apoyar los servicios que la naturaleza aporta a la humanidad.
Uno de los objetivos del Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal, aprobado por 196 países en 2022, insta a proteger el 30% de las tierras, aguas dulces y océanos para 2030 “mediante áreas protegidas ecológicamente representativas, bien conectadas y gobernadas de forma equitativa”. Se espera que los gobiernos presenten sus nuevos planes sobre biodiversidad en la cumbre sobre biodiversidad COP16 de las Naciones Unidas, que se celebrará este mes en Cali, Colombia.
Los autores del informe también reclamaron cambios en los sistemas alimentarios, optimizando el rendimiento de los cultivos y la productividad ganadera de forma sostenible para evitar una mayor expansión de la frontera agrícola. Sugirieron el uso de prácticas positivas para la naturaleza, como la agroecología y la agricultura regenerativa, no solo en favor de la biodiversidad, sino también para cumplir los objetivos climáticos y mejorar la salud en general, añadieron.
En medio de los intentos mundiales de abandonar los combustibles fósiles, los autores también hicieron un llamamiento para que la transición energética se planifique cuidadosamente, a fin de evitar impactos negativos en los ecosistemas y las comunidades, con casos de tensiones en torno a proyectos renovables ya visibles en América Latina. El paso a las energías renovables debe ser coherente con otros objetivos de desarrollo sostenible y conservación de la naturaleza.
“Aunque la situación es desesperada, aún no hemos pasado el punto de no retorno”, afirmó Schuijt. “Tenemos acuerdos y soluciones mundiales para encaminar la naturaleza hacia la recuperación en 2030, pero hasta ahora se ha avanzado poco en su cumplimiento y ha faltado urgencia. Las decisiones que se tomen y las medidas que se adopten en los próximos cinco años serán cruciales para el futuro de la vida en la Tierra”.