El impacto climático invisible de los megacruceros: dos activistas se infiltran entre los pasajeros para mostrarlo

Alejandra Mahiques

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Caía la tarde un día del pasado mes de abril cuando el crucero de MSC World Europa soltaba amarras del puerto de Barcelona, España. Entre los varios miles de personas que se asomaban a la cubierta, haciéndose fotos y grabando lo que sería el comienzo de unas vacaciones de ensueño, se encontraba una pareja algo inusual: distanciados del resto, ella buscaba el mejor encuadre mientras él sacaba lo que parecía una vieja videocámara, grande, robusta, como de los años noventa. Asegurándose de que nadie pudiera ver la imagen que se mostraba en la pantalla, empezó a grabar. Al contrario que el resto de los pasajeros, su cámara no enfocaba ni a las magníficas vistas ni a las espectaculares instalaciones del barco. A él le interesaban sus chimeneas.

La investigadora y activista de la organización belga Transport and Environment Constance Dijkstra y el técnico en termografía Kristof Smeyers embarcaron aquel día como dos pasajeros más en este megacrucero con el fin de grabar lo que el ojo humano no ve: las fugas de metano que los motores de este barco propulsado por gas natural licuado (GNL) dejan sin quemar durante la combustión. Lo harían usando una cámara óptica que detecta emisiones de hidrocarburos en infrarrojo, un aparato complicado de usar y para lo que es necesario una especialización técnica.

Inaugurado en diciembre de 2022, MSC presentó esta mole de 215.000 toneladas y 333 metros de eslora como el “barco más ecológico y eficientede su flota hasta la fecha –le seguiría uno más, el Euribia, lanzado en junio–, gracias a su potente motor de combustible dual y cuatro tiempos que puede utilizar, además de gasóleo, gas natural licuado. Lo que la industria de los cruceros considera la alternativa más sostenible actualmente disponible es una trampa, según organizaciones como el Consejo Internacional para el Transporte Limpio (ICCT) y el grupo de expertos de Naciones Unidas sobre el impacto del cambio climático (IPCC).

En realidad, lo que se llama gas natural es el metano, un potente gas de efecto invernadero. Si bien emite un cuarto menos de CO2 que el petróleo y es menos contaminante para el aire que respiramos porque apenas contiene óxido de azufre y de nitrógeno, el porcentaje que no se quema tiene un efecto devastador sobre la atmósfera.

Según alertan los científicos, en 20 años este metano acumulado será 80 veces más perjudicial que la misma cantidad emitida de CO2. “Desde Transport and Environment decidimos subirnos a este crucero para trasladar a la gente el mensaje de que el gas natural licuado no es un combustible limpio y de que, además, estos cruceros utilizan el tipo de motor de GNL que más fugas de metano registra”, detalla Constance Dijkstra.

Estos cruceros utilizan el tipo de motor de gas natural licuado (GNL) que más fugas de metano registra

Con siete piscinas, un parque acuático, 13 bares y restaurantes y capacidad para 9.000 personas –de las cuales más de 2.000 forman parte de la tripulación–, este crucero es el primero de los tres propulsados con gas natural licuado que la compañía MSC, la naviera más grande del mundo, ha planeado construir tras una inversión de 3.000 millones de euros. Una vez finalizada la construcción del tercero, la flota total de su negocio de cruceros sumará 23 barcos; entre ellos se encuentra el MSC Grandiosa, el crucero que más CO2 emitió en 2022, 130.000 toneladas, el equivalente a las emisiones de una ciudad pequeña durante un año.

“Los viajeros eran de todo tipo, familias, parejas, grupos, y se escuchaban muchos idiomas distintos”, relata Kristof. Mientras unos se daban un chapuzón y otros se deslizaban por un tobogán– también para adultos– de 11 plantas situado en medio de un pasaje comercial, este técnico belga se afanaba por grabar la pluma de la chimenea desde diferentes ángulos y en distintos momentos de la travesía: “Queríamos captar la emisión de los gases cuando el barco arranca, una vez que alcanza la velocidad constante y al llegar a puerto”, describe.

Pero una vez a bordo, el plan dio un giro inesperado. A pesar de corroborar que el nuevo barco navegaría con gas natural licuado, Constance supo que, en esta ocasión, el crucero estaba quemando gasóleo en lugar de GNL. Horas después, las sospechas se confirmaron al llegar al puerto de Marsella, cuando el buque para el repostaje que abastece de este combustible a los grandes barcos no se acopló al suyo. Desconocen las razones por las cuales MSC decidió no utilizar GNL, pero las grabaciones no servían: se habían quedado sin la evidencia que buscaban. “Aun así este primer viaje nos sirvió como práctica, ya que era la primera vez que nuestra ONG planeaba una acción de este tipo”, argumenta Constance.

Grabar la chimenea de un barco de semejante envergadura no es tarea fácil. Kristof Smeyeres lleva más de dos décadas dedicado a detectar y a monitorizar fugas y escapes de distintos tipos de gases en refinerías, fábricas y otras plantas industriales. Pero siempre en tierra. “Primero tuvimos que buscar los mejores puntos desde los cuales enfocar hacia arriba; además había que ser precavido para grabar con discreción esas imágenes en infrarrojo; por último, había que controlar bien la cámara porque hacía mucho viento”, explica. Para su sorpresa, nadie les preguntó por qué grababan; nadie se interesó por esta extraña pareja que no se arreglaba de punta en blanco para cenar ni se hacía selfies en la piscina. Tras otro día más de travesía, Constance y Kristof se bajaron del World Europa en el puerto de Génova.

Segundo intento

Al igual que el transporte aéreo, el marítimo utiliza un sistema de seguimiento (AIS, por sus siglas en inglés) a través del cual los buques comunican su posición de manera automática para evitar colisiones. Como si de una labor de espionaje se tratara, Constance Dijkstra pasó semanas analizando el historial de trayectos del World Europa. “Comprobamos cómo, desde abril, cada semana que atracaba en Marsella, el barco de la empresa de gas natural licuado se aproximaba a él”, relata Constance. En junio decidieron intentarlo una segunda vez y, en esta ocasión, viajaría Kristof solo.

Eran las siete de la mañana del 2 de junio cuando, acompañados por un equipo de Televisión Española, Kristof y Constance grabaron las primeras imágenes del día desde una pequeña barca de pescadores, de nuevo en el puerto de Barcelona. A lo lejos se veían las chimeneas del barco que tan bien conocían. Mientras se aproximaba a la dársena, a simple vista nadie podría decir que estaban expulsando metano. La cámara, esta vez, sí lo captó: “Al dirigirla a la chimenea del barco, detectó perfectamente y de manera muy visible los gases siendo expulsados”, describe Kristof.

Una vez a bordo, repitió la secuencia de grabaciones que había realizado durante el primer viaje. Aunque se trata de una cámara muy precisa, las imágenes no pueden determinar el tipo de hidrocarburo que se está quemando, sino que solo detectan la presencia de gas. Como sabían que el combustible era gas natural licuado, detalla Constance, la nube de la pluma que aparecía sin quemar era, sin duda, metano. “Es difícil mostrar a la gente la severidad del impacto que tiene sobre el clima algo que no podemos ver: por eso necesitábamos estas imágenes”.

Es difícil mostrar a la gente la severidad del impacto que tiene sobre el clima algo que no podemos ver: por eso necesitábamos estas imágenes

Otros estudios realizados en buques cargueros como el llevado a cabo por el científico norteamericano Paul Balcombe han revelado que las fugas de metano varían mucho según la velocidad y el volumen de carga. Este estudio concluyó que los barcos que utilizan un motor de cuatro tiempos –como el de los grandes cruceros– llegan a expulsar hasta un 8% de metano sin quemar, más del doble del permitido por la Organización Marítima Internacional (3,5%) y por la Unión Europea (3,1%).

El sector turístico que más crece

Los miles de pasajeros que compartieron travesía con Constance y Kristof pagaron alrededor de 1.500 euros por persona para una semana de crucero por el Mediterráneo. Atraídos por la comodidad y el lujo que estos resorts flotantes ofrecen, el número de turistas que se suben a un crucero no ha parado de aumentar desde el fin de la pandemia y, para 2023, la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros prevé 31,5 millones de pasajeros, un 30% más que el año pasado. Esto es, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para el Turismo, el sector que más rápidamente está creciendo desde 2019.

Pero al mismo tiempo, esta forma de turismo forma parte de un tipo de transporte, el marítimo, que es el responsable del 3% de las emisiones totales de CO2. En un sector tan contaminante para el planeta, la prioridad de reducir el uso de combustibles fósiles pesados como el gasóleo marítimo hace que el gas natural licuado, al emitir menos dióxido de carbono, aparezca como una solución a corto plazo. La Unión Europea acaba de aprobar una directiva por la cual el transporte marítimo deberá disminuir gradualmente la intensidad de sus emisiones, no solo de CO2 sino también de metano y de óxido nitroso, desde un 2% en 2025 hasta un 80% en 2050. Además, los barcos de pasajeros deberán conectarse a la red cuando estén amarrados en puerto.

Naciones Unidas advierte de que, para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados, las emisiones de gases de ciclo de vida corto, como el metano, deben reducirse en un 45% en esta década. Por su parte, 150 países firmaron en 2021 el Compromiso Global sobre el Metano, comprometiéndose a disminuir en un 30% las emisiones de este gas entre 2020 y 2030. Mientras esto ocurre, la construcción de nuevos buques propulsados por GNL no para de crecer: entre 2012 y 2022 el número se triplicó y, según cifras del Consejo Internacional para el Transporte Limpio (ICCT), durante seis años de esa década las emisiones de metano del sector marítimo se dispararon en un 150%. Activistas y científicos piden un cambio de rumbo para que la solución no llegue a ser más perjudicial que el problema que pretende resolver. Acelerar la transición hacia el hidrógeno verde; volver a usar el viento para navegar, instalando en estos grandes barcos desde turbinas eólicas hasta cometas; así como reducir la velocidad y conectarse a la red eléctrica siempre que se atraque en puerto son algunas de las propuestas para dejar de depender de los combustibles fósiles.

Mientras la industria del transporte marítimo busca fórmulas para adaptarse a las regulaciones que impone Bruselas o la Organización Marítima Internacional, la experiencia del activista a bordo fue diferente: “Al reservar un crucero en uno de estos barcos de GNL, la compañía se preocupa por transmitir que se trata de un viaje sostenible, pero una vez a bordo el discurso ambiental se limitó a pedir que no se arrojen colillas al mar y a mostrar lo que hace su fundación para proteger los fondos marinos”, comenta Constance. “Las instalaciones son magníficas, todo está extremadamente limpio, la tripulación siempre te saluda con una sonrisa: a los pasajeros no se les incomoda con problemas como el cambio climático, están allí para disfrutar”, apostilla.

A los pasajeros no se les incomoda con problemas como el cambio climático, están allí para disfrutar

Consultados para este artículo, los portavoces de MSC respondieron:

“Consideramos inusual cómo se llevó a cabo esta filmación. Si hubiéramos sabido del interés de T&E por nuestro barco, habríamos recibido al equipo de filmación a bordo de MSC World Europa, ofreciendo información y contenidos más completos sobre el barco. Respecto de las emisiones de metano de las chimeneas de los barcos, no se pueden detectar de forma realista utilizando vídeos de imágenes ópticas de gases. Existen otras tecnologías mucho más sofisticadas y reconocidas, como los sistemas de detección por ionización de llama, los sistemas MicroGC o una combinación de diferentes sistemas para analizar con precisión los niveles de emisión. Los barcos de nueva construcción de MSC Cruceros son flexibles en cuanto al combustible y pueden adaptarse a una gran variedad de combustibles renovables, tanto los disponibles en la actualidad como los previstos para el futuro. El deslizamiento de metano ha sido un problema, aunque estamos trabajando en toda la industria para encontrar soluciones y mejorar los motores actuales. Con el GNL, nuestros barcos están preparados para el futuro”.