El 25 de octubre pasado, el huracán Otis azotó con fuerza al estado de Guerrero en México, dejando a su paso más de 45 muertos, devastación masiva y más de 200,000 viviendas afectadas. Después de casi un mes, Acapulco, la ciudad más afectada, continúa sufriendo carencias graves. Antes de tocar tierra, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos describió su llegada como “un escenario de pesadilla” para el sur de México.
Las operaciones de búsqueda de más de 20 personas desaparecidas perduran. Los sistemas de transporte no han regresado a la normalidad y los precios del transporte han subido considerablemente. Las filas para los cajeros automáticos son enormes y las operaciones para comprar despensas se han complejizado, impactando a personas de bajos recursos de sobremanera.
Acapulco ha experimentado una respuesta solidaria de toda la nación, con envíos masivos de ayuda de víveres y otros suministros para hacer frente a las consecuencias de la tragedia. Pero la magnitud de la destrucción plantea un desafío monumental que requerirá meses, o incluso años, para su reparación.
Entrevistamos a Marjory González, coordinadora de divulgación de la Red Mexicana de Científicos(as) por el Clima, una nueva agrupación de casi 80 expertos en clima, en meteorología, en riesgo, protección civil, resiliencia y diversas áreas, que busca soluciones para la adaptación, mitigación y reducción del cambio climático en México.
González hizo hincapié en cómo la desigualdad económica ha sido un factor multiplicador clave de los efectos del huracán, y habló de cambiar la mentalidad ante los desastres que ya van en aumento en América Latina, tanto en frecuencia como en magnitud. Esta transformación, dijo, debe producirse con urgencia, y los cambios estructurales realizados en la región podrían servir de ejemplo para el resto del mundo, que se enfrenta a fenómenos meteorológicos cada vez más extremos debido al cambio climático.
–¿Cómo podemos entender lo que ocurrió con Otis a nivel científico?
–Los huracanes son un fenómeno natural y es muy importante repetirlo, pero están siendo exacerbados por el calentamiento del planeta. Una cosa que ocurrió con este huracán fue la rápida aceleración. En 12 horas pasó de una tormenta tropical a un huracán de nivel cinco (el más alto nivel posible). Una aceleración rápida es un fenómeno poco común y dentro de lo poco común esta fue demasiado rápido.
¿Por qué ocurre esta aceleración? Tiene que ver con que llevamos desde marzo con temperaturas récords en los océanos. Se han roto los récords cada mes, y todo ese calor sirve como combustible para los huracanes. También está el inicio del fenómeno de El Niño, que implica más huracanes en el Pacífico que en el Atlántico. Otra de las cosas que estamos viendo es que hasta ahora no parece que haya más huracanes, pero los huracanes de categoría cuatro y cinco, que son los más violentos, comienzan a incrementarse.
–¿Acapulco estaba preparada para lo que ocurrió?
–Había mucha gente visitando Acapulco en ese momento y una queja recurrente que decían las personas es que cuando le preguntaban a la gente de los hoteles qué debían hacer cuando ya se sabía que venía un huracán, la respuesta de los hoteleros es que ya no iba a pasar nada, que la gente estaba acostumbrada a que lloviera mucho. Las personas en Acapulco no entendían la gravedad del tema y además, aunque lo entiendan, no tienen dónde refugiarse porque no tienen zonas de refugio. Eso es muy grave porque ya había ocurrido el huracán Paulina en 1997 que había dejado más de 200 muertos, y había habido otros violentos antes.
Las personas en Acapulco no entendían la gravedad del tema y además, aunque lo entiendan, no tienen dónde refugiarse porque no tienen zonas de refugio
En la época después de Paulina, sí se hicieron medidas de Protección Civil de alertamiento para la población; de hecho hay sirenas en Acapulco, pero no se siguió construyendo la ciudad, capacitando a la población y capacitando a los hoteleros, como sí ocurre en mejor medida en la zona de Cancún en la Riviera Maya. En Cancún, que también ha padecido fenómenos similares, tienen los hoteles y las ventanas anticiclónicas. En Acapulco hay muchas estructuras de vidrios y todos los vidrios se reventaron.
–La Red de Científicos ha hablado sobre el impacto que sufren las personas de bajos recursos con los desastres naturales ¿Cómo aplica en este caso?
Acapulco es el puerto más importante del Pacífico y prácticamente vive del turismo. Esta ciudad fue muy famosa en los 50s y llegó gente como Michael Jackson, Elizabeth Taylor, Elvis Presley y Jim Morrison también. Al mismo tiempo es una ciudad tremendamente desigual. Está la zona hotelera que tiene zonas de muchos recursos, como Acapulco Diamante, y el resto de la ciudad en realidad es pobre o de clase media, entonces la desigualdad es muy grande.
Estas desigualdades hacen que la recuperación sea mucho más difícil para la gente. Por ejemplo en Acapulco, tienes la zona hotelera donde hay transporte, pero a las afueras es muy deficiente. Además, si tienes una vivienda precaria y no tienes empleo, o tienes ingresos muy precarios, si vives al día y eres un comerciante de tacos en la calle por ejemplo, se vuelve más difícil la situación porque solamente tienes ingresos si sales a trabajar. Las personas que no tienen eso o acceso a salud y agua potable, alcantarillado, calles asfaltadas, o transporte, se vuelve muy difícil la recuperación frente a este tipo de fenómenos.
Entonces los fenómenos son naturales pero los desastres se construyen de manera social. Son un producto socioeconómico, de la manera que habitamos el espacio físico, no solo las construcciones físicas, son las diferencias sociales, el acceso a servicios y el acceso a derechos.
–Este evento soltó las alarmas. ¿Qué tiene que cambiar en México mirando hacia adelante?
–Ya hay cierta preparación, pero tiene que aplicarse. En Acapulco hay un mapa de riesgos, pero no se ordena el territorio en función del mapa. Entonces pesan más los intereses privados que el tema de los riesgos y de la protección civil. Esta es una de las cosas que tienen que cambiar radicalmente y se puede. En el caso de la ciudad de México, ya que es una zona de alta sismicidad, se modificaron en 1985 los reglamentos de construcción y se han modificado varias veces. Tenemos actualmente uno de los mejores reglamentos de construcción que hay en el mundo.
Lo que tenemos ahí es la necesidad de luchar contra la corrupción. No se puede construir Acapulco de la misma manera. En algunos casos se debe plantear: tal vez este hotel no debe ir ahí. Las zonas que están en estos cerros, tal vez es pensar, tenemos que reunir a esta población en zonas de vivienda asequibles, con servicios. No es quitar a la gente y dejarla sin casa, es ponerla en un lugar digno, con servicios y vivienda digna, hay que pensar que hay zonas que no se pueden habitar, por la posibilidad de ambos sismos o huracanes.
–¿Qué más tiene que pasar en el futuro para estar preparados frente a estos fenómenos?
–Frente al cambio climático tenemos que considerar que van a seguir incrementando los huracanes de mayor categoría, entonces los sistemas de monitoreo deben fortalecerse. México debería tener aviones caza huracanes, porque los modelos como están no nos van a funcionar. Cuando los aviones de Estados Unidos pasaron por encima fue que ya vieron el fenómeno. Necesitamos la tecnología, aunque sí tenemos muy buenos datos y tenemos una capacidad científica instalada muy buena, tanto de técnicos como de científicos, pero necesitamos tener más datos en el Pacífico.
Debemos planear para los próximos treinta, cuarenta años, planear en lo inmediato y saber responder qué pasa si puede haber un huracán en las próximas 24 horas
También debemos reforzar la infraestructura urbana y volverla más digna, más equitativa, seguir combatiendo la pobreza para que entonces haya mayor resiliencia en las poblaciones. Debemos pensar cómo debe reconstruirse toda la ciudad y en general cómo deben construirse las ciudades en el Pacífico hasta lo micro: cómo debe organizarse la respuesta en los barrios en las colonias para que la gente sepa si tiene que buscar un albergue; cuáles son los albergues, que tengan tiempo de hacer lo que las rutas de salida. Debemos planear para los próximos treinta, cuarenta años y planear en lo inmediato y saber responder qué pasa si puede haber un huracán en las próximas 24 horas y cómo se organiza la población.
Este artículo fue publicado originalmente en Dialogo Chino https://dialogochino.net/es/