El último borrador de texto clave de la cumbre climático de Glasgow incluyó, por primera vez, que se terminen las ayudas públicas a los combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas. Estos subsidios, que sumaron el año pasado 375.000 millones de dólares, triplican anualmente el apoyo a las energías renovables y taponan la transición energética hacia un modelo que emita poco CO2, la causa del cambio climático.
El documento presentado por el presidente de la COP26, Alok Sharma, dice que la convención “llama a las partes a acelerar el abandono de los subsidios a los combustibles fósiles”. Esta propuesta tiene que pasar por la revisión de todas las delegaciones incluidos los estados que encabezan la lista de ayudas, muy concentrados en Oriente próximo: Kuwait, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Catar...
Además de este movimiento, la propuesta de acuerdo pone por escrito casi todas las últimas evidencias que los científicos fueron desgranando recientemente sobre el avance acelerado del cambio climático y su solución: recortar más las emisiones de CO2 de los combustibles fósiles. Pero se queda mucho más difuso a la hora de pedir a los países ricos el dinero necesario para que los países empobrecidos no salgan más perjudicados.
El borrador de la presidencia implica que los países dejen patente en la declaración final que la humanidad se gastó ya tres cuartas partes del calor global extra que se admitió como margen de seguridad en el Acuerdo de París debido a “las actividades humanas”. El documento de trabajo actual de las negociaciones “expresa alarma y preocupación”. Este último borrador dice que el margen de CO2 que aún queda para cumplir el Acuerdo de París (el presupuesto de carbono) “está siendo rápidamente agotado”.
En este apartado que las conferencias llaman “mitigación”, es decir, atajar la raíz del problema aparece el concepto de “recorte de emisiones globales de dióxido de carbono” e incluye que debería ser “del 45% en 2030 respecto al nivel de 2010” y alcanzar “el cero neto hacia mitad de siglo”. También incorporaron la que ponen “énfasis” en que se aumente la “ambición” para todo: mitigar el cambio climático, adaptarse a sus efectos ya inevitables y financiar a los vulnerables. Parece que hay consenso en denominar a los próximos diez años “década crítica”.
Ya estaba descontado
La cuestión es que todo eso está ya, más o menos descontado. El cálculo de rebajar las emisiones a la mitad en diez años se presentó a finales de 2019, la desviación entre el CO2 que se está liberando y lo que podría permitirse para contener el calentamiento en 1,5ºC también así como la responsabilidad humana del calentamiento global acelerado sin precedentes.
“No estemos afrontando la emergencia climática tal y como es”, analiza el coordinador de cambio climático en Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. Tras revisar el borrador, Andaluz subraya que se “están diciendo cosas que ya han aclarado los cuerpos científicos, pero no hay pocos pasos adelante respecto a lo que ya estaba planteado en el Acuerdo de París”. Andaluz sí ve positivo que se haya incluido la petición de finiquitar las subvenciones fósiles. “Esperamos que se mantenga al final”.
La directora de Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan piensa que “la tarea de esta conferencia siempre ha sido conseguir que el calentamiento global se quedara en 1,5ºC, pero, con este texto, los líderes mundiales están dejándolo para el año que viene. Si esto es lo mejor que pueden hacer, está claro que los jóvenes estarán furiosos”.
En ese sentido, el texto que liberó la presidencia de la COP lleva añadido que “anota con seria preocupación” que los planes recién remitidos este año por los países dan como resultado una efecto contrario al que más arriba dice que hay que perseguir: las emisiones agregadas subirán un 13% en 2030. Queda así anotada la brecha que evidencia una incoherencia entre lo que se acordaría que hay que hacer y los planes de acción que se acaban de presentar. “Enfatizamos la urgente necesidad de incrementar los esfuerzos para reducir colectivamente las emisiones mediante una acción acelerada”, puede leerse ahora mismo en los documentos de trabajo.
A la luz de este borrador, las partes decidieron crear un programa de trabajo para elevar esta ambición a la hora de mitigar el cambio climático. Urge a las partes a que revisen y refuercen en 2022 sus objetivos para 2030 en la medida necesaria para colocarse en una línea que cumpla el Acuerdo de París. Y solicita que se haga una síntesis del efecto combinado de los planes nacionales cada año.
En este sentido, este borrador también pide una evaluación general de cómo se están desarrollando los planes a largo plazo de los países (para 2050) en cuanto al recorte de emisiones de CO2 y que esté ya preparado para la COP del año que viene.
Donde la conferencia está encallando es a la hora de conseguir que se concrete la financiación. Sigue urgiendo a los países a que completen el fondo que se adoptó ya en el Acuerdo de París de 2015 que debería haberse culminado en 2020 y que todavía no está. Esto hace que los países vulnerables se opongan a admitir más compromisos. Al fin y al cabo, más del 90% de las emisiones de CO2 provienen de la mitad más rica del planeta.
La analista Jennifer Tollman explica que, en varios aspectos, este texto recoge “los máximos que se han visto en las salas de negociaciones, pero eso refleja la enorme brecha que hay entre la realidad y lo que ocurre en las conversaciones”.