CRÓNICA

Entre el miedo por el nuevo contexto político y el orgullo de ser, miles de personas se manifestaron en las calles de Buenos Aires

2 de noviembre de 2024 19:29 h

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En la primera Marcha del Orgullo para el gobierno de Javier Milei, Plaza de Mayo es un laberinto. Las vallas policiales se entrecruzan, se superponen, rodean Casa Rosada como una trampa. Son las 11.30 de la mañana y el cielo está tapado de nubes negras, pero en el escenario ya hay un DJ, y dos amigxs de Gualeguay que brillan de glitter y bailan. Pablo tiene 32 años, un piercing en la nariz, y un arnés. Ésta es su quinta marcha. Para Aldi es la tercera, tiene la espalda cubierta de un manto de tinta y el top, la mini, las cejas y la boca rojo carmín. En Gualeguay nunca se hizo una Marcha del Orgullo, por eso les importa representar a su ciudad, quieren que “allá se pongan las pilas con la visibilidad”. Es la primera vez que Pablo viene con miedo, pero dice que este año es más importante que nunca: “Se están poniendo en juego los derechos de todes, no solo de la diversidad, el derecho a la salud pública, a la educación, por eso yo siento que esta marcha va a ser más fuerte que en años anteriores, va a haber más aguante”. Las olas de colores que no paran de subir por las escaleras del subte le dan la razón. 

Silvana, que tiene 55 años, pestañas de arcoíris y una pluma enorme en la cabeza, nunca antes vio tanta policía: “No me gusta, esto es una fiesta por nuestros derechos, es la verdadera libertad, no entiendo cómo nos quitaron esa palabra, vengo a defenderla, hoy más que nunca”, dice. Por lo conseguido, lo que falta, y lo que se quiere quitar, Silvana vino con miedo, pero vino igual. Del lado derecho del arcoíris inflable que corona cada año el inicio del desfile colorido y brillante que va desde Av. de Mayo hasta el Congreso, el cuerpo de primeros auxilios no puede resistir y baila al ritmo de una canción de Miranda. Mientras tanto, frente a la Catedral un grupo de jóvenes con biblias en la mano y crucifijos de metal en el cuello ondea la bandera de la Cruz de Borgoña, símbolo de la monarquía española usado por grupos ultraderechistas. Rezan en voz alta, pero hay que acercarse para oír, porque la fiesta los tapa. No es una performance.  

María Belen es parte de la Federación Argentina LGBT, tiene el pañuelo naranja atado en la muñeca. Dice que la particularidad de esta primera Marcha del Orgullo en la gestión de Milei son los múltiples atravesamientos, los ataques a todas las dimensiones de lo público. “Hoy nos movilizamos no sólo para festejar sino para visibilizar todos los derechos que están siendo atacados, que se dieron por sentados, y recordar que hubo mucha gente pateando la calle y luchando para que esos derechos existan, y que nos toca a todes defenderlos y cuidarlos”. Cree que el colectivo hoy está integrado a la sociedad, pero que se perdieron canales de comunicación. “La gente grande hoy está muy enojada, y las juventudes muy culpabilizadas. La culpa no es del pibe que no pasó el 2001, pasó por un montón, y nuestras formas de hacer política quizás no fueron las correctas, sino esto no estaría pasando”, sostiene.  

Laureano Marina Vilte es lesbiana no binaria, abogada, coplera kolla, y militante por los DDHH. Nació en Jujuy, es sobrina de Marina Leticia Vilte, sindicalista detenida desaparecida por la última dictadura cívico militar eclesiástica. Tiene tatuado el pañuelo de las Madres en el brazo. En 2019 construyó colectivamente el Movimiento Ailén Chambi, una organización que es parte de la comunidades LGBT+ y mujeres, collas, feministas y transfeministas. “Hoy estamos en un contexto sumamente difícil en el que los discursos de odio vienen en alza. El impacto en nuestra comunidad es impresionante, frente a eso la estrategia a corto plazo es supervivencia”, dice. Cree que la marcha de hoy es particularmente importante para poder plantar banderas de resistencia y también para seguir fortaleciendo los vínculos y una agenda común a nivel federal. “Se trata de intentar defender lo que ha quedado de las políticas públicas, aun con todas las diferencias que tenemos con las gestiones municipales o provinciales, pero tenemos que hacerlo por una responsabilidad política” sostiene. 

En los territorios hoy están abocadxs casi por completo a dar respuesta a las urgencias: conseguir el bolsón para alguien que ya perdió el trabajo o que ya se quedó en situación de calle. Además del fortalecimiento de las redes y de los cuidados en salud mental frente a la precariedad y los retrocesos del contexto, cree que como estrategia a mediano y largo plazo es importante el revisionismo. “Creímos que muchos acuerdos ya formaban parte del sentido común, que varias discusiones ya estaban saldadas, pero si llegamos a este punto es porque no era tan así”, dice. Cree que desde las militancias es necesario repensar de qué forma se disputaron los sentidos en la sociedad “cómo nos acercamos a la vecina, al verdulero de la esquina, al portero del colegio. De qué forma vamos a recorrer esa distancia que hoy intentan acrecentar desde el gobierno”. 

Lo que está en crisis, para Vilte, es una forma de hacer política. Sostiene que es hora de ser autocríticxs con las lógicas que las organizaciones han reproducido internamente: “Es hora de remover la olla, revolver nuestras miserias militantes, y dejar que la juventud nos marque el camino. Nos están diciendo que la forma histórica que hemos aprendido, entró en crisis. Que no hicimos las cosas bien, que no estamos ofreciendo ninguna alternativa política. Y si no hay una alternativa, lo que hay es esto, en forma de reclamo hacia nuestras lógicas”. 

Manu Mireles, cofundadora de Mocha Celis, dice que en este contexto la marcha es una necesidad inmensa de abrazo y de defensa de los derechos, y trae las consignas de este año: El orgullo no se vende, se visibiliza y se defiende, Basta de hambre y de persecución y por un acuerdo democrátco  contra los discursos de odio. Hay muchas más, aclara, esas son las suyas. Hoy “hay un gobierno odiante de la diversidad, que está implementando una política de aniquilación, que nos mata al dejarnos sin derechos”, dice

Para Manu, hoy se pone en juego otro lenguaje, la comprensión del valor de la micropolítica frente al recrudecimiento de las situaciones de vulnerabilidad. “Muchas compañeras han vuelto a la calle a ejercer la prostitución. El 10% de las compañeras del cupo laboral travesti trans fueron despedidas”, cuenta. “Es muy importante que toda la sociedad entienda que estamos hablando de DDHH, que estamos hablando de garantías democráticas” aclara. 

Leandro Cahn es el director ejecutivo de Fundación Huésped. Dice que desde principios de año observan demoras en las adjudicaciones de la medicación. Aclara que eso suele pasar con los cambios de gestión, pero que están preocupados con el presupuesto 2025 por los tratamientos: “Entendemos que el desempleo va a generar que haya más gente sin cobertura, y que se va a necesitar más del sistema público”. La preocupación hoy son los insumos y los reactivos de testeos de VIH, y los de carga viral. “Ya que hoy se quiere hablar de costo-beneficio, no hay nada más costo-efectivo, ya que queremos optimizar recursos, que entender que indetectable es intransmisible. Tratar a tiempo no es solo un beneficio individual para esa persona sino un beneficio colectivo, porque no va a transmitir el virus ni tampoco va a necesitar del sistema de salud para dar respuesta a infecciones oportunistas. 

En medio de Avenida de Mayo Caio Varela se subió hasta las rodillas las medias de la bandera LGTBQ+. Tiene una camiseta fucsia y una pelota de Rugby bajo el brazo. Frente a él, cuatro rugbiers sostienen fotos de Javier Milei, Patricia Bullrich, Jorge Macri y Luis Caputo pegadas en una caja de cartón. Caio es el presidente de lxs Ciervos Pampas, el primer club de Rugby LGBTIQ+ de Latinoamérica, y armaron una performance para taclear   funcionarixs. Viene ganando Bullrich. Caio dice que no se trata de inclusión, que la inclusión establece una relación de poder entre quienes pueden incluir, y lxs que son incluidxs: “Nosotres proponemos una transformación social, donde ocupamos los lugares, resistimos el LGBT odio y transformamos nuestras vidas y el deporte”, dice mientras da la señal para que quien quiera participe y taclee. 

El cielo estuvo encapotado durante todo el día, pero no llovió. A la tarde un viento breve arreó algunas nubes que parecían tan pesadas como instaladas. Avanzaban las columnas por Avenida de Mayo, y aunque nadie lo esperaba, salió el sol.