Canciones de la amistad, las últimas mujeres del mar

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Uno. Por azar, dos adolescentes de divisiones distintas quedan sentados uno al lado del otro en el micro que los lleva a una excursión escolar. “Esa mañana, apenas me senté a su lado, Fernán me preguntó sin levantar la vista, como si retomáramos una conversación añeja y no estuviéramos charlando él y yo por primera vez, si me gustaban los Beatles y cuál de los cuatro era mi favorito. Nunca supe responder a esta pregunta, tal vez porque se responde solamente con matices. ¿Mi favorito en los estudios de grabación? Más bien Paul. ¿Mi favorito como personaje mordaz y gracioso, como espléndido antihéroe? Más bien Ringo. ¿Mi favorito en el centro del escenario, como vocero ideológico, como guardián del grito y del inconformismo? Más bien John. Pero mi claro favorito como exbeatle porque tuvo a mi entender la mejor carrera solista, porque fue quien mejor creció después de la separación (dado que el grupo, aventurero, le había impedido crecer) siempre fue George: mi favorito como talento discreto y elegante, mi reverenciado dark horse, se lee en el encantador libro Faster, de Eduardo Berti (lo acaba de reeditar el sello Híbrida, abajo les cuento un poco más). La escena me atrapa porque busca capturar esa percepción inasible del comienzo de cualquier amistad: que en ese terreno tal vez no exista algo así como un principio, que justamente ser amigos sea retomar en cada encuentro una charla remota, un reloj suspendido. Por supuesto que Fernán, el flamante amigo del narrador de Faster, también tendrá como faro a George Harrison y esa figura pasará a formar parte de la constelación infinita de sincronías y conversaciones que los mantienen unidos en el resto del libro y hasta hoy. Como la música, la lectura y la escritura, muchas veces a cuatro manos: un tiempo fuera del tiempo.

Dos. “Mucho antes de que existiera este libro, coleccionamos de manera arbitraria –¿qué sería del pop sin una buena cuota de capricho?– fragmentos de canciones que por algún motivo nos encantaban, nos conmovían o simplemente nos hacían reír (coincidíamos en muchas, ¿somos amigos porque nos gustan las mismas canciones o nos gustan las mismas canciones porque somos amigos?). Lo hicimos por años intercambiando mensajes de texto hasta que fuimos sofisticando el método”, anotamos en el prólogo a la primera edición de Quién es la chica, un libro-cancionero que escribimos juntos hace una década con mi amigo Tomás. Ser amigos: escuchar –o hacer que se escuche, si tenemos el don musical– una misma banda sonora cada vez. Ser amigos: atravesar la vida como una lista de canciones inagotable. 

Tres. En el libro de Berti, además de hacer varios intentos por desentrañar la letra de la canción Faster, de George Harrison, el narrador y su amigo pasan sus días haciendo listas. De músicos que admiran, de bandas famosas que nacieron entre compañeros de colegio, de canciones traducidas al castellano con títulos cómicos, de hits conjeturales que los Beatles deberían haber hecho como contraparte de los ya existentes (Nothing en respuesta a Something, o She Hates You como un reverso posible de She Loves You). Me acordé de lo que dice Ricardo Piglia sobre las listas en Los años felices, el segundo tomo de Los diarios de Emilio Renzi: “Como antes con los cuentos y antes con los libros que había leído, y antes con los músicos de jazz, y antes con los jugadores de fútbol y antes con las series de historietas, hago listas. Listas de compras, listas de cosas por hacer, listas de amigos a los que ver, listas de amigas a las que llamar, listas de ciudades que no conozco, listas de capítulos de la novela que voy a escribir. Las listas siempre me han tranquilizado, como si al anotarlas me olvidara del mundo y, en algunos casos, como si anotar fuera ya hacer lo que imagino o prometo, contento entonces, como si la novela cuyos capítulos he anotado ya estuviera escrita”. La amistad también supone ese olvido pasajero del mundo, una desaceleración conversada, un vértigo mullido. Anoto algo que ahora me parece medio despatarrado, pero igual voy, como si estuviera charlando con un amigo: si en el amor romántico la aguja del reloj está siempre atravesada por el destiempo, en la amistad el tic tac es la sincronía. Una complicidad que busca recuperar el sonido provisorio de la correspondencia

Cuatro. Extraño a Diego, quizá el más ruidoso de mis amigos. Extraño nuestras conversaciones que eran siempre deshilachadas y sonoras. Extraño esas tardes sin ton ni son, ese reloj de plastilina que, desde que él murió, se volvió inexorablemente memoria. Entonces arranco una lista en la que anoto asuntos de estos días que pienso que le interesarían o le causarían gracia. Como comentamos por acá alguna vez: me gusta que ese grado cero de la confidencia que se abre con nuestros amigos sea una especie de río desbocado donde por suerte no hay jerarquías, ni asuntos más importantes que otros. Así que en la lista que armo para Diego se superponen los títulos de unos libros que creo que le hubieran encantado, tres chismes que lo harían reír a carcajadas, la noticia infame de la privatización del Belgrano Cargas, una metida de pata, una película alucinante, un secreto que solamente le contaría a él. 

Cinco. Entre muchísimos intercambios y confidencias que cruzamos a diario, con mi amiga Florencia coleccionamos imágenes o escenas del siglo XX que nos llaman la atención y que nos vamos mandando por Whatsapp. Una lista inabarcable y destartalada que se está convirtiendo, con el tiempo, también en un libro que intentamos escribir a cuatro manos. Hace unos días le mandé un fragmento de algo que acababa de subrayar en Curso de literatura argentina. Universidad de Michigan, 1976, de Jorge Luis Borges: “Si hay una pasión argentina, esa pasión es la amistad, y es necesario que Martín Fierro tuviera un compañero. Hasta ahora ha sido un hombre solo, ya que nada sabemos de sus años anteriores. Martín Fierro se hace amigo de Cruz, Cruz le da la mano de amigo y esa amistad tiene que ser verdadera, fatal, ya que Cruz se había jugado la vida también”.

Seis. Leo hacia el final de Faster, de Berti: Faster nos recuerda que el tiempo se desboca como un bólido y que, por mucho que tratemos de frenarlo con el cuerpo, con las manos o con los pies, no, no hay palancas ni pedales, no hay nada que lo detenga, salvo quizás (exagero para darle algo de pese a esta tarea que cumplo para sentirme más vivo), salvo quizás el rito de la escritura. Ese rito de estar fuera y dentro del tiempo a la vez”.

Empieza este rito módico y anacrónico de cada viernes. Empieza una nueva edición de Mil Lianas.

1. Las últimas mujeres del mar.  Una de ellas lo dice muy claro frente a cámara: “Por el momento preferimos hacerlo a la antigua. Si trabajáramos con tanques de oxígeno durante horas, habría una sobreexplotación”. Las haenyeo son buceadoras célebres en la isla de Jeju, Corea del Sur, que bajan al fondo del océano para ganarse la vida juntando mariscos tal como lo hacían sus ancestras. En su mayoría entre los 60 y los 80 años, son mujeres que han pasado sus días tomando aire de un impulso y buceando hasta que sus pulmones se lo permiten. Una actividad en la que se combinan la tradición, las ganas de mantener cierta independencia, una ética férrea de trabajo, el esfuerzo físico implacable, la amistad y una sabiduría alegre. 

El conmovedor documental Las últimas mujeres del mar, que llegó por estos días al menú de Apple TV+, muestra cómo viven algunas haenyeo históricas y otras más jóvenes que todavía trabajan e insisten con su tarea, mientras que la contaminación y los cambios tecnológicos parecieran ponerlas en jaque. Con imágenes entrañables del día a día, del fondo del mar, de las reuniones entre ellas, de sus diálogos y de cierta intimidad, a lo largo de una hora y media exhibe una historia pequeña y luminosa de unión, valentía y tenacidad frente a cualquier amenaza.

El documental Las últimas mujeres del mar se puede ver en Apple TV+.

2. Faster, de Eduardo Berti. Entre la crónica, una novela de coming of age y el ejercicio en plan Me acuerdo, de Georges Perec, este libro se mueve en el terreno difuso y magnético de la memoria. Es por eso que, al ritmo a veces vertiginoso y a veces aplacado de los chispazos de la evocación, cuenta la historia en fragmentos de algunos episodios de la vida de su autor que insisten en ser recordados y, por lo tanto, narrados. 

Como en todo relato potente, hay algunos hitos, algunas escenas inaugurales. En este caso, está, como contábamos arriba, el encuentro de dos adolescentes a finales de los ‘70 en la Argentina unidos por el amor a los Beatles, por algunas obsesiones lectoras y por cierta sensibilidad hacia la palabra escrita. A medida que el relato avanza, irán apareciendo más imágenes iniciáticas, más situaciones que se desplegarán para agrandar el mito de esa amistad incandescente. Entre ellas, el encuentro de los protagonistas con el piloto Juan Manuel Fangio, a quien un día los dos jóvenes, fundadores precoces de una revista deportiva casera, deciden ir a entrevistar. 

Como el propio Fangio que cuando lo van a ver prefiere hablar de los inicios y no tanto de sus épocas de gloria, Faster decide posarse con sutileza en los comienzos, en lo embrionario, en la potencialidad de las pasiones, de la amistad, de eso que rápidamente llamamos oficio o profesión. Así, a lo largo de sus páginas las carreras de Fórmula Uno, la música, el periodismo, las velocidades, la literatura y las vidas se entrelazan en un relato extraordinario. Una serie de fragmentos que, gracias al trabajo de orfebrería narrativa de Berti, se vuelve anular, redondita, circular como un disco, como las ruedas de los autos, como las mejores canciones.

Faster, de Eduardo Berti, salió por Híbrida Editora.

3. Santiago Loza por tres. “Hay gente que me señala una supuesta híper productividad, pero la verdad es que yo tengo procesos lentos. Tardo bastante en caer a las cosas y las cosas toman sus propios tiempos también”, dice el escritor, dramaturgo y cineasta Santiago Loza. Loza habla bajito, pausado, como si se ubicara en la vereda opuesta de algunos de los personajes que creó, que siempre rodean el desenfreno y cierto desborde. Como Mario, interpretado encantadoramente por Mariano Saborido, el protagonista de la obra Viento blanco, uno de los grandes estrenos teatrales del año. Como el narrador de Pequeña novela de Oriente (Entropía, 2024), una voz construida para prestarse al desconcierto de unos viajes por Corea, Japón y China. O como el de Diario inconsciente (Bosque energético, 2022), también pegado a Loza y a su experiencia, que recuerda una internación psiquiátrica de su juventud (“cuando tenía veinte años y me volví loco, tenía piedras en los bolsillos”, dirá en el libro y más adelante reforzará: “Se vive y se narra. Se vive para contar, poner un orden a los acontecimientos. La crisis viene a desordenar o a decretar que no hay orden posible y todo intento es vano”).

Autor de más de 20 obras teatrales, de varias novelas, de libros híbridos donde se dedica a indagar en la escritura y director de una docena de películas, Loza es uno de los artistas argentinos más prolíficos y su obra una de las más radiantes de las últimas décadas. Hace unos días tuve el enorme gusto de entrevistarlo para hablar sobre algunos de sus textos más recientes. Pueden leer la nota en este enlace.

Entre los libros más recientes de Santiago Loza se encuentran Pequeña novela de Oriente (Entropía, 2024) y Diario inconsciente (Bosque energético, 2022). La obra teatral Viento blanco, con texto de Loza y la actuación de Mariano Saborido, sigue en cartel en Buenos Aires. Más sobre todos ellos, en esta entrevista con el autor.

Banda sonora. A propósito de la reedición del libro de Eduardo Berti, mencionamos arriba Faster, de George Harrison. Me pareció una excusa perfecta para sumar esa canción junto con otras que me gustan mucho de él a nuestra lista de canciones compartidas. Se escucha, como siempre, por acá.

Por su cumpleaños 73, esta semana se multiplicaron los homenajes y las imágenes de Charly García inundaron con todo su magnetismo las redes. Por estos días, también, en la siempre nutritiva revista Otra Parte, Pablo Schanton escribió un texto notable sobre su obra, sobre el disco La lógica del escorpión y sobre ese lugar pringoso y fascinante que llamamos rock argentino. Se lee por acá.

Bonus track. Por falta de tiempo y de conocimiento específico del rubro, no suelo leer novelas gráficas y realmente lo siento. Sin embargo, cada tanto hago el intento con algunas y termino siempre maravillada. Es el caso de Matar al tirano, del escritor Lautaro Ortiz y del dibujante Ignacio Minaverry, una historieta que salió hace poquito por la editorial Deux Books, luego de que en 2015 la publicara por entregas la mítica Revista Fierro. Se trata de la versión gráfica de una historia real muy impactante contada en tiempos que se van superponiendo en el relato: Soghomón Tehlirian, un joven que perdió buena parte de su familia en manos de las autoridades turcas durante el Genocidio Armenio y debió escapar de su tierra, se cruza en Berlín con Talaat Pashá, uno de los ideólogos de aquellos crímenes masivos que tuvieron lugar a comienzos del siglo pasado. Tal como escribió Osvaldo Bayer, en un rapto el joven “lleva a cabo la ley no escrita de ‘matar al tirano’” y su vida cambia para siempre. Es que, a partir de ese encuentro, de ese arrebato y del histórico juicio al que fue sometido (y en el que fue absuelto), aquellas imágenes indelebles volverán una y otra vez a su memoria. El dolor, las preguntas alrededor de la justicia y las heridas abiertas se cruzan a lo largo de estas páginas en una narración impresionante. La publicación incluye un texto de Bayer y un epílogo escrito por Eduardo Kozanlian.

Bonus track II. Esta semana se dio a conocer el listado con las cinco novelas finalistas del Premio Fundación Medifé Filba, que busca distinguir a lo mejor de la literatura argentina y, según sus organizadores, “darle nueva visibilidad a libros que salieron un año atrás para volver a ponerlos en la discusión”. Pueden leer por acá los títulos y algunos detalles sobre cada uno de ellos. Dos recordatorios, por si se distrajeron y quieren saber más sobre algunos de los libros: comentamos algo sobre El amor es un monstruo de Dios, de Luciana De Luca, en esta edición de Mil Lianas de 2023. Y, sobre Las niñas del naranjel, hablamos con Gabriela Cabezón Cámara en esta entrevista.

¡Hasta la próxima!

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