El deshielo de Paul McCartney, poetas del dolor

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Desinstalé Twitter del teléfono y entro cada vez menos. Me quedé, entonces, con la deriva autocomplaciente de Instagram, con sus imágenes híper trucadas, con sus colores mullidos, con esa blandura de corralito. Nunca falta el que dice “esto es lo más hermoso que vas a ver hoy” y, ávidos de algún tipo de belleza mediada, convalidada por otros que están en la misma búsqueda pavota de comodidad y fuga, hacia ahí vamos (placebo compartido entre varios: placebo al cuadrado).

Por estos días vi circular con ese rótulo hiperbólico de lo más hermoso, etc. una entrevista que le hacen a Paul McCartney en 1982 en Desert Island Discs, de la BBC. La premisa del programa, que nació en la década del ‘40 y sigue emitiéndose (acá, de hecho, pueden seguirlo en formato de podcast), es simple y divina: convocan a distintas personas para que elijan ocho canciones que se llevarían si tuvieran que vivir en una isla desierta. También tienen que elegir un libro y un objeto que implique cierto lujo, pero el centro son las canciones, que son escuchadas y comentadas entre los entrevistados y quien conduce el programa. En la charla McCartney cuenta que no eligió ningún tema de su repertorio personal ni de los Beatles para esta consigna (dice que si eran más de ocho, seguramente lo hubiera hecho). “Para resumir todo, me quedé con una de John Lennon, de Double Fantasy, que creo que es una canción preciosa y muy conmovedora para mí”, cuenta y empieza a sonar Beautiful Boy (Darling Boy). A partir de ese momento ocurre algo curioso –y, sí, lo más hermoso, etc–: la cara del músico se empieza torsionar a medida que avanza el tema que Lennon le había escrito a su hijo Sean como un antídoto para algún tipo de pesadilla (cerrá los ojos, no tengas miedo, el monstruo se fue, canta John con ternura).

Sin embargo, al contrario de lo que se supone que debería provocar una canción de cuna –contener un desvelo, atemperar un llanto, calmar la angustia– para Paul McCartney, en medio de esa entrevista que ocurre a dos años del asesinato de su amigo y con toda la historia encima, el tema es como un empujón. El video lo exhibe con pudor y también con contundencia: hay un movimiento en su boca que da cuenta de un quiebre, de una barrera que cede, de algo intraducible. Un deshielo en los labios. 

La escena me hizo recordar otro momento de dolor público de McCartney, que quedó registrado en el documental de Peter Jackson The Beatles: Get Back y que provocó infinidad de debates entre los fans: en las célebres sesiones de la grabación del último disco de estudio de la banda hay días áridos, jornadas en las que alguno no llega a horario o se borra, tensiones al borde de un final bastante cantado. El 13 de enero del ‘69 McCartney conversa con Ringo Starr, están rodeados de productores y de gente del estudio, pero del resto de los músicos del grupo no hay noticias. Hacen lo poco que puede hacer alguien que espera: especulan. En ese elástico que se va estirando, Paul le lanza una frase a su compañero: “And then there were two” (algo así como “y entonces quedaron dos”, los debates entre seguidores del grupo sobre cómo interpretar esta línea siguen hasta hoy). Como esta vez Paul tiene las manos cerca de la boca, es imposible adivinar el gesto. Lo que sí se destaca es un brillo en sus ojos: otra vez –mucho antes que la escena de Beautiful Boy, pero con la misma contundencia, como si hubiera entre las dos un hilo invisible que las anuda– algo que incluso él, que hizo de las palabras y de los sonidos su mundo e iluminó para siempre nuestro, no encuentra cómo traducir.

Cuando pensaba en estas escenas llegó a mis manos el libro Poetas del dolor (Omnívora, 2024), compilado por la investigadora argentina Renata Prati. Transcribo unas líneas de lo mucho que subrayé (abajo les cuento más, el libro es precioso y también va en la categoría de lo más hermoso, etc.) porque me pareció que venía al caso.

“Tanto de la poesía como del dolor se dice que son intraducibles; tanto la poesía como el dolor se traducen, todos los días, imperfecta e inevitablemente. Y tanto la poesía como el dolor se transforman en el movimiento de la traducción, solo que quizás, ahí donde el poema se multiplica, el dolor más bien se ablande”.

Dolores, deshielos y distintas formas de ablandar con palabras eso que se presenta intraducible atraviesan una nueva edición de Mil lianas. Ojalá suene como una canción de cuna modesta, pueden pasar por acá.

1. Poetas del dolor. Dickinson, Woolf, Plath, Pastan, compilado por Renata Prati. “Este libro trata sobre el malestar: sobre la pena, el duelo y la desolación, sobre fiebres, contracturas y hospitales, sobre perder la cabeza y encontrarla cambiada”, adelanta Renata Prati en la introducción. Elegidos y traducidos por ella, en Poetas del dolor la investigadora selecciona textos de Emily Dickinson, Virginia Woolf, Sylvia Plath y Linda Pastan que indagan en el dolor por vías muy diversas. Con estilos particulares y publicados en momentos muy distintos (Dickinson nació a finales de 1800, Pastan murió en 2023), las cuatro escritoras, tal como describe Prati, tuvieron un vínculo innegable con el dolor tanto en su vida como en su obra. Es por eso que la compiladora ofrece un texto introductorio para cada una de las autoras sobre los contextos en los que trabajaron y sus trayectorias. El de Woolf, por ejemplo, es un agudo ensayo publicado en una revista en 1926 en el que la autora de Al faro escribe sobre la enfermedad. En el caso de Dickinson, se trata de poesía escrita entre 1862 y 1865.

A fuerza de un trabajo sutil y sin dudas amoroso, Poetas del dolor es un libro breve y encantador que a partir de un material que no oculta su aridez, echa luz sobre el terreno insoslayable del sufrimiento para hacerle preguntas. 

Renata Prati se formó en la Universidad de Buenos Aires. Es doctora en Filosofía y especialista en traducción literaria. Ha trabajado extensamente como editora, correctora y traductora desde el inglés, el francés y el italiano. Colabora regularmente con la revista literaria Otra Parte Semanal.

Poetas del dolor. Dickinson. Woolf. Plath. Pastan, compilado por Renata Prati, salió por Omnívora Editora.

2. La llamada, de Leila Guerriero. “Cada 14 de marzo, durante años, Silvia Labayru festejó con su padre, Jorge Labayru, mayor de la Fuerza Aérea y piloto civil de Aerolíneas Argentinas, el día en que se produjo la llamada que le salvó la vida. El 14 de marzo de 1977 él levantó el auricular del teléfono de su casa, un piso 12 sobre la Avenida del Libertador desde el que se ven el hipódromo de Buenos Aires y la costa uruguaya, escuchó la voz de un hombre que dijo: ‘Llamo para hablarle de su hija’, y respondió con un grito: ‘¡Montoneros hijos de puta! ¡Ustedes son los responsables morales de la muerte de mi hija! ¡Los voy a cagar a tiros!’. O algo así. Para entonces, Jorge Labayru llevaba tres meses creyendo que su hija estaba muerta”, se lee en uno de los fragmentos que integran La llamada (Anagrama, 2024), el reciente libro de la periodista argentina Leila Guerriero. Esa escena crucial le sirve a la cronista como una suerte de cordel del que tira para armar con idas y vueltas temporales y una estructura envolvente repleta de observaciones, el retrato de una mujer. Inteligentemente armado a partir de fragmentos –¿cómo sintetizar una vida? ¿cómo condensar esta vida?– en La llamada se superponen capas de la historia de Silvia Labayru. 

Las escenas, montadas con maestría por la autora y reconstruidas a partir de decenas de encuentros con la protagonista y con su entorno, además de un centenar de entrevistas que realizó a otros personajes clave, conforman una sucesión. En una secuencia, a todas luces irreductible y para nada lineal, Guerriero narra y describe con todo detalle los días de una mujer que provenía de un linaje militar y llegó a integrar el sector de Inteligencia de la organización Montoneros; que fue secuestrada y torturada por la dictadura cuando tenía 20 años; que debió parir a su primera hija en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y entregarla a su familia a los pocos días; que fue sometida a una suerte de “reeducación” en ese centro clandestino; que fue violada por militares y por la esposa de uno de ellos; que fue obligada a participar, junto a Alfredo Astiz, de una operación en la que el represor se infiltró en plena dictadura en Madres de Plaza de Mayo y por la que terminaron desaparecidas algunas integrantes de esa organización, familiares de desaparecidos y las monjas francesas Alice Domond y Leonie Duquet; que sobrevivió a la ESMA y vivió controlada por las autoridades militares; que se exilió y fue rechazada por otros exiliados en Europa porque la veían con sospechas por haber sobrevivido; que brindó su testimonio en juicios en los que se investigó, entre otros asuntos, delitos sexuales cometidos durante la dictadura; que cuestiona algunos relatos cristalizados por parte de algunos organismos de derechos humanos; que vive entre España y Buenos Aires luego de reencontrarse con uno de sus grandes amores de la juventud; que no quiere ni puede de ninguna manera pensarse exclusivamente como una víctima eterna.

Para hablar de este libro, que se convirtió en una suerte de fenómeno editorial en estos días de baja generalizada en las ventas en librerías, entrevisté a su autora hace unos días. Pueden leer la nota por acá.

La llamada, de Leila Guerriero, salió por Anagrama. En este enlace, una entrevista con la autora.

3. Ciclo Pino Solanas. Hasta el 1° de abril la plataforma Lumiton, un lugar que, además de diversas actividades presenciales, ofrece distintos materiales para ver online y gratis para quienes estamos en Argentina, tendrá disponible la segunda parte de un ciclo dedicado a Pino Solanas, el enorme cineasta, militante y figura ineludible de la política y de la cultura en Argentina. Gratis y para mirar en formato hogareño, por acá pueden encontrarse los títulos disponibles

Entre las películas del ciclo, se encuentra un documental muy especial de 2021: Tres en la deriva del acto creativo. Tal como señala la sinopsis oficial, esta película “nació de un encuentro de tres viejos amigos que son referentes de la cultura latinoamericana: el pintor Luis Felipe Yuyo Noé, el dramaturgo y actor Eduardo Tato Pavlovsky y el realizador Fernando Pino Solanas. A ellos se sumaron sus hijos cineastas –Gaspar Noé y Juan Solanas–, que por pedido de Pino, filmaron sin suponer que del rodaje iba a nacer un film sobre el proceso creativo”. Así que si tienen ganas de meterse un rato para escuchar a estos tres grandes y verlos en acción hablando sobre el acto creativo, no se lo pierdan.

Un recordatorio si andan buscando cosas para ver en estos días en los que varios tendremos feriados: además de las películas de Solanas, Lumiton también tiene focos dedicados a la obra de Albertina Carri y Ken Loach para ver sus películas gratis. Esos y otros materiales están disponibles en este enlace.

El ciclo online y gratuito de la plataforma Lumiton dedicado a las películas de Pino Solanas se puede ver por acá.

Banda sonora. Esta semana, vamos con varias cosas. Para empezar, por supuesto que se suman a nuestra lista compartida Beautiful Boy (Darling Boy) y las otras canciones que eligió Paul McCartney para llevarse a una isla desierta. Aparecen, entre otros, temas de Chuck Berry, Gene Vincent y Little Richard. Si tienen ganas de escucharla, la entrevista completa con Paul está por acá.

Me encantó saber que la banda escocesa The Jesus & Mary Chain sacó hace poquito un nuevo disco. Se llama Glasgow Eyes y me acompañó toda la semana.

Por último, vi por mi amigo Martín que la cantante y compositora tucumana Luciana Tagliapietra sacó por estas horas un nuevo tema que se llama Solo en vos y es divino. Todo esto y alguna sorpresa más se puede escuchar en la banda sonora de Mil lianas, que siempre encuentran por acá.

¡Hasta la próxima!

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