Uno. “Según conjeturó el físico Edme Mariotte en el siglo XVII y más tarde pudo demostrarse de manera empírica, nuestros ojos tienen un punto ciego, un lugar —â escurridizo, lateral y no fácilmente localizableâ — situado en el disco óptico, que carece de detectores de luz y a través del cual, por lo tanto, no se ve nada; si no notamos la existencia de este minúsculo déficit visual, de esa zona de oscuridad, es por dos razones: en primer lugar, porque vemos con dos ojos, y los puntos ciegos de ambos no coinciden, de manera que un ojo ve lo que no ve el otro, y viceversa; y, en segundo lugar, porque el sistema visual rellena el vacío del punto ciego con la información disponible: porque el cerebro suple lo que el ojo no ve”, apunta Javier Cercas, el gran anatomista de instantes y de textos en El punto ciego (Literatura Random House, 2015), un libro que compila una serie de conferencias que dictó en la Universidad de Oxford. Siempre poniendo el dedo en la llaga de la escritura (primero la propia, con sus novelas y sus límites difusos; después en la ajena con su lectura) acude a una expresión oftalmológica para esbozar una hipótesis literaria.
Dos. “Si escribo de viajes y escritura, debería poder hacerlo sobre una de las experiencias más particulares que transité. Si puedo escribir es porque se vuelve materia de ficción, se aleja y se puede manipular. Son imágenes y situaciones que le suceden a un personaje que ya no me pertenece”, dice en la primera página. Sigue más adelante: “Llevé un cuaderno a la internación, pero no escribí nada. Pasé tres años o más sin escribir. En el medio tuve depresión y sobrepeso. Pesé más de ciento veinte kilos. Había ingresado al hospital con treinta y nueve kilos. No solo se tienen varias vidas en esta vida, también se pueden tener incontables cuerpos. No recuerdo cuándo volví a escribir, tampoco cuándo dejé de hacerlo. Siempre llevé cuadernos, por las dudas”. Estos fragmentos forman parte de Diario inconsciente, de Santiago Loza (salió por Bosque energético, una editorial que desde fines del año pasado publica libros que nacieron como diarios íntimos, abajo les cuento un poco más). Pensé en Cercas cuando terminé de leer a Loza y este texto sobre lo que él mismo llama “una crisis mental” cuando tenía veintipico y lo internaron en un lugar rarísimo. Pensé en un punto ciego chiquito: andar con cuadernos encima por las dudas, escribir muchos años después sobre esa internación, darle forma de diario a partir de apuntes desordenados, volverse personaje. ¿Qué secretos ponen en palabras los diarios íntimos? ¿Qué cuentan y qué dejan afuera? ¿Qué intentan plasmar en esos momentos en los que todo es confusión? ¿Para quiénes se escriben? “Se vive y se narra. Se vive para contar, poner un orden a los acontecimientos. La crisis viene a desordenar o a decretar que no hay orden posible y todo intento es vano”, escribe Loza.
Tres. Pienso en el punto ciego de mis propios ojos, en ese hueco, en ese lugar que, con poco esmero, me imagino oscuro y detrás de las retinas. Un abismo mínimo que también es punto de partida, paradoja: sin esa sombra, sin ese rincón oculto no habría visión. El punto ciego es el que, después de todo, habilita una posibilidad. (Cercas, por ejemplo, ve en El Quijote, que está loco y al mismo tiempo no lo está: “Lo que de veras dice Cervantes, gracias al punto ciego de su obra maestra, es que la realidad —â sobre todo la realidad humana, que es la que de veras le interesaâ — es esencialmente ambigua, irónica y contradictoria (...). Por ahí se revela la naturaleza esencial del Quijote, su evidencia más profunda y revolucionaria, su absoluta genialidad, que estriba en haber creado un mundo radicalmente irónico: un mundo en el que no existen verdades monolíticas e inapelables, sino en el que todo son verdades bífidas, ambiguas, poliédricas, tornasoladas y contradictorias”, dice).
Cuatro. De pronto me veo rodeada de diarios íntimos y me acuerdo de uno muy precario que tuve en la infancia. Anotaba poquito, le ponía candado por las dudas. En la pantalla la actriz Pamela Anderson –la bomba sexy que corría en cámara lenta en Baywatch, la mujer que ahora habla sin maquillaje y sin nostalgia– abre un rincón de su casa donde guarda decenas de videos (sí, abajo les cuento más, todo esto aparece en el documental Pamela Anderson, una historia de amor) y los diarios que fue llevando desde su adolescencia hasta aquellos días de fama, llenos de escenas terribles y dolorosas. “Me encantan las palabras, me ayudan a dejar atrás esta situación absurda. Vengan conmigo, estoy allanando un camino. El mundo se abre cuando escribo”, anotó en uno de ellos. La imagen muestra los trazos de una letra corpulenta. Una caligrafía que ocupa toda la superficie de los renglones, que los traspasa. Dos puntos ciegos, otra vez: intentar un registro de sus mayores secretos, de todo eso que es mejor que quede bajo llave. Y a la vez guardarlo en cajas durante años, por si acaso.
Cinco. “Fueron tiempos bastante pesados y densos en los que siempre llevé un diario. Yo estaba muy cansada, físicamente y mentalmente. Y esta fue la forma que me salió. Creo que no pude escribirlo de otra manera. O sea, no quería tampoco hacerlo de otra manera y a la vez siempre llegaba a una cosa muy breve, como de entraditas de diario o versitos. Iba tomando notas que después, en algún momento pasado el tiempo, me senté y acomodé”, me dijo hace poco la escritora Magalí Etchebarne en esta entrevista (abajo también les cuento más), sobre el origen difuso de los poemas de su libro Cómo cocinar un lobo, mientras acompañaba a su madre enferma de cáncer.
Seis. “La novela no es el género de las respuestas, sino el de las preguntas: escribir una novela consiste en plantearse una pregunta compleja para formularla de la manera más compleja posible, no para contestarla, o no para contestarla de manera clara e inequívoca; consiste en sumergirse en un enigma para volverlo irresoluble, no para descifrarlo (a menos que volverlo irresoluble sea, precisamente, la única manera de descifrarlo). Ese enigma es el punto ciego, y lo mejor que tienen que decir estas novelas lo dicen a través de él: a través de ese silencio pletórico de sentido, de esa ceguera visionaria, de esa oscuridad radiante, de esa ambigüedad sin solución. Ese punto ciego es lo que somos”. Cercas otra vez, su punto ciego y una hipótesis. Habla de teoría literaria, claro, se refiere a su idea de la novela. Me permito pensar que en ese gesto propone otra cosa también. Tal vez una forma de aproximación a vidas, a dolores, a mundos. Un movimiento que no ahorra angustias, pero que al menos intenta buscar, a tientas, otra manera de leer. Como los diarios íntimos abiertos ante los ojos de multitudes: ese parpadeo.
Los dejo con una nueva edición de Mil lianas. Hoy, más que nunca, yo no sé dónde va, pero tampoco creo que sepas vos.
1. Diario inconsciente, de Santiago Loza. “El diario tiene fama de género menor, de algo que se escribe en un archivo paralelo a la novela, durante el recreo de la escritura que importa. Quisimos celebrar esa minoría”, dijeron en esta entrevista con Página/12 Eugenia Pérez Tomas y Andrés Gallina, fundadores del flamante sello independiente Bosque Energético que nació bajo una premisa muy específica: publicar diarios íntimos en cualquiera de sus vertientes. Según cuentan allí, en la colección habrá bitácoras, cuadernos de artistas, autorretratos y también algún diario falso de autoras y autores destacados.
Diario inconsciente, del escritor, dramaturgo y cineasta argentino Santiago Loza, es la primera de las publicaciones de la editorial. Armado en pequeños fragmentos, se trata de un recorrido por los días de juventud en los que el narrador pasa internado en una institución donde lo rodean terapeutas, enfermeros de miradas ausentes, otros internos, películas con historias bíblicas, masajistas, pastillas para inducirle el hambre o el sueño. Un poco roto, un poco como un intento por recuperar los destellos de eso que pasó (los padres lo llaman surmenage, en Diario inconsciente su autor lo nombra a veces como brote), el libro propone un buceo por las palabras. Las perdidas, las recuperadas, las que surgieron a partir de ese momento al borde de un abismo, cuando todavía él no era formalmente un escritor, pero tenía siempre a mano un cuaderno. Tarde o temprano la vida termina por imponerse, se lee en una de las entradas del diario. Tarde o temprano, podría sumarse, la escritura resplandece, como en las páginas de este libro breve y magnético y como en todo lo que su autor puso en palabras con el correr de los años.
Santiago Loza nació en Córdoba, en 1971. Dirigió seis largometrajes que llegaron a varios festivales de cine internacionales y recibieron numerosos premios. Sus obras teatrales, representadas en la Argentina y en el exterior, fueron publicadas en Textos reunidos (Biblos, 2014) y Obra dispersa (Entropía, 2017). También es autor de los libros Yo te vi caer (2016) y Nadadores lentos (2021) publicados por DocumentA/Escénicas, y las novelas El hombre que duerme a mi lado (2017) y La primera casa (2019) editados por Tusquets.
Diario inconsciente, de Santiago Loza, salió por la editorial Bosque energético.
2. Pamela Anderson, una historia de amor. Les conté por acá cuando se estrenó el documental que hizo el basquetbolista Magic Johnson: siempre me intrigaron las autobiografías, esa decisión de ponerse a revisar y relatar la propia vida, en el rubro que sea. Sobre todo cuando se trata de personajes que vivieron en la boca de todos, que fueron noticia miles de veces, que protagonizaron situaciones más o menos conocidas por todos. En el caso de la actriz estadounidense Pamela Anderson, las noticias que la tuvieron como protagonista fueron de escala global y siempre con el tono estruendoso del escándalo. No faltaron las especulaciones alrededor de su cuerpo (¿cuántas veces puede responder una persona si se hizo o no una cirugía estética? Los archivos muestran a la protagonista de Baywatch teniendo que contestar eso mil veces y se puede oler un tipo de violencia ahí). Tampoco el ruido que generaron sus numerosos matrimonios. Y, menos que menos, la extensa cobertura que recibió la célebre filtración del video íntimo que grabó durante su luna de miel con el rockero Tommy Lee.
En el documental Pamela Anderson, una historia de amor, que está producido por uno de sus hijos y tiene su aval, la actriz intenta matizar todo esto. El largometraje, de casi dos horas, está armado a partir de varias entrevistas actuales en las que se la ve revisando sus diarios íntimos (¡y también sus videos familiares!) en la casa que se armó en una isla de Canadá, su tierra natal. Y también a partir de imágenes de archivo, de su época de esplendor en la televisión de los ‘90 y las tapas de Playboy, además de las numerosas notas que dio por todos lados.
Por momentos un poco ingenuo (como toda producción oficial), el documental de todas maneras muestra a la estrella en una intimidad poco conocida y también crepuscular. De vuelta de todo, y al mismo tiempo que salió a la luz su autobiografía en formato de libro, Anderson repasa hechos dolorosos (fue víctima de abusos sexuales desde pequeña), personas que la marcaron (sus padres, una pareja violenta y siempre en tensión) y momentos en los que su fama recorría el mundo. Con gracia, intenta tramar un relato a partir de lo que ella misma señala como una búsqueda que siempre la inquietó: la del amor, en cualquiera de sus formas.
El documental Pamela Anderson, una historia de amor, está disponible en Netflix.
3. Cómo cocinar un lobo, de Magalí Etchebarne. Los mejores días (Tenemos las máquinas), su debut literario de 2017, fue uno de esos libros que se convierten en un fenómeno: una editorial independiente y pequeña apostaba por una escritora joven con un pulso narrativo muy particular. El libro de inmediato cosechó elogios de la crítica y la admiración de numerosos lectores: un volumen de cuentos que traía un sonido nuevo –algo que se vinculaba a la tradición y al mismo tiempo se despegaba, como en un balanceo– con historias encantadoras alrededor de los vínculos humanos, el desgarro interior, la torpezas del deseo, los vaivenes del pasado. También con pájaros (¡muchos pájaros!), con paisajes sutiles, con la naturaleza siempre magnética y al acecho. El escritor Federico Falco lo resumió con precisión: “Magalí Etchebarne tiene una capacidad impresionante para poner en palabras las contradicciones, las inseguridades y los deseos de sus personajes. Un primer libro de una contundencia pocas veces vista”.
Algunos años después, mientras aquel libro superó las diez ediciones, se editó en España y sigue circulando, Magalí Etchebarne decidió volver. Pero, esta vez, con una nueva sorpresa: un libro de poemas. Es que a Los mejores días le sucedieron tiempos difíciles: primero murió su padre, luego a su madre le diagnosticaron cáncer y la escritora debió acompañar, pandemia mediante, el proceso de su deterioro hasta su muerte.
Entrevisté a Magalí hace unos días para hablar de Cómo cocinar un lobo (Tenemos las Máquinas, 2023), pueden leer la nota por acá. El libro podría pensarse como un poemario de duelo antes del duelo. Como la memoria de un cuerpo, de una casa familiar, de un mundo que tambalea y en ese temblor vibra entre el recuerdo, las imágenes y los silencios. Entre tantas cosas que se desvanecen, algo es seguro: con delicadeza y como quien cocina a fuego lento entre el dolor y el eco de una voz poderosa, Magalí Etchebarne lo hizo de nuevo.
Ya que estamos hablando de ella y de su obra, les dejo por acá una lectura reciente que grabó la escritora para el ciclo veraniego A la sombra, organizado por la distribuidora de editoriales independientes Big Sur en su canal de YouTube. Se trata de “lecturas inéditas de autoras resguardadas del calor, haciendo una pausa”, según cuentan. En esta entrega, la autora comparte un fragmento de su texto inédito Temporada de cenizas.
El libro Cómo cocinar un lobo, de Magalí Etchebarne, salió por Tenemos las Máquinas. La entrevista con la autora se puede leer en este enlace.
Banda sonora. Cinco ingredientes muy dispersos se suman esta semana a nuestra lista de música compartida. Algo de Rosalía (su triunfo en los Grammy me hizo volver a su música un rato), un poco de Yeah Yeah Yeahs (una banda que me encanta, acaba de lanzar un videoclip nuevo –lo dejo a mano– y anunció también una enorme gira por Europa y Estados Unidos) y también de My Bloody Valentine (otros favoritos totales que suenan mucho en casa y más después de leer este repaso que hizo el Guardian por veinte de sus mejores canciones).
También se suman un par de canciones de Mujercitas Terror y 107 Faunos (vi que van a ser parte del Festival Refresco, un ciclo de recitales sobre el que escribió mi amigo Hernán Siseles por acá) y una versión medio punk de My Heart Will Go On (himno de la película Titanic que está cumpliendo 25 años por estos días y se repuso en algunos cines del mundo, inclusive en Argentina).
Algo más. Por estos días me enteré de un proyecto divino que tiene el periodista musical y escritor Gustavo Álvarez Nuñez. Es Bailando sobre una telaraña, un newsletter en el que traza una especie de curaduría con su gran conocimiento del rubro. “Dos horas de novedades musicales, cero desperdicio”, promete y cumple: cada entrega viene con un texto breve, pocas imágenes y un link a Spotify para escuchar su pesca semanal, que siempre es delicada y súper diversa. Se pueden suscribir por acá. Y en este link les dejo la lista de temas que seleccionó en su décima entrega, como él mismo dice, “para mover la patita y las neuronas en clave glam, africana y psicodélica como jamaiquina y estroboscópica”.
Bonus track. Después de las fiestas de fin de año, de las vacaciones para aquellos afortunados que las tuvieron, del lunes azul al que nos referimos por acá, febrero parece menos aletargado que sus meses vecinos y las cosas, como dice la canción, parecen tener un poco más de movimiento. Para quienes se dediquen a escribir novelas o cuentos –soy de este segundo grupo, nos abrazo virtualmente– arrancó de alguna manera la temporada alta de concursos literarios. Por estas horas se anunciaron varios certámenes que reciben material inédito en español tanto para autores célebres como para quienes estén arrancando, y que prometen buenos premios además de la publicación de las obras. Por acá pueden encontrar un resumen sobre algunos de los más destacados de los que cierran entre mediados de febrero y marzo.
¡Hasta la próxima!
AL
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