Hasta hace poco aquí, en este local de Villa La Florida, en Quilmes Oeste, funcionaba una de las sucursales de la pinturería El Buen Color. Ahora es la sede de la Asociación Argentina de Jugadores de Metegol (AAJM), la entidad máxima, así como lo es la AFA en el fútbol. En la puerta principal los carteles indican que cada jueves de 18 a 22 se reúnen a jugar al metegol, una actividad libre y gratuita. Aquí intentan mantener viva la práctica de un deporte que la gran mayoría sólo considera un juego, un mero pasatiempo.
Roberto Brunetto, secretario de la AAJM, llegó al metegol hace unos diez años luego de que su médico le recomendara buscar algo para distraerse y que lo desestresara. Roberto -que hoy tiene 65 años- recordó que de chico jugaba al metegol, algo que era muy popular por ese entonces. En los años setenta los juegos de época en los bares, clubes de barrio o sociedades de fomento eran el billar, el metegol, el sapo. Estos juegos tuvieron un auge hasta que de a poco fueron desplazados por las maquinitas electrónicas con fichines.
El metegol es deporte en Argentina desde 1998, fecha en que organizaron el primer Torneo Nacional Abierto. La ciudad bonaerense de Solano siempre fue un semillero de jugadores, al igual que Bernal. Pero la realidad de Argentina está lejos de ser lo que es en varios países de Europa o Estados Unidos, en donde muchos jugadores pueden vivir de eso.
La sede de la AAJM antes funcionaba en el Club Juventud. Y ahora, desde esta sede ubicada en Quilmes, quieren expandir el deporte. “El metegol no le interesa a nadie. Recién ahora la gente de a poquito lo está viendo como otra cosa”, dice Roberto que hoy le dedica mucho más tiempo a la Asociación porque está cerca de jubilarse.
Tocar el metegol
Es jueves, es tarde de metegol, algunos jugadores entran en la sede. También entra gente que lee los carteles y pregunta de qué se trata. Como una mujer que entra con otra y habla con Roberto:
- Sólo los jueves estamos, todos los jueves de seis a diez de la noche- dice Roberto.
- Ah, mira qué bueno- responde la mujer.
- Así que si te querés quedar, ya tenés un lugar- asegura Roberto.
- No, ahora estoy apurada. Pero voy a venir un día con mi marido y mis nenitos- dice la mujer.
- Es apto para todo público, actividad libre y gratuita. Si te quedas dos minutos…Poyi quieren tocar un metegol las chicas-, dice Roberto.
- No, está bien.
- Dale, dale, vendé Poyi. Ahí está. Que lo toque aunque sea...
Roberto insiste y las mujeres entre risas aceptan jugar. Luego, él dice en voz baja, convencido de que al metegol hay que promocionarlo en toda oportunidad que surja: “Esto es así”.
Molinete no vale: táctica y estrategia
Al igual que en otros deportes, el entrenamiento de un jugador de metegol depende del compromiso de cada uno. La preparación implica tener actividad física y jugar, por eso es común que un profesional tenga un metegol en su casa. Es fundamental analizar las posibilidades que se dan en el juego y para practicar el tiro. “El estado físico tiene que estar. Si no tenés estado físico, tenés que tener un aguante de locos. Hay que estirar las manos, el cuello. Dormir bien. En España veías tipos que jugaban muy bien a la mañana y a la tarde eran otra cosa. Afuera del estadio tomando cerveza, fumando”, dice Roberto quien aclara que el cuidado de las manos es clave: él tiene un kit de lima y corta uñas para evitar engancharse y que eso genere una lesión. “Hay que estar preparado”, remarca.
Aquí en Quilmes los jugadores y las jugadoras entrenan en las cuatro mesas que están dispuestas en el salón. Entrenar acá consiste en jugar, como dicen ellos “darle a la pelota, darle a la pelota”. Los que están solos practican tiros en la mesa, los que están en pareja arman partidos y van rotando. Van explicándose las formas en las que se le puede pegar a la pelota, se hablan: “No te olvides de levantarme los jugadores”. A quienes nunca jugaron en forma profesional se les explica que: cuando el jugador que tiene la pelota abajo (arquero + defensa) quiere tirar al arco contrario, su compañero (el que está en posición de ataque) debe levantar sus jugadores para despejar la zona y que la pelota llegue mejor al campo rival.
Roberto señala a un joven que recién llega: “Este chico viene de Berazategui”. El chico es Octavio de 15 años, que cuenta: “Yo jugaba y mi mamá me dijo si quería ir a un club. Mi abuelo hace muchos años me había regalado un metegol y yo lo practicaba con él, después lo seguí practicando con mis amigos”. Octavio conoció a Roberto en Bernal y ahí se enteró que el metegol es un deporte, luego aprendió las reglas y se dio cuenta que ese juego que antes sólo disfrutaba entre amigos ahora se lo podía tomar más en serio: “Yo practicaba fútbol y ahora boxeo. Todos los jueves me hago tiempo para venir porque me siento a gusto con mis compañeros y me siento en familia, porque a pesar de la corta edad que tengo y la poca práctica que llevo no tienen problema en explicarme las cosas y me tienen paciencia”. Octavio destaca la concentración que se genera, las distintas estrategias que aprende de los demás. También cuenta que le gustaría seguir jugando y que tiene el mismo sueño que Roberto: “Que el metegol se dé a conocer como deporte y que se pueda incorporar en todas las escuelas del país”.
Octavio llega y empieza a entrenarse. Al principio practica algunos tiros hasta que se acerca un hombre. “Este hombre viene de Valentín Alsina”, dice Roberto. El hombre es Oscar de 65 años, que cuenta: “Siempre me gustó el metegol y hacía mucho que tenía ganas de ir a un club de metegol pero no conocía ninguno. Jugué un campeonato en el bingo de Avellaneda que salimos segundos y ahí un muchacho me dijo que existía un club de metegol y luego vine a ‘molinete no vale’”. Cada vez que se refiere a la sede, como muchos otros, Oscar la llama “molinete no vale”.
El tiempo es relativo en este deporte: un partido puede durar cinco minutos o media hora. El metegol se puede jugar en pareja, pareja mixta, individual y también metegol adaptado. Durante un encuentro es válido intercambiar roles (que uno pase de defensa a ataque), algo que quizás es parte de la estrategia elegida. El cambio debe realizarse sólo cuando se hace un gol, cuando la pelota se va a afuera o se puede pedir tiempo. Se juegan tres partidos a cinco goles, el que gana dos partidos es el ganador.
La conformación de los equipos es de seis integrantes: dobles, individual, dobles, individual. En este deporte hay mucho menos azar de lo que imagina la mayoría porque las jugadas están todas preparadas. Hacer gol vistoso depende de la precisión con la que se le pega a la pelota. “Hay estilos de juego, dependen del jugador. Hay jugadores que juegan abajo y jugadores que juegan arriba. El de arriba tiene que ser agresivo porque cada pelotita que agarra tiene que ser gol. En un torneo una pelotita que erraste define el partido. Asimismo, un defensor una pelotita que agarra define el partido. Se juega a cinco goles. Lo normal en el mundial va a ser cinco goles, partido, revancha y final; o el mejor de tres”, explica Roberto. El reglamento internacional indica: el gol de mitad de cancha vale uno y no existe el molinete. Y como en todo deporte existe trampa, pero para evitarla están los veedores/réferis, los que controlan el juego y que se cumplan las reglas.
Delfina, una de las jugadoras que tiene 19 años, aclara que antes de que empiece cada partido el jugador que tiene el saque debe preguntar “¿va?” y esperar a que le den el okey, sino no vale. En ese saque del medio tiene que haber dos toques y al tercero ya se puede pasar la pelota. Delfina, que ahora está en compañía de su amiga Rocío, llegó por casualidad. Una tarde pasaba a comprar galletitas a un mayorista que está cerca de la sede, vio el cartel y dijo “a la vuelta paso y averiguo”. Cuando pasó otra vez por la sede la invitaron a jugar y se quedó. De chica siempre le gustó el metegol pero no sabía que se hacían torneos y que se practicaba de manera profesional. “Me gustó mucho el ambiente, son todos re copados y se toman el tiempo de explicarme. Aprenderlo con reglas es distinto, vas adquiriendo más conocimiento y con el tiempo mejorando. Lo mejor es que todos van para jugar y pasarla bien, por eso al ser un lugar agradable se vuelve más divertido”, dice Delfina.
Llegar al Mundial es una cuestión de plata
Argentina figura en el puesto 41 del ranking de la Federación Internacional de Soccer de Mesa (ITSF). Existen dos categorías: la A y la B. En la A se ubican las potencias como Italia, España, Francia, Estados Unidos; mientras que en la B participa la mayoría sólo por estar afiliados, eso les permite clasificar al mundial B. Argentina hoy integra el grupo B, con países como Armenia, Austria, Bélgica, Chile, Canadá, Inglaterra, Irán, entre otros.
Para llegar a la Selección Argentina de Metegol hay que tener dinero: un jugador puede ser muy bueno, pero si no tiene plata para viajar no compite. Existe la Liga Argentina que establece un ranking de jugadores. El ideal sería que los primeros diez del ranking nacional sean convocados para representar al país, pero no depende de eso. Daniel Juárez -de profesional neurocirujano- es uno de los mejores jugadores argentinos y que más mundiales disputó. Además, Juárez preside la AAJM.
Del 28 de junio al 3 de julio se realizará el Mundial de Metegol -competencia que se lleva a cabo cada dos años- en la ciudad francesa de Nantes, que reúne a más de 60 países desde 2004. Argentina, que participó de los últimos cuatro mundiales (2013, 2015, 2017 y 2019), no cuenta con el dinero para viajar. “La próxima Copa América es en Chile, hoy hay jugadores buenos que nos van a poder representar por la cercanía. La anterior Copa América fue en Costa Rica, la anterior fue en Perú y ya costó más. Nunca tuvieron becas del estado. Salimos del closet y empezamos a mostrarnos”, dice Roberto.
Más metegol, menos celulares en las escuelas
La AAJM fue de las asociaciones pioneras en sumarse “100 metegoles para las escuelas”, proyecto ideado por la Federación Internacional de Soccer de Mesa. A raíz del proyecto comprobaron que la práctica del metegol ayuda a que los chicos usen menos los celulares y además reduce la violencia en las escuelas.
Roberto es el coordinador del proyecto en Argentina. “Alguien tiene que donar un metegol. Una vez que está el metegol realizan un seguimiento, hacen la entrega de un kit educativo, una guía pedagógica y las bases del metegol. Ya con eso tienen para empezar a jugar. Le recomendamos páginas. Tenemos contacto permanente con las escuelas”, cuenta.
Para que el proyecto se realice aclara que es importante el compromiso de la comunidad educativa y menciona la experiencia de trabajar en una escuela en Olavarría: “Fui a un colegio de chicos con discapacidad. Tenés que ver como se aprendieron las reglas, como se enseñaron entre ellos. Practican el metegol como deporte. Viajo a enseñarle las reglas. Ese fue un caso que me llena de satisfacción. Ahí voy, me pago el boleto, porque te venís renovado, cargado de amor”, dice Roberto.
ADE/