Como un chasquido que lo espabiló. Como si lo hubiesen despertado o, en sus palabras, “sorprendido”. Así explica Ariel Mamani, 21 años, nacido y criado en el barrio Padre Carlos Mugica, la 31, lo que sintió cuando vio y escuchó a Javier Milei por primera vez. Corría 2019 y él miraba YouTube: mientras saltaba de un video a otro, la plataforma (¿el algoritmo?) se lo ofreció. Quedó impresionado con el ahora candidato a diputado porteño por La Libertad Avanza, un frente de la derecha emergente. Desde ese momento, Ariel se convirtió en su seguidor.
“Y empecé a mirar más sus videos hablando de economía el año pasado, en 2020, cuando el Gobierno nos dejó encerrados”, dice Ariel. Se refiere a las restricciones impuestas para frenar el impacto de Covid-19 en el país. Recién egresado del secundario, Ariel no conseguía trabajo. Tenía pensado anotarse en la carrera de Ingeniería en Informática pero desistió. Dice que fue un alumno destacado en matemáticas y contabilidad, que le interesa la Historia y la Economía, y Milei lo inspiró tanto que se anotó en Licenciatura en Economía en la Universidad de Buenos Aires.
Ariel camina por Playón, la calle comercial de la 31. Hacemos el mismo recorrido que hizo Milei y parte de su equipo el 9 de octubre, cuando visitó el barrio. Aquí están sorprendidos con el resultado que obtuvo el frente liberal-libertario en las PASO. El barrio forma parte de la Comuna 1, compuesta por Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat y Constitución. El 14,1% de los vecinos votaron a La Libertad Avanza en las PASO. El primer dato en septiembre es que la derecha se podría convertir en la tercera fuerza en la Ciudad. El segundo dato es que aquí el oficialismo perdió diez puntos en comparación a las primarias de 2019. La tendencia se confirmó el domingo 14 de noviembre cuando el partido de Milei obtuvo un poco más del 17 por ciento en las legislativas.
Es el cuarto de cinco hermanos. Su padre es inmigrante boliviano y reparte mercadería: a veces zapatillas, a veces verduras o recortes que descartan las textiles. Su madre es peruana y vende ropa en un puesto de la feria ubicada en uno de los ingresos de la 31, la parte a la que han llamado Barrio Güemes. Ariel consiguió empleo hace cinco meses en la cooperativa Nuevo Comienzo. Por 15 mil pesos al mes transporta personas, lleva y trae viandas o ropa de trabajo. O levanta escombros. Le gustaría, dice, trabajar en un banco. Por lo pronto hace pequeñas inversiones en criptomonedas.
“¿Qué me gusta de la propuesta de Milei? Que está en contra de los políticos, que no progresamos porque ellos no cumplen. Milei propone un sistema liberal y pone como ejemplo a los países a los que les va bien. Como Suiza. Él quiere bajar los impuestos, que los políticos no cobren sueldo. Quiere un libre mercado, que vengan las empresas de afuera, sin contrato, ¿no? Que el Estado no las moleste, que no les pida nada. Y mejorar la seguridad, que cada persona pueda tener un arma para defenderse”, explica Ariel.
Ariel nunca gatilló un arma. Nunca salió de caza, nunca tuvo una pistola cerca. Pero avisa que no dudaría en usarla si alguien lo pone en peligro. Ahora está sentado a la mesa del Mc Donald’s que está al lado de la sucursal de un banco. Para usar el baño hay que pedirle a un empleado que digite el código que abre la puerta. Dos varones entran al local y piden comida, plata, que los miren, algo, insisten. Ariel, que apenas levanta la vista, lleva puesta una remera con la estampa de un león. Junto con la serpiente de la bandera de Gadsden, la amarilla que distingue a los libertarios y que lleva la inscripción “No me pises”, el león es el otro emblema de campaña de Milei. Aunque a La Renga no le guste.
Un poder construido desde la virtualidad
Pablo Stefanoni, doctor en Historia, estudió el fenómeno de las derechas alternativas y publicó el libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? (Siglo XXI; 2021). Entre otras cuestiones, indagó en “el discreto encanto” que, en sus diferentes declinaciones, las derechas pueden ejercer sobre las nuevas generaciones. “Muchas de estas derechas -escribe Stefanoni- se difunden como subculturas online y se autorepresentan como cristianos que viven, y hacen su culto, en las cavernas debido al acoso que sufrirían al expresar sus ideas en un mundo controlado por la ‘policía del pensamiento’ progresista”.
Así que aquí estamos frente a la pantalla, domingo 24 de octubre, pasaditas las once de la noche. Somos 226 personas en espera. En breve Javier Milei conversará con Agustín Laje en su canal de YouTube, que tiene más de un millón de suscriptores. Laje es cordobés y licenciado en Ciencia Política y es, además, un referente joven de la derecha.
Stefanoni también investigó el fenómeno que genera: “Un influencer argentino y producto de exportación, que escribió junto a Nicolás Márquez el best seller El libro negro de la nueva izquierda (2016) (...). Laje ofrece su pastilla roja para acceder a la verdad ocultada por el progresismo. En sus caso, la pastilla azul (la de la esclavitud mental) no es sinónimo de Chomsky sino de Judith Butler, expesión máxima de ‘ideología de género’, aunque a veces su combate ‘políticamente correcto’ se extiende a una revisión prodictadura de los años setenta”.
Durante la cuarentena, sobre todo en sus etapas más estrictas el años pasado, los seguidores de Milei -y otros referentes de las derechas- se autoconvocaban en las marchas “anti”. El cierre de la campaña de las PASO fue una demostración de fuerza en el anfiteatro de Parque Lezama. El punto de encuentro de siempre, sin embargo, es ese lugar vasto y sin dirección llamado Internet. Desde vivos en Instagram hasta conversatorios en YouTube, canales en Telegram y llamados desde plataformas alternativas. Una construcción de poder desde la virtualidad.
Se activa el chat y cada vez somos más: mil, dos mil mirando. Y entonces aparece Laje: “Esperamos que Javier haga una elección maravillosa en noviembre”, dice y sigue: “Y para eso necesitamos del apoyo de todos ustedes. A los de ciudad de Buenos Aires los invito de forma directa y sin rodeos a votar por Javier Milei. Yo no escondo mis preferencias políticas, no me hago el neutral. Yo sí estoy buscando que mis seguidores se decidan a votar por Javier Milei”.
Pantalla partida, Milei entra en escena y repasa el camino hacia el caudal de votos que a él también lo sorprendió. De las encuestas que le auguraban apenas un punto y medio a disputar dos bancas en el Congreso -una para él y otra para su segunda, Victoria Villarruel- y una quinta banca en la Legislatura porteña. Quizás sea el cansancio producto de la campaña o que está cómodo porque este es su público: Milei ha bajado un par de tonos y explica, con tranquilidad, parte de su plataforma electoral.
¿O le habrán dicho que se mostrara menos exultante? Parece que sí. elDiarioAR consultó a alguien del entorno cercano de Milei y, con reserva de su nombre, dijo: “En el espacio de Javier hay una ‘fricción’ entre facciones. Hay una facción dogmática, con mucho contenido teórico liberal y libertario, fuerte y convencido y estudiado, pero carente de toda expertise política-práctica. Y después está el sector realista pragmático, que cree que Javier tiene que ir... No sé si a la moderación pero sí a la practicabilidad de lo que proponga. Y que todo lo que proponga, diga, analice o exponga se traduzca en potenciales votos. Y que sean votos que sumen”.
El tono puede ser distinto, pero la prédica es la misma: en contra de la interrupción voluntaria del embarazo y la posibilidad de un salario básico universal, a favor de la propiedad privada y la portación de armas; una mirada biologicista sobre el género (aunque aprueba herramientas para encarar las “distintas formas de la sexualidad”), en contra de que el Estado financie o “baje línea” o “adoctrine” con contenidos de educación sexual; un sistema educativo de vouchers, esto significa que parte de los ingresos de los ciudadanos financien un pozo que se reparta entre todos, quien tiene el voucher va y lo “gasta” en la institución que quiera…
En el espacio de Javier hay una ‘fricción’ entre facciones. Hay una facción dogmática, pero carente de toda expertise política-práctica. Y después está el sector realista pragmático, que cree que Javier tiene que ir a la practicabilidad de lo que proponga.
La última pregunta de Laje tiene que ver con el voto que obtuvo de las “clases menos favorecidas”, como a la que pertenece Ariel. Milei responde rápido: “Eso tiene sentido. Los más postergados son mucho más racionales que las clases acomodadas, porque si se equivocan no pasa nada. Pero si se equivoca la clase más postergada no morfa. El liberalismo se creó para liberar a los oprimidos y ellos son los oprimidos”.
Somos 3.006 espectadores. Hacia el final de la transmisión el chat arde. Algunos festejan los juegos de palabras: “Juntos por el Cargo”, por ejemplo.
Ni “territorio” ni “militante”: voto orgullo
elDiarioAR pregunta a un integrante de La Libertad Avanza si piensan volver a recorrer el Barrio 31 antes del domingo de las elecciones. La respuesta es no, que ya fueron y que no tienen en agenda regresar antes de las elecciones de noviembre. Y agrega esto: “Pero desde ya te digo dos cosas. No tenemos aparato. Nos apoya mucha gente, ad honorem. No tenemos militancia, no nos gusta la palabra militante. Tampoco territorio, ni los jóvenes. Igual nos gusta el chori, eh. Y nos gusta el fútbol”.
-¿Y la segunda cosa?
-Que no targeteamos gente. No clasificamos personas de acuerdo a donde viven. Y tampoco nos votan por “destacarte”. Todo lo contrario: nos votan con orgullo.
Ariel es uno de esos votantes orgullosos y ad honorem. Junto a otros vecinos busca afiliados en el barrio 31 y reparte boletas. El objetivo es lograr un 25% de los votos porteños y dejar en tercer lugar al kirchnerismo. “Estamos contentos de organizar esto y nadie nos paga. Lo hacemos porque nos encanta”, dice.
El barrio Carlos Mugica es el más antiguo -88 años- y más poblado de la Ciudad: según datos oficiales allí viven más de 40 mil personas, el doble que hace diez años y la misma cantidad que habita Gualeguay, en Entre Ríos. La 31 es símbolo porteño, campo de disputa política, y objeto de estudio social y arquitectónico a nivel mundial. Su ubicación es estratégica: en Retiro, uno de los lugares más caros de Buenos Aires, cerca de la terminal de micros, de la estación de trenes de la que parten tres líneas, cerca de dos líneas de subte, frente a las paradas de unos 30 colectivos, punto de confluencia de autopistas, a pasitos del puerto de cruceros. Pero no hay un colectivo que recorra el interior del barrio. Ni una calle asfaltada para que entre un taxi o salga un Uber.
“Andá a saber de dónde salió la plata”, dice Ariel y señala a unos obreros que construyen una plaza debajo de la autopista. Ahí hace unos meses había casas. De Osvaldo Cacciatore a Mauricio Macri, todos los gobiernos quisieron erradicar el asentamiento. El argumento fue “peligro de derrumbe” aunque no hay registro de una vivienda venida abajo o heridos o muertos por ese motivo desde 1932.
El jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta decidió “integrar” el barrio. Entonces lo arregla, “lo decora” para convertirlo en “un paseo”. Y además, dado el nuevo trazado de la autopista, reubicó familias. Por eso ahí donde había casas ahora hay una plaza cubierta de una sombra rectangular. Entonces Ariel, que pregunta de dónde saldrá la plata para esa plaza, vuelve a la carga: “Impuestos y más impuestos. ¿No es raro pagar impuestos para que rompan una vereda recién hecha y vuelvan a hacerla?”.
Este reportaje fue elaborado para el especial convocado por Ojo Público/Perú y publicado antes de las elecciones del domingo 14 de noviembre en Argentina.
VDM/SH