Júlia Humet sabía que también le gustaban las mujeres desde hacía muchos años. Aunque era consciente de su atracción desde bien joven, relacionarse con ellas más allá de la amistad fue una opción que nunca se permitió a sí misma, una posibilidad a la que nunca le dio espacio. “Lo sabía, pero no procesaba que podía mantener relaciones con chicas de esa forma”, reconoce. Hasta hace poco. Con 42 años, Júlia se dio cuenta de que en realidad es bisexual y que lo fue siempre.
Así lo afirmó a través de un mensaje de Twitter al hilo de un video publicado por el creador de contenido Daniel Valero, conocido en redes como Tigrillo, en el que aseguraba que con casi 30 años (tiene 29) fue consciente de que es bisexual y que es algo “que cada vez nos está pasando a más gente” aunque “hablamos poco de ello”, decía.
El descubrimiento tardío de la orientación sexual no es una experiencia exclusiva de las personas bisexuales, pero el aumento sin precedentes de su visibilidad en los últimos años hizo escalar a quienes se identifican como tales: en 2021 el 2,3% de la población le dijo al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que era bisexual; el porcentaje ascendió al 3,7% el pasado mes de marzo. Lo hizo en todas las franjas de edad. Y eso teniendo en cuenta que se trata solo de quienes dicen abiertamente que lo son. Porque, según la última macroencuesta de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, la bisexualidad es la orientación sexual que más en el clóset está.
“Toda mi vida sentí atracción puntual o más mantenida por mujeres, pero siempre tuve relaciones afectivas o sexuales solo con hombres. Lo sentís, pero no lo procesás, no le hacés caso, y ahora visto con perspectiva me doy cuenta”, explica Júlia, que define su reconocimiento como bisexual como “un proceso” que partió de una experiencia personal hace algo más de un año que le “hizo replantearme todo, entre otras cosas mi orientación sexual”. Ahora mantiene una relación con una mujer. “Toda la vida pensé que sí, pero no soy heterosexual”, añade.
Sin referentes
Júlia atribuye la tardanza en asumirse bisexual a la falta de referentes. “En mí pesó mucho. Si hubiera pensado que la bisexualidad podía ser una opción, igual a los 20 años hubiera tenido una novia, quién sabe...”, reflexiona. La falta de espejos en los que mirarse como un factor que aleja la posibilidad de reconocerse es una experiencia compartida.
Jordi Molinari, integrante del colectivo Señores Bi-en, recientemente creado, coincide en apuntar a “una clara falta de referentes” como uno de los motivos que le llevaron a etiquetarse como heterosexual hasta los 31 años: “Mi entorno era 100% heterosexual y no salía de ahí, pero por diferentes cosas me acerqué al feminismo y eso me llevó al colectivo LGTBI, con el que entendí cosas sobre la bisexualidad que hasta ese momento no comprendía. Hice retrospectiva sobre lo que he sentido a nivel de atracción sexual o romántica hacia los hombres y me di cuenta de que llevaba tiempo siendo bisexual sin ser consciente de ello”.
Con esas cosas que empezó a entender una vez se acercó a esta realidad, Jordi, que ahora tiene 38 años y vive en Barcelona, se refiere a algunas de las concepciones erróneas que sobre la bisexualidad son habituales. “Descubrí, por ejemplo, que no es necesario que hombres, mujeres o personas no binarias te atraigan en la misma proporción y que yo no necesitaba que un hombre me hubiera gustado exactamente de la misma forma y con la misma intensidad que las mujeres para considerarlo”, explica.
Una experiencia distinta tuvo Valero, que se reconoció bisexual con 15 años, pero cuenta: “Después empecé a asumirme como un hombre gay”. Fue hasta los 28. Cree que su proceso está muy influido por cómo el mundo le percibió debido a su pluma y le etiquetó en su momento: “Cuando empecé a los 17 años a salir con mi primer novio empezaron a llegar comentarios. Tu forma de expresión es la de un hombre gay, así que tienes que actuar y sentir como se supone que lo hacen. Se me hizo creer que nunca alcanzaría el ideal de hombre al que le pueden atraer las mujeres debido a mi feminidad, pero sencillamente soy un hombre bisexual con pluma”, afirma.
“Borrado bisexual” y estigma
La escritora y activista bisexual Elisa Coll, autora de Resistencia Bisexual (Melusina), cree que las ideas “estigmatizadas e incompletas” sobre la bisexualidad y el “borrado” histórico de esta orientación sexual y de la bifobia (la discriminación y violencia que viven quienes lo son) están detrás de las experiencias compartidas de no haberse asumido bisexual hasta edades más tardías. Pero estar haciéndolo ahora, opina Coll, es producto de la “politización” de la bisexualidad que “estamos haciendo desde los activismos” con cada vez un mayor número de colectivos, entre ellos Biejales, precisamente para fomentar el encuentro y la visibilidad de las personas bisexuales mayores de 35: “Esto hace que la gente pueda identificarse más y salir del clóset o incluso descubrir que estaba en uno porque a muchas personas lo que nos pasa es que ni siquiera lo sabemos”, afirma la escritora.
Con “politización” Coll se refiere a no entender la bisexualidad solo como “una preferencia del deseo”, sino como una identidad atravesada por la bifobia. “Sin ello lo que se cree es que solo te puedes nombrar bisexual si has tenido ciertas prácticas y que si no has hecho check en según qué casillas no lo eres. Hay un escrutinio brutal, con comentarios del tipo '¿cómo vas a ser bisexual si siempre has tenido novio?'. Y ahí no hay una solución final porque no hay un número de parejas o prácticas que te puedan hacer estar seguro de tu bisexualidad, porque son tan diversas como las personas bisexuales”.
La activista menciona más ejemplos: “No es poco habitual que haya personas que en función del género de su pareja se definan como bisexuales o no y eso es producto de lo mismo, de que parece que la bisexualidad es algo tan frágil que puede cambiar según con quién se relacione la gente y esto no es así”. A ello se unen los prejuicios: la bisexualidad asociada al vicio, la promiscuidad, la confusión. Ellos considerados poco viriles, ellas sexualizadas.
¿Dónde empieza la línea?
La inmensa mayoría de los comentarios que ha recibido Daniel Valero tras la publicación de su video son de personas con experiencias similares, pero también los hay que demuestran hasta qué punto la bisexualidad sigue estando cuestionada. Uno le espeta directamente: “Pegarte un morreo una noche no quiere decir que seas bisexual, perfectamente sabes que no podrías estar con una tía el resto de tu vida”. Al margen del exabrupto, el interrogante sobre dónde poner la línea a la hora de definir la bisexualidad no es una reflexión poco común de quienes, desde la heterosexualidad, están en cuestionamiento propio.
“La mía está donde la marca cada cual. No hay que sacar el follómetro para definir a nadie. ¿Tú te sientes bisexual? Eres bisexual”, cree la rapera La Furia, que acaba de salir del clóset como bisexual a los 40 años. Para Coll, lo importante no es la línea: “Si una persona heterosexual se hace estas preguntas desde un lugar de curiosidad o comodidad está bien, quiere decir que el discurso del activismo bi puede ser beneficioso para la población en general, pero hay que diferenciar cuándo estas preguntas vienen cargadas de miedo, de una preocupación, de una búsqueda identitaria acompañada de vergüenza... Lo clave no es dónde poner la línea sino dónde empiezan las violencias”.
De un proceso así llega La Furia que, tras décadas de darle la espalda a su propia bisexualidad, por fin se afirma como tal. A los 19 se identificó “como bollera” y desde entonces, en permanente búsqueda y manteniendo “relaciones sexo-afectivas con diversos géneros”, le costó “muchos años, muchas vergüenzas y muchas soledades” poder “reubicar y legitimar mis deseos”, reconoce.
Porque como feminista y reconocida socialmente como lesbiana, le resultó “un conflicto” relacionarse con hombres cis (cuyo género sentido coincide con el asignado al nacer), asegura. Ello con una concepción de la bisexualidad de fondo cargada de estereotipos a los que cree que también contribuyó la comunidad LGTBI. Y es que la bifobia dentro del propio colectivo es una realidad a la que suelen apuntar las personas bisexuales, que también se topan con gays y lesbianas que llegan a concebir la bisexualidad como una fase o les hacen sentir que no forman parte del todo del colectivo.
“La bisexualidad la entendí siempre como un lugar cómodo para gente que no quería posicionarse. Y en mi vida posicionarse es crucial. Sin embargo, atendiendo a mis vivencias (y ahora sé que a las de muches bis), es un lugar bastante incómodo en general. La culpa y la vergüenza se mezclan con la desaprobación de propias y extrañas. También he construido la idea de las bis como tibias y caprichosas. Lo bollero me parecía punk y lo bi, cursi. Y yo cursi no soy”, enumera La Furia sobre los factores que cree que le empujaron a renegar hasta ahora de su identidad.
Liberación es lo que todas las voces consultadas para este reportaje admiten que han sentido al encontrar el lugar al que pertenecen. Y todas rehúyen de los corsés, de las etiquetas estancas que un día les hicieron no reconocerse: “No hay una forma de ser bisexual ni gay ni lesbiana ni heterosexual. Hay tantas formas de sentir y expresarse como personas en el mundo”, resume Valero.