Sara Lafuente: “La donación de óvulos, como el empleo del hogar, se basa en la desigualdad”
¿Llegó el mercado a nuestros ovarios?, ¿qué tiene que ver la reproducción asistida con esa máxima feminista que habla de poner los cuidados en el centro? La investigadora Sara Lafuente Funes (Madrid, 1986), especializada en reproducción asistida y bioeconomía, reflexiona en Mercados reproductivos. Crisis, deseo y desigualdad (Editorial Katakrak) sobre técnicas y prácticas como la congelación de óvulos o la gestación subrogada, pero también sobre en qué desigualdades se basa una industria en auge en nuestro país. Esa industria de la reproducción asistida, afirma, no puede entenderse de forma separada al neoliberalismo, la globalización ni a la construcción de subjetividades.
¿Qué hizo que España sea uno de los primeros destinos del mundo en 'turismo reproductivo'?
Es el primer destino europeo y tiene un lugar importante a nivel mundial. En la Unión Europea hay una serie de normas comunes que limitan la comercialización de óvulos, esperma y de capacidades reproductivas en general y que limitan también otras intervenciones y pruebas. Dentro de ese marco general, cada país ha regulado de una manera y la regulación del estado español es prácticamente la más flexible en todos los temas: en relación a la compensación económica a las donantes, al anonimato de quien dona... No se habla explícitamente de comercialización pero de alguna manera sí ha generado un espacio para un mercado. La mezcla de una fuerte flexibilidad legal, el anonimato y que haya muchas donantes ha hecho que sea un destino muy fácil a nivel europeo.
Además, en relación a otros países en los que también hay flexibilidades, como Ucrania, quienes viajan desde el norte de Europa o Inglaterra consideran que España es un destino más ético, hay cierta confianza de que aquí se trata bien a las donantes. Eso se suma a que aquí se pueden hacer más análisis genéticos pre implantacionales.
La mezcla de una fuerte flexibilidad legal, el anonimato y que haya muchas donantes ha hecho que España sea un destino muy fácil a nivel europeo
¿Por qué hay acá tantas donantes?
Es la regulación, que permite una compensación económica por donar óvulos de en torno a mil euros en el mismo país que considera que mil euros es demasiado para ser el salario mínimo interprofesional. Pero también el mercado laboral, que no permite que la gente joven acceda a un empleo en condiciones dignas, la precariedad juvenil, fundamentalmente en mujeres jóvenes. También que ha habido una industria que ha visto ese hueco y ha sabido aprovecharlo.
El discurso del altruismo, de que las mujeres tienen que hacerlo todo por amor y generosidad, que pedir dinero por las que cosas que se hacen por amor está mal, es lo que permite que se cree todo un mercado en el que se capitaliza la capacidad reproductiva. Eso no quiere decir que todas las donantes sean precarias o que estén ahí por los mil euros; hay excepciones, pero el modelo está basado en esto.
¿Quién dice que mil euros es mucho o poco para 'compensar' a una donante, que es una cantidad que respeta el altruismo y que supuestamente no implica mercantilización? Y, ¿cuál es la solución a eso?, ¿pagar más?
La cantidad se decide en comités de bioética y de reproducción asistida y se fija porque según ellos es suficiente para que haya donantes pero no se puede considerar una incentivación económica. Hace falta abrir un debate social y decidir si tiene sentido que los óvulos formen parte del mercado y en qué modalidad, también reflexionar sobre qué es lo que están solucionando y si hay otras formas de hacerlo.
Si van a formar parte del mercado, entonces, quizá sí que habría que pagarlo más y de forma distinta, por ejemplo, que tenga un régimen laboral de algún tipo, o vehicularlo de otras formas. A mí me parece que lo deseable sería desmercantilizar todos estos procesos. Lo que me parece problemático es que habite ese lugar intermedio que no termina de permitir que las donantes decidan el modo en que quieren donar, si quieren tener relación con las criaturas que nazcan o decidir si quieren tener la información de si han nacido criaturas. Ese sería el modelo de altruismo relacional, pero no es lo que sucede aquí. Y por otro lado, tampoco hay un modelo en el que las donantes puedan negociar las condiciones económicas bajo las que lo hacen. Yo planteo la posibilidad de hacer un banco público para gestionar esto desde otras lógicas.
De hecho, aquí en España la donación de óvulos parece muy aceptada, no hubo un gran debate social ni controversias, pero usted cuenta en el libro que no es así en otros países, donde está prohibida o muy limitada.
El punto de partida de la ley alemana, por ejemplo, es proteccionista, dentro de la idea de proteger al embrión, aunque también está habiendo una presión fuerte desde algunos movimientos feministas para que la donación de óvulos y la gestación por sustitución sigan estando prohibidas desde una perspectiva de no mercantilización de los procesos corporales. En Alemania hay también más resistencia a los análisis preimplantacionales. El hecho de que allí esté prohibido hace que la percepción de normalidad que hay aquí, allí no esté para nada. En Reino Unido se permite pero no hay anonimato, se prima el derecho a conocer los orígenes, que es una perspectiva que cada vez está tomando más peso. En Francia no es ilegal, pero es muy difícil. En Bélgica está vehiculado sobre todo desde el sistema público y no se puede publicitar; se presentan primero siempre los riesgos, casi que se desincentiva.
El problema es no abordar donación de óvulos y gestación por sustitución de manera conjunta, abordar cómo se construyen industrias en torno a la medicina y a la reproducción en concreto
¿Es incoherente entonces que tengamos acá un discurso más fuerte contra la gestación subrogada mientras que apenas lo tenemos sobre la donación de óvulos?
Sí, para mí el problema es no abordar esos dos temas de manera conjunta, abordar cómo se construyen industrias en torno a la medicina y a la reproducción en concreto. Tendemos a pensarlo en una clave que se enfoca mucho a las personas pero poco a las industrias y ahí se nos escapan cosas. Muchas veces ahí hay una vivencia personal de la que nos cuesta hacer política.
Entonces, ¿el discurso del altruismo, de que una donante es una mujer que ayuda a otra a hacer sus sueños realidad, es lo que nos hace más digerible todo?, ¿nos endulzan lo que en realidad es una mercantilización de los óvulos?
Uno de los problemas de hablar de la motivación de las donantes y del altruismo es que es muy fácil deslizarse hacia analizarlo como una cuestión moral. Mientras haya industria esto va a ser una cuestión económica. Que solo analicemos moralmente a una parte, que son las donantes, que son además las que menos dinero se llevan, es problemático y tramposo: claro que hay muchas donantes que quieren ayudar a otras mujeres, pero es como si preguntáramos en una escuela infantil por qué están ahí las educadoras y nos quedáramos con que ellas quieren ayudar a los niños y verlos crecer. Ayudar a otras no quiere decir hacerlo de forma precaria.
Usted lo vincula con el empleo del hogar, ¿cuál es la relación?
Sí, porque es un discurso muy parecido. En el empleo del hogar se sigue hablando de 'la persona que me ayuda en casa'. Por supuesto que se crean relaciones emocionales y vínculos a través del empleo de hogar pero es importante reconocer que se dan en base a la desigualdad. Lo mismo sucede en la donación de óvulos.
El retraso de la edad de la maternidad no puede resolverse solo en una clínica
¿Congelar óvulos es un aumento de las posibilidades de las mujeres o una trampa para mantenernos productivas y no resolver los problemas de fondo?
Puede ser útil en un momento dado, para alguna gente puede ser una herramienta que te dé tranquilidad o tiempo, y a la vez puede ser una trampa que sirve para no plantearnos el tema de fondo. Muchas de las soluciones que aporta la reproducción asistida abordan problemas vividos individualmente que tienen una raíz común y que no estamos consiguiendo resolver. El retraso de la edad de la maternidad no puede resolverse solo en una clínica. Habrá que hablar de los hombres, del estado, de las empresas, de traer el cuidado al centro...
Muchas de las soluciones que aporta la reproducción asistida abordan problemas vividos individualmente que tienen una raíz común y que no estamos consiguiendo resolver
¿La reproducción asistida se sostiene sobre la desigualdad de género?
Sí. Primero, porque los cuerpos que se medican son los asociados a la feminidad, aunque el problema proceda del esperma, así que del desarrollo biomédico ha sido desarrollado para el apartado reproductor femenino. En el caso de la donación de óvulos, se accede a ello para mantener la línea genética masculina, en lugar de plantear por ejemplo la donación de embriones. Hay muchos embriones congelados cuya donación se podría potenciar. No se hace apenas y eso supone recurrir a procesos en los que hay dos mujeres hormonadas, medicadas y tratadas. También se basa en la desigualdad de género porque hablamos mucho de las mujeres y poco de los hombres. Una encuesta mostró que la mayoría de hombres no tenía conocimiento sobre cuál es la edad reproductiva idónea de las mujeres.
Hábleme de algunas de sus propuestas.
Modificar el libro de familia: no es tanto construir clínicas que nos permitan reproducirnos como habilitar diferentes modelos para el cuidado y la crianza. Ya se están dando pero resulta muy difícil. Podemos pensar en libros de familia que no funcionen desde la institución del matrimonio sino desde el reconocimiento de las redes de cuidados. También los permisos de cuidado que permitan distribuir ese trabajo más allá de la idea de familia nuclear basada en una pareja. En cuanto a la donación de óvulos, el primer paso podría ser un banco público que desincentive que se saquen muchos óvulos de cada donante y que todas las donaciones se hagan en la sanidad pública. También tenemos que cuestionar el anonimato de la donación.
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