SALUD

Satial y Vientre Plano: imputados por publicidad engañosa, dos productos triplicaron su venta en cuarentena y promueven la gordofobia

Guillermo Andino comió pizzas. “Las amasó Caro”, dice mientras describe su fin de semana familiar. Mira sonriente a cámara en el programa “Es por ahí”, que conduce todos los mediodías por América TV, y cuenta que a las pizzas les puso Satial Food, un polvo que se vende como suplemento dietario y que, en las farmacias porteñas, oscila entre los 2.200 y los 2.500 pesos por cada tarro. “Absorbe el 75% de los carbohidratos de lo que te estés comiendo”, asegura Andino, y sigue con la sonrisa bien a mano.

Un rato después, durante la emisión de Intrusos por ese mismo canal, la publicidad es de otro polvo, también publicitado como suplemento dietario: es el turno de Vientre Plano, que se consigue por entre 1.500 y 1.650 pesos en farmacias y que volverá a publicitarse en “A la tarde”, el programa que conduce Karina Mazzocco, también en América.

A Matilda, la hija de Luciana Salazar que ya cosecha más de 300 mil seguidores en su perfil de Instagram, le gustan los spaghettis. Lo cuenta su mamá en Showmatch: “En casa se comen muchas pastas y a todo le ponemos Satial. A las pizzas, a todo, siempre Satial con los hidratos de carbono”, dice Luciana. Lo dice en conversación con Marcelo Tinelli, justo después de que el conductor sostenga: “Luciana toma Satial y mirá el lomazo que tiene”.

Hace menos de dos semanas, la Secretaría de Comercio Interior imputó a los laboratorios Framingham y Formulab por presunta publicidad engañosa de esos dos polvos, Satial y Vientre Plano. Un comunicado de esa dependencia detallaba: “A partir del análisis de publicidades tradicionales y no tradicionales, emitidas en la TV y redes sociales como Instagram y Facebook, la Subsecretaría de Acciones para la Defensa de las y los Consumidores advirtió mensajes que contienen información que podría no resultar veraz e inducir a error, engaño o confusión”.

La imputación por parte del área de Comercio Interior llegó cuando la publicidad extendida de esos productos ya había desencadenado efectos. María Laura García es farmacéutica y atiende su propio negocio en La Boca desde 1994: “No hay día en que no me consulten por alguno de estos polvos y vendo al menos dos o tres en la semana. Las ventas se dispararon con la cuarententa, un poco por el sedentarismo, que provocó que mucha gente subiera de peso y que se hablara en los medios de esa subida de peso, y otro poco porque lo ven en la tele, porque la gente que pregunta viene siempre referenciando alguna publicidad televisiva”, describe.

Según estadísticas elaboradas por el Colegio Oficial de Farmacéuticos y Bioquímicos de Capital Federal (COFYBCF), se triplicó la venta de suplementos para perder peso entre 2019 y 2020.

Lo que pasa en esa farmacia de La Boca se repite en muchas otras. Según estadísticas elaboradas por el Colegio Oficial de Farmacéuticos y Bioquímicos de Capital Federal (COFYBCF), se triplicó la venta de suplementos para perder peso entre 2019 y 2020. En los primeros seis meses de 2019, las farmacias porteñas vendieron 237.228 unidades de ese tipo de productos. En 2020, en ese mismo período, la venta fue de 708.220 cajas, y la tendencia se sostuvo en el primer semestre de este año. Los productos que se venden como inhibidores de los hidratos de carbono se cuentan, según esa estadística a la que accedió elDiarioAR, entre los que triplicaron sus ventas. En general, quienes más consultan y compran este tipo de productos son mujeres, sobre todo las de más de 40 años.

“El crecimiento de este tipo de productos, y su continua publicidad en los medios de comunicación, tiene relación con esta sociedad gordofóbica. Lo que nos venden es que ser gordo es lo peor que te puede pasar, y sigue existiendo la confusión entre la salud y la delgadez”, describe Brenda Mato, activista por la diversidad corporal y modelo de talles grandes. “Cuando se publicitan este tipo de productos queda expuesto que el énfasis no está puesto en lograr una alimentación saludable, sino exclusivamente en lo malo que puede ser engordar. Esto tiene gran impacto en el sostenimiento de una sociedad cada vez más gordofóbica: quienes habitamos un cuerpo gordo somos lo que nadie quiere ser, a lo que todo el mundo le teme”, suma.

“En los 2000 era el Reduce Fat Fast y ahora es esto. Nos hace más ruido porque empezamos a estar más deconstruidos, pero es siempre el mismo mensaje. En términos legales a veces es difícil regular este tipo de publicidad porque tal vez es el invitado a un programa el que promociona el producto, entonces eso hace que sea todavía más complicado ‘agarrar’ a la empresa por lo engañoso del mensaje”, explica Agustina Cabaleiro, que es publicista, activista por la diversidad corporal y autora del libro Te lo digo por tu bien (Penguin Random House), que acaba de publicarse.

Por más que te esfuerces en reaprender cómo conviene que sea el vínculo con tu cuerpo, estas cosas siempre afectan porque son un recordatorio de que como sos está mal y te tenés que poner ya a bajar de peso.

“Por más que te esfuerces en reaprender cómo conviene que sea el vínculo con tu cuerpo, estas cosas siempre afectan porque son un recordatorio de que como sos está mal y te tenés que poner ya a bajar de peso. Estos productos juegan con un límite muy fino entre la salud y la belleza, y eso es algo a lo que hay que prestarle atención porque si te agarra desprevenido genera una confusión enorme”, describe Cabaleiro.

Mabel Bello es médica psiquiatra y fundadora de Aluba, una entidad dedicada al tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria. “Estos productos promueven la cultura del cuerpo delgado y sobrevaloran la importancia del físico en las relaciones humanas. Es engañoso decir que uno puede comer cualquier cosa y no engordar. Eso puede poner muy en crisis a una persona que está atravesando alguna crisis en relación a su cuerpo”, describe. 

Con estadísticas a mano, Bello ilustra el escenario: “El 95% de las chicas de 13 años está descontenta con su físico y una de cada diez desarrolla alguna patología alimentaria. La cultura que tenemos enferma al sobrevalorar tanto los aspectos físicos. Este tipo de productos suele atraer más a los adultos que prefieren ‘engañarse’ con estos productos. La pandemia provocó un aumento llamativo de pacientes: muchos reactivaron el tratamiento ante la angustia y la ansiedad del encierro, que provocó que las formas en las que mucha gente cuidaba su alimentación derivara en algo más patológico”.

La pandemia provocó un aumento llamativo de pacientes: muchos reactivaron el tratamiento ante la angustia y la ansiedad del encierro, que provocó que las formas en las que mucha gente cuidaba su alimentación derivara en algo más patológico.

“Esos famosos ‘polvitos mágicos’ están muy asociados al estereotipo del cuerpo que vale, que es el cuerpo flaco. Este tipo de productos vienen desde siempre como una vía ‘fácil’ de resolver ‘el problema’, que es concretamente no tener un cuerpo hegemónico. En ese consumo que se supone saludable se va la salud mental”, explica Jésica Lavia, nutricionista también activista de la diversidad corporal y co-autora del libro Pese lo que pese (Penguin Random House).

“Satial por ejemplo se hace con polvo de porotos blancos y la forma en la que lo muestran en la tele, que es tirándole un montón de polvo a un alfajor o a una porción de torta, puede generar por ejemplo distensión intestinal. Los estudios que se hacen sobre estos productos son de dudosa evidencia científica y lo que efectivamente hacen es absorber el almidón, que es sólo una parte de los hidratos de carbono. A la vez, todos necesitamos consumir hidratos de carbono, es por lo menos el 50% de nuestra alimentación. El tema es ver de qué tipo de hidratos estamos hablando”, suma Lavia.

En coincidencia con otras especialistas y activistas, la psicóloga Julieta Fantini, integrante del colectivo AnyBody Argentina que milita un sinceramiento de la tabla de talles en la Argentina, asegura: “Estas publicidades y estos productos lo que hacen es reforzar la idea de que ser flaco es lo correcto y lo saludable, y ser gordo es estar enfermo y degradante. Con estos mensajes se instala en el inconsciente colectivo sobre cuál es el cuerpo ideal, por eso no podemos desarmar el mandato de delgadez. A la vez, son mensajes que impactan en la relación que cada persona tiene con su cuerpo: pueden desplegar angustia, ansiedad, tristeza”.

“Lo más peligroso de este tipo de productos es que te somete a la idea de que comer está mal, te aleja del placer: desarrollás una relación nociva con la alimentación y eso para algunas personas puede ser muy riesgoso. ¿Por qué un alimento te da culpa y le tirás un polvito para que deje de serlo? Eso es lo que hay que desarmar”, reflexiona Lavia.

Mato también tiene lo suyo para decir: “Estas publicidades y quienes las hacen no miden las consecuencias de decir que nadie quiere ser un cuerpo gordo, al que se le agrega la idea de que se descuida y tiene problemas de salud. ¿Se piensa en la salud mental cuando se transmiten esas ideas? Son mensajes que venden la idea de que sólo vas a ser feliz cuando pertenezcas a la hegemonía. Es muy difícil tratar de deconstruir eso y las personas que ahora mismo habitamos un cuerpo gordo tenemos que hacer un trabajo de control de daños constante, respirar y pensar ‘el problema no es mi cuerpo’. Con este bombardeo de productos y publicidades se hace difícil, pero creo lentamente que vamos en camino”.

JR