“Vivo con mis tres hijos en una habitación. En marzo me aumentan a $150.000 por mes, el subsidio habitacional no llega a cubrirme la mitad. Logro pagar el resto pero ya no me queda para comer. Los útiles, olvidate. Avisé en el chat de la escuela y se armó una colecta para las madres que no podemos comprar pero somos demasiadas. Por eso hoy vine temprano”, dice Eliana en la Plaza Garay, barrio de Constitución, mientras espera la entrega de kits escolares que se organizó como acción de solidaridad concreta desde distintos espacios feministas y sindicales que participan en la asamblea del 8M.
La actividad se cocina desde temprano en la Casa Roja, la sede del sindicato de Trabajadoras Sexuales (AMMAR). Ya en la plaza, se hace una ronda con las vecinas que se acercaron. Luci Cavallero, del colectivo Ni Una Menos, lanza: “Tenemos el desafío de pensar una estrategia como movimiento frente a un gobierno que opera en la destrucción y con herramientas para la provocación permanente”. Luego, abre la palabra para preguntar por qué se celebra el 8 de marzo y cuáles son los reclamos que les interesaría incluir. El megáfono pasa de boca en boca, como las bandejas de fideos que se prepararon en la olla popular. Los testimonios se replican: la plata no alcanza, el corte de subsidios es una burla, no hay entregas de remedios. El agobio psicológico se acumula. Las vidas se desarman.
En los relatos que se superponen aparece un plan sistemático: la desarticulación de las formas de supervivencia, el estallido anímico (vía depresión, rabia, tristeza), el agotamiento.
“Es importante parar este 8 de marzo por la reparación histórica y el cupo laboral de las travestis y trans. De nuevo somos las más pobres”, dice Manuela, mientras se sigue acercando gente. Georgina Orellano, Secretaria General de AMMAR, explica: “La solidaridad hace que no nos deshumanicemos, que es lo que este gobierno propone”.
La solidaridad insiste, teje, repara pero cada vez en condiciones más críticas y precarias. “Los comedores comunitarios siguen abiertos gracias a la solidaridad del pueblo. Mientras, se acerca cada vez más gente, ajustada por ser parte de lxs más humildes, por ejemplo a quienes hoy se les recorta el Potenciar Trabajo que es un ingreso fijo para subsistir y que debe ser complementado con ingresos de trabajos diarios”, describe Majo Poncino, referente del Movimiento Evita. La solidaridad se hace radical porque se enfrenta a la crueldad y a la pretendida normalización de la violencia. Aun así, a la vez energiza y agota.
Esta iniciativa es una más de las que poblaron esta semana distintos barrios y que se desprende de la tercera asamblea transfeminista, que fue otra vez masiva, calurosa y de donde ya salió la decisión de que el 8M se marcha y se concentra en el Congreso de la Nación, desde las 16.
En medio de banderas, invitadas internacionales y militantes históricas de la Campaña por el Aborto como Martha Rosemberg y Nina Brugo, se escuchó a las trabajadoras del Banco Nación pidiendo firmas contra su privatización, a Ana Lemos, secretaria de Interior de la Unión Obrera Ladrillera, a Lourdes Hidalgo, trabajadora textil sobreviviente del incendio del taller de Luis Viale, a jubiladas combativas, a estudiantes de escuelas secundarias, a trabajadoras que venían a denunciar los 165 despidos de ese mismo día en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS).
De hecho, una de las despedidas que se viralizó en los medios con su denuncia es Guada Bargiela, militante de Orgullo Disca, una de las oradoras de la primera asamblea. En este encuentro conmovió Valeria Salech, de la organización Mamá Cultiva, dedicada a la producción de marihuana para uso medicinal: “Hoy las madres que nos consultan deben elegir entre comprar el aceite para los tratamientos o comer. Recuerdo que en los años 90 muchos varones que se quedaban sin empleo se suicidaban, también jubilados, yo lo veía en la tv y me impactaba. Esta crisis nos encuentra a las que cuidamos sin siquiera esa posibilidad: somos las que no podemos decidir ni suicidarnos por la responsabilidad de quienes tenemos a nuestro cargo”. Baja la noche, las conversaciones siguen, se distribuye el trabajo por venir en comisiones para ordenar la logística y el cuidado de la marcha y para escribir el documento colectivo.
En los 90 muchos varones que se quedaban sin empleo se suicidaban, también jubilados. Esta crisis nos encuentra a las que cuidamos sin siquiera esa posibilidad: no podemos decidir ni suicidarnos por la responsabilidad de quienes tenemos a nuestro cargo
La asamblea puede pensarse también como un espacio contra el aturdimiento: otra de las formas de operación de este gobierno de ultraderecha. Un aturdimiento que mezcla horror y desesperación, imposibilidad de procesar tantas noticias malas sin desensibilizarse. El aturdimiento es fundamental para llegar a la banalización del sufrimiento y la impotencia del desencanto. Las asambleas organizan también contra eso.
“Las cocineras comunitarias tenemos que estar al frente este 8M”, dice Moni Troncoso de la organización La Poderosa, en una reunión en la Cámara de Diputados que se hizo el mismo jueves para que expongan referentas feministas y expliciten la agenda que se viene discutiendo cada miércoles en ATE, la sede asamblearia de este 2024.
El lunes pasado esa misma conversación ya había tenido lugar en la villa 21-24, en una asamblea donde la cuestión de la “rabia hecha organización” marcaba el tono. De nuevo frente a diputadas se dijo: “Hoy estamos acá por la fuerza que tiene el movimiento feminista que ha demostrado no ceder ante la avanzada de la derecha”, en palabras de Tamara Lescano, de Inquilinos Agrupados. Lo que se escuchó en el Parlamento refleja un trabajo sostenido en esos parlamentos populares que son las asambleas, que no existen sin un trabajo corporal y afectivo que es también condición de reproducción de las luchas sociales.
Pero hay más desplazamientos de la periferia al centro que se anuncian en esa geometría variable que es la organización feminista: el sábado se realizó una asamblea en la cooperativa Frida Kahlo de San Miguel, desde donde se está organizando un trenazo para llegar juntxs a la movilización del 8M, según anticiparon desde Conurbanas Transfeministas. “Se está coordinando con compañeres de asambleas que se organizan en distintos distritos por los que pasan las líneas de ferrocarril San Martín, Mitre y Belgrano. Y también el 9 de marzo haremos una actividad importante en la plaza de San Miguel para quienes no puedan movilizar el 8”, explica la docente y activista feminista Marisa Fournier.
Este trabajo de preparación, de logística para la movilización e, incluso, la planificación de un después para quienes no puedan trasladarse es parte del modo de cuidado y atención con la que se hace la trama feminista. Capaz de alojar una suerte de multiplicidad de acciones en unidad. Capaz de dar cuenta de los niveles de daño y precariedad con los que hoy carga cualquier iniciativa. Capaz de hacer del trabajo organizativo un modo de sostenerse. Si en un momento las narrativas de la fuga seducían con la posibilidad de la deserción de la norma, en un momento de gobierno por el caos —el modo de gobierno del anarcocapitalismo de Milei—, sostener es lo más dificultoso y necesario.
VG/JJD