Para los investigadores, era un castigo y era, al mismo tiempo, una forma de doblegar a los “alumnos”. Para los detenidos, las “curas de sueño” era una forma de descanso, más parecido a un spa que a un disciplinamiento. Las “curas de sueño” era un de los servicios que ofrecía la Escuela de Yoga de Buenos Aires. Consistía en administrar un combo de sustancias para que una persona “duerma” un fin de semana o cinco días seguidos. El procedimiento se realizaba en dos lugares: la Clínica CMI Abasto -que no estaba habilitada para internar personas- y un departamento ubicado en Coronel Díaz 1450, un “anexo” de la clínica, bastante lujoso según el testimonio. ¿Quiénes accedían al tratamiento? Integrantes de las Escuela y personas que viajaban desde los Estados Unidos. Es que las filiales que la organización tenía en ese país las promocionaba.
De acuerdo al expediente, las curas de sueño “eran utilizadas por la organización para disciplinar y aleccionar a los alumnos que se negaban a cumplir con las órdenes, o tranquilizar a quienes se encontraban alterados o deprimidos y debía ser costeado por el alumno al que se le impusiera”. Todos -miembros y personas ajenas a la Escuela- debían pagar por el servicio. En cuanto a los alumnos, apuntan los investigadores, el tratamiento era el primer paso para aislar a los aspirantes de sus familias biológicas. También era un método de recaudación: todos las pagaban, incluso los miembros de la Escuela. Y en dólares.
En la investigación preliminar, realizada por la Protex, el Testigo 2 -una persona que trabajó en CMI Abasto y pidió que se resguarde su identidad- declaró que las curas de sueño “consistían en ‘empastillar’ a los pacientes” y que “hubo gente que estuvo hasta un mes haciendo eso”. El Testigo 3, que también pidió reserva de su nombre, dijo que “el personal era muy cauteloso con los pacientes y no era posible atenderse si no se poseía un contacto dentro de la misma organización”. Agregó que “había una farmacia directamente”.
Por tercera vez en tres décadas, la Justicia investiga a la Escuela de Yoga de Buenos Aires. La Escuela estaba organizada en jerarquías, siendo el Nivel 1 el más bajo y el 7, la punta de la pirámide. Las personas que formaban parte de la cúpula están imputados por trata de personas, ejercicio ilegal de la medicina y lavado de activos, entre otros delitos. La Clínica era una de las once “trincheras” de EYBA, una de las unidades de negocios que funcionaba fuera de la sede central, el edificio de Estado de Israel al 4400, en Almagro.
Pero los detenidos que trabajaban en la Clínica tienen su propia versión de “las curas de sueño”. Quién dio detalles sobre el tratamiento fue Luis María Romero, psiquiatra. Para arrancar, las llaman TSA: Terapias de Sueño Asistido. En la indagatoria Romero lo explicó así: “Son servicios de descanso, monitoreados por médicos y enfermeros en un lugar lindo con comidas ricas, películas, etc. Los pacientes van a hacer uso de ese servicio para descansar de la actividad cotidiana, no siempre toman pastillas. En general, alguno que no toma pastilla prefiere tomarse una copa de whisky, no mezclamos pastillas con alcohol”.
En su exposición, Romero aseguró que “las curas de sueño” o TSA habían dejado de hacerse hace diez años, en 2012. Pero en uno de los 50 allanamientos, se secuestraron documentos que demuestran que el tratamiento está vigente. Entre las pruebas están las planillas de enfermería de los pacientes de donde se surge que las “curas de sueño” continuaban siendo practicadas. Además, cuando allanaron la Clínica dieron con una pizarra que, a mano alzada, decía esto que “C” entraba en descanso y una serie de indicaciones.
Y dieron con una manual cuyo título es: “Indicaciones para la terapia de sueño”. Un extracto indica que “la medicación para la Terapia de Sueño se encuentra en sobres chicos sobre el escritorio, con la fecha e indicando en qué momento debe ser administrada. El sobre que dice Refuerzo debe ser administrado solamente si luego de dos horas de haber sido tomada la medicación de la noche si aún no se durmió”. Hay, también, instrucciones para hacer el seguimiento del “paciente”.
Romero, consta en la causa, recetaba los medicamentos y les daba tratamientos a algunos de los alumnos. Además de él, dentro de la Clínica CMI cumplían funciones el psicoanalista Horacio Vesce, la médica Alicia Arata -alias “Doqui”-, Mónica Tavella, nutricionista, y la administradora Silvia Herrero. Hacia el final de su indagatoria, Romero ironizó: “¿Dónde están los idiotizados? ¿Qué tiene esto que ver con trata o lavado de dinero o reducción a la servidumbre?”.
Las curas de sueño era un tema recurrente en las charlas que ofrecía el líder, Juan Percowicz. También consta en el expediente la transcripción de una de sus clases: “La cura de sueño es un sueño que hemos concretado. La primera vez que yo hablé de la cura de sueño (…) decía un lugar donde la gente vaya y se acueste. Era tomar tres o cuatro horas de descanso”. Para los investigadores, el líder de la organización era quien, unilateralmente, disponía que los “alumnos” se sometieran a este procedimiento para “despersonalizarlos”.
VDM/SH