“Hoy voy con la cabeza en alto
mirando los rostros de frente
para que entiendan que pertenezco a esta sociedad
y Nunca Más a la suciedad“
Karina Pintarelli lee su poema en el patio de una casa, un perro camina alrededor de ella y el sol de la tarde ilumina el libro de tapa blanca con letras azules: “Me quedé en Karina”. Es la primera mujer trans en recibir una reparación por parte del Estado por ser víctima de la dictadura cívico militar. Tiene 64 años y es una sobreviviente. Sobrevivió a la dictadura militar y sobrevivió a la expectativa de vida de las personas travestis y trans, que no superan los 40 años.
Después de un proceso de cinco años, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación reconoció las violencias y persecuciones que padeció durante la dictadura por su identidad de género y ordenó la reparación que establece la Ley 24.043 para personas detenidas por motivos políticos en ese momento. En el legajo de la Policía Federal hay más de cien fojas en las que se ve la persecución sistemática: la detenían en alguna comisaría de Capital Federal y de allí, la trasladaban a Devoto, al pabellón de varones. Un mes después la liberaban y días después, la volvían a detener. Su presencia en la calle era calificada como un “escándalo” y habilitaba a la División Moralidad a levantarla.
“Viví mal, mal, mal porque vivía presa, castigada, ultrajada. No podía estar en la calle porque me detenían. Salía en libertad y a los dos días, volvía a caer presa, Era por mi identidad de género”, le cuenta hoy Karina a elDiarioAR. Sus delitos: transgredir dos edictos policiales. El 2° F por “exhibirse en la vía pública vestidos o disfrazados con ropa del sexo contrario” y el 2° H por “incitarse u ofrecerse al acto carnal en la vía pública”. “Soy una sobreviviente”, dice.
VIDEO: Gentileza No tan distintes
En 2017, mientras estaba en situación de calle y dormía en el parador Frida, en Capital Federal, vió en internet una historia de Santa Fe que le llamó la atención y decidió iniciar el reclamo. En ese lugar se encontró con la organización No tan distintes y después con el Observatorio de Género en la Justicia de la ciudad de Buenos Aires, y después con Abogadxs por los Derechos Sexuales (AboSex). Y después, en 2020, entre las tres organizaciones iniciaron el reclamo ante la Secretaría de Derechos Humanos de Nación.
La abogada de Abosex Sofía Novillo Funes explica que en la solicitud detallaron que fue víctima de detenciones, torturas y violencias ilegales perpetradas por las fuerzas de seguridad durante la dictadura. Una criminalización que continuó en democracia. “La historia de Karina representa un continuum de violencias durante gran parte de su vida. El legajo es la prueba viva de las vulneraciones de derecho de las que fue víctima. Nosotros contextualizamos que había odio por motivos de género. Los edictos legitimaban el uso de la fuerza, la violencia institucional en contra de personas travestis y trans por el solo hecho de estar en la calle. Lo de Karina es super representativo de la situación generalizada de ese entonces, son muy pocas las que llegan a tener más de 50 años”, le cuenta a este diario.
Diseñaron la estrategia sin mapas, no había antecedentes. “Empezamos a buscar de la nada. No pensé que iba a poder lograr esta reparación porque eran muchas vueltas. Fueron años de lucha que sirven para las compañeras, es una puerta más que se abre. Para las que sobreviven, porque la mayoría están todas fallecidas”, dice Karina.
En julio de este año, el Estado dio por probado “el ensañamiento contra las personas trans como parte de la Doctrina de la Seguridad Nacional” y confirmó la reparación económica en el marco de la Ley N° 24.043. Florencia Montes es militante de No tan distintes y acompañó a Karina en el proceso: “Ella lo había vívido en su cuerpo, en carne propia, pero no teníamos por dónde arrancar”.
“Teníamos un poco de recelo, era demasiado bueno si salía. Cuando nos enteramos fue una alegría enorme, era algo muy esperado por todo lo que hizo Kari para sostener. Es una historia de vulneraciones, de no tener un lugar fijo, de estar itinerando, escondiéndose, de estar en la clandestinidad, en la marginalidad, siempre empezando de cero. Nos presentamos en la secretaría y hubo voluntad política por parte del gobierno”, dice Florencia.
Ahora Karina vive en Merlo, en Casa Leonor, una vivienda colectiva que comparte con otras tres mujeres trans. Cada una tiene una función. “Kari pasó de ser acompañada por la organización a ser acompañante. Hoy es referente de otres compañeres”, detalla Florencia.
En esa casa del conurbano bonaerense, Karina sigue leyendo su poema, un perro blanco rodea la silla en la que está sentada. “Y lo más importante, volví a descubrime llamada Karina”, cierra.
CDB/MG