Detrás de las imágenes que se difunden de una Ciudad “limpia”, “bonita” y “segura”, ocurren habitualmente operativos policiales contra manteros, vendedores ambulantes y puesteros.
Policías de la Ciudad, agentes de la Federal, de Inmigraciones y de Espacio Público e Higiene Urbana irrumpen usualmente de madrugada en ferias, galpones y zonas tradicionalmente utilizadas por estos comerciantes de la calle. Recurren a la Ley de Marcas para decomisar la mercadería que no regresará a sus dueños y a la de Resistencia a la Autoridad para ejecutar detenciones en comisarías que sirven para “hacer números”, según dijo a elDiarioAR la coordinadora de Seguridad democrática y violencia institucional del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Victoria Darraidou.
El mecanismo viene acompañado de un espectacular despliegue publicitario encabezado por el jefe de Gobierno, Jorge Macri, quien muestra cómo los agentes policiales decomisan la mercadería y, frente a los celulares de sus community manager, destaca la labor que desarrollan para “combatir mafias” y para “recuperar el espacio público” que “desordenaba” y que los porteños “no se merecen”.
Un sector de la sociedad porteña apoya estas políticas. En los videos son protagonistas también algunos vecinos que dejan sus testimonios. Se centran, sobre todo, en que antes se veía “mucha suciedad”, en que resultaba “incómodo” transitar por la vereda, en que se “dificultaba jugar a la pelota” y en que no se podía “apreciar la naturaleza” porque había “ropa en las rejas” de los parques.
Otro sector es más radicalizado y actúa como complemento civil de la policía de la Ciudad. Están agrupados en una ONG que se denomina “Buenos Vecinos”, cuya voz cantante es Gloria Ortiz. Su labor consiste en alertar a la policía sobre actividades “sospechosas” y “venta ilegal” de marcas de “procedencia dudosa”, posible “trabajo esclavo” y supuesta “mafia”.
A pesar de la amenaza, los trabajadores de la economía de subsistencia, que aumentaron tras la pandemia, se multiplican diariamente a medida que se encarece la economía en una Ciudad que, según datos del Indec, dejó de ser de clase media: la mayoría de los habitantes son pobres y vulnerables.
Agustina Mayansky, referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), presente en las manifestaciones de manteros y detenida por la policía de la Ciudad en 2021 tras oponerse a un operativo contra trabajadores senegaleses, dice a elDiarioAR: “Con esta crisis cada vez son más porque lo primero que se hace si falta el plato de comida es salir a vender algo a la calle”.
El Gobierno de la Ciudad admite la expansión de esta actividad. El ministro de Espacio Público e Higiene Urbana, Ignacio Baistrocchi, asegura en un video oficial que “la crisis que golpea a todo el país aumentó mucho la venta en la calle, y esto impacta negativamente en la convivencia de los que formamos parte de la Ciudad”.
Según estimaciones no oficiales, brindada por los propios vendedores que tienen un mayor protagonismo en el conflicto, en todo el país habría medio millones de comerciantes en la calle. En CABA, distrito que lidera el ranking por encima de la Matanza, Salta y Jujuy, la cantidad habría aumentado casi el 50% desde enero: de 35.000 en diciembre a 60.000 manteros en la actualidad.
Retiro, Constitución, Parque Patricios, Parque Centenario, Once y nuevamente Constitución fueron los grandes “golpes” que las autoridades realizaron desde marzo hasta esta fecha. Al día siguiente de cada redada, las zonas quedan vaciadas y custodiadas por agentes de la Policía de la Ciudad.
Sin embargo, a la sombra de estos agentes, los comerciantes pugnan por vender. Son individuos que viven al día para comer, con ventas que disminuyeron al 50% en un año, en zonas cada vez más escasas e incómodas. Son hombres jóvenes y adultos, nacionales e inmigrantes, pero sobre todo, en el último tiempo, según los propios vendedores y dirigentes sociales entrevistados, son muchas más las mujeres jefas de hogar mayores de 50 años que se sumaron. Hay muchas personas de tercera edad, con discapacidades múltiples. Y, si bien se insiste en que los desalojos se producen para una “mayor comodidad de los vecinos”, la mayoría de los vendedores son vecinos de CABA porque a las personas del conurbano les resulta muy caro afrontar el costo del transporte hacia la Capital.
Entonces, con su mercadería a cuestas los vendedores callejeros se mueven vertiginosamente de barrio en barrio escapando del radar de uniformados y empujados por la urgencia del alimento y el alquiler.
“No me queda otra, tengo que moverme, tengo dos nenes, no sé hasta cuánto voy a aguantar”, dice Mario, 38 años, vendía en Parque Patricios. “Llevo dos bolsos de ropa encima mío y estoy un ratito en un barrio, después en otro, y así. Para que no me agarren. Es enloquecedor”, dice Miguel, 50 años, vendía en Once.
“Cuando desalojaron Retiro y Constitución, se fueron a Once y Flores. Cuando desalojaron Parque Centenario, se fueron a Los Andes. Los compañeros se mueven”, gráfica Mayansky.
Si bien el conflicto se remonta a gestiones anteriores, Darraidou asegura que el actual Gobierno de la Ciudad tiene como fin erradicar el oficio de la venta ambulante.
“Los gobiernos anteriores ponían parches como los galpones de Once, Retiro y Constitución, pero ahora directamente se desmonta eso. Ya no hay metáfora, la persecución es extrema y apunta a hacer desaparecer esta forma de trabajo”, dice y advierte que los operativos generalmente son “irregulares”: “Sin presencia de funcionarios judiciales, con testigos falsos, tampoco permiten la lectura de actas y exigen la firma”.
Por su parte, la legisladora de Unión por la Patria, Victoria Freire, asegura a elDiarioAR que es una política “cruel” pero, sobre todo, ineficiente. “No tiene sentido lo que hacen, es una política ineficaz, no se puede desalojar sin brindar alternativa, porque son los más necesitados en un contexto de crisis social y económico muy delicado, y van a buscar cualquier parque para vender, otro lugar para tirar la manta y desplegar la mercadería”, dice.
Los vendedores se camuflan, se presentan en veredas de algunas escuelas, se esconden y esperan las horas pico, van a sitios concurridos, se meten en plazas, en parques no tan conocidos, recurren a la entrega en mano y siguen. Se reinventan a medida que se agranda ese circuito enloquecedor.
“Me anoté a Rappi, hago repartos en bicicleta pero se me complica mucho porque soy asmático y me ahogo”, dice Juan Carabajal, 42 años y tres hijos.
Todos tienen tres, cuatro y hasta cinco trabajos en simultáneo. Limpieza, construcción, cadetería. Changas diversas.
“Hay compañeras que habían dejado la prostitución y tuvieron que volver, y otras que lo hacen por primera vez. También algunos, ante la impotencia y la necesidad, piensan en salir a robar. Es todo muy cruel. Yo ya no estoy para eso, estoy grande, pero explicame cómo le llevan el alimento a sus hijos si no los dejan laburar”, se pregunta Juan.
“No generamos mugre, generamos guita”
“¿Por qué el Gobierno busca erradicar nuestro oficio?”, se preguntan muchos vendedores ambulantes de CABA. La postura oficial insiste en tres aspectos: que la actividad es ilegal, que no pagan impuestos y que “generan mugre”.
Sobre la primera cuestión, según aseguran manteros y dirigentes sociales en contacto con este conflicto, la mayoría son monotributistas. En cuando a la ilegalidad de la actividad, la legisladora Freire apela al artículo 88 del Código Contravencional. “Establece que la venta ambulante está permitida en la Ciudad de Buenos Aires, tanto en la vía pública como en el transporte”, dice.
Y por último, en relación a la generación de “mugre”, Gloria, una vendedora que lleva 28 años en el oficio, expulsada de Parque Centenario y acusada como miembro de una “asociación ilícita”, explica a elDiarioAR: “Nosotros generamos mucho trabajo: una con café, otra con comida, el supermercado de enfrente, el bar, es decir, hay movimiento. El chino nos decía ‘oh, por qué se fueron’. Nosotros no generamos mugre, como dicen ellos, nosotros generamos guita”.
Este medio se trasladó a la calle Leopoldo Marechal, entre Díaz Vélez y Patricias Argentinas, donde antes trabajaban los manteros de Parque Centenario, para entrevistar a comercios de la zona y corroborar cuál era su situación antes y después de la expulsión.
El chino al que hacía referencia Gloria fue muy escueto en sus declaraciones pero contundente: “Era bueno antes, más gente, mucha gente. Listo, chau”.
Al lado de este supermercado se ubica el café/restorán Florinda. Sus trabajadores fueron más elocuentes. Una de las cocineras, llamada Laura (23), calculó que pasaron de hacer 300 platos por fin de semana a 80, y que eso implicó la pérdida de trabajo de los proveedores de pastelería y de al menos dos cocineros.
“Los fines de semana se llenaba de gente, todo el tiempo, hasta hacían fila. Ahora no. No teníamos un minuto de descanso, éramos dos cocineros por turno más un bachero. Ahora es solo un cocinero”, cuenta Laura a elDiarioAR. “Se fueron los manteros y la gente no viene más. Cada vez menos. Hacíamos 300 platos entre sábado y domingo. Ahora ponele que lleguemos a 80. A los proveedores de pastelería también los echaron, porque ese trabajo que es para el otro local lo absorbió la otra cocinera, es decir hace el trabajo que antes se hacían entre tres personas”, agrega.
elDiarioAR también ingresó a un local de ropa de la misma calle, con la expectativa de que su realidad haya mejorado ya que los manteros mayormente vendían prendas. Sin embargo, una de sus encargadas, de nombre Antonela, aseguró que las ventas siguen igual.
“Ahora entra más gente. Ponele que de 300 personas, ahora ingresan 600, pero las ventas se mantienen iguales. Quizá nos favorece porque la marca se hace más conocida, no sé, pero económicamente no nos ha favorecido. Y más allá de todo, es tristísima la situación de todo el mundo”, cierra Antonela.
LN/MG