Desafío para el Papa

El Vaticano bordea la bancarrota: la Santa Sede se declara incapaz de pagar las jubilaciones de sus trabajadores

Jesús Bastante

2 de diciembre de 2024 06:34 h

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Roma es, o fue, el centro del mundo. Y, durante siglos, los Estados Vaticanos el lugar en el que se hacían y deshacían fortunas, gobiernos e imperios. Hoy, las cosas han cambiado, y mucho, y a las puertas del Gran Jubileo de 2025 (que conmemora los 1.700 años del 'Concilio de Nicea', que consagró la unión entre el Cristianismo y el Imperio romano y puso las bases del poder omnímodo de la Iglesia en los siguientes diecisiete siglos), el Vaticano está al borde de la bancarrota.

La situación es tan grave que el propio Papa ha tenido que escribir a la Curia y al colegio cardenalicio, admitiendo que las arcas vaticanas están vacías, y que no hay dinero para pagar las pensiones.

“El sistema actual es incapaz de garantizar a medio plazo el cumplimiento de la obligación de pensiones para las generaciones futuras”, recalca Francisco, quien ha anunciado que cerrará el grifo económico a todos los dicasterios (ministerios vaticanos) y organismos de la Santa Sede. Ha comenzado por los medios de comunicación, cuyo coste ha dejado de asumir el Dicasterio para la Comunicación, pero la crisis ha alcanzado a todos los organismos curiales.

La matemática económica del Vaticano atraviesa un momento extremadamente delicado: en los últimos tiempos son varios los purpurados que han comenzado a dirigirse a grandes empresarios para sondear la posibilidad de financiación de sus proyectos, que hasta ahora contaban con el respaldo financiero de Roma.

“Nos enfrentamos a problemas graves y complejos que corren el riesgo de agravarse si no se abordan a tiempo”, señala Bergoglio en su carta a la Curia, mostrando su “preocupación” por la gestión de la Caja de Pensiones del Vaticano.

“Todos los que han examinado esta cuestión a lo largo del tiempo han estado animados responsablemente por la preocupación de garantizar un modelo de seguridad social justo para la comunidad al servicio de la Santa Sede y del Estado, y de cumplir con la responsabilidad moral de proporcionar prestaciones dignas a quienes tienen derecho a ellas, de manera compatible con los recursos económicos disponibles”, explica el pontífice, que informa de “diversos estudios” de los que se deriva que “la actual gestión de las pensiones, teniendo en cuenta los activos disponibles, genera un importante déficit”.

El sistema actual es incapaz de garantizar a medio plazo el cumplimiento de la obligación de pensiones para las generaciones futuras

“Lamentablemente, el dato que ahora se desprende, a la conclusión de los últimos análisis en profundidad realizados por expertos independientes, apunta a un grave desequilibrio en las perspectivas de la Caja, cuya magnitud tiende a incrementarse con el paso del tiempo en ausencia de intervención”. ¿Qué significa esto? Simple y llanamente, que la caja no da más de sí.

“Ahora todos somos plenamente conscientes de que necesitamos medidas estructurales urgentes, que ya no se pueden posponer, para lograr la sostenibilidad del Fondo de Pensiones (jubilaciones), en el contexto más general de los limitados recursos de que dispone toda la organización, y una cobertura adecuada de las pensiones para los empleados actuales y futuros, en una perspectiva de justicia y equidad entre las distintas generaciones”, explica Francisco, quien subraya que “no se trata de decisiones fáciles que requerirán una especial sensibilidad, generosidad y voluntad de sacrificio por parte de todos”.

Como primera medida, Bergoglio ha nombrado al cardenal Farrell “Administrador Único del Fondo de Pensiones”. Una decisión que, asegura, supone “un paso esencial para afrontar los retos que nuestro sistema de pensiones tiene planteados en el futuro”. “Es imperativo que avancemos en esta nueva fase, fundamental para la estabilidad y el bienestar de nuestra comunidad, con prontitud y unidad de miras para que se den los pasos necesarios con urgencia”, finaliza el Papa, quien pide a la Curia y los cardenales “una especial colaboración para facilitar este nuevo e ineludible camino de cambio”.

La caída de las donaciones no augura un futuro halagüeño

¿Es tan grave la situación? El balance de cuentas de 2023 apunta a un déficit operativo de 83 millones de euros, cinco millones más que el año anterior. Las perspectivas no son muy halagüeñas, visto el paulatino descenso en las donaciones de los fieles.

El Óbolo de San Pedro recibe la mitad de donaciones que al comienzo de este pontificado, una situación que se debe a varios factores: la crisis post Covid-19 (el Papa cedió el uso gratuito de los negocios arrendados en propiedades vaticanas, y las visitas de los fieles o a los Museos Vaticanos no se han recuperado desde entonces) y, especialmente, el creciente proceso de desafección de las grandes fortunas –más ultraconservadoras que católicas– a las reformas planteadas por Francisco.

En medio de este panorama, las autoridades vaticanas esperan revertir la situación en 2025 gracias a la celebración de un Año Santo. El Jubileo llevará a Roma –esperan los dirigentes romanos– a más de 35 millones de peregrinos, ansiosos por ganarse la indulgencia de los pecados y, de paso, de gastar su dinero en las propuestas culturales y turísticas ideadas por el Ayuntamiento de Roma y el Vaticano.

La realidad, no obstante, es tozuda: además del patrimonio inmobiliario y los Museos Vaticanos, los únicos ingresos de la Santa Sede —que no tiene impuestos ni política monetaria— son esas donaciones que se han desplomado: las que envían cada año a Roma las Iglesias más ricas, como Estados Unidos, Italia, Alemania, España o Corea del Sur, y las que hacen llegar al Papa los fieles de todo el mundo a través del Óbolo de San Pedro y que, en buena parte, se han dedicado a sufragar los gastos de la curia vaticana.

Frente a esto, Francisco ya ha trasladado a cardenales y curiales “la necesidad de que cada Institución trabaje en la búsqueda de recursos externos para su misión, poniéndose como ejemplo de gestión transparente y responsable al servicio de la Iglesia”.

“En términos de reducción de costes, debemos dar un ejemplo concreto para que nuestro servicio se realice con espíritu de esencialidad, evitando lo superfluo y seleccionando bien nuestras prioridades, fomentando la colaboración mutua y las sinergias”, insiste el Papa a los cardenales. Unos cardenales que, de hecho, ya se habían apretado el cinturón: hace tres años, Francisco les bajó el sueldo un diez por ciento (pasaron de cobrar 5.500 a 5.000 euros al mes), y dejó de ofrecerles, gratis total, alojamiento en los palacios vaticanos. Muchos de ellos, vacíos. ¿Se avecina alguna venta en los territorios vaticanos para evitar la bancarrota? ¿O habrá un milagro?

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DM

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