La noche que no volvió. La denuncia en la comisaría. El posteo en Facebook avisando que había desaparecido. Los policías revolviendo su habitación. El llamado del novio, que dijo: “Me subo al patrullero para buscarla”. Los vecinos dando vueltas a la manzana, en cuadrillas, con linternas, alrededor del club, de la parroquia, de la plaza, en los márgenes de Rufino. Los perros entrenados para encontrar cadáveres dispersos por el pueblo, una jauría coincidiendo en la casa de aquel chico que avisaba que se subiría al patrullero para encontrar a Chiara Páez aquella noche en la que no volvió...
Todo eso recuerda Verónica Camargo, la madre de Chiara. El femicidio de su hija, ocurrido el 10 de mayo de 2015, motivó la primera gran marcha de mujeres en todo el país convocada por el colectivo #NiUnaMenos. La semilla fue un tuit de la periodista Marcela Ojeda, al día siguiente del crimen: “¿No vamos a levantar la voz? Nos están matando”. Verónica fue invitada a viajar a Buenos Aires. Se resistió hasta que entendió la magnitud de la convocatoria. Vio, desde un corralito, una Plaza de Mayo colmada de mujeres. Entre los carteles, la cara de su hija.
Seis años después, Verónica Camargo no tiene planes para este #3J. Es la pandemia, que dificulta los encuentros. Pero es también una de las formas del duelo. De las juntadas en la plaza para honrar la memoria de su hija y advertir sobre noviazgos violentos a “quizás hacer algo por Zoom”. Al teléfono con elDiarioAR, Verónica dice: “Desde aquellos días siento que de a poco me fui fortaleciendo. Al cementerio me cuesta ir. Voy, pero espaciado. Yo a Chiari la tengo, pero de otra manera. Quiero que recuerden el nombre de mi hija, que la quieran. Eso me ayuda mucho a seguir”.
Chiara Paéz tenía catorce años y cursaba un embarazo de ocho semanas cuando la mataron. Manuel Mansilla, el chico que se subió al patrullero para buscarla aquella noche en que desapareció, era menor de edad al momento del crimen. Fue condenado a 21 años y seis meses de prisión. El fallo fue apelado hace tres años. La Corte de Santa Fe aún no se expidió. Mansilla espera en la cárcel de Coronda.
Su familia vive en una localidad vecina. Su madre, padrastro y abuelo están imputados. Es que no creen que Mansilla haya actuado solo. Chiara pesaba más de setenta kilos y superaba el metro setenta. La autopsia indicó que en el cuerpo había restos de un antiinflamatorio también usado para interrumpir gestaciones. Pero eso no la mató, fueron los golpes. El cadáver apareció en los fondos de la casa de Mansilla, justo donde coincidieron los perros. Cuando la policía entró en la casa, la parrilla humeaba y la mesa estaba servida. Habían comido un asado.
“Chiari no se animó a contarme que estaba embarazada. Se lo había dicho a una tía, pero era tan pesado el secreto que la tía terminó contándomelo. Mi hija estaba muy angustiada. Le había dicho que o abortaba o se mataba. Al final Chiari me lo dijo y juntas decidimos continuar con el embarazo. Le dije que iba a ayudarla. Ella estaba feliz, más allá del susto. En el juicio quedó claro que ni Mansilla ni la familia querían al bebé. Y bueno, la mataron”, repasa Verónica.
Verónica Camargo fue símbolo y causa de aquel primer #NiUnaMenos. En 2016, al año siguiente, las consignas de la segunda convocatoria no la convencieron. Su postura en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, sobre todo, la alejó de las organizaciones de mujeres. Y viceversa. En 2018 cuando se debatía en Diputados el proyecto de ley que despenalizaba el aborto expuso en el plenario de comisión. No fue fácil. Camargo sabía que su posición generaría reparos dentro de los feminismos que, en su mayoría, consideran que la ILE es un derecho. “A Chiara la asesinaron por no querer abortar. Nunca hice proselitismo provida, pero siento que a nivel nacional, por mi postura, quedé afuera del movimiento de mujeres”, dice Verónica.
Yo a Chiara la tengo, pero de otra manera.
Su vida no ha cambiado tanto. Lleva las cobranzas de un pequeño negocio familiar y vende productos por catálogo. Ofrece charlas y capacitaciones bajo la consigna “Vida Libre de Violencia”. Espera conseguir un lugar para dar taller y capacitaciones en oficios que len oportunidades y salida laboral a mujeres víctimas o sobrevivientes de violencia machista. Romina, su hija mayor, ahora es secretaria del bloque oficialista en el Concejo Deliberante de Rufino y todavía viven juntas. Romina militó activamente por la sanción de la ley de aborto cada vez que se discutió, en 2018 y el año pasado.
El altar en homenaje a Chiara crece y crece. Antes ocupaba la entrada de la casa de Verónica. Ahora tomó un rincón del primer ambiente. Hay imágenes: la Virgen de San Nicolás, la de Luján, la de Lourdes. Hay rosarios y fotos de Chiara. Hay flores y laures. Hay un cartel que dice: “Siempre estarás en nuestro corazones”.
VDM