Villa Gesell: un boliche clausurado y abandonado, un altar y una ciudad conmocionada a casi tres años del crimen de Fernando Báez Sosa

La temporada de verano ya comenzó en Villa Gesell, pues muchas personas llegan a esta ciudad de la Costa Atlántica para pasar las fiestas y disfrutar de las vacaciones. Pero hace casi tres años algo cambió y nada volvió a ser igual.

El 17 de enero de 2020, antes que se declare la pandemia por Covid-19 en Argentina, Fernando Báez Sosa fue a bailar a uno de los boliches más conocidos del lugar, Le Brique, de los pocos ubicados en el centro (el resto están en la entrada, más cerca de la ruta) en Av. 3 entre Paseo 102 y Av. Buenos Aires. Fue con amigos y con su novia Julieta, con los que llegó para disfrutar de unos días de vacaciones y conocer el mar por primera vez. Pero nunca se imaginó que tras una pelea que se originó dentro del boliche, en la vereda de enfrente iba a encontrar la muerte. Un grupo de rugbiers lo golpeó salvajemente y lo mató en la madrugada del 18.

A pocos centímetros del lugar donde asesinaron a Fernando hay un árbol. Allí, hace casi tres años se comenzó a crear un altar, de forma espontánea. La gente del lugar y los turistas ocasionales dejaban flores, cartas, medallitas en memoria de este chico que tenía tan sólo 19 años cuando falleció. Hoy el altar tiene un mural de madera con su nombre, otro cartel donde dice hace cuántos meses mataron a Fernando y otro que pide Justicia.

Es el pedido de todos, “Justicia por Fernando”, a casi tres años de su muerte y a días de que comience el tan esperado juicio en Dolores.

La gente pasa frente al árbol, mira el altar, algunos se agarran la cabeza, otros se hacen la señal de la cruz y en su mayoría, inmediatamente, miran al frente, donde está el boliche Le Brique, que sigue clausurado y luce muy abandonado, que tiene inscripciones por la muerte de Fernando y que los comerciantes de la cuadra miran con desprecio, de reojo, con el deseo para que desaparezca pronto y “vuelva a levantar la zona”.

En el juicio declararán 130 testigos. El acontecimiento ha provocado algunos debates. Uno muy interesante es el de las responsabilidades institucionales: las autoridades políticas de Villa Gesell y los dueños del boliche Le Brique, que no fueron alcanzados por la lupa de la investigación. 

“Le Brique estaba sobrecargado de gente. A $500 la entrada, se ceban y dejan pasar a todos. No se puede caminar. A las 4 AM explota”, dijo una testigo después del asesinato.

Silvino, el papá de la víctima, contó cómo se preparan para el debate en Dolores. “Nuestra vida ya está condenada”, dijo en las últimas horas y mencionó que lo único que espera junto a su esposa, Graciela, es que haya una condena ejemplar. A su vez dijo que lamentaba que ese día no había ni un policía afuera del boliche. Y aseguró que quizás, si ese día había algún efectivo de la fuerza policial, su hijo estaría con ellos hoy y con vida.

Sorprendentemente, hoy en día, si uno camina por las calles de Villa Gesell, más por las principales y sobre todo por la Av. 3, hay muchos efectivos de seguridad cuidando la zona.

Cuando se hace de noche, alrededor de las 23, las calles se inundan de jóvenes que se juntan en las esquinas para ir a bailar. Pero ya no van al boliche del centro, a Le Brique, porque el mismo está cerrado y pasar por la vereda es lo más parecido a un pueblo fantasma. Ese lugar se convirtió en sinónimo de muerte, de recuerdos oscuros y ya nada será igual.

“Ojalá se haga justicia”, dicen los vecinos y comerciantes de la zona, por la memoria de Fernando y porque nunca más vuelva a ocurrir un crimen semejante en una ciudad donde antes era sólo mar, arena y sol.

NB