Yasmín Arabena Toledo dejó La Libertad Avanza tres días después de que Javier Milei ganara el balotaje. Sigue siendo una militante ultra aunque crítica de los primeros días de Gobierno. Dirá: “Todavía estoy esperando el ajuste a la casta. Sería un gesto muy bonito porque si tenemos que pasar miseria, tenemos que pasarla todos”. Tiene 30 años, vive en Loma Hermosa, partido de San Martín, y está a punto de recibirse como docente. Por lo pronto, da clases en “la quinta hora”, el refuerzo de contenidos que le ofrecen a los alumnos en las escuelas públicas bonaerenses. Cobra $67.000 por mes. Yasmín no hace cuentas en dólares. Habla de la SUBE y de hacer los mandados.
“Estos días hubo medidas que a muchos no nos cierran, como el aumento de los planes sociales con la excusa de que ‘no les alcanza’. Pero a los trabajadores no nos aumenta el sueldo y tampoco nos alcanza. Entonces a mí me sacan para darle a ellos, los planeros. Esa es la grieta que todavía no pueden subsanar”, sigue Yasmín. Es la joven que el 11 de noviembre, días antes del mano a mano que enfrentó a Milei con Sergio Massa, fue agredida en la Plaza San Martín. Aquel video se viralizó. Una persona que marchaba el Día del Orgullo hizo twerking a centímetros de su cara. Yazmín llegó a frenar los glúteos del manifestante porque atinó a poner las manos, sino le hubiese frotado la cola en la nariz. Eso sucedía mientras otras personas la escupían y la insultaban.
Pero Yasmín no dejó La Libertad Avanza por eso. Fue porque advirtió que la filial en la que militaba quiso quedarse con el capital político de aquella agresión. Después del triunfo en la segunda vuelta, recibió un mensaje en el que le avisaban que la canciller Diana Mondino la esperaba en el Hotel Libertador, búnker y vivienda del Presidente, porque quería conocerla. Cuando lo contó al grupo, el coordinador de La Libertad Avanza San Martín, Marcelo Ballester, la instó a que alguien de la filial la acompañara. Yasmín, a la que después de mucho trabajo en la campaña la habían relegado en actividades menores dentro de la organización, se negó. Y antes de que la echen, se fue por su cuenta.
Esa noche Yasmín había salido con sus compañeros a repartir boletas. Pasaron por la estación, se cruzaron con militantes de Unión por la Patria que estaban haciendo lo mismo y volvieron a la plaza. Coincidieron con un grupo de personas que había ido a celebrar el Día del Orgullo. Algunas reaccionaron: les pidieron que se fueran. Yasmín también reaccionó: “Que me van a echar si la plaza es pública. Yo me iba a ir cuando se me cantara”, recuerda. Hizo, después, un movimiento provocador: pegó un rodeo y se sentó al pie del monumento a San Martín. Se le fueron encima.
“Yo me la tuve que aguantar y el coordinador se hizo ver gracias a eso. Al final ellos, que se la pasaban diciendo ‘nadie se salva solo’, me habían dejado sola a mí. Porque mientras me agredían en la plaza yo busqué a mis compañeros y ninguno de los cuatro gallinas que estaban conmigo apareció. Esos son los hombres del mañana. Pobrecitas las que se casen con ellos. Se solidarizaron recién cuando los videos se viralizaron. Y se aprovecharon de eso. Pero a la que lincharon fue a mí. ¿Por qué los logros son colectivos?”: Yasmín fue a encontrarse con Mondino con quien ella quería, su madre.
A mí me sacan para darle a ellos, los planeros. Esa es la grieta que todavía no pueden subsanar.
Varones televisados y sentados a la mesa; 18 pitbull
Es viernes. Todavía no lo han anunciado pero en cinco días el Gobierno electo presentará un megadecretazo. Yasmín revuelve una taza de café que ya está frío. Los párpados sombreados de dorado y la boca también, como si le hubieran soplado polen. Total black y un surtido de cadenitas prendidas al cuello. “Yo amo a mi Ejército”, dice Jazmín y extiende un dije que lleva grabado el año de Malvinas, 1982. Hija única. Un padre ausente y una madre híper presente que cada vez que Javier Milei aparecía en la televisión llamaba a su hija para que lo escuchara.
“Siempre vi a mi mamá llorar por los impuestos. Ella es arrendataria de empresas de comunicación. Cuando cobra, le sacan el 70% de lo que gana. Nunca llega a cubrir sus deudas. Ella es el sostén en casa. Yo aporto un par de pavaditas. La soga al cuello desde que tengo memoria, te soy honesta. Y mi mamá lo escuchaba mucho a Milei porque insistía en bajar los impuestos”, cuenta Yasmín. Dice “lo veíamos en la tele y era como si cenara con nosotras”. Lo mismo pasaba cuando sintonizaban a Baby Etchecopar. Igual con El Presto, con Tipito Enojado, con Danann cuando los veían en YouTube. Varones que se sentaban a esa mesa para compartirla con la madre, con la hija.
Yasmín terminó el secundario decidida a ser profesora de Plásticas. Pero su madre le sugirió que se tomaran “un año sabático”, que terminaron siendo cinco años. Pasaban la madrugada mirando animé. Fullmetal alchemists, Black Cross. Evangelion no porque a la madre no le gustaba. Era el año 2010. La casa se había llenado de perros. Llegaron a ser 18. Redujeron la cantidad a once porque se fueron matando entre ellos, a las crías. Liquidaron a las dos gallinas de Yasmín. Y también a su patito, un patito que ella cuidaba y que apareció por la mitad, tendido en el patio de atrás. Los perros eran muchos, eran pitbull.
“Al final me anoté en el magisterio. Mi mamá me dijo que si ella hubiera estudiado para maestra se hubiera ahorrado muchas peripecias que tuvo conmigo cuando me crió. Le hice caso”, sigue Yasmín. La pandemia interrumpió la cursada, en dos sentidos. Su madre, “delicada de los pulmones”, le pidió que no se expusiera tanto: “Si traes algún virus la matás a mamá”, le pedía la madre. Y la cursada online le costó. Eso y una discusión con una docente la sacó de carrera un tiempo. Iban a ser cuatro, pero serán ocho de estudios. “Cuando termine, quiero hacer el curso de oficial de reserva. Me gustaría ejercer la docencia dentro del Colegio Militar”, avisa.
“¿Será un presidente democrático o un tirano?”
No tenía experiencia alguna en política, pero quiso arrancar fiscalizando para Milei en las PASO. Llegó a ser coordinadora de Juventud de La Libertad Avanza San Martín. Participó de capacitaciones, pateó los barrios repartiendo boletas con su remera negra, el nombre del candidato y el león estampado. Este viernes, frente a su taza de café y cinco días después del acto de asunción, Yasmín se permite poner el duda la campaña del miedo: “Si el boleto se va a 700 pesos entonces no era mentira. El trabajador sigue siendo castigado. Yo lo voy a seguir bancando (a Milei) porque me rompí el traste para que él llegue. Y no me quiero desilusionar del todo. ¿Que cuánto tiempo le doy? Y… si para dolarizar hay que irse a una hiperinflación se va a ir todo al diablo. Se tiene que parar el país, nadie va a consumir…”.
La interrumpo para preguntarle si esto no lo hablaban entre los militantes. Su respuesta: “Nos decían que el votante se las iba a ver negras, no el que estaba acomodado en la unidad básica”. Suspira, Yasmín, y remata: “¿Será un presidente democrático o un tirano?”. El miércoles, veintidós minutos después del arranque de la cadena nacional, me enviará este mensaje: “Después de hoy le tengo más fe a este gobierno”. Quiero saber por qué así que volverá una chorrera de audios. A su entender hay dos escenarios posibles. Uno en el que Milei mantiene su posición de concretar medidas e imponer el orden. “Así se garantizan cuatro años de mandato”, resume Yasmín.
Pero el segundo escenario le lleva más tiempo, es decir, más audios. “El otro son dos años de gobierno. Que la gente que lo votó se de vuelta o se arrepienta. Podés aguantar seis meses o un año si te aseguran que después viene la calma. Pero para fines del año próximo, si nada cambia, el optimismo se agota y puede haber un estallido social. No creo que el Gobierno se anime a ser violento con el pueblo, y va a tener que bajarse. Sería bueno que la casta se ajuste. Si un diputado gana dos millones de pesos, que cobre el 25%. Que se lo ponga jodido. Eso sería justicia social en serio, ¿no?”. Los audios no admiten repreguntas. Yasmín atesora dos cosas: una fe todavía inquebrantable y esa foto que se tomó en el Libertador con Diana Mondino.
VDM/DTC