Opinión y blogs

Sobre este blog

Un #Chequeado para Alberto Samid

0

Hay entrevistados efectivos. Son esas personas que no pierden vigencia, las que suelen tirar varios títulos jugosos durante la nota y que, en general, han vivido situaciones extraordinarias. Las anécdotas que cuentan, deformadas por el tiempo y la repetición, “funcionan”. Un ejemplo es Alberto Samid.

Unos días antes del reportaje con elDiarioAR, había hablado en la radio. Para Samid, la “madre de todos los problemas” de la Argentina era, y sigue siendo, el contrabando de cereales. “En este país te conviene más contrabandear que vender droga”, dijo y en el estudio no hubo repregunta (“¿Por qué lo dice, Alberto? ¿A qué escala? ¿Cómo sostiene la existencia de ese delito?”, por proponer opciones), sino risas. Así son los entrevistados que no fallan: generan un efecto hipnotizante en quien escucha. A Samid se lo oía seguro, tanto como quien tiene pruebas suficientes. Su declaración justificaba una entrevista.

El ex matarife nos esperaba un día de diciembre en su casa de Ramos Mejía, La Matanza, donde continúa detenido en arresto domiciliario por evasión fiscal y asociación ilícita. Así lo ha dispuesto la Justicia porque su estado de salud es delicado. Bastaron unos minutos para que confirmara la regla: el entrevistado que dice siempre lo mismo e igual “es nota”.

¿Querés leer la entrevista a Alberto Samid? ¡Click acá!

El periodista Roberto Herrscher escribió Periodismo Narrativo. Cómo contar la realidad con las armas de la literatura. Para mí, además de libro, es un manual de consulta. Vuelvo y vuelvo porque siempre encuentro algo nuevo. “La entrevista son dos géneros en uno: es una sucesión de preguntas al entrevistado (…). Y es también -sobre todo- un texto que debe leerse por parte de los lectores como una obra de teatro que funciona por sí misma”, escribe Herrscher.

Aunque la entrevista es una puesta en escena, los y las periodistas apenas somos inquilinos de ese teatro que el personaje arma para nosotros. No podemos ubicarlo en un living si la nota se dio en un patio; no podemos describir un clima amable si el intercambio fue tenso; no podemos cambiar a un perro por un gato. El chihuahua de Samid reaccionaba a cada golpe de mesa que daba su dueño con un ladrido finito, de torno de dentista. El también era parte de la escena, sobre todo cuando Samid denunciaba el contrabando de cereales.

Ese tramo de la entrevista fue el más vigoroso. Samid estaba exultante: sacudía las manos y dejaba ver la pulsera con la que monitorean sus movimientos, apoyaba con énfasis el matecito de chapa sobre la mesa de vidrio: ¡tac! ¡pum! El líquido de los vasos iba y veía como en un sismo andino y el chihuahuita todo nervioso pegaba alaridos…

Hace unos días, invitada por las docentes de la materia Redacción 1, los y las periodistas que asisten a la escuela Éter me preguntaron si hay que chequear los dichos de un entrevistado. Más allá de mi respuesta, que fue generalista, puse como ejemplo este reportaje a Samid. Con esa efervescencia que tiene y que te deja bobo (de vuelta: eso que lo convierte en un personaje “efectivo”), la denuncia era real, clara y grave. La Argentina, de acuerdo a la información que él maneja, estaría perdiendo millones por estas fugas.

Sin embargo, en un chequeo paralelo, la acusación se desinflaba. Bastaron cuatro consultas extra: un periodista especializado en tema agropecuarios, otro en economía, una fuente del Estado y un productor de cereales. Todos coincidían: “La modalidad existiría, pero a pequeña escala”.

Quienes nos criamos profesionalmente en las redacciones, aprendimos el oficio bajo el régimen de dos o tres lemas. Uno es “que la realidad no te arruine un buen título”. A veces chequear es matar la historia o la noticia. O todo lo contrario, tirar de un punta permite que aparezca el ovillo. Eso también es parte del juego: bajar el tono, quitar las máscaras.

Las frases hechas tienen la fuerza de la costumbre; la facilidad de lo conocido; la persistencia de los juicios sencillos y, a veces, exactos; la amabilidad niveladora del lugar donde todos tienen la ilusión de entenderse.

VDM

Hay entrevistados efectivos. Son esas personas que no pierden vigencia, las que suelen tirar varios títulos jugosos durante la nota y que, en general, han vivido situaciones extraordinarias. Las anécdotas que cuentan, deformadas por el tiempo y la repetición, “funcionan”. Un ejemplo es Alberto Samid.

Unos días antes del reportaje con elDiarioAR, había hablado en la radio. Para Samid, la “madre de todos los problemas” de la Argentina era, y sigue siendo, el contrabando de cereales. “En este país te conviene más contrabandear que vender droga”, dijo y en el estudio no hubo repregunta (“¿Por qué lo dice, Alberto? ¿A qué escala? ¿Cómo sostiene la existencia de ese delito?”, por proponer opciones), sino risas. Así son los entrevistados que no fallan: generan un efecto hipnotizante en quien escucha. A Samid se lo oía seguro, tanto como quien tiene pruebas suficientes. Su declaración justificaba una entrevista.