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Un estudio inédito en Argentina

“Creía que era normal insultar a mis hijas”: para el 78% de las madres y padres es inevitable gritarle a los niños

Solo el 55% de las personas encuestadas conoce que el castigo físico está prohibido por ley, según el artículo 647 del Código Civil y Comercial de la Nación.

Milagros Alonso

Concepción del Uruguay —

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Cuando Yonatan Álvarez fue convocado a participar de un taller sobre prácticas de crianza no sabía que iba terminar pensando que era un pésimo padre. Tampoco sabía que iba a tener que decirle a su hija mayor, de diez años: “¿Viste que yo te digo boluda o a veces me enojo y te digo pelotuda? Bueno, papi tiene un problema. Ahora sé que eso está mal”. 

El mismo taller hizo que Iara Debenedetti aprendiera a contar hasta diez antes de llegar a gritarle a su hijo. Pero ni Iara, ni Yonatan, ni ninguna de las 402 familias que participaron de la primera investigación específica sobre prácticas de crianza del país, pensaron que podían aprender tantas cosas. Es que 7 de cada 10 personas encuestadas consideran que nadie tiene derecho a decirles cómo criar a sus hijas o hijos, según los resultados a los que accedió en exclusiva elDiarioAR.

Para mí era algo normal, lo tomaba con liviandad. Pero entendí que un simple ‘boluda' es un insulto

Yonatan Alvarez Papá

“En el estudio apareció muy fuerte el hecho de que la crianza es algo del mundo de lo privado”, explica Luciana Lirman, oficial de Comunicación para el Cambio Social y de Comportamiento de Unicef y coordinadora de la investigación.

En diálogo con elDiarioAR, Lirman subraya que ese dato “es impactante porque deja a los chicos y a las chicas en un lugar de mucha vulneración, cuando la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes habla de un sistema de corresponsabilidad donde el Estado, la familia y todos los miembros de la sociedad tendríamos que tener una responsabilidad sobre esos niños”.

Sobre este punto, la socióloga especialista en ciencias de comportamiento remarca que, si vemos una situación de violencia contra una niña o un niño en la calle, es difícil que intervengamos porque, tradicionalmente, las prácticas de crianza han sido consideradas decisiones exclusivas del ámbito familiar.

La investigación fue realizada por Unicef y la Universidad Torcuato Di Tella en Concepción del Uruguay, una ciudad donde muchas de las claves de WiFi aluden a un prócer o a la historia de nuestro país. El pronunciamiento del general Justo José de Urquiza en 1851 es uno de los acontecimientos más famosos ocurridos en Concepción, conocida hasta el día de hoy como “La Histórica” y considerada por Unicef como una ciudad pionera en políticas de primera infancia.

Según la última Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Adolescentes de Unicef de 2020, el 59% de chicas y chicos del país de entre 1 y 14 años experimentaron prácticas violentas de crianza

Fue esa trayectoria en el área de niñez que hizo que Concepción del Uruguay sea la localidad elegida para llevar adelante el estudio titulado “Hacia una crianza respetuosa, sensible y saludable de niñas y niños de 0 a 6 años”.

A su vez, la ciudad está adherida al proyecto de Municipio Unido por la Niñez y la Adolescencia (MUNA), una iniciativa de Unicef que funciona en más de cien localidades e impulsa acciones para favorecer a chicas y chicos de distintos puntos del país.

El objetivo principal de la investigación fue proporcionar información que colabore en promover prácticas de crianza positiva en torno a la salud, la alimentación y la educación. “Trabajar la crianza positiva es una manera de abordar preventivamente situaciones de violencia”, remarca Lirman.

Entre los resultados más destacados, el estudio reveló una alta prevalencia de prácticas violentas en la crianza: el 78% de las personas cuidadoras cree que gritarles a niñas y niños “a veces es inevitable”, y el 58% admite haberlo hecho en el último mes.

En tanto, el maltrato físico (incluso con objetos contundentes) sigue presente. El 18% reconoció haber golpeado con la mano en el último mes y el 4% con un objeto. Además, el 12% considera que los adultos tienen derecho al castigo físico.

Por más que los datos demuestran que la violencia está naturalizada, Unicef advierte que los golpes y los gritos no son una forma de enseñar. La violencia, en cualquiera de sus formas, es una vulneración de derechos y tiene consecuencias en el bienestar y desarrollo de los chicos y chicas.

Los resultados también corroboran las cifras nacionales disponibles. Según la última Encuesta Nacional de Niñas, Niños y Adolescentes de Unicef de 2020, el 59% de chicas y chicos del país de entre 1 y 14 años experimentaron prácticas violentas de crianza.  

A su vez, la investigación en Entre Ríos identificó patrones específicos que profundizan esta problemática. Por ejemplo, la violencia hacia niñas y niños se intensifica en hogares donde hay violencia entre adultos, habitualmente desde el varón hacia la mujer. Asimismo, el 65% de las cuidadoras que sufrieron violencia en su niñez reportan gritar a sus hijas e hijos, versus 49% de quienes no la sufrieron, y solo el 55% de las personas encuestadas conoce que el castigo físico está prohibido por ley, según el artículo 647 del Código Civil y Comercial de la Nación.

La violencia hacia niñas y niños se intensifica en hogares donde hay violencia entre adultos, habitualmente desde el varón hacia la mujer

“Fue muy elevado el porcentaje de quienes desconocen el artículo del Código Civil. Es un porcentaje para atender, por eso planteamos con el municipio la estrategia de realizar talleres con cuidadores para resolver la falta de información”, indica Lirman.

El estudio se construyó en diferentes fases de trabajo de campo entre agosto y diciembre de 2023. Luego, durante el 2024, el equipo de Unicef trabajó en el análisis de datos y puso en práctica diversas intervenciones, como talleres y espacios de diálogo, en base a los primeros resultados. Ahora, Unicef busca replicar la investigación en otras ciudades del país para recabar más información sobre las prácticas de crianza.

El insulto también es violencia 

“Yo me considero un pésimo padre hasta el taller de crianza positiva que me hizo un click. Ahí asumí una problemática”, cuenta a elDiarioAR Yonatan Álvarez, de 36 años, acompañado por su esposa Ivana Benítez, de 38. Están juntos desde hace más de una década y formaron una familia ensamblada con sus dos hijas y los hijos mayores de Ivana. Su casa está en el Barrio 40 Viviendas, un conjunto habitacional construido por el Estado en la

zona norte de Concepción del Uruguay, a unos 30 minutos a pie del centro.

Yonatan, de profesión albañil, e Ivana, maquilladora, fundaron hace casi diez años la organización social Empoderamiento Popular, que impulsa actividades solidarias para ayudar a las comunidades más vulnerables de la zona.

Junto a otros referentes del barrio, la pareja fue convocada por el Municipio de Concepción para invitar a las familias a participar de la investigación de Unicef.

“Cuando nos quisimos acordar, nos dimos cuenta que estábamos siendo parte del taller como padres”, aseguran. El primer día, les entregaron un cuestionario sobre hábitos de crianza y Yonatan terminó marcando casi todos los casilleros. 

“Iba por la mitad y dije 'no puedo más'. Me frustré”, recuerda y confiesa que recién en ese momento identificó que insultaba a sus hijas para disciplinarlas.

“Para mí era algo normal, lo tomaba con liviandad. Pero entendí que un simple ‘boluda' es un insulto”, explica Yonatan y aclara que nunca ejerció violencia física, como sí hicieron sus padres con él. 

“Mis padres no me insultaban, agarraban una vara y me castigaban. A mis hijas nunca les voy a pegar, con eso siento mucha reticencia porque a mí me pegaron tanto cuando era chico que uno de mis sueños era llamar al 102, el teléfono de los niños, y denunciar a mis padres”, rememora.

Una investigación innovadora en el país y Latinoamérica

El taller al que asistieron Ivana y Yonatan es solo una de las herramientas que utilizó la investigación impulsada por Unicef Argentina y realizada por el Centro para la Evaluación de Políticas basadas en Evidencia (CEPE) de la Universidad Di Tella.

El trabajo se distingue por un enfoque metodológico innovador que incluyó un diagnóstico inicial con referentes de la comunidad y la combinación de técnicas cualitativas y cuantitativas para comprender las prácticas de crianza desde la mirada de las familias y de los proveedores de servicios para la primera infancia, como jardines de infantes, centros de atención primaria de la salud y comedores comunitarios.

Así, se realizó una encuesta representativa en 402 hogares de la zona norte de Concepción del Uruguay, donde estudiantes de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) relevaron información casa por casa como en un censo. 

Los voluntarios pedían por la persona a cargo del cuidado y en más del 82% de los casos quien respondió la encuesta fue la madre, seguido de un 7% de los casos por la abuela o abuelo y un 7% por el padre.

Además, se emplearon métodos cualitativos para aportar mayor profundidad, como grupos focales y observaciones de interacciones entre niñas, niños y cuidadores. 

“Lo novedoso es que se hizo una investigación en profundidad en un territorio focalizado y con la participación de la comunidad, desde el diagnóstico inicial hasta la formulación de los resultados”, destaca Lirman y remarca que se trata del primer estudio específico sobre prácticas de crianza en Argentina.

A su vez, la socióloga detalla que el trabajo fue innovador no solo por el uso de técnicas mixtas, sino también porque los resultados se analizaron combinando dos enfoques teóricos que tienen un desarrollo incipiente en nuestro país y Latinoamérica. Se trata del marco de Cambio Social y de Comportamiento, que permite identificar determinantes psicológicos, sociológicos y contextuales que pueden fomentar o dificultar cambios positivos, y el marco de Cuidado Cariñoso y Sensible, que proporciona un marco integral para comprender las prácticas de cuidado mínimas para un desarrollo infantil temprano adecuado.

Para el recorte metodológico del estudio, Unicef seleccionó junto con el Municipio de Concepción del Uruguay a los barrios de la zona norte, en línea con los mapas locales de denuncias e intervenciones georreferenciadas en violencia de género y en primera infancia.

“Cuando comparamos los dos planos nos dimos cuenta de que eran idénticos. El área manchada de rojo, la zona más caliente, era el norte. Eso nos muestra que el chico o chica que está intervenido por el área de niñez tiene también a su madre asistida por la Dirección de Mujeres, Género y Diversidad”, explica a elDiarioAR, Marianela Marclay, secretaria de Desarrollo Social y Educación de la Municipalidad de Concepción del Uruguay.

“También somos conscientes de que hay una parte de la población que no denuncia, que hay chicos que no tienen la posibilidad de llamar al 102, el teléfono de Niñez y Adolescencia que brinda atención las 24 horas. Entonces la investigación fue muy importante porque fuimos al barrio a buscar a esas personas”, destaca Marclay y agrega que en el municipio tenían como “materia pendiente el diagnóstico científico” de la situación en prácticas de crianza. 

La zona norte es uno de los sectores donde viven mayor cantidad de chicas y chicos en situaciones de vulnerabilidad. Se compone de diferentes barrios y conjuntos de vivienda social construidos por el Estado para la erradicación de villas. 

Según advierte la funcionaria, en temas de primera infancia una de las problemáticas más urgentes en el municipio es el aumento de la cantidad de niños que nacen prematuros y con cocaína en sangre. 

Hoy la emergencia social pasa porque la gente no tiene para comer. Hace un año atrás, en Concepción, era impensado ver a un chico revolviendo la basura. Eso para nosotros es un paisaje totalmente nuevo

Marcela Marclay Secretaria de Desarrollo Social y Educación de la Municipalidad de Concepción del Uruguay.

“Esto ya nos había pasado durante la pandemia de Covid y en el contexto de crisis económica y social actual volvemos a ese pico. Hoy la emergencia social pasa porque la gente no tiene para comer. Hace un año atrás, en Concepción, era impensado ver a un chico revolviendo la basura. Eso para nosotros es un paisaje totalmente nuevo”, apunta Marclay y atribuye el cambio al desmantelamiento de programas sociales por parte del Gobierno nacional y provincial.

Y remarca: “La municipalidad tuvo que hacerse cargo de muchos programas, de comprar medicamentos, pagar tratamientos y un montón de otros gastos que antes no teníamos porque la Provincia y la Nación absorbían eso”.

La feminización del cuidado

Otra desafío a la hora de impulsar cambios positivos en la crianza es que en la idiosincrasia de la ciudad “está muy arraigado que la mujer se tiene que quedar en la casa y tiene que cuidar a los hijos”, explica Marclay.

De acuerdo con los resultados del estudio, la organización del cuidado infantil revela una persistente feminización de las tareas, en todo tipo de hogares. Ya sea en familias biparentales (70% de los casos) o monoparentales (30%), las mujeres asumen la mayor parte de las responsabilidades de cuidado y tareas domésticas.

La investigación muestra que la situación en la zona norte de Concepción refleja las profundas desigualdades de género observadas a nivel nacional. Los datos de la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) de 2021 son contundentes: mientras las mujeres dedican en promedio 6 horas diarias a tareas de cuidado, los varones invierten solo 3:30 horas. 

Por su parte, los datos locales de Concepción del Uruguay revelan una marcada diferencia de participación entre mujeres y varones. Mientras que el 94% de las madres aseguró que cambia los pañales, solo el 21% de los padres encuestados indicaron hacerlo.

Por otro lado, los padres participan más en el juego, en llevar a niñas y niños a pasear fuera de la casa y en gestos afectivos como abrazar y mimar.

Sin embargo, el estudio muestra que también existe una oportunidad de cambio: el 88% de las cuidadoras considera relevante la participación masculina y se observa que en hogares en los que las mujeres refieren sentir mayor contención, el padre tiende a involucrarse más. Las conclusiones de la investigación sugieren que se podrían realizar intervenciones con las familias para contribuir a una distribución más equitativa de las tareas de cuidado.

“Soy mamá que cría sola” 

Iara Debenedetti vive en Concepción y cría sola a su hijo Aaron de 7 años. “No tengo a mis papás, así que es compleja la situación. Solo tengo un hermano y una tía que vive cerquita y nos ayuda. Pero bueno, ahí vamos”, cuenta Iara, de 37, en diálogo con elDiarioAR.

Entre las cosas más difíciles que tuvo que atravesar como mamá, Iara tiene grabado un momento en donde sintió que se le partía el corazón: un día su hijo le pidió que pasara más tiempo con él y que no trabajara tanto.  

Ese recuerdo se le vino a la mente cuando participó de los talleres de Unicef y reflexionó sobre la importancia de prestarle atención a los niños. “La economía está difícil y como crío sola a mi nene no tengo para pagarle a alguien tantas horas para que me lo cuide. Pero ahora estoy tratando de trabajar un poquito menos para poder estar un poco más. Y automáticamente vi su gratitud el primer día que me quedé en casa, estaba feliz”, afirma con una sonrisa en su rostro. 

Iara reconoce que no es fácil combinar las tareas de cuidado con su trabajo: “A veces estoy desbordada y agotada. Hay días que querés decir 'cambio, juez', y que venga alguien más, aunque sea por un rato. Últimamente noto que no me hago tiempos para mí”, apunta.

Al igual que ella, el 69% de las madres afirma que siente que deja de lado más cosas de su vida de las que imaginó para satisfacer las necesidades de la niña o niño a su cargo. 

Otra de las herramientas que Iara se llevó del taller fue la importancia de hablarle a Aaron con palabras que expresen cariño, respeto y contención. “Yo vengo de una generación que no tuvo eso. En mi época nadie te preguntaba cómo te sentías. Yo pasé mucha violencia y abusos de todo tipo, entonces siempre busco cambiar esas cosas que en mi infancia no me hicieron bien para no repetirlas con mi hijo. Mi mayor plan es aprender a ser mejor para él”, asegura. 

Desafíos por delante

Tanto Iara como Ivana y Yonatan coinciden en que el taller les dio herramientas fundamentales para aplicar en la crianza, ya que no existe un manual que enseñe cómo ser padres. 

“Como sociedad tenemos que prevenir la violencia desde un comienzo porque después ya es tarde y ya no hay nada más para hacer”, reflexiona Yonatan. Por su parte, Iara remarca que estaría “buenísimo que se puedan seguir haciendo los talleres para transmitirles información a más personas”.

En este sentido, Marclay adelanta que el próximo desafío es realizar jornadas de capacitación con las docentes de los jardines para que luego ellas puedan dictarles talleres de concientización a los padres.

Entre las principales recomendaciones que se desprenden del estudio, se sugiere promover intervenciones adecuadas para la crianza en el entorno familiar, como la promoción de espacios comunitarios de reflexión, incentivar el juego y la lectura de cuentos en el hogar.

“Es muy importante tomar conciencia de pequeñas cositas como cuidar las palabras, respetar al otro y tratar de ejercer una crianza más positiva y más sana, donde se eduque desde el amor”, concluye Iara.

MA/MG

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