Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
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Las putas de San Julián, un hecho histórico rodeado de silencios
Vaivenes en el reconocimiento oficial de una historia icónica de un pueblo de Santa Cruz que se cuenta en voz baja hace más de un siglo. Ecos en el presente.
Memoria. Una actividad del centenario de la revuelta en 2022 para recordar a las "putas de San Julián". María Ailín Peirone
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Puerto San Julián es un pueblo pequeño y costero, ubicado a la vera de la Bahía San Julián, en la zona centro de la provincia de Santa Cruz, Argentina. Viví allí toda mi infancia y adolescencia. Recién cursando estudios universitarios en otra provincia leí “Los hijos de los días” de Eduardo Galeano y su cita a Osvaldo Bayer supe de Las Putas de San Julián: cinco trabajadoras sexuales que hace 103 años encarnaron un suceso crucial en aquel pueblo sociodemográficamente aislado, que marcó su historia y la historia de las luchas sociales en nuestro país. Hasta entonces, en mi propio pueblo, no había escuchado sobre ellas.
El 7 de febrero de 1922, dos décadas después de la fundación de Puerto San Julián en 1901, aquellas cinco mujeres se alzaron contra la violencia estatal al negarse rotundamente a prestar sus servicios a los soldados involucrados en la masacre de los trabajadores rurales que ocurrían en el contexto de las huelgas luego conocidas como la Patagonia Rebelde (1921-1922). Al grito “¡Con asesinos no nos acostamos!”, estas mujeres encarnaron un acto de solidaridad y rebeldía que, sin embargo, por décadas, quedó relegado al silencio.
En aquel momento de mi juventud me pregunté por qué no conocía este acontecimiento, por qué esta historia socio política tan vertebral protagonizada por mujeres fue invisibilizada tanto a nivel social como a nivel de las organizaciones escolares y culturales por las que transcurrí durante casi dos décadas. ¿Qué función sociopolítica y cultural pudo haber cumplido aquel silencio o poca mención en nuestra generación? .¿Y en las demás generaciones?.
La venganza a las mujeres que se negaron a acostarse con los soldados fue la violencia y el destierro. En el pueblo hay quienes buscan que sean homenajedas.
María Ailín Peirone
Las razones del silencio
Romina Behrens es licenciada en comunicación social, docente e investigadora en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA) y tesista doctoral sobre el tema prostitución y el barrio Las Casitas de la ciudad de Río Gallegos. En sus reflexiones conecta aquel hecho silenciado del pasado con las problemáticas contemporáneas. Behrens cuenta que ella también: aún ya investigando sobre prostitución no tenía noción del suceso hasta que alguien le dijo que tenía que conocer esta historia. “Busqué el tomo III de La Patagonia Rebelde de Bayer y ahí la encontré”, recuerda.
Para la investigadora la invisibilización de Las Putas de San Julián puede deberse precisamente al hecho de ser trabajadoras sexuales: “Las actividades poco valoradas socialmente, estigmatizadas, tienen muy poco registro en las memorias colectivas y en la historia”. En los pueblos pequeños y aislados, este silencio puede ser aún más profundo. “Ha sido un tema muy silenciado, y a los pueblos que vivieron la violencia les costó mucho conversar sobre ese pasado porque no dejan de ser traumas… traumas de los pueblos. Cuya tramitación social es difícil”.
Behrens resalta cómo la invisibilización de las trabajadoras sexuales es parte de una narrativa histórica que oculta aquellas experiencias consideradas incómodas o inmorales. “Cuando se trata de pueblos chicos y de gente que puede estar asociada a figuras de tradición porque coinciden con los inicios del pueblo, por lo general es más difícil que se den a conocer los actos considerados impúdicos, los actos ‘inmorales’, de personas cercanas a esas familias”.
Habitar los silencios y pensar el presente. El reconocimiento de este hecho historico de este hecho es un reclamo también del movimiento que pide reconocer el trabajo sexual.
María Ailín Peirone
“Lo que sucede con estas historias es que tienen que ver con la subalternidad - explica- . La historia de las mujeres siempre queda en un segundo plano detrás de los actos heróicos de los hombres que sí se cuentan”. Para ella “las labores que hacían las mujeres no eran valoradas socialmente. Entonces, contar la historia de un lugar a partir de las tareas domésticas, por ejemplo, no entra en esa lógica. Y si además son mujeres dedicadas a una actividad estigmatizada, la invisibilización es aún mayor”. En su investigación sobre prostitución ha intentado rastrear documentación y se ha encontrado con que muchos expedientes han desaparecido. “Teniendo conversaciones con gente que conoce cómo se armaron los archivos históricos, es muy probable que los hayan quemado, que los hayan destruido”. Los documentos que sí existen, tienen acceso limitado y, en muchos casos, están resguardados en archivos reservados como los de la policía, lo que dificulta su consulta.
Brenda Leyes es trabajadora sexual y representante en la Patagonia del Sindicato de trabajadores y trabajadoras sexuales de Argentina (AMMAR): “Para mí, descubrir la historia de Las Putas de San Julián fue revelador”. Subraya la fuerza que simbolizaron aquellas mujeres al rechazar la violencia y relata sus historias, las recupera, las difunde y se inscribe heredera de aquella rebeldía: “Lo que ocurrió constituye un faro que inspira a las trabajadoras en la actualidad. Hoy seguimos enfrentando abusos y vulneraciones en el trabajo sexual, pero gracias a la organización y a la lucha colectiva podemos avanzar en el reconocimiento de nuestros derechos”.
Una negativa con ecos en el presente
Las huelgas patagónicas de 1921 y 1922 fueron el marco de esta revuelta en la que los trabajadores hacían pedidos mínimos y esenciales. “Los estancieros nunca cumplieron, entonces los peones rurales volvieron a las huelgas y allí fue donde el ejército volvió a Santa Cruz y empezó a fusilar a los trabajadores rurales”, recuerda Leyes.
La historia que vino después es conocida gracias a la recuperación de historiadores casi medio siglo después de los hechos. Se pudo reconstruir que el pelotón llegó al cabaret “La Catalana”, de Paulina Rovira, quien había acordado que los soldados pasaran por su negocio, pero cinco de las trabajadoras sexuales se negaron a atenderlos. Rovira salió e informó al jefe del pelotón. La negativa de las mujeres no fue tomada con respeto por los militares e intentaron ingresar a la fuerza. Leyes cuenta: “Las chicas salieron con palos y escobas a echarlos, no se quedaron calladas ante tanta impunidad y tanto daño que generaron esos soldados a la sociedad”. El gesto de estas mujeres se destacó por no ser cómplices de la represión. El precio de su valentía fue alto: arrestos, detenciones en condiciones deplorables, abusos, torturas y la expulsión del pueblo. Solo una de ellas, Maud Foster, logró retornar.
En voz alta. Actividades y militancia en torno a la memoria histórica que no las ha reconocido por ser mujeres y tener un oficio marginado.
María Ailín Peirone
La visibilización de este acontecimiento por el trabajo de Osvaldo Bayer en la década de 1970 al desempolvar expedientes de las Huelgas Patagónicas, no solo reivindicó un episodio de resistencia y valentía, sino que también invita a reflexionar todavía sobre el presente. Para Behrens, este suceso es un antecedente de la lucha feminista en Argentina. Más específicamente de la consigna ‘No es no’ que puso en agenda la importancia del consentimiento: “Estas mujeres se pararon en frente de los soldados que habían fusilado a los peones rurales y les dijeron que no en la cara. Entonces, ese ‘no’ en 1922 es quizás uno de los primeros registros históricos que tiene Santa Cruz, si hablamos en clave de genealogía. El primer ‘No es no’ está ahí, en las Putas de San Julián”.
No es menor que se tratara de trabajadoras sexuales: “poner condiciones laborales todavía es una las principales luchas y ahí tenés un gesto de autonomía valiosísimo. Las mujeres dijeron que no”. La consecuencia, marca Behrens, fue violencia policial e institucional. Algo que también ocurre en el presente.
El caso de Las Putas de San Julián es fundamental para reflexionar sobre el trabajo sexual en la actualidad. “Cuando empecé a investigar, era abolicionista, pero al escuchar a las trabajadoras sexuales y leer otras perspectivas, cambié radicalmente mi mirada y empecé a entender que había otras formas de comprender esa relación que las mujeres tienen con la sexualidad y con el dinero también”, relata la investigadora. Leyes cuenta su propia experiencia: “Cuando dicen que ninguna mujer nace para ser puta, yo creo que eso lo dicen porque no saben. Nadie puede decirte qué hacer con tu cuerpo. Yo prefiero irme con un cliente que me pague y manejar mis tiempos. Mientras una sea mayor de edad y no esté obligada, no tiene nada de malo este trabajo”.
Ambas enfatizan la importancia de desafiar las representaciones hegemónicas en el cine, la fotografía y el periodismo que han contribuido a reforzar estereotipos sobre el trabajo sexual. Behrens critica las películas en las que la prostituta es siempre retratada como la mujer pobre que lucha por sobrevivir o que es “salvada por un hombre blanco y rico”, una imagen que perpetúa la marginación. Coinciden en que recuperar la memoria colectiva implica no solo rescatar documentos históricos, sino también generar nuevas narrativas que visibilicen la autonomía y la lucha de las trabajadoras sexuales, reconociendo su papel como sujetos políticos y agentes de cambio. Behrens añade: “Se debe mostrar el punto de vista de una trabajadora sexual”.
En el contexto actual donde la represión y el estigma continúan, Leyes comenta: “lo que hicieron las cinco compañeras de La Catalana fue inédito: en esa época, la mujer no se rebelaba contra el hombre, menos una puta. La mujer tenía que estar en la casa lavando, planchando, cocinando y cuidando a los críos o laburar en un cabaret, pero si laburaba en un cabaret no la veían como digna, pero aún así iban y requerían de sus servicios. Hoy pasa algo similar con estos gobiernos conservadores: usan nuestros servicios, pero se jactan de ser morales y decentes”.
En los últimos años el sindicato de trabajadoras sexuales impulsa homenajes. En la imagen, una actividad del centenario con Georgina Orellano.
María Ailín Peirone
Behrens explica que el marco legal vigente ha estado rodeado de controversias en todos los sentidos: “La Ley contra la Trata de Personas y Explotación Sexual, modificada en 2012, eliminó el consentimiento como factor determinante, lo que resultó en el cierre de espacios donde trabajaban mujeres por decisión propia. Esto ha generado que se persiga más a las trabajadoras sexuales que a los verdaderos tratantes. Falta una ley que regule sus condiciones laborales y derechos”. Leyes es contundente sobre su realidad como trabajadora sexual: “No tenemos derechos laborales en Santa Cruz. Desde que cerraron los cabarets, no tenemos protección” y agrega: “como somos pobres y de clase baja, no les interesa si mañana tenemos un pedazo de pan en la mesa”.
Para Leyes, la presencia de AMMAR en pueblos de tamaño pequeño como Puerto San Julián, es fundamental: “A mí me sirvió un montón. No sabía nada de organización ni de nuestros derechos. La historia de la Patagonia está ligada a las trabajadoras sexuales. Eran pueblos inhóspitos habitados por peones rurales, y trajeron prostitutas. Nuestra historia debe ser contada. AMMAR busca llegar a toda la región para mejorar las condiciones de trabajo y de vida de las compañeras”.
Las memorias colectivas: un campo de lucha sociopolítica
Las memorias colectivas son un territorio de pugna permanente. La reivindicación de las Putas de San Julián ha sido un proceso lento y complejo, de marchas y contramarchas. “Incluso hablar de la Patagonia Rebelde fue complicado. Imagínate de estas mujeres”, señala Behrens, y destaca cómo las historias de las trabajadoras sexuales han quedado mucho tiempo en los márgenes del relato histórico. Sin embargo, diversos espacios y habitantes locales han trabajado en su recuperación. La Mesa por las Huelgas Patagónicas en San Julián y la Comisión Organizadora por el Aniversario de las Putas de San Julián han sido fundamentales en esta tarea.
En 2022 lograron que la Cámara de Diputados de la provincia declare patrimonio histórico un circuito local con espacios y edificios icónicos de aquella época. Entre ellos, la tumba de Maud Foster en el cementerio y las edificaciones en las que funcionaron el cabaret “La Catalana” y la comisaría. Un hito para la memoria de estas mujeres y del pueblo.
Pero no se trata de un camino en línea recta. Diego De la Mata integró esa Mesa, creada en septiembre de 2020 por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia: “Con el cambio de gobierno provincial en 2024 fue desmantelada junto con la Secretaría y dejaron sin apoyo las iniciativas que buscaban preservar la memoria de las huelgas obreras”. Y agrega: “La Dirección Provincial de Patrimonio ya no existe, el Ministerio de la Igualdad desapareció y la coordinadora provincial de las Mesas de Huelgas fue desarticulada. Sin el impulso del gobierno provincial, es muy complejo poder seguir. Quedamos en manos de los vientos del sur, desguazaron todo ese trabajo que se había hecho”.
Denuncian que la comisión de Sitios y Monumentos que debía arreglar los edificios protegidos está desfinanciada.
María Ailín Peirone
Un ejemplo más de las dificultades para restituir la memoria de estos hechos es la falta de financiamiento estatal para la preservación de algunos de los edificios que fueron declarados patrimonio histórico. “Nos quedamos sin herramientas. La Comisión Nacional de Sitios y Monumentos que era la que iba a arreglar los edificios, hoy no tiene fondos y no creo que los vaya a tener. Esos edificios de la comisaría y La Catalana corren peligro”. “El edificio de la ex comisaría está prácticamente derruido. Un monumento nacional hecho pelota”, expresa con preocupación. “Nosotros también tuvimos que llamarnos a silencio, nosotros nos costó mucho en lo personal porque éramos cuatro o cinco personas peleando contra el establishment de San Julián y la Provincia (de diferente filiación partidaria) tampoco nos respaldó demasiado”.
Falta también articulación de la transmisión del patrimonio cultural y de estos hitos en la historia local, con el sistema educativo. “A pesar de que por Ley Provincial Nro. 3.322 sancionada en el año 2013 se estableció la incorporación en la currícula de la educación secundaria el libro ”Los Vengadores de la Patagonia Trágica“ de Osvaldo Bayer y la película ”La Patagonia Trágica“ de Héctor Olivera, nunca se concretó su aplicación” y en particular, se continúa omitiendo la transmisión de uno de los episodios históricos claves: la historia de Las Putas de San Julián.
La persistente lucha por la conmemoración del suceso de Las Putas de San Julián continúa desafiando el silencio impuesto. El silencio histórico y el nuevo que se erige en nombre de la “batalla cultural”. La valentía de aquellas cinco mujeres, que hace más de un siglo decidieron levantar su voz en medio de la represión, sigue siendo inspiración para quienes hoy continúan militando por el reconocimiento de sus derechos y la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
MA
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Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
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El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
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