De las revistas depredadoras a los congresos fantasma: la mala praxis se extiende por la ciencia

Tras las revistas depredadoras, los congresos fantasma. La Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce) alertó de la proliferación de eventos científicos con falsos reclamos, apelando a la participación de investigadores de prestigio que no han dado su consentimiento o no van a aparecer en la cita. O encuentros que se publicitan pero luego misteriosamente no se celebran. No son pocos los investigadores que cruzaron medio mundo para llegar a un congreso que no existe.
“Parece claro que uno de los principales motivos para la proliferación de estas prácticas es obtener beneficios a partir de las cuotas de participación por parte de los asistentes al evento”, explica Ramón Agüero, catedrático de la Universidad de Cantabria y miembro de la Sociedad Científica de Ingeniería Telemática (SCITEL), una de las 89 sociedades científicas que forman parte de la Confederación.
El periodista Leonid Scheneider describe en For Better Science las consecuencias de estas prácticas: “los organizadores de congresos se embolsan unos elevados honorarios [que abonan los asistentes], y los académicos, a cambio, se van de vacaciones a un lugar lujoso, pagado con fondos públicos, mientras rellenan sus currículos con falsos logros académicos y artículos de congresos falsos. Los que pierden son todos los demás: los contribuyentes que financian estas estafas y los científicos que optaron por ganarse honradamente sus publicaciones e invitaciones a congresos”, describe.
El informe del investigador James McCrostie Conferencias fantasma: un caso de canibalismo académico, explica que para ser considerado un congreso fantasma, el organizador de la conferencia debe cumplir tres criterios: “Celebra reuniones académicas de baja calidad con el objetivo principal de ganar dinero, no de apoyar la investigación; no existe una revisión por pares efectiva, ya que cualquiera puede comprar un espacio para hablar; el organizador emplea el engaño, siendo las formas más comunes las falsas afirmaciones de revisión por pares, la ocultación de la verdadera ubicación de la sede de la empresa y la ocultación de la naturaleza lucrativa de la empresa”.
Resultados con bajo esfuerzo
Agüero cree que “su crecimiento reciente puede deberse al hecho de que ofrecen una manera de conseguir 'resultados' con un bajo esfuerzo. Advertimos también que son especialmente susceptibles de ser engañadas aquellas personas que están en las etapas iniciales de su carrera científica, en la que tienen una mayor necesidad de presentar sus resultados a la comunidad, o de mejorar sus currículos”.
El informe Lucha contra las revistas y los congresos académicos depredadores, de InterAcademy Partnership (IAP, una red internacional de asociaciones científicas) y realizado en 2022, explica que el 4% de los 1.800 investigadores que fueron entrevistados (de más de 110 países), admitieron haber participado en alguno de estos eventos (mayoritariamente sin tener conocimiento de esta circunstancia). Y un 6% reconoce que tiene sospechas de que su nombre ha sido incluido en algún evento de este tipo.
Estos congresos fantasma son solo un ejemplo más de la mala praxis en la investigación, que se extiende por todo el mundo, según advierten los científicos y profesionales del sector. Aunque hay movimientos de fondo por todo el mundo que tratan de salirse de esa lógica, la carrera académico-investigadora se rige por el aforismo “publica o perece”, que alude de manera concreta a la necesidad de publicar estudios, pero de manera genérica a la exigencia de producir y producir.
En este contexto empezaron a llamar la atención en las últimas décadas las llamadas editoriales (o revistas) depredadoras, compañías que se dedican a la publicación masiva de artículos científicos, con menos filtros o exigencia de calidad. Estas compañías aprovechan esa exigencia de producción que sufren los científicos y el modelo más habitual de publicación en los últimos años, por el que los investigadores sufragan el coste que tiene incluir un paper en una revista, de varios miles de euros por artículo, para lucrarse con lo que se ha convertido en un negocio millonario.
Cuando como empresa editora cobras al peso por publicar artículos, explican los investigadores, el interés por publicar puede pasar de la calidad a la cantidad. Cuantos más papers sacas, más papers cobras. El resultado de todo este sistema es que cada vez se publica más investigación, pero los avances son menos rupturistas, según recogió la revista Nature en un estudio reciente.
Esta ansia por publicar alimenta las llamadas fábricas de artículos (paper mills, en inglés), otro de los elementos que ha surgido en los últimos años al calor de un sector en el que solo las seis principales editoriales del mundo facturan unos 2.500 millones de euros al año en 2023, según un estudio elaborado por varios investigadores del ScholCommLab, de la Universidad Simon Fraser de Vancouver. Estas fábricas de artículos ofrecen incluir la autoría de quien esté dispuesto a pagar un par de miles de euros en estudios ya escritos e incluso aceptados para ser publicados.
También hizo ruido en el sector la reciente publicación del estudio La invasión de los ladrones de revistas, de los documentalistas en la Universidad de Granada Alberto Martín Martín y Emilio Delgado López-Cózar, que ponía de manifiesto la aparición de empresas de origen desconocido que estaban comprando revistas de prestigio para luego, mediante estas prácticas depredadoras, hacer negocio con ellas (y arruinar su reputación por el camino, aunque probablemente esto fue un daño colateral inesperado, como sucedió con la revista española Cuadernos de Economía).
“Un problema más importante de lo que podría parecer”
La Cosce advierte de que, “a pesar de que pudiera parecer que la organización de este tipo de congresos predadores (”fake“) está exclusivamente centrada en ciertas áreas geográficas (países con menor tradición científica, por ejemplo), el problema es más importante de lo que podría parecer”. Alude la confederación de asociaciones, sin nombrarlos, a países asiáticos, de donde provienen habitualmente esas compañías depredadoras o están radicadas las fábricas de artículos. “Recientemente, hemos empezado a ver situaciones relacionadas y poco deseables también en nuestro país”, continúa la Cosce. “Nos han llegado testimonios de personas con una reputación notable que aparecen como plenarios en las páginas web de los congresos, sin que hubieran aceptado la invitación”.
Parte del problema con los congresos fantasma, según admiten tanto la Cosce como el estudio de la Interacademy Partnership, es que apenas hay información sobre ellos porque no se han estudiado apenas. Pero se reconoce el problema de su existencia y la dimensión del fenómeno.
El informe de McCrostie asegura que en menos de 20 años, los que han pasado desde que salieron a la luz, “las conferencias fantasma superan ya en número a los congresos legítimos celebrados por las sociedades académicas”.
Senthil Gopinath, CEO de la Asociación Internacional de Congresos y Convenciones (ICCA, en sus siglas en inglés), está de acuerdo. Este experto explicó a la revista Convene que “es un fenómeno global que hoy repercute negativamente en casi todas las disciplinas científicas. Estas reuniones son un peligro real para la reputación que tanto ha costado ganar a nuestra industria”, sostiene. Y advierte contra un fenómeno que, como decía la Cosce, es global: “Se promueven en todo el mundo decenas de miles de congresos de pésima calidad y a veces fraudulentos, lo que supone un desafío a escala industrial para las asociaciones de buena fe y su educación de calidad”.
Los expertos admiten que en ocasiones la línea que separa una conferencia fantasma de una legítima aunque pueda ser de baja calidad es fina. El informe de la IAP lista algunos de los elementos que deberían hacer levantar las cejas a los investigadores interesados en acudir a un congreso: no realizar una revisión por pares rigurosa; plazos de entrega muy cortos y un alto índice de aceptación de resúmenes y documentos; incluir los nombres de investigadores reconocidos en los programas, en los materiales de promoción o en los consejos asesores (a menudo sin su consentimiento y con dificultades para comprobarlo); o celebrar muchas conferencias en diferentes campos al mismo tiempo y/o en diferentes ciudades a lo largo del año son algunos de ellos.
Las soluciones, cuentan los expertos, están en la misma comunidad científica. La iniciativa “piensa, comprueba, acude” propone ese triple principio como guía. McCrostie admite en su estudio que “no hay respuesta mágica” y alude a la necesidad de formarse y difundir los eventos sospechosos que se localicen. La IAP propone diferentes medidas concretas, entre ellas desarrollar un mecanismo de gobernanza que certifique la calidad de un congreso académico, castigar a los reincidentes en malas prácticas negando promociones o financiación o que las instituciones (universidades, academias o sociedades) formen a sus empleados en la cuestión.
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