Fútbol femenino: cuando la pelota se vuelve política y feminista
El sol se oculta entre las altas fachadas de colores de las casas que forman el entramado del Barrio Carlos Múgica, también conocido como Villa 31. Es la hora en que la gente llega a sus hogares después de la jornada laboral. La pelota anda por los aires y de a ratos pega contra el alambrado de la cancha. El griterío de los chicos se suma a los caños de escape de las motos que van y vienen. Unos pibes con chalecos amarillos se mueven vertiginosos, dan indicaciones a los autos que llegan e intentan estacionar, con el objetivo que no obstaculicen el set de filmación que está desplegado en las calles cercanas a donde hoy está el Ministerio de Educación de la Ciudad. “Todo esto genera laburo para los pibes”, explica Mónica Santino a elDiarioAR.
Santino es jugadora de fútbol y directora técnica. Tiene el pelo blanco, al estilo mago Gandalf de El Señor de los anillos. Su cara revela el surco de muchas batallas y su mirada la sabiduría que delatan sus más de cincuenta calendarios. En el barrio es una referente. Se ganó el respeto por su labor con el fútbol y por su perseverancia en esas calles. Habla pausado y cuenta la historia de la cancha – a la que todos conocen como “De Güemes” dentro de la 31 – en donde empezó a funcionar La Nuestra Fútbol Femenino, proyecto en el que trabaja hace más de 15 años. “Esta cancha existe desde el año ’78, es la más antigua del barrio. Supimos que a fines de los setenta jugaban mujeres acá”, cuenta.
Su llegada a la Villa 31 fue en 2007 por intermedio de Alison Lasser, una estudiante estadounidense con beca para realizar su tesis en Argentina, a quien conoció por un proyecto de fútbol en barrios populares. Lasser había conformado un grupo de 15 mujeres con las que jugaba a la pelota dentro de la 31 y Santino en ese momento hacía lo propio desde la Dirección de Género y Diversidad en la Municipalidad de Vicente López. Su trabajo despertó tal interés, que cuando llegó el momento de volverse a Estados Unidos, para que las chicas no se quedaran sin el espacio, se le ocurrió decirle a Santino que continue con su legado.
Sin demasiadas dudas aceptó la propuesta y se embarcó. Al principio tuvieron algunos encontronazos con los pibes que estaban en la cancha todos los días – “alguna de las chicas salió lastimada” - hasta que lograron quedarse con el lugar. “La cuestión era estar, venir igual con lluvia, viento, frio o sol. Si éramos 4, jugábamos dos contra dos, pero estábamos. No se puede jugar, tomamos mate. Es algo que dicen los curas villeros, cuando hablan de la pedagogía de la presencia y creo que eso en un barrio es fundamental”, dice.
No se puede jugar, tomamos mate. Es algo que dicen los curas villeros, cuando hablan de la pedagogía de la presencia y creo que eso en un barrio es fundamental
En 2009 la cancha se llenó de mujeres de todas las edades que querían jugar, luego llegaron entrenadoras y el proyecto empezó a agrandarse. Sin poner ningún tipo de publicidad ni hacer convocatoria, cuando todavía las redes sociales eran un lugar desconocido, lo que atrajo fue el boca a boca que resonaba en los pasillos del barrio. Hoy La Nuestra tiene su espacio propio para diagramar los entrenamientos, en donde pueden hacer reuniones, guardar pelotas, conos y pecheras. Ocupa 4 cuatro canchas y recibe cerca de 200 pibas.
Me paro en la cancha como en la vida
“No es que vine acá con la claridad del futbol feminista. Fue creciendo todo: el grupo de pibas, de profes y lo que nosotras decíamos. Es un aprendizaje absolutamente territorial, con saberes de villeros. Nosotras hablamos del cuerpo, de empoderarnos a través del futbol, de luchar contra la violencia de género a través del futbol, de un cuerpo que se descoloniza, de un cuerpo que fue pensado únicamente en función de la maternidad de las tareas de cuidado y de qué significa eso en una cancha”, dice.
Y agrega que trabajan sobre cuatro ejes: “Cuerpo, territorio, lenguaje y vinculo. Desde ahí es que hablamos a la hora de encarar la violencia de género cotidiana. No digo que la voy a erradicar o que vamos a terminar con la pobreza, pero sí damos herramientas para enfrentar todo eso y para volver a sentir orgullo de quien sos y de tu barrio”.
El fútbol y los clubes de barrio tienen un rol social que muchas veces se ha intentado soslayar. El deporte como juego, pero también como herramienta para establecer lazos y organizar el destino de vidas que transitaron lejos de la oportunidad de elegir y que a través de la pelota encontraron la válvula de escape a ciertos conflictos. “Me paro en la cancha como en la vida”, es el eslogan que luce la ropa de entrenamiento de La Nuestra. La frase salió de una chica de 15 años que empezó a entrenar ahí.
“Los clubes hacen un trabajo muy importante. Visito clubes cotidianamente en donde no solamente se genera esto de cómo podemos hacer para tener indumentaria y equipamiento, también se ve la contención hacia los pibes para que tengan acceso a la educación, acceso a la salud. Conozco una infinidad de clubes que le piden a los chicos que rindan cuentas de la responsabilidad que tienen en la escuela y se hace un seguimiento de las trayectorias educativas, tanto sea durante el trimestre o de materias aprobadas, y se busca colaborar con las asignaturas donde estén más flojos”, aporta Agustina Donnet desde Santa Fe, actual diputada provincial– la más joven en ese cargo – que junto a Rubén Giustiniani conforman el Bloque Igualdad.
Donnet, además, es conductora de Jugadas, un programa de televisión que se encarga de visibilizar el deporte femenino santafecino. Por su pantalla pasaron distintas deportistas de elite (la tenista Nadia Podoroska o Vanina Correa, arquera y capitana de la Selección Argentina), pero también muchas jóvenes que dan sus primeros pasos en su club de barrio. “Tenemos el enorme desafío y responsabilidad de ser el primer programa de deporte femenino de la provincia de Santa Fe. No hay otro programa en la televisión que haga lo que hacemos nosotras. Eso nos permite estar en todos los lugares: en el canal de ”Somos Rosario“, en el canal de la provincia, con lo que eso significa, salimos en Flow para todo el país, estamos en YouTube, estamos en las redes sociales. Generamos un programa que lo pensamos además para que trascienda a la televisión en su formato tradicional y que sea un espacio multiplataforma”, dice.
En lo que respecta a su trabajo, tanto en el programa como en su cargo político, habla sobre su interés por el ámbito deportivo y la función determinante que puede tener para seguir pensando en cambios culturales y en la construcción de mayores políticas inclusivas. “El fútbol es por definición la estrategia, la clave para poder llegar con más igualdad a todos los barrios y por medio de los clubes de barrio, que hoy son más importantes que nunca”, explica.
Y luego cuenta: “La semana pasada estuvimos en el barrio 7 de septiembre, un lugar de Rosario muy heavy, en el cual pasan muchísimas cosas: violencia, inseguridad, narcotráfico, pobreza, problemas de residuos. Y una piba nos dijo que el programa la había inspirado para levantar el polideportivo y recuperar el club. Son pibas que tienen 13 años”, cuenta.
El fútbol como derecho humano
Santino al mirar hacia atrás y ver todos los años que pasaron desde que llegó a la Villa 31 para volcarse hacia un trabajo de integración a través del fútbol, hace un balance en el que se destacan palabras como “empoderamiento” y “colectivo”. “Nosotras encontramos en esto de poner la pelota bajo la suela y levantar la cabeza, una recuperación de la dignidad. Sentir que tu palabra vale y poder empezar a resolver los conflictos poniendo en palabras y no agarrándonos a los golpes. Todo eso fue un aprendizaje desde el principio”, explica con cierto tono pedagógico.
Y agrega: “Para mi ese espacio sirvió un montón para ir creando esto que llamamos espacio casi de familia. No solucionamos el consumo de raíz, pero eso es algo que nos parece muy importante. Los curas dicen capilla por la religión, pero me parece que sin ser religiosa, los lugares donde tendes a crear vínculos, a abrazar a la gente y a escucharla, hace que esos niveles de problemática bajen”.
El club Lamadrid era un descampado. Empezaron a ir 10 madres a jugar al futbol con sus hijas. Hoy son 250. Es una canchita que ellas le ganaron a los narcos. Empezaron a ir a jugar y un día los tipos dijeron bueno, nosotros nos vamos”.
Donnet, acuerda en la importancia del fútbol para rescatar valores que parecían olvidados en el fondo de un mundo al que diagnostica como el “sálvese quien pueda” y cuenta la experiencia en un club que visitó en Rosario: “Con Giustiniani estuvimos en el club Lamadrid. En sus inicios era un descampado. Pero empezaron a ir 10 madres a jugar al futbol con sus hijas. Las niñas también comenzaron a jugar y a partir de ahí, el equipo de mujeres y el de niñas se plantearon la posibilidad de armar un club. Hoy son 250 más o menos, entre niñas y niños, que entrenan y practican un deporte ahí. Es una canchita que ellas le ganaron a los narcos. Empezaron a ir a jugar y un día los tipos dijeron bueno, nosotros nos vamos”.
‘Che, muchachos todo bien, no queremos tener problema con ustedes, pero acá venimos con niños, niñas y adolescentes. Les pedimos que por favor cuando estamos acá practicando, no realicen esta actividad. No es bueno para los pibes y las pibas del barrio. que vean esta situación, la presencien y la vivencien’, recuerda parte del dialogo que mantuvieron las referentes del club y sostiene que “El respeto se genera si vos estas en la calle”.
Sueño(s) redondo(s)
Tanto Santino como Donnet, reconocen en el fútbol sus historias de vida y la de otras muchas personas. En el vinculo con la pelota parecen tejer una red de emociones que conecta con su pasado y un presente en constante movimiento, donde lo que se pretende es sumar más voces que puedan experimentar el juego, ese que caprichosamente se ha querido apoderar un sector con más dinero que sueños. “(El fútbol) es la vida, es el aire que respiro, el futbol me da ese impulso de vida. Empecé a ir a una cancha desde muy chiquita con mi abuelo y mi viejo. Para mi esa reunión familiar alrededor de la pelota era felicidad y después abrir la puerta y salir a jugar en mi casa, en mi barrio. El futbol es una forma de libertad”, dice Santino, antes de despedirse para ir a inflar las pelotas y empezar el entrenamiento.
“El fútbol es pensar mi historia de vida. De dónde vengo y a donde quiero ir: hacia la construcción de más igualdad para todos y todas”, concluye Donnet.
GG/MG
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