Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
Carolina Taffoni, la mirada ácida viene de Rosario

“Thank you for the music. Bueno, hasta aquí llegó el blog… En este último tiempo se amontonaron muchos bosquejos de posteos en cuadernos, papeles sueltos y archivos de word. Ninguno pudo ser completado. Tampoco me gustaron los textos que se publicaron recientemente. Están escritos a las apuradas, y no me gusta escribir de esa manera. Quería agradecer a la gente que se tomó la molestia de leer y de participar en estos cuatro años. Realmente fue una gran experiencia.”
Con fecha de 4 de enero de 2008, estas son las palabras que leyeron lectoras y lectores como apertura del cierre del blog Contra las Cuerdas. Su hacedora, la periodista Carolina Taffoni (San Lorenzo, Santa Fe, 1971; o como ella remarca: “nací el año de Hunky Dory y Sticky Fingers”) lo había arrancado en 2003 y CLC era parte de un ecosistema que nucleaba a otros blogs con fundamento y mucha carne en el asador como Lunes Felices (de Marcos Zurita) y Mal Elemento (con Hernán Ferreirós, Alejandro Lingenti, Pablo Strozza).
“Contra las Cuerdas fue una bitácora que disparaba y mordía, que contagiaba una fiebre pasional mientras las oraciones se desenvolvían solas en sorpresas inesperadas para el lector y, tal vez, hasta su propia autora”, ha dicho el periodista Lucas Canalda ocho años atrás cuando revisitó el fenómeno Taffoni. Más acá en el tiempo, el periodista y escritor Juan Manuel Strasburguer señala: “A mí siempre me gustó mucho su blog. Su pulsión de escritura se combina muy bien con su pasión por la crítica musical. Taffoni tiene un estilo de escritura confesional, biográfica, pero a la vez logra decir cosas analíticas, algo que no es tan común en el periodismo de rock en Argentina. Eso tiene un valor importante: alcanza niveles de narrativa literaria con ese enfoque. Además, ella tiene una visión de la vida por un lado apasionada y por otro por otro lado un poco pesimista, pero combina las dos: es un pesimismo apasionado”.
En tanto, mientras su blog escalaba tanto en elogios como en una mirada ácida sobre las condiciones de producción del periodismo musical, Taffoni escribía en el diario rosarino La Capital –donde se retiró hace muy poco luego de veinticinco años siendo parte de su redacción– y colaboraba en la revista Rolling Stone. Pasaron casi veinte años y el periodismo musical se revolcó mil veces como la persona que encara la ola en el mar. De acá para allá, ella buscó el modo de incorporarse y encontrar el horizonte. Ahora escribe esporádicamente para el newsletter Gold Soundz.
Taffoni continúa viviendo en Rosario y vía un zoom decodificamos los códigos maestros de una estirpe que no sabe de finales: los pugilistas de la belleza rockera, los herederos de una causa que nació perdida. El bisturí afilado, la mirada lacónica y certera. Es más, en medio de nuestra conversación dejará frases como: “No sé si el periodismo existe ahora, si es una profesión o es un hobby. Ya no sé bien qué es”.
- ¿Por qué dejaste de escuchar música asiduamente, si la música era el centro de tu vida? Tomo una pregunta que te hacés en un texto que firmaste recientemente.
- En el texto ensayo la búsqueda de las causas de por qué pudo haber pasado esto. ¿Por qué no escucho de la misma forma que antes? El primer punto es neurálgico: en los últimos veinte años yo relacionaba siempre la música con mi trabajo. Y entonces, como el trabajo se había vuelto algo muy poco placentero, yo asociaba la música –el hecho de escuchar música, el hecho de los discos, el hecho de los recitales, todos esos productos culturales–al trabajo y al displacer continuo del trabajo.
Siento mucha distancia entre esa forma de hacer música –la de un disco de David Bowie, de los Stones o de los Beatles, que pueden ser de los 60 o 70– y este presente. Eso causa como una especie de angustia, ¿no? Es difícil de explicar… Además, si bien por eso dejé de escuchar asiduamente esos discos que antes escuchaba continuamente, la verdad es que me los sé de memoria. Después me angustia que yo no siento ninguna conexión con lo que ahora es mainstream –a pesar de todos los esfuerzos que hice–, y si hablás de la palabra esfuerzo es porque está todo mal. Esa música no me conmueve, me aburre. Con ciertos músicos de la actualidad realmente me duermo, lo único que me producen es un profundo aburrimiento y después del aburrimiento me empiezan a irritar. Mi generación siempre vivió el rock y el pop como un presente constante. Claro que nos tocó rebobinar y escuchar en los años 80 toda la gloriosa herencia de los 50, 60 y 70. Pero en los 80, el rock y el pop eran mainstream y en los 90 ni hablar. Para mí, los primeros diez años de este siglo corresponden a una especie de resaca de los años 90, de sus distintas escenas, que eran tantas y tan variadas. Eso dejó toda una estela de un montón de música maravillosa.
- Ahora es natural que haya voces femeninas en el periodismo musical, pero en tus comienzos eras una rara avis. Pasaron casi veinte años de la última entrada de tu blog Contra las Cuerdas. ¿Qué te llevó a escribirlo?
- El blog se llamaba Contra las Cuerdas porque ese era el título de una columna que yo tenía en el diario La Capital. Pero a la columna la censuraron: molestaba. El blog nació por la insistencia de un amigo, Franco Ingrassia, uno de los fundadores del sello Planeta X. Él me decía: “Vos tenés que tener un blog”. Primero, yo ni sabía qué era un blog, pero él me explicó, me mostró los blogs que había en ese momento y me gustaron. Sin embargo, yo me planteaba algo: “Si estoy todo el día encerrada en el diario escribiendo, ni en pedo llego a casa y sigo escribiendo. No quiero ni ver la computadora”. Pero como él es muy obstinado, lo creó igual. Me dijo: “Bueno, sugerí un título”. Le dije: “Ponéle Contra las cuerdas, como era la columna del diario”. El blog quedó armado, flotando en internet. Unas semanas más tarde fui a cubrir un recital de Babasónicos que se hacía acá en Rosario, era un lugar pequeño. Si bien hice la reseña para el diario, me habían quedado cosas para decir; o sea, las cosas que me habían quedado para decir escapaban de la reseña tradicional que se hace para un medio. Ahí me acordé que estaba el blog y escribí el primer posteo a partir de algunas cosas sueltas; unos diálogos que yo había escuchado del público; es decir, pavadas. Yo no tenía ninguna intención de escribir una vez por semana o de escribir una vez por mes; ni de hacerlo crecer ni nada.
- Me llama la atención que en varias entrevistas recalcases que no sabías que te estaban leyendo.
- Es que jamás pensé que el blog iba a llegar gente que estuviese en otro lugar que no fuese Rosario; es decir, yo no tenía mucha dimensión de lo que pasaba con internet. Sucedió que lo empezó a leer gente del círculo de Planeta X y después ocurrieron otras cosas que no cabían en mi trabajo en el diario, entonces empecé a escribirlas y eso generó un rebote que nunca pensé que iba a tener. Luego se dio de comunicarme con gente de otros de otros blogs. Pienso que eso sucedió porque una sentía una enorme libertad para escribir. Esa falta de conciencia de que había gente leyéndote daba la posibilidad de escribir como una especie de diario íntimo. Ese fue el mayor encanto de los blogs. No tenía que escribir en un formato determinado ni en tantos caracteres como una nota convencional; o que el editor te podía decir algo, o romperte las pelotas por tal crítica. Eso era lo mejor.
- Además, escribías con el seudónimo de un hombre (Hunter). Esto generó ciertos equívocos. Como que pasaron cosas.
- Eso era muy muy loco. En principio, era un homenaje a Hunter Thompson, uno de mis periodistas preferidos. Aunque me puse un seudónimo porque no quería tener problemas con el diario. Ese fue el motivo. Es que a veces hablaba de cosas que pasaban en la redacción o que ocurrían tras bambalinas en las entrevistas que yo hacía en el diario. En ese sentido, La Capital era terriblemente controlador de todo, hasta lo que escribíamos en redes sociales. Hasta al día de hoy sigo teniendo un seudónimo pese a no trabajar más en el diario. Por ejemplo, en X sigo teniendo un seudónimo porque nunca me animé a poner mi nombre, sigo teniendo esa persecuta. Es algo que tendría que cambiar, dar la cara: no hay ningún motivo para que no ponga mi nombre. (Risas) Y sí, había mucha confusión. Siempre me trataban como como un hombre, me decían: “Che, chabón, que qué bueno ese posteo”. “Hey, chabón, vos sos sordo, no entendés nada.” (Risas) Incluso cuando yo escribía en primera persona y con pronombres femeninos, me respondían como si escribiese un hombre: era muy gracioso. Y en X me pasó lo mismo durante muchos años.
- Creciste leyendo la revista Rolling Stone importada, subyugada por el influjo de periodistas como Tom Wolfe y Hunter S. Thompson. Combinas como pocas voces en esta profesión lo biográfico con lo analítico de la crítica musical. ¿De dónde viene eso? ¿Se debe a esas lecturas primeras?
- Me han preguntado eso varias veces y la verdad es que no lo sé. Es cierto que estos tipos escribían mucho en primera persona y que son los periodistas que más he leído; aunque también he leído a muchos otros periodistas históricos en la revista Rolling Stone, que también utilizaban la primera persona, pero en el momento en que me largué a escribir en el blog no pensé en eso. En verdad, yo tenía como una necesidad de contar cosas personales y me lo tomé como una suerte de diario en donde una iba volcando recuerdos y cosas íntimas; pero recién tomé conciencia mucho después cuando los otros me decían que era un formato que les resultaba original o que les resultaba entretenido de leer. Ahora bien, en ese instante yo no me di cuenta de eso; con el tiempo obviamente que sí. A mí se me pegó algo de su estilo de escribir pero sobre todo su manera de mirar el mundo.
- Una mirada ácida, corrosiva.
- Claro, una mirada un poco ácida, desencantada. Aunque eso también viene de la música que escucho. Porque la música es la mayor inspiración de los posteos de cualquier texto que yo pudiera haber escrito. Primero está la música. Algo que está íntimamente relacionado con lo que me provoca esa música sobre lo que estoy escribiendo; lo que me provoca ese músico, su biografía, su historia, sus letras, su forma de componer, su forma de hablar en las entrevistas. Es decir, esa es la mayor inspiración. Y esa mirada ácida también tiene que ver con la música que me formó durante la adolescencia, sobre todo los Rolling Stones de los años 60. Cuando escuchás mil veces “Satisfaction”, “Paint It Black” o “Mother’s Little Helper”, quedás enculado de por vida (Risas). Ya no hay vuelta atrás. Todo esto yo lo absorbí desde adolescente y me fascinó; siempre encontré ahí un punto de conexión muy fuerte. Después eso se reforzó con las distintas lecturas.
- Esa adolescente que en los años 80 vivía en San Lorenzo –una ciudad que se encuentra a 23 kms de Rosario–, ¿vislumbraba que el día de mañana estaría ejerciendo el periodismo musical?
- Tenía el deseo pero lo veía como algo súper lejano. Yo leía la revista Rock and Pop y decía: “A mí me gustaría hacer esto”; sobre todo en la última etapa de la revista cuando empezaron a aparecer (Norberto) Cambiasso, (Pablo) Schanton, Daniel H. Renne; toda una serie de personas que me encantaban cómo escribían y que después las perdí de vista porque al poco tiempo la revista cerró. Recuerdo como si fuera ayer que llamé por teléfono a la Rock and Pop –no sé si fui la única loca que llamó– preguntando por qué no salía más. Me quería matar. No es como ahora que con internet ubicás a cualquiera. Yo me preguntaba: “¿Y a estos tipos dónde los encuentro? ¿Dónde los leo”. Claro, algunos se pasaron a los diarios. Pero yo solo leía revistas. Los vuelvo a encontrar de pura casualidad cuando voy a Buenos Aires y en la vidriera de una disquería tenían dos revistas: la Revólver y Esculpiendo Milagros. “¿Y esto qué es?” Las empecé a ojear y en una estaba (Norberto) Cambiasso y en la otra (Pablo) Schanton. Entonces, cuando iba a Buenos Aires compraba esas revistas y las leía como si fueran la Biblia. (Risas) Y esa también fue una gran influencia.
- Una gran escuela.
- Sí, una gran escuela. Pienso que la gente que escribió acá en la Argentina en los blogs, tienen una enorme influencia de la Revólver, de la Esculpiendo Milagros, de la Ruido –que salieron creo solo dos números–, de toda la gente que escribió en esas revistas.
- ¿Por qué cerraste el blog?
- Cierro el blog porque estaba agotada físicamente. Me consumía mucho tiempo su elaboración. Es decir, yo no lo escribía tipo un rato a la noche, quince minutos y ya está. No, lo iba escribiendo por partes. Pero llegó un momento en que me cansé físicamente, tenía la espalda rota… Me pasaba un montón de horas en el diario y después los fines de semana estaba encerrada en casa escribiendo. Llegó un momento en que me agotó. Y pese a que lo cerré pensando en algún momento abrir otro, eso finalmente no ocurrió.
- Me sumo al clamor popular. ¿Por qué no querés que Contra las Cuerdas sea un libro?
- No sé. Yo envidio mucho a la gente que se enamora del proceso de sacar libros. Me lo propusieron algunas veces, incluso empecé a hacer como una selección de textos… Pero cuando los reviso, quiero cambiar la mitad de las cosas; es que la edición de todo esto ya me resulta tedioso. Después está el hecho de que sacar un libro no es un asunto pendiente. Ahora que dejé de trabajar en un diario –eso te quema mucho la cabeza, porque es un trabajo a presión y a velocidad–, entonces ahora que estoy haciendo como una especie de desintoxicación de esa vorágine, a lo mejor pueda pensar en algo más tranqui de hacer, algo que tiene otros tiempos, por ejemplo, editar un libro. No me considero escritora, me considero periodista. A mí me entusiasma más ver un texto que aparece en un diario o en una revista que en un libro. Es decir, para mí lo más sigue siendo una nota. En este momento tan complejo del periodismo, y ni hablar de la crítica, creo que a veces es más complejo sacar una nota, editar una nota, que editar un libro.
- A la hora de definirte, esquivás catalogarte como “escritora”. Reivindicas la periodista que hay en vos. ¿Qué cosas te interesan del periodismo actual?
- El periodismo como profesión está en vías de extinción. La precarización de la profesión es tremenda, y más si hablamos del llamado periodismo cultural y de espectáculos, porque son asuntos periféricos en el flujo de la información, sobre todo para los grandes medios. Como se suele decir en las redacciones, “no son temas monetizables”. Las causas de esta debacle son muchas y habría que dejarlo para otra nota… La profesión muere tristemente pero quedan algunos periodistas, gente con talento y vocación que resiste en medio de la crisis económica y hace malabares para sobrevivir. El tema es que no sé hasta cuándo. Cada vez hay más periodistas abandonando el barco, que tienen que cambiar de rubro. Con respecto a la crítica, qué decir... La crítica musical ya no existe ni en el Primer Mundo, imaginate acá en el cuarto. Las reseñas son pura descripción y complacencia. Los medios no quieren quedar mal con nadie, y menos con los músicos, que se ofenden por cualquier pavadita que se diga de ellos. Por eso hace poco llamó tanto la atención la reseña negativa que se publicó en Rolling Stone sobre el último disco de Duki. Esa crítica se viralizó porque una reseña negativa es una rareza absoluta.
- Una de las claves de tu escritura está en poner patas para arriba la corrección política. ¿Cómo fuiste llegando a ese manojo de despojo y humor?
- Cuando te metes con ciertos popes el rock argentino, eso después te gana ciertos odios. Cuando te metes con un Charly García, un Fito Páez, eso te provoca un dolor de cabeza tras otro. Es algo que se hace de vez en cuando, no se puede hacer todo los días. Ese es el diferencial con los blogs, donde era posible hacerlo y por eso también en su momento fueron tan leídos, ¿no? Porque terminaban un poco con el discurso más acartonado y comprometido de los medios masivos. Eso los hacía muy atractivos. A ver… Algunos periodistas les sale decir naturalmente que todos los discos de Charly García son buenísimos y qué buena toda la discografía de (Luis Alberto) Spinetta. No sé, algunos a lo mejor en ese aspecto son honestos y les entusiasma. A mí eso no me pasaba y lo decía. Lo que pasa es que después tenés que pagar el costo; es decir, en un medio los costos son altos.
- En ese punto, ¿te tentó alguna vez mudarte a Buenos Aires?
- No, nunca me lo pregunté. Hay una cosa que yo siempre digo: las ciudades donde uno tiene que trabajar para ganarse la vida y pagar los impuestos tarde o temprano se vuelven un infierno. (Risas) Como a mí me gusta tanto Buenos Aires, de alguna manera yo quise conservar a Buenos Aires como una especie de refugio y no al lugar donde tenía que vivir. Porque aparte hay otra cosa. Por las generales de la ley, cuando hay crisis en las profesiones, todos terminamos en la misma bolsa desgraciadamente: los buenos, los malos, los lindos y los feos. Y al final, las dificultades que yo enfrentaba en un medio acá en Rosario, no eran muy distintas de las dificultades que enfrentan o enfrentaron los últimos años mis colegas en Buenos Aires. Entonces, cuando yo me doy cuenta de eso, digo: “Bueno, no sé si hubiese valido tanto la pena”. Seguramente hubiera tenido más contactos profesionales y en la actualidad estaría trabajando. Pero no creo que hubiese hecho la gran diferencia.
- ¿Vos pensás que en un sentido te benefició Rosario para tu escritura; la escritura como una forma de mirar el mundo?
- No sé, nunca lo pensé. Yo soy una especie de forastera acá en Rosario. En la tradición musical, Rosario es una ciudad muy cancionera, mientras que yo vengo de una ciudad industrial en donde en los años 80 se escuchaba mucho blues, mucho rock and roll. Vengo más de ahí. Con Rosario tengo algunos vínculos de familia, vínculos del club del que soy hincha, pero no tengo vínculos musicales. Por supuesto, me gustan algunos músicos rosarinos, pero no son tan distintivos de la ciudad como la Trova o Fito Páez, que es lo que siempre se vendió para el afuera. Me gusta mucho Coki Debernardi, el ex líder de Punto G, y también Juani Favre y Pablo Jubany. Y más acá en el tiempo te podría nombrar a Barbeye y Pablo Comas. Respeto profundamente también a Litto Nebbia, que trasciende lo musical y es un modelo de laburo independiente y constante a través de los años.
- Sos de esa generación que se enojaba por un disco, por la opinión de un músico. Sentenciábamos como si se nos fuese la vida. ¿Cómo leés ese aspecto en estos días? ¿Mejoramos como especie?
- (Risas) Yo tengo sangre italiana, así que para mí enojarme es como respirar, ¡es una cuestión vital! (Risas). En ese sentido no mejoré como especie (Risas). Uno con los años tiende a relajar un poco y a reírse de cosas que antes le parecían graves. De todas maneras, a veces leo declaraciones y pego un grito: “¡Pero mirá lo que dice este pelotudo!” Y capaz que quedo todo el día manija con eso. El tema es que hace años el rock se transformó en un ambiente muy chiquito, ya no despierta semejantes pasiones. ¿Por qué disco te vas a pelear ahora? ¿Por cuántas declaraciones te podés indignar? Así que cuando me enojo me parece bien, es señal de que estoy viva, de que todavía me importa.
- En 2007, en el obituario del creador del sello Factory y la discoteca The Hacienda te preguntabas: “¿Cuántos Tony Wilson necesitamos ahora, o estamos necesitando desde hace años?” ¿Sigue pendiente esa pregunta? ¿Dónde fue a parar esa necesidad?
- Siempre se van necesitar tipos que “hagan que las cosas sucedan”, como recuerdo que escribí en ese obituario. Y ya que hablábamos de periodismo, estaría bueno recordar que Tony Wilson era periodista. Y que los periodistas son fundamentales en el armado y la difusión de escenas culturales, sobre todo las más under. Es un laburo que se hace a pulmón, y por lo tanto se necesita mucha convicción. El último caso que recuerdo en ese sentido es el de Juan Manuel Strassburger y Nicolás Lantos, los periodistas que armaron el Festipulenta. Son casos aislados, pero afortunadamente existen.
Nuestro próximo invitado será Lalo Mir.
Sobre este blog
Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
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