Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
Yumber Vera Rojas, el extranjero

Palabra calificada para hablar de música y actualidad en un sentido tan amplio como puntual, eso implica convocar a este hilo a Yumber Vera Rojas (Caracas, 1974). En la Argentina desde 2002, el venezolano Vera Rojas ha logrado encontrar su lugar en el vasto como minúsculo mundo del entretenimiento vernáculo haciendo las veces de periodista y curador de distintos ciclos musicales. Aquí y ahora, a sus colaboraciones semanales en Página/12 le suma su trabajo en Niceto Club, donde es uno de los programadores de los conciertos que se llevan a cabo en la sala de Palermo.
En Venezuela, Vera Rojas fue vicepresidente de la Fundación Nuevas Bandas, una institución estatal que sigue promoviendo a las flamantes generaciones de artistas de pop y rock locales. Ha sido editor de la revista hispanoargentina Zona de Obras, para cuya editorial ha firmado Verborrea: Conversaciones con Bersuit Vergarabat (Zona de Obras / Musimundo, 2007) y coordinó el Diccionario de Heavy Metal Latino (Zona de Obras / Fundación Autor, 2006) y el Diccionario de Punk y Hardcore (España y Latinoamérica) (Zona de Obras / Fundación Autor, 2012).
En Argentina desde 2002, Vera Rojas se distingue por su búsqueda incesante de lo nuevo, por su infatigable tracción de modernidad y desprejuicio. Creador de ciclos como IndieFuertes, es el inventor del mote “manso indie”, escena que catapultó a grupos mendocinos como Mi Amigo Invencible, Usted Señálemelo, Perras on the Beach y Las Cosas que Pasan. A lo largo de nuestra conversación virtual iremos ahondando en esta pulsión de Vera Rojas por las nuevas tendencias. Lenin decía que “el cambio siempre viene de afuera”. Si lo sabrá esta Buenos Aires sedienta de noche y transformaciones.
- (Dejé Arquitectura para) estudiar Comunicación Social después de leer en un periódico de la prensa mainstream venezolana un artículo mal hecho sobre una banda que a mí me gustaba mucho. No era la primera vez que ninguneaban a ese tipo de artistas, que de paso eran los que en aquel momento marcaban tendencia, y sentí que tenía que hacerme cargo. En ese momento se da el auge de la movida gótica latinoamericana y especialmente del rock mexicano. La nota era en torno a Caifanes, con ese primer disco producido por el argentino Óscar López; era escuchar el Popol Vuh hecho por The Cure. A mí el álbum me voló la cabeza. Pero ese artículo me hizo pensar: “Esto es lo que quiero, quiero escribir sobre música”. En esa época, fines de los años 80, comienzos de los 90, había una cosmogonía increíble en Caracas, un under fabuloso e inolvidable. Yo empecé a curtir a los 14 / 15 años el under de la mano de bandas como Sentimiento Muerto –mi Joy Division–, era la primera vez que alguien me cantaba a mí. La calle me fue moldeando. Había muchos recitales en salas y en antros. Se improvisaba mucho, había mucha imaginación. En Caracas se consumía bastante post punk, había sobre todo una gran influencia británica. En esa época, Venezuela todavía era un país semi-rico y productor de petróleo, entonces había vinilos por doquier y de cualquier género. Geográficamente, Caracas tiene una ubicación geográfica muy privilegiada. Pero también consumir contracultura no era para cualquiera porque no había mucha data; la data la tenías a partir de los grupos de pertenencia, y al venir yo de una familia conservadora del oeste de la ciudad, poder llegar a eso me costó muchísimo.
- ¿Qué hechos y personas fueron importantes para tu formación?
- Primero, la lectura de El Diario de Caracas (en los años 90, era la versión venezolana del Nuevo periodismo), la Radio Nacional de Venezuela, el primer difusor de rock latinoamericano que tenía el país; muy de vanguardia. Otro faro importante fue el documental Zoológico de un realizador lamentablemente desaparecido, Fernando Venturini; se puede ver en YouTube y te explica cómo era la contracultura de Caracas a fines de los años 80, comienzos de los 90. Ahí aparece, por ejemplo, el cineasta Diego Rísquez, tío de Devendra Banhart. Esa movida se nucleó en el Ateneo de Caracas, en el centro de la ciudad, un polo cultural que no existe más. En ese lugar conocí al creador de la Fundación Nuevas Bandas, que organizaba muchos festivales y de donde salieron bandas como Los Amigos Invisibles y otros grupos más que fueron fundamentales para el rock venezolano de los 90. De ahí viene mi deseo por descubrir nuevos artistas. Yo terminé trabajando en la Fundación Nuevas Bandas como prensa y eso me moldeó en ese mix entre periodismo y gestión cultural. Al año comencé a escribir en Letras, un mensuario inspirado en Página/12, y más tarde en el semanario Urbe. El periodismo nunca lo ejercí en medios gráficos tradicionales, sino en fanzines y en medios alternativos. Poco tiempo después, quise tener una formación académica más específica y procuré hacer un posgrado en Periodismo. En verdad, buscaba poseer estilo y tenía dos posibilidades: la Universidad Javeriana en Bogotá o la Universidad de San Andrés en Buenos Aires.
- ¿Por qué Buenos Aires? ¿Por qué recalar en Buenos Aires?
- Es que intenté conseguir una beca en la Javeriana pero era muy difícil lograrlo. De casualidad me enteré de la Maestría en Periodismo que hacía la San Andrés con el diario Clarín. Yo fui el primer extranjero que hizo ese posgrado en esa universidad. Antes de venir a realizar la maestría, yo había venido en tres ocasiones a la Argentina. En mi primer viaje fui a un recital en el hotel Bauen en el que tocaban Estupendo y Victoria Abril –aún se llamaban así–. Ahí coincidí con Carca y Adrián Dárgelos, quien se acercó cuando escuchó mi tonada y me preguntó por un amigo venezolano en común (Cayayo Troconis, el líder de la banda Dermis Tatú, de la que también fue parte Héctor Castillo, productor del disco Fuerza natural de Gustavo Cerati y quien además trabajó con David Bowie, Björk y Lou Reed). Después armé una nota sobre la escena del rock argentino que a mí me interesaba y de la que quería ser parte; de Daniel Melero y Babasónicos a Turf y Demonios de Tasmania. Era el año 2000 En esa visita (la tercera sucedió a pocos días del estallido social de 2001), me llevé una valija llena de data, de discos y de revistas. Es decir, tenía mucha información del periodismo argentino. En Caracas, yo estaba a la vanguardia de lo que era el rock latinoamericano.
- A la hora de pensar en tus modelos como programador y curador de conciertos, ¿podés evocar a ciertos ejemplos significativos?
- Hay antecedentes que me han servido muchísimo para este trabajo curatorial. Y se relacionan con ese under argentino que fue una escuela para mí; el de la transición de los 90 a los 2000 que es cuando yo llego a Buenos Aires. Puedo enumerar las fechas en el hotel Bauen donde tocaban Estupendo, Victoria Mil, Spleen o Jaime sin Tierra; también las fiestas +160 de Bad Boy Orange que se hacían los martes y a las que iba mucha gente a bailar drum and bass; el Festikumex, antecedente de las fiestas Zizek, una forma hermosa de poder estar en el lugar indicado en el momento indicado y con la gente indicada, y ver después cómo trascendía. Otra cosa increíble fue el Festi Pulenta. Yo conjugué todas estas cosas y armé mi dinámica de trabajo.
- ¿Qué te llevó a involucrarte con el nicho de las nuevas tendencias?
- En Caracas, el surgimiento del nü metal y todas estas corrientes musicales norteamericanas postgrunge, a mí me parecieron un anacronismo. De la manera más misteriosa, en tiempo real, me cayeron juntos Screamadelica, de Primal Scream, Madchester y la antesala de la música rave. También el postrock, DJ Shadow y The Smiths. Si bien al principio me costó entenderlos, cuando lo hice tiré por la ventana de mi cuarto mis discos CDs de Sui Generis. Ahí surgió una capacidad de reflexión diferente y entendí que había cosas que no me gustaban y de las que no quería ser parte. Soy curioso y me gusta la novedad. Siempre estoy investigando. Siempre me ha gustado estar al día de todo lo que pasa. La novedad me genera algo que todavía siento hoy: emoción y capacidad de asombro. Me emociona entender algo que está comenzando.
- ¿Desde cuándo estás afincado en Buenos Aires?
- Desde marzo de 2002. Pero cuando llegué acá, me sentí engañado.
- ¿Engañado? ¿Por qué?
- Porque el rock argentino que me educó no era el mismo que consumían los argentinos. Entonces me pregunté qué hacía acá. Mi reacción fue entender algo: iba a darle a ustedes lo que me dieron a mí; la misma intención artística. Entonces, empecé a hurgar y a escudriñar y a ver cómo rever todo eso. Fue un camino largo, muy largo. Primero tenías que entrar a un medio y una vez adentro, tenías que hacer lo que se podía, lo que te ofrecían; ya era un lujo poder escribir en un medio argentino siendo extranjero.
- Has vivido los distintos cambios políticos y culturales que se vivieron en la Argentina de este siglo…
- Apenitas llegué a Buenos Aires tuve la posibilidad de hacer una pasantía en el Suplemento Sí! del diario Clarín y empecé a conocer a varios periodistas que proponían nuevas tendencias. Lo que me di cuenta es que acá el rock estaba muy estratificado: era under o mainstream, no había un punto intermedio. Yo pensaba en cómo buscar esas formas de poder generar un acercamiento. Estaban los Redondos, el rock barrial, los rolingas, la cosa mestiza con Árbol; tal vez el único que estaba a medio camino era Babasónicos. Varias veces me replanteé irme de la Argentina porque no encontraba una escena y un grupo de pertenencia que me generara satisfacción.
- ¿Cuándo fue el click para no dejar Buenos Aires?
- En 2007, mi hermana (María Teresa Vera Rojas, académica especializada en estudios de género), tras terminar un doctorado, se muda a Barcelona. Ese nuevo escenario familiar me hizo viajar a Europa, donde empecé a interiorizarme en cómo se armaban los festivales en el viejo continente. A la vez, la democratización de la tecnología me permitió acceder a nueva música que no se hacía acá. Lo que sí descubrí en esos días en la Argentina –y que me pareció como un Oriente– fue la escena platense del sello Laptra con Él Mató a un Policía Motorizado a la cabeza. Era una de las pocas cosas que había, pero no era suficiente para mi deseo. Por eso el motor del cambio lo encontré viajando a Barcelona; fui varias veces al Primavera Sound y al Sónar; además, amplié mi radio de acción: viajé otras tantas a Berlín, conocí otras escenas. Más adelante pude lograr entender finalmente cómo debía ser el indie a la argentina, comprendí que se trataba de una zona más híbrida. En el medio, programé en Buenos Aires varios ciclos en distintos lugares –como lo había hecho en Venezuela– y pude tener más y mejor feedback. Es que había una manera nueva de entender el indie donde no todo era lo mismo: podías aunar en una misma fecha a una producción chill wave con una banda de rockabilly, otra guitarrera y una de rap.
- Una zona más abarcadora.
- Exacto. Era una forma de trabajar que había visto en Europa y pensé que se podía llevarla a cabo en la Argentina esa traducción, el armado de ese nuevo relato. Tuve un programa en Radio Nacional Rock en la primera temporada (2010). Se llamaba “Un día cualquiera en Vulcano” donde presenté a toda esa escena, pero me criticaban por anglófilo, ¿entiendes? Sin embargo, quise ir un poco más allá y en 2015 le propuse a Niceto un ciclo como Martes IndieGentes para poner en práctica ese híbrido que había visto en Europa. El éxito del ciclo tuvo que ver con el aspecto federal, algo muy exótico para el oído del argentino medio. Aunque al principio el ciclo no traccionó, no era atractivo. Nadie entendía bien qué onda pese a que a Niceto le funcionaba como núcleo, como recipiente.
- ¿Y qué pasó?
- Unos años antes, en 2013, conocí a Mariano Di Cesare, el líder de la banda mendocina Mi Amigo Invencible. Él me habló de los artistas que estaban en Mendoza, me cuenta sus historias y casualmente por esos días el diario Página/12 me manda allá. Voy a un show en el Espacio Cultural Le Parc donde estaban varios de esos artistas. Ese día los entrevisto a todos juntos. Yo quería presentar una escena; alguien me había dicho que con cinco artistas se arma una escena. Entonces elegí a cinco artistas, entre los que estaba Mariano (Di Cesare), a los que les pregunté cuál palabra mendocina era la que más los identificaba. Se miraron entre todos y me dijeron: “Manso”. Ahí les digo: “Ok. Esto es el manso indie”. Pero el manso indie rebota recién con la segunda generación, cuando el concepto empieza a tener reivindicación. Y eso sucedió mientras hacía Martes IndieGentes (en 2017 el ciclo pasó a llamarse IndieFuertes).
- Una buena por lo menos.
- Como no se entendía la propuesta de Martes IndieGentes, y eso se notaba en la convocatoria, que era irregular, decidí darme una oportunidad más con una fecha que tuvo a Usted Señálemelo, Perras on the Beach y Las Cosas que Pasan. Esa noche hicimos sold out. Los que me decían que era un suicida al programar a unos mendocinos desconocidos en la sala grande de Niceto, al otro día me preguntaban de dónde los había sacado. No se podían creer lo que pasó. Tampoco podían entender la nueva masa de público que atrajo. En esa ocasión, había gente de un sello de Córdoba entre el público, y antes de terminar el show me estaban pidiendo cerrar una fecha con solo artistas cordobeses. Después vinieron los rosarinos y así empezó a surgir toda una escena federal.
- Hay algo en tu travesía de estar en el lugar indicado en el momento indicado, ¿no?
- Tengo un amigo periodista que me dijo: “Si quieres escribir sobre música, tienes que vivirla”. Y con esto último él se refería a que había que ponerle el cuerpo. Yo me lo creí pero de un modo fundamentalista: empecé a salir mucho, a curtir mucho. Esa avidez me llevó a poder vislumbrar una escena. Pero ver Perras on the Beach –gracias a la recomendación de Leandro Lopatín– en el lado B de Niceto fue como una epifanía. Ahí di con lo que estaba buscando desde que había llegado a la Argentina (esto fue previo a ese Martes IndieGentes con Usted Señalemelo y Las Cosas Que Pasan).
- Tuvieron que pasar casi veinte años…
- Fue una especie de regalo de cumpleaños. No es broma, los fui ver el día de mi cumpleaños, en 2016. Ahí entendí que tenía sentido estar en este país… Todo por ese show de Perras on the Beach. No te miento: yo venía de hacer una beca en Berlín, por un proyecto dedicado a la música electrónica de allá. Durante ese mes y medio, sentí que estaba en el paraíso, pese a que el invierno es horrible, con una temperatura de menos veinte grados y donde no hay luz. Al volver, tenía decidido probar suerte en Berlín. Pero esa noche después de ver a Perras on the Beach, volví a la casa y rompí el boleto de avión para mudarme a Berlín.
- ¿Qué conexión tenés con lo nuevo? Leí en una entrevista donde dijiste que “los nuevos artistas son los chamanes de su época”.
- Cuando llegué a Buenos Aires, me salió la oportunidad de hacer un libro con Bersuit Vergarabat. En una de las entrevistas con ellos, me di cuenta de que no es posible que un artista que le lleva treinta años a su público sea su líder generacional. Cuando vi a estos mendocinos, noté que le hablaban a su generación, se entendían y se hacían cargo de su tiempo. Pero, bueno, al final se aburguesaron... Decían que eran independientes aunque terminaron firmando con una multinacional, entrando en el sistema. Eso sí, nadie les quita lo bailao; es decir, lo que hicieron sembró algo, influyó en muchos artistas como, por ejemplo, El Nolan que es un artista nuevo del indie, un Daniel Johnston del conurbano. Si algo legó esa generación es que la música sea contemporánea.
- ¿Cuál tendría que ser el rol del periodista musical hoy?
- Antes era un filtro. No era muy diferente a la tarea que realiza un sello discográfico, solo que el periodista tiene capacidad crítica. Con las redes sociales, el periodista quedó anulado porque aparecieron otras formas de informar o más bien de desinformar. El periodista fue perdiendo ese rol de curador, de innovador, de traductor de la época. Es curioso que con tantas posibilidades de informar, haya una distorsión de la realidad y del concepto de noticiabilidad. Si antes lo joven era la respuesta a lo maduro o a lo antiguo, hoy en día hay una guerra silenciosa contra aquello que no forma parte de la época. Lo que nos queda a los periodistas es hablar de música, ir al meollo del asunto. Manejamos algunas cosas que todavía no se manejan y por suerte ese es el aliciente que nos genera el diferencial. Por más que nos consideren prehistóricos o anacrónicos, el periodismo todavía pesa: no en cuanto al corte de tickets, pero sí con respecto a la legitimación.
- La industria musical es la que ha salido mejor parada de todos estos cimbronazos. ¿Cómo puede ser?
- Las personas que integran la industria musical –no solamente la discográfica, sino también la gestión cultural– no saben nada de música. Es decir, no saben consumir música. No van a eventos. Todo lo ven en la computadora o les preguntan a sus hijos. Porque además no hay un punto intermedio: tienes gente muy joven que ponen a trabajar –que no tiene experiencia ni siquiera conoce nada sobre el pasado– o tienes gente muy veterana que no sale, entonces manda a la gente joven a hacer ese trabajo.
- Con tu fama de futurólogo a cuestas, ¿qué ves en el horizonte?
- El oráculo lo tengo que llevar a arreglar porque colapsó. (Risas) Esta es una época de incertidumbre, especulación, desinformación y sobreoferta de propuestas. Toda una paradoja. No todo tiempo por pasado fue mejor, pero me gustaban algunas estructuras de la vieja normalidad porque ayudaban a organizar, lo que dejaba la puerta abierta para seguir ensayando ideas. Ahora mandan el caos, el exitismo, el totalitarismo, lo efímero, la banalidad, la obviedad y la negación de lo que sucedió. La realidad se encuentra distorsionada, y para muestra está en lo que pasa con la política en la Argentina: se confundió libertad con libertinaje. Cada uno tiene su propia versión de la verdad, legitimada por un grupo de validadores que opera desde las sombras. No es fortuito que a esta época la comparen con el Medioevo. Ideas y ganas de romperlo todo no me faltan, afinaré la curaduría. Éste es un buen momento para seguir descubriendo y mostrando música, pero buena música. No la grasada que circula por ahí. Y te aseguro que el autotune no tiene la culpa.
Nuestra próxima invitada será Carolina Taffoni
Sobre este blog
Soy parte del mar implica un registro en primera persona de esas voces del periodismo del rock que estuvieron en el lugar indicado en el momento indicado. Charla relajada alrededor de las historias y las fantasías detrás de más de cinco décadas de discos y canciones, de shows y festivales, de vidas y milagros. Qué sea rock en clave periodística.
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