Un Isidoro Cañones plebeyo y suburbano, como describen los autores del libro Turco. Vida, obra y secretos de Jorge Cayetano Asís (Planeta, 2024). Un chico que creció en Villa Domínico, en el conurbano bonaerense, y terminó conociendo como nadie las calles de París, con sus noches lujosas y sus personajes estridentes. Un infiltrado, un vampiro. El hombre que, después de trabajar años allí, hizo enfurecer a la plana mayor de Clarín con un libro ácido y graciosísimo. El que tuvo éxito durante la dictadura mientras sus amigos eran secuestrados por los militares. El que pasó del Partido Comunista en la juventud a convertirse en un cuadro del menemismo, con sus moños en primer plano listo para combatir en debates televisivos con cualquiera que le pusieran enfrente (del periodista Jorge Lanata al actor Gerardo Romano: un mundo alucinante). El que se obsesionó con los servicios de inteligencia, el que pasó horas con sus amigos del bar Florida Garden. El que escribió más de 20 libros, el de la vida íntima intensa. También el del cinismo de las redes sociales y el que se reinventó, cuando ya había pasado los 70 años, con su propia página de internet. O, como él mismo se define, “un teórico del derrumbe”.
La vida del escritor Jorge Asís es una vida de vaivenes. Después de una exhaustiva investigación, de hacer una lectura profunda de toda su obra y de llevar adelante un centenar de entrevistas, los periodistas Pablo Perantuono y Fernando Soriano lograron plasmar todas las aristas de un personaje tan particular en un libro atrapante que es el retrato de un hombre y también de un país oscilante. En diálogo con elDiarioAR cuentan cómo fue el proceso que los llevó durante tres años a indagar en una figura fascinante y compleja.
–¿Cuál era el vínculo que tenían con la figura de Jorge Asís antes de encarar este libro?
–Fernando Soriano: Los dos lo habíamos leído en mayor o menor medida. Los dos lo habíamos entrevistado. A los dos nos parece un personaje importante de las últimas décadas de la historia de este país y también alguien a través del cual uno puede recorrer la historia de la Argentina. Y no solamente recordarla, sino también refrescarla. Revivir las etapas la vida del Turco es impresionante porque te hace ver cómo él aparece en momentos trascendentales: él va cruzando, con sus propias oscilaciones, las oscilaciones de nuestra historia reciente. Creo que también nos genera algo de impacto su manejo del lenguaje y, en mi caso particular, también cierta identificación con el barrio. Los dos somos del mismo barrio y me llevó a pensar en esta idea los hijos del proletariado del Conurbano que se animan a dar un salto hacia la Capital. Salvando las enormes diferencias que puede haber entre mi caso y el de él, me quedé pensando en que las historias familiares de los que estamos en el Conurbano muchas veces empiezan y terminan ahí, a diez cuadras a la redonda. Pero algunos como él se animan a salir, a vincularse con la palabra, con el periodismo o con otra historia.
–Pablo Perantuono: Es un personaje bastante icónico para mí dentro del periodismo gráfico. Y también lo que a mí me generaba mucha atracción era el ninguneo literario que había tenido, me parecía que había algo ahí también para escarbar y para contar. Y también su peripecia personal que era tan rica, tan llena de matices. Ambos habíamos hecho perfiles largos de él, pero ahí te das cuenta de que si vas surfeando por su vida necesitás más. Porque es una vida tan larga y con tantos vaivenes que queríamos meternos en la profundidad de ese océano.
–FS: También nos movieron de entrada un par de preguntas disparadoras. La principal era quién es este tipo, quién es este turco medio atorrante, medio chamuyero, con mucha información. Alguien que de repente se hizo menemista, que en su juventud fue comunista. ¿Cómo pasa alguien del comunismo al menemismo? ¿Por qué traicionó a Clarín? Habiendo laburado en Clarín Pablo y yo y habiendo leído Diario de la Argentina mucho antes de emprender esta odisea de contar su vida, quisimos saber qué había detrás de eso. Cómo fueron esas traiciones y por qué el Turco decide traicionar. ¿Había algo atrás de esa traición que comete tan dura con sus amigos en el libro?
—PP: Sí, desde hace años está dando vueltas en Clarín la pregunta sobre quién va a hacer el Diario de la Argentina del siglo XXI (risas).
—¿Quién se anima?
—PP: Sí, quién se anima. Nosotros no respondimos esa pregunta porque por ahí ese diario ya no es el mismo de Asís o el que conocimos, o ahora le interesa a menos gente que antes. Pero sí era interesante esa pregunta para decir ¿quién es Jorge Asís? ¿quién es realmente este tipo que se anima a algo así? Y, bueno, nos propusimos ir en busca de ese personaje.
—Para armar el libro obviamente entrevistaron a Asís, pero al leerlo se puede ir viendo cómo de alguna manera fueron rodeándolo con otras miradas porque tienen más de cien entrevistas. ¿Cómo fue ese proceso?
–PP: Sí, nuestra idea al principio fue esa, dijimos justamente “vamos a rodear al personaje, vamos a tratar de ver todos los contactos adyacentes a él tanto en un primer círculo como en un segundo círculo”. Y de algún modo así fuimos acercándonos. Una vez que tuvimos algún material pensamos que sería bueno ir a entrevistarlo, ir a contarle lo que estábamos haciendo para ver cuál era su devolución. Y eso hicimos. Su devolución fue bastante austera en todo sentido. No se entusiasmó demasiado. No participó demasiado. Para nosotros eso no fue un escollo ni un problema porque sabíamos que las buenas biografías en realidad son las que cuentan mucho más con el primer y segundo círculo de contactos y de conocidos del protagonista más allá de su participación en el proyecto. Él sí colaboró de alguna manera implícita: cuando gente muy cercana a él lo llamaba para decir “che, me contactaron unos muchachos para hacer el libro”, él nunca se opuso. Nunca le dijo que no a nadie. Nunca le dijo a nadie que no hablara con nosotros. E incluso, según nos contaron algunos, ni siquiera los condicionó. No es que les dijo “no hables de tal cosa o de esto”.
–Un dato muy llamativo que recuperan de su vida en Villa Domínico, en sus orígenes familiares, tiene que ver con una biblioteca un poco fraguada que consigue el padre y que llega a su casa lateralmente. Que su primer acercamiento a los libros sea un poco de carambola es curioso y que venga de parte de un padre impostor, que ejercía una profesión para la que no tenía título, también. ¿Creen que este tipo de asuntos le pesaban de alguna manera? ¿Que para alguien como él le suma en términos de mito? ¿Cómo lo vieron ustedes?
–FS: Me parece que no, que él pudo usar esa fuerza, ese origen. No sé si llamarla tampoco dificultad, en todo caso fue ese desafío de arrancar de cero y ser su propia epopeya. Empezar a leer porque hereda una biblioteca de casualidad ya me parece genial. Y ese padre ausente es tremendo, pero también le arma a él un carácter, un impulso para decir “bueno, en esta estoy medio solo”. Creo que también esa etapa donde su padre era un cachafaz que le daba un poco de vergüenza a él y un poco de admiración, que hacía sufrir a su mamá y a su hermana y a su abuela, también forjó la personalidad que él tiene hoy. Porque es un tipo que de alguna manera lo que quería era ser famoso, por lo menos al principio. Y alguien que quiere ser famoso básicamente es alguien que quiere que lo quieran, ¿no?
–PP: Sí, yo creo que él no te digo que esté orgulloso de ese origen, pero sí me parece que lo que hizo fue forjar esa personalidad, mejor dicho, esa actitud que tiene él hacia la literatura. ¿Qué quiere decir? Él no es para nada solemne y no tiene una mirada romántica con la literatura. Y, por otro lado, me parece también interesante esto: para todos los que escribimos la literatura puede ser un lugar de encuentro, incluso de llegada, un lugar al que uno va caminando. Para él es un lugar de partida. Un lugar del que sale sin saber adónde llegar. Para llegar a un lugar que ocupa hoy que es un lugar raro, una especie de influencer mediático, un personaje. Alguien respetado en ciertos círculos del establishment, y antes se la re bancó. En el medio pasó el ninguneo de la academia y él se la bancó, nunca lloró en ese sentido.
Revivir las etapas la vida del Turco es impresionante porque te hace ver cómo él aparece en momentos trascendentales: él va cruzando, con sus propias oscilaciones, las oscilaciones de nuestra historia reciente.
–En el libro recuerdan una entrevista a Josefina Ludmer, que de algún modo sí recupera a Asís o lo registra.
–PP: Sí, ahí Ludmer dice de alguna manera “che, el único maldito es Asís” Y no dice maldito al azar, argumenta, dice que es maldito porque no se sabe si escribe bien o mal. Es extraordinario eso. Cuando sucede esto él tampoco se sube a eso. También se la banca, no dice nada. Creo que eso también tiene que ver con su lejanía, con su falta de solemnidad con todo ese mundo. Él estaba mirando para otro lado. O tal vez mirándose a sí mismo (risas).
–FS: Porque él usa la literatura también para vengarse con un pie en la ficción y un pie en la realidad. Él de alguna manera lo dice varias veces: “yo a estos hijos de puta los voy a hacer mierda”. Lo piensa cuando escribe la novela sobre Clarín. Lo piensa también cuando escribe Partes de inteligencia.
–Se suele hablar de Diario de la Argentina como una especie de libro maldito porque con los años conllevó una censura atroz de parte de Clarín y de otros medios. Pero Flores robadas en los jardines de Quilmes, de 1980, es un suceso un poco maldito también porque tuvo un éxito de ventas descomunal pero fue cuestionado por haber salido y vendido mucho durante la dictadura. ¿Cómo pensaron en esta dualidad?
–PP: Ahí sucede algo curioso, que es que en el mismo mes que sale Flores robadas se publica también Respiración artificial, de Ricardo Piglia. La culpa de Flores robadas y del Turco, según lo veían varios en el momento, fue haber vendido mucho. Es increíble, porque los leés hoy y no puede haber dos libros más distintos y no puede haber dos escritores más distintos. Por supuesto, uno entiende por qué uno fue best-seller y por qué el otro no. Pero lo entiende por el libro, ni siquiera porque el Turco Asís era de tal o cual manera. Era un escritor popular en un momento en el que casi ninguna editorial publicaba porque no se podía, porque había listas de autores o de libros prohibidos. En ese contexto duro, de algún modo se dan las circunstancias históricas y él sabía que tenía un buen libro entre manos, que era un libro comercial, que era un libro que interpelaba a su generación. Después, cuando se convierte en best-seller, ya no es solo una cuestión generacional, un gran número lectores lo compra porque se puso de moda. Y se puso de moda como suelen ponerse de moda los best-sellers: por el boca a boca.
–FS: A mí me parece también que hay una clave en el libro que es la dedicatoria a Haroldo Conti. Adelante de ese cinismo que de alguna manera transpira la novela hay también una clave de cierto compromiso del Turco. Ese gesto también es un reflejo de ese claroscuro, de esa ambigüedad que todo el tiempo provoca y genera él. Pero no me parece menor y no termino de entender bien cómo fue leída esa dedicatoria en ese momento, o por qué le dicen a Asís que era un escritor “cuasi fascista” como lo calificó (Osvaldo) Soriano desde España cuando él estaba dedicando esa novela a un amigo desaparecido como Conti. Había también algo de valentía en ese acto.
–PP: Los años 70, sobre todo del ‘76 en adelante, son pródigos en lecturas maniqueas. Sobre todo en los protagonistas o los que los vivieron. Muchas personas de esa generación no pueden no leer binariamente cualquier manifestación. Pero nosotros, que somos de otra generación y estamos leyendo estos hechos 40 o 50 años después, no podemos no señalar eso. No podemos no señalar algunos episodios, como cuando Asís se defiende de un ataque de Julio Cortázar en el ‘81. “Muy que le pese al señor Julio Cortázar, en la Argentina sigue habiendo teatro, sigue habiendo cine y la gente sigue haciendo el amor. Disculpen, un genocidio cultural lo que provoca es que no haya nada”, dispara Asís en ese momento. Y eso no es negar las atrocidades, es otra cosa. Lo que pasa es que Asís irrita, porque todo esto es dicho por él con ese tono zumbón, ese tono cínico. ¡Y encima después se hace menemista! Y sí, lo van a odiar, ¿cómo no lo van a odiar?
Para todos los que escribimos la literatura puede ser un lugar de encuentro, incluso de llegada, un lugar al que uno va caminando. Para Asís es un lugar de partida. Un lugar del que sale sin saber adónde llegar.
–Trabajaron en Clarín, saben el peso que tiene un lugar así para cualquiera que pase por ahí, eso de tener gran visibilidad, pero también un enorme peso sobre la espalda. ¿Cómo pensaron el ingreso de Asís a Clarín?
–FS: Fue por casualidad. Él encuentra a Marcos Cytrynblum (N. de la R: fue el secretario de redacción del diario entre 1975 y 1990) en las oficinas de una editorial y Cytrynblum le dice “¿Vos sos Asís? Vení a verme mañana porque me interesa hablar con vos”. El Turco en ese momento estaba a punto de irse a vivir a Brasil porque la dictadura estaba chupándose a sus amigos. En ese contexto, Clarín le sirve a él y le sirve mucho al principio. Al mismo tiempo, a Clarín le sirve la presencia del Turco porque lo suman a una mesa de escritores notables pero ninguno era más conocido que él. Todavía no había salido Flores robadas, pero él tenía alguna presencia y le dicen “vos vas a ser el orificio por el cual respire el diario”. Hay que pensar que entonces era un diario donde las primeras 30 páginas eran pro dictadura. El Turco se gana un espacio ahí y en el medio saca Flores robadas. Ahí también pasa lo que pasa en muchas redacciones, pero sobre todo en la redacción de Clarín, y me imagino que en aquella época más: mucho no se tolera su éxito. Además él era un tipo que entraba con el pecho inflado, elegante, llamaba la atención alguien que sobresalía de la media probablemente gris de redactores. Pasa un buen tiempo hasta que se enoja y empieza a negociar un retiro voluntario. Sus compañeros consideran esto como una primera traición, antes de que salga Diario de la Argentina. Pero mientras estuvieron bien las cosas, Clarín le sirvió tanto a Asís como Asís le sirvió a Clarín. Con la diferencia de que después Clarín lo castigó fuerte y le hizo pagar muy cara esa traición de la novela. Fue mucho ostracismo durante muchos años. Digamos que todavía hoy flota cierto manto de palabra prohibida a su alrededor en el diario.
–PP: Yo diría que tanto en Clarín como en el resto de los círculos en los que estuvo, él se comportó siempre como lo que es, una especie de infiltrado o de vampiro. Pero, además, indócil y transgresor. Él se mete en los lugares, ocupa espacios, se destaca, recoge información, se mimetiza como una especie de Zelig, incluso descolla, y después se retira. Y cuando se retira –y tal vez Clarín le contó las costillas y lo hizo muy público– no se lo perdonan. Ese ha sido siempre más o menos el comportamiento de él. Así fue que entró y salió de distintos círculos y tan variados. Creo que esta heterogeneidad también hace rica su vida.
–En este sentido, ustedes reconstruyen con gran detalle su acercamiento a Carlos Menem y su posterior ingreso a la política desde la función pública. ¿Por qué un escritor como él se mete ahí? ¿Le interesaba el dinero, la vida de diplomático en París, era por esto de “ser famoso”?
–PP: A él le fascina el poder y le fascina formar parte del poder. Explicar el poder. Desentrañar ese poder. Tener en mayor o menor medida algún tipo de información. El poder de él es la información y la mirada. Entonces él ha traficado eso en los últimos 40 años de su vida. Y hoy ese es su mayor capital, su mayor patrimonio. Cuando él dice “soy un profesional de la palabra” lo que está diciendo también es “soy un profesional de la palabra, pero interpretando lo que veo”. Hasta el día de hoy sigue reuniéndose con gente. Nos consta que llama por ahí a políticos de primera o segunda línea y se toma un café para recoger información. Todo el tiempo él va armando una especie de organigrama del poder en la Argentina y le fascina. ¿Dónde está el poder? Está en el establishment. Por eso formó parte en el menemismo y el menemismo fue la tabla de salvación en esos años. También coincidió con el clima de la época y con que Menem tenía un origen turco plebeyo como él. Entonces hubo empatía casi inmediata entre los dos. Eran dos tipos con mucho carisma que coincidieron. El menemismo no descollaba por tener una planilla de intelectuales y de luminarias que pudieran explicar o traducir en conceptos eso que venía detrás. Y él podía hacerlo. Entonces en ese lugar fue muy bienvenido y se retroalimentaron.
Yo diría que tanto en Clarín como en el resto de los círculos en los que estuvo, él se comportó siempre como lo que es, una especie de infiltrado o de vampiro. Pero, además, indócil y transgresor. Él se mete en los lugares, ocupa espacios, se destaca, recoge información, se mimetiza como una especie de Zelig, incluso descolla, y después se retira.
–También del menemismo termina distanciándose, si se quiere, en no muy buenos términos. ¿Por qué creen que se va de varios lugares así y después escribe un poco en clave sobre ellos? ¿Es una persona vengativa?
–FS: Creo que es un poco de todo. Por un lado, creo que se divierte siendo vengativo. Se divierte usando su superpoder, que es el superpoder de la palabra, que es la escritura. Más adelante en su carrera también va a usar el poder de su palabra para generar opinión pública, o noticias, por ejemplo como lo que contamos en el libro sobre su “descubrimiento” del Caso Ciccone. Ahí entra otra faceta también. A la vez también hay una cuestión de supervivencia económica y de querer vivir bien y de no bajarse de un estatus. Me parece que siempre quiso tener su guita. Quiso vivir bien. Y eso conforme él iba escalando posiciones siempre intentó mantenerse o superarse. Me parece que eso también es consecuencia de todo lo que fue construyendo y destruyendo a la vez.
–PP: Yo creo que más que vengativo él es alguien que puede utilizar la literatura para tomarse revanchas y sabe ser malo. No es malo, pero sabe ser malo. Sabe cómo hacerlo. Me parece también que está rodeado de un aura de cierto relativismo moral, pródigo en el menemismo. Ese relativismo moral hace que se pare en algunos lugares o tenga algunas actitudes por lo menos ambiguas, inclusive cínicas.
–¿Por qué creen que, después de sus comienzos en una era completamente analógica, Asís entra tan afilado al universo de lo digital, desde las redes y desde su blog? Ustedes, de hecho, apuntan que se convierte en una especie de influencer.
–PP: Creo que es una capacidad de adecuación increíble que tiene. Es un superdotado en ese sentido. Me parece que tiene que ver con su gen de superviviente y de infiltrado, con esa capacidad para leer la época y enseguida adaptarse. Él es uno de los primeros tipos que acá escribe en una laptop, a fines de los ‘90. Creo que también esto tiene que ver con que es un tipo que tiene algo muy vital. Él es un vitalista total y no está habitado por la nostalgia, para nada. De hecho, nosotros lo decimos un poco en el epílogo, creo que parte de su resistencia a revisar su vida y a hablar con nosotros tiene que ver con eso, con que él no está habitado por la nostalgia. Para él eso es un signo de claudicación. Con el nuevo mundo internet ahí se mezclan dos cosas, primero porque para esa altura él ocupa un lugar bastante incómodo. ¿Por qué? Porque es una especie de celebridad, de vaca sagrada del periodismo y de la literatura, y ninguna redacción puede albergarlo porque ya es mucho más grande él que las redacciones. Entonces aparece internet y aparece, otra vez, una salvación. Así se convierte en una industria en sí mismo. Un ejército de una sola persona con distintas mamushkas, con distintos nombres, ya sea Oberdan Rocamora, Carolina Mantegari, etcétera. Y cuando aparece Jorge Asís aparece Jorge Asís. Es un juego que le viene bárbaro.
Creo que Asís se divierte siendo vengativo. Se divierte usando su superpoder, que es el superpoder de la palabra, que es la escritura. Más adelante en su carrera también va a usar el poder de su palabra para generar opinión pública, o noticias
–¿Cómo creen que es leído o interpretado un personaje así hoy, entre las nuevas generaciones?
–PP: Creemos que es un personaje muy de cruce del siglo XX al XXI. Me parece que sintetiza un montón de pasos, de educaciones sentimentales, de derivas intelectuales, culturales y sociales. Nos ha pasado de encontrarnos con gente de menos de 35 que lee el libro y te dice “no tenía ni idea de esto” o “no tenía idea que detrás de ese personaje había un tipo que había hecho 22 novelas”. Es demencial. ¿Cuántos tipos lo hacen? Bueno, César Aira hizo 100. Pero digo, después, ¿cuántos tipos tienen esa bibliografía, están vivos y se mantienen vigentes? No muchos. En un punto, por eso a nosotros nos pareció un personaje único y necesario. Ahora, dicho esto, que sea único y necesario no quiere decir que no esté lleno de claroscuros, de contradicciones o de miserias. Como también ha tenido momentos de gloria, claro que sí.
AL/DTC
AL