-Pese a que los personajes de la novela, dadas sus ocupaciones y estilos de vida podrían pasar por personas para nada conservadoras, tienen tics que demuestran lo contrario. La protagonista, sobre todo, que es joven y aparentemente muy liberal, hace cosas como sacarse años o hablar de un hombre en términos como “con el éxito suficiente como para tener más de una amante” ¿Por qué te interesó marcar esa suerte de contradicción?
-Son personajes que se desenvuelven en una época de transición, pre #niunamenos, porque actúan con semblante de liberales, es decir, como se espera que sean las personas jóvenes como ellos (la pareja de protagonistas), pero a su vez fueron criados en estructuras familiares conservadoras. Me parece que las contradicciones hacen más verosímiles a Lara y Dante, para que su despliegue no sea acartonado y eso también enriquece la historia. Creo que las personas somos contradictorias y complejas, me enojan las simplificaciones y me aburren los personajes planos.
-El universo de la novela es el de las productoras, los festivales de cine etc. ¿Qué te pareció propicio de esos mundos para situarla?
-Me parece que es un mundo hipermachista y quise que Lara, la protagonista, pudiera desenvolverse allí sin pudor ni temor. Esa falta de temor es la que la lleva a meterse en la relación que comienza con Dante, como que la agarra desprevenida. Además, que la novela comience con ella muy cómoda en ese ambiente, fue una forma de subrayar el contraste de hacia dónde se dirige el personaje a medida que avanza la historia.
-¿Cómo trabajaste en las fantasías sexuales que recorren la historia?
-Las fantasías las trabajé desde lo pornográfico, pero sumándole cierta imaginería de lo sangriento para exagerar el gusto de Lara por algo más bien oscuro. Me parecía que no alcanzaba con que le gustara el porno, tenía que tener una rosca más, por eso le metí sangre. Me inspiré en películas de terror clásicas o cuadros como Salomé con la cabeza de San Juan Bautista de Bernardino Luini y Judit y Holofernes de Caravaggio, por mencionar algunos.
-Hablando de eso, el tuyo no es un libro que insista con referencias culturales directas, pero hay algunas, como la mención de Murnau, el director de cine alemán. Más allá de tu caso en particular ¿Qué pensás de las citas dentro de la literatura? ¿Sirven para ahorrar algunas explicaciones, dejan afuera a ciertos lectores?
-Todo texto literario está dialogando con otras obras y con referencias culturales diversas, de su época y de otras pasadas, eso es inevitable. Me parece que elegir mencionar determinadas referencias es una decisión estética. Por ejemplo, en esta novela elegí no hacer demasiadas menciones culturales porque quería ceñirme a una especie de hiperrealismo, y de alguna manera sentía que si la referencia cultural abundaba iba a notarse más el artificio que yo pretendía borrar. A veces las citas, como la de Murnau que mencionás, pueden ser un guiño para algunos lectores, pero no tienen que tener tanto peso como para entorpecer la posibilidad de lectura y el avance de la historia. No me gusta la cita cuando es un gesto de afectación snob porque el texto se vuelve ilegible.
-El sexo y las drogas como vías de escape al dolor están presentes como tema ¿Por qué?
-Porque considero que lo son y me pareció que le quedaban bien al personaje de Lara, para construir su personalidad. Quise imprimir en ella este escape y no uno que resuelva porque el dolor se trabaja, no creo en las soluciones mágicas. En este sentido, creo que esta época de positividad absoluta en la que vivimos, donde si respirás de determinada manera o te amás a vos mismo los problemas se terminan, es de una hipocresía espeluznante. Yo prefiero señalar las contradicciones y las asperezas a través de la ficción porque me parece que es un territorio ideal para poner en discusión cuestiones escabrosas o poco transitadas.
- ¿Tenés lectores en mente al momento de escribir?
-Escribo con cierto furor y no sé bien qué escribí hasta que alguien me dice: mirá estás escribiendo sobre tal cosa. Los personajes y su historia me ocupan todo, no me queda lugar para pensar en el lector.
-¿Establecés relaciones entre este libro y tu novela anterior?
-Las dos son novelas de amor, aunque tengan un tono casi opuesto. La primera es liviana y graciosa, la segunda es más pesadita. El amor y la pareja son temas que me convocan y al escribir sobre ellos me lanzo a una suerte de exploración personal y etnográfica. La felicidad es un lugar común está plagada de referencias culturales y guiños/críticas hacia el mundillo literario, (eso que me preguntabas antes de las citas), igual considero que la historia funciona si no leés esos gestos, pero te reís un poquito más fuerte si reconocés a determinados personajes que están mencionados en clave. En Siempre las sombras hay pocas referencias y los personajes son construcciones puras, no son nadie en particular, intenté ser más universal.
-Muchas autoras prefieren o buscan ser etiquetadas dentro de categorías como “Literatura feminista” o “Femenina” No es tu caso...
-El arte es todo lo contrario a cerrar los sentidos, su misión –si es que se pretende arte- es obligarnos a pensar. El arte por definición debe poner en discusión a su época y a sí mismo, y si lo etiquetamos perdemos la posibilidad de avanzar culturalmente, de pensarnos como sociedad. La literatura y el arte deben incomodar, pinchar, empujar, y eso trato de hacer con mis novelas. Es por eso que no me gustan las etiquetas, porque además de subestimar al lector dándole una indicación de lectura, mutilan las posibilidades de sentido y discusión de los temas que aborda una obra.
-Creés o sentís que tu literatura dialoga con la de otros autores ¿Cuáles y por qué?
-Mi literatura dialoga con la época, es algo que no hago deliberadamente pero sucede, soy una persona situada y eso se transmite en mis textos. Dialoga con la literatura argentina contemporánea, por ejemplo con Ariana Harwicz y Paula Puebla, por mencionar a algunas escritoras con las que me siento identificada, que además son mis amigas y quiero y admiro mucho. También dialoga con Busqued, con Castagnet, con Lamberti, con Bruzzone, sus libros me interpelan y claro que hablo con ellos a través de mis textos. Últimamente me nutro mucho de las traducciones nuevas que están haciendo las editoriales independientes como Chai, Fiordo o Entropía, porque no necesariamente son textos nuevos pero se le está dando una vuelta a la traducción que hace que los autores extranjeros sean más cercanos, más asibles. Por último, todo escritor es lo que ha leído, y cada novela, cuento, ensayo o poema, que me interpeló, de alguna manera está vivo en mi escritura, por ejemplo, Madame Bovary me resulta omnipresente en todo lo que escribo. Yo creo que la literatura es una gran conversación entre escritores (vivos y muertos), no existiría la literatura sin ese diálogo.
NG