El narcomusical “Emilia Pérez” incomoda en México, acusado de apropiación cultural y de simplificar la narrativa queer
El de los desaparecidos por el narco es uno de los temas que vertebran el musical Emilia Pérez (2024), dirigido por el cineasta francés Jacques Audiard. El filme ha cosechado el aplauso de la crítica y del público desde su estreno en la pasada edición del Festival de Cannes (alzándose también ganadora a mejor película musical en los Globos de Oro) pero ha levantado muchas ampollas en el país latinoamericano -semana antes de su estreno- por la perspectiva que adopta sobre una de las mayores heridas de México y los clichés con los que, aseguran, retrata su cultura.
La película sigue la redención de Manitas del Monte, un sanguinario narco que desea convertirse en mujer y abandonar su vida criminal para abrazar su lado más femenino y maternal convirtiéndose en Emilia Pérez (interpretada por la española Karla Sofía Gascón), que se ha convertido en la primera actriz trans en ganar el premio a mejor actriz en Cannes). Para ello, secuestrará en plena calle a Rita (Zoe Saldaña) una abogada de poca monta que subsiste a base de defender mafiosos locales. El filme recorrerá la nueva vida de Manitas -ahora Emilia- como gran samaritana en su propio país, ayudando a las madres 'buscadoras' a través de una asociación.
Las 'buscadoras' son madres que buscan a sus hijos y a los hijos de otras. Su principal herramienta, casera, es una varilla larga de acero como las que se utilizan para reforzar el hormigón en una obra. En un extremo, atan un palo vertical u otra varilla para hacerse un mango en forma de cruz. El otro lo afilan y clavan la punta profunda en la tierra. Después lo sacan y lo huelen. Si huele a podrido es que ahí abajo hay un cadáver. Las ‘buscadoras’ representan, para la mayoría, un símbolo de resistencia frente a la impunidad y violencia del crimen organizado en México.
“Ellas viven en el límite de lo burocrático”, explica el crítico de cine y periodista cultural Nicolás Ruiz, desde su casa en Ciudad de México. “Tienen que pelear con los gobiernos locales o los sistemas de justicia feudales de lugares particularmente pequeños y olvidados del país para hacer un trabajo de amor absolutamente sórdido” continúa para señalar que todo el mundo en su país ha perdido a alguien. “Todos conocemos a personas a las que desaparecieron”, sentencia. Él tuvo que ir a reconocer el cadáver de un familiar a una morgue y se cruzó con una niña de 14 años que iba a identificar a su padre. “Los funcionarios la trataban como si estuviera en una pollería mientras caminábamos por un pasillo encharcado de agua y sangre. Es algo tan habitual, tan corriente, que situaciones tan horribles como aquella acaban burocratizándose”, explica.
No obstante, y a pesar del reconocimiento a la figura de las 'buscadoras', Nicolás Ruiz califica la película como “espantosa”. El crítico mexicano asegura que el gran problema del filme de Audiard no es que sea extranjero y mire desde fuera la sociedad mexicana sino su perspectiva. “Vi la película en el festival de Morelia cuando el propio Audiard vino a presentarla y él mismo dijo que no había pisado México durante el rodaje. Yo aluciné y creo que ahí es donde comenzó a hacerse fuerte la crítica general, aunque desde Cannes algunos colegas habían salido enfadados”, continúa Ruiz.
La cinta, que se estrena comercialmente en México el 23 de enero, ha sido ampliamente pirateada por la red y ha dejado un buen puñado de memes ironizando con los temas que trata y los lugares comunes en los que incurre la radiografía que la película hace de la cultura mexicana. “Es uno de nuestros mecanismos de defensa, el humor”, cuenta Karina Solórzano, maestra en Estudios de Cine e investigadora de cine mexicano.
Por otro lado, asociaciones como GLAAD (Alianza de Gays y Lesbianas contra la difamación) han condenado la representación del personaje trans en la película, calificándola de retrógrada. E intelectuales, como el escritor mexicano Jorge Volpi o el filósofo Paul B. Preciado, han escrito en prensa señalando el primero que el filme presenta una narrativa que simplifica y estetiza la violencia del narcotráfico, convirtiéndola en un trasfondo anecdótico, mientras que el segundo señala que las representaciones trans en los medios todavía están atrapadas entre el exotismo y la patologización.
“El problema es que tiene una lectura de género muy simple”, analiza Solórzano. “O sea, ¿cuando el personaje de Emilia Pérez es hombre es muy malo y cuando es mujer entonces se vuelve bueno?”, y añade que “cambia de una cosa a la otra como quien se pone unos pantalones nuevos, sin indagar en los procesos psicológicos”. La investigadora señala que el tema del narcotráfico y el drama mexicano “no se ha tratado lo suficiente en el cine”. “Es una tarea pendiente y, claro, cuando viene un cineasta francés, hace una producción a gran escala, y te encuentras con un cliché tras otros y recibe muchos premios es normal que no termine de gustar”, continúa.
“En cierto punto”, añade Nicolás Ruiz, “somos un país que ha exportado ese exotismo con el que se mira el mundo del narcotráfico, pero no permitimos que cualquier persona hable de ello como sea. Es un tema muy complicado de tratar aún siendo mexicano”, explica.
Más de cien mil desaparecidos
Desde que comenzó el registro en los años 50, unas 115.000 personas han desaparecido en el país latinoamericano. Y esto son solo las cifras oficiales. Además, según datos proporcionados por Roberto González Villarreal, destacado académico mexicano y autor de La desaparición forzada en México: de la represión a la rentabilidad, el 75% de los desaparecidos en el país son hombres salvo en el Estado de México donde la cifra se iguala en el 50-50. Ellos, para trabajar como esclavos hasta la extenuación. Ellas, prostituidas. “La mayoría de los desaparecidos hombres en la actualidad son jóvenes entre los 14 y los 30 años y las mujeres entre los 10 y los 19”, explica González Villarreal por teléfono desde Acapulco.
Para Alonso Díaz de la Vega, crítico de cine y autor de Emilia Pérez o de cómo el imaginario colonialista caricaturiza la violencia -un artículo ampliamente leído y publicado en la revista Gatopardo- el mayor problema de la cinta es la ligereza con la que aborda el tema. “No creo que la intención sea hacer daño ni mucho menos, pero cuando admites que no has investigado demasiado el entorno y que has contratado a las actrices por una cuestión comercial, ahí ya sí vas a fallar, y eso es lo que ha ocurrido”, argumenta en conversación con este periódico.
Díaz de la Vega se pregunta cómo sería la reacción si se hiciera un musical sobre los tiroteos de la sala Bataclán en París. El informador cinematográfico compara en cifras la situación mexicana con la guerra de los Balcanes en Europa e ironiza en su artículo qué hubiera ocurrido si un estadounidense hubiera dirigido un musical ligero sobre un suboficial de Ratko Madlic que hubiera matado a gente en Srebrenica porque no podía expresar su identidad de género; sobre cómo huyó, se hizo una cirugía y ahora es santificada por sus víctimas gracias a sus esfuerzos por esclarecer cada muerto. “No es comparable, lo sé, son contextos muy distintos, pero creo que nos da una idea del nivel de violencia que hay en México. Es una crisis humanitaria”, asegura.
Una herida que no deja de sangrar
Todos los días desaparecen a alguien. Todos. Lo asegura González Villarreal que matiza que, en las últimas décadas ha habido un cambio en los secuestros. “A partir de los años 90 se da una verdadera explosión en las desapariciones”, cuenta para añadir que, durante muchos años, tuvieron que ver con el mundo del narco, con la guerrilla, pero que ahora lo que se busca es mano de obra. “Todo esto va ligado a la industria criminal, no es el narco solo, sino empresas que producen bienes ilegales de todo tipo”, explica para agregar que, a veces, las acciones de la gente, la resistencia, consiguen devolver a los desaparecidos a sus hogares. Otras, en cambio, todo esfuerzo es inútil. “La gente, las asociaciones, suelen reaccionar rápido porque muchas veces ocurren en plena calle, y se cortan calles y se hacen huelgas para presionar y que el secuestrado regrese de un destino que es peor que la esclavitud porque, en estos casos, trabajas hasta la muerte. Salvo que consigas escapar”, zanja.
Días antes de que se escriba este artículo, Flora Sánchez Guillén, controladora del municipio de Atarjea en Guanajuato, es secuestrada frente a su hija en plena calle. En el momento en el que se escriben estas líneas hace unas horas que ha sido liberada. Ilesa. Flora Sánchez Guillén se cuenta entre los que, secuestrados, tienen suerte. Otros, muchos, no.
DM
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