Crónica y territorio

Narrar desde los márgenes: el espíritu federal del festival NAVE

Quizá sea un lugar común decir que encontrarse a pensar el futuro del periodismo narrativo hoy es “más necesario que nunca”, pero los lugares comunes no pocas veces tienen su razón de ser. Si los medios que brindan el tiempo para investigar en profundidad y el espacio para escribir textos extensos se reducen año a año como en un juego de la silla, en el que cada vez más periodistas quedan fuera, si a quienes logran quedarse en la ronda se los escucha quejarse una y otra vez de que las condiciones no hacen más que devaluarse y si a esta situación de precarización general se suma, para los cronistas de las provincias, que las oportunidades por fuera de Buenos Aires escasean aun más, ¿quiénes van a narrar, en los próximos años, las historias de la Argentina? ¿Quiénes van a querer descubrirlas para después escribirlas?

Lo que sucedió el jueves, viernes y sábado pasado en la tercera edición del festival NAVE de No ficción, que tuvo lugar en Bariloche, posiblemente no tenga el poder de torcer la coyuntura, pero sin dudas generó algo importante: conectó entre sí a cronistas de todo el país, generó reflexiones y ofreció un pantallazo por el presente del periodismo y sus otros formatos posibles. Reavivó la llama. 

“El panorama en general es oscuro. Pero también hay luminosidad: hay cronistas y periodistas narrando sus propios territorios y los ajenos, las historias extrañas y las cercanas; desafiando al poder desde una trinchera modesta”, expresó en la inauguración Santiago Rey, presidente de la Fundación de Periodismo Patagónico, cuyos miembros, con un entusiasmo envidiable, organizan cada año este festival y otras actividades como concursos y programas de capacitación para comunicadores de la región.

“Decidir quién narra es un hecho absolutamente político, hijo de una disputa, también política, que estamos dispuestos a dar. No podemos quedarnos solamente en destacar la producción local por el hecho de haberse producido en determinada geografía. Necesitamos llegar a las audiencias con productos de calidad, y con esa misión en mente estamos acá”. 

Los premiados

Inmediatamente después, Rey dio lugar a la presentación de los premiados en el concurso de crónica que este año celebró su sexta edición y ya se instaló como un clásico de la Patagonia argentina y chilena. Ausentes con aviso, Felipe Sasso, de Puerto Williams (Chile) y la chubutense Camila Vautier saludaron por video y agradecieron haber sido leídos y elegidos.

Sí estuvo presente para recibir su diploma Denali DeGraf, quien en su texto Cinco viajes a la Lof Quemquemtrew se metió con un tópico recurrente en la zona, que se actualiza cada vez que surge un caso nuevo: el conflicto territorial entre mapuches y empresarios.

También Rayén Guerrero Dewey, la ganadora, llegó a Bariloche para buscar su premio. “La rompiste, piba”, la felicitó Alejandro Seselovsky, que integró el jurado junto a la poeta Liliana Campazzo y la periodista ambiental Bárbara Tupper. La neuquina, que en su texto Todas las formas de ser hermano cuenta la historia de Oxiura Mallmann, drag queen nacida y criada en Aluminé, aprovechó para hacer un llamado de atención a sus colegas porteños: “El otro día, mientras hablábamos de la destitución de la vicegobernadora de Neuquén, un amigo de Buenos Aires me dijo: ‘Esto no le importa a nadie’. Yo estaba sacada. ¿Cómo no les va a importar la provincia que le da luz y gas a todo el país? ¿Cómo no les va a importar la provincia de Vaca Muerta, que hoy prácticamente sostiene la economía argentina?”, se preguntó. Y siguió: “Imagínense; si esto no les importa, ¡qué les van a importar los coletazos del Wingka Malon y otras historias nuestras!”. 

Ese grito federal recorrió todo el festival, desde el homenaje al periodista patagónico Cristian Aliaga, fallecido este año, a la mesa “Escenas de la crónica federal – Mueran los salvajes unitarios”, donde Eduardo Ledesma (Corrientes), Exequiel Svetliza (Tucumán), Miguel Roth (La Pampa), Mario Figueroa (Río Negro) y Lucía Sabini (CABA/Misiones) presentaron los proyectos –dos libros, un festival de cine documental, una investigación sobre la crónica patagónica y una revista, respectivamente– que llevan adelante en diversos territorios de la Argentina. 

Pero Roma no se construyó en un día, y el sueño de un sistema de medios argentinos más ecuánime para las provincias, menos. Jornada tras jornada, los eventos más convocantes estuvieron a cargo de periodistas provenientes de la capital. El jueves, Julia Mengolini presentó su primer libro, Las caras del monstruo, en su ciudad natal y ante una sala colmada que también incluyó a su mamá.

Al día siguiente, en la charla más convocante de la historia del festival, Alejandro Bercovich charló con un público de más de cuatrocientas personas sobre el presente político y económico en la Argentina a partir de fragmentos de su documental Diciembre, que narra el estallido social de 2001. Y recordó que el periodismo, como nunca, también existe para poner a conversar a personas que suelen sostener posiciones antagónicas: “Todo llamado al diálogo, hoy, en este mundo de audiencias segmentadas, de guetos y algoritmos, es revolucionario”.

Unos minutos antes de que el columnista de elDiarioAR ofreciera su charla, la machi (líder espiritual mapuche) Betiana Colhuan Nahuel –que se había acercado a ver las fotos de Pablo Piovano que se exhibieron durante el festival– saludó al auditorio en mapudungun y en español. Colhuan relató cómo su comunidad, pese a la violencia estatal y los sucesivos desalojos forzados, sigue resistiendo para preservar su cultura y proteger el ambiente para el bien común: “Nosotros cuidamos los lagos y la naturaleza para que los disfruten todos, no solamente nuestro pueblo”, dijo antes de recibir aplausos fervorosos. 

Como en el line up de un festival de música, donde las bandas estrella siempre cierran, la programación del NAVE también dejó para el último día y el último turno a la gran invitada de esta edición: Leila Guerriero. Si bien hace rato lleva una vida más parecida a la de un escritor de primeras ligas que a la de un periodista, Guerriero sigue haciendo libros cuya materia prima es lo real. Por eso es que escucharla pensar sobre su trabajo resulta siempre de gran inspiración para sus colegas, aunque su dedicación casi monacal a correr y a la escritura, en la era del pluriempleo, no se parezca mucho a la de gran parte de su público. 

Un gran acierto fue la multiplicidad de formatos que integró la programación. Se presentaron libros de no ficción (mención aparte merece la interesantísima mesa de Paula Bistagnino y su investigación sobre el Opus Dei, junto a la charla de Valeria Di Croce sobre el ascenso de los libertarios al poder) y novelas (Ángeles Alemandi compartió ideas sobre los buenos hábitos del periodismo que deben perdurar a la hora de escribir textos de ficción).

También hubo lugar para géneros más experimentales. Y es que en estos años no pocos periodistas aprendieron, como recuerda la premio Nobel Olga Tokarczuk en Los errantes, que “el músculo más fuerte del ser humano es la lengua” y comenzaron a probarse en la crónica oral. El primer día, un episodio del magnífico podcast Acá no pasó nada, producido por la Plataforma Árida, fue llevado a escena con locución y guitarra en vivo. También se vio El arrimado, donde el pampeano Lautaro Bentivegna llevó a escena con ternura y destreza un perfil de Juan José Gozza, un mítico fotógrafo de Guatraché que, guiado por la curiosidad y cierta desvergüenza, se las ingenió para estar siempre en los sucesos clave de la historia argentina.

Antes del brindis final y de que todo el mundo se pusiera a bailar, el tucumano Svetliza mostró sus dotes de standupero para burlarse (siempre con cariño) de los cronistas porteños en un show que hizo reír incluso a quienes se sintieron directamente aludidos.

NL/JJD

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