Entrevista | Escritora

Roberta Marrero, escritora: “Violencia contra las personas trans existió siempre, pero ahora es más virulenta por las redes sociales”

Jennifer Jiménez

Las Palmas de Gran Canaria, España —

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Roberta Marrero es escritora y artista visual española. Ha sido homenajeada esta semana por el Día de las Escritoras en Canarias, su tierra natal. En su libro El bebé verde contó su propia historia desde su infancia y adolescencia trans. “Todos dijeron al nacer que era un niño, pero no, era una niña”, señala en la obra. Defiende que todas las personas merecen respeto y que “las travestis son las grandes olvidadas, ponían el cuerpo cuando ninguna era visible”. En su poema Canarias Marica hace una reivindicación de que la canariedad es mucho más que el folklore, el tenderete y la rondalla. “La canariedad también es Paco España, el Parque de Santa Catalina, las trabajadoras sexuales de Guanarteme, los cabarets, las maricas, las mujeres heterosexuales y bis que no entraban en ningún canon en concreto. Es decir, todas las que éramos raras, eso también es la canariedad que yo creo que hay que empezar a reivindicar”. 

Considera que en cualquier visibilización de un colectivo ha llevado a que se intente blanquear, dejando atrás a las más marginadas. “No podemos ahora pretender que para ser aceptada como mujer trans tienes que ser un premio nobel”, añade. La escritora lamenta la violencia que las personas trans están sufriendo y añade que “ha existido siempre, pero ahora es más virulenta por las redes sociales”. Sobre Carla Antonelli destaca que siempre ha estado ahí haciendo activismo y no solo por los derechos de las personas trans, sino de un montón de gente. 

Su obra plástica ha formado parte de exposiciones como David Bowie Is en el museo Victoria&Albert de Londres o Piaf, en la Biblioteca Nacional de París. Ha publicado, además de El bebé verde: infancia, transexualidad y héroes del pop, Dictadores (en 2015);  We Can Be Heroes, Una celebración de la cultura LGTBQ+ (en 2018) y Todo era por ser fuego. Poemas de chulos, trans y travestis, su obra más reciente.  

Quería comenzar esta entrevista hablando de tu escritura, pero vivimos una semana triste para las personas trans, con esa ralentización de la ley en el Congreso y la marcha del PSOE de Carla Antonelli. ¿Cómo has vivido esta noticia?

Honestamente, ayer cuando se hizo pública, lo que pensé fue que Carla, como siempre, ha sido bastante coherente. Creo que defendió a capa y espada su puesto en el PSOE, pero ya era hora. El PSOE no solamente por la Ley Trans sino que es un partido que lleva siendo no muy socialista y no muy obrero desde hace ya tiempo. De hecho, me chirriaba bastante que Carla estuviera en el PSOE, no por ella sino por el PSOE. Yo a Carla la conozco personalmente y me consta que es una mujer íntegra. 

Y va a seguir apegada a la lucha, porque siempre ha estado ligada a los colectivos…

En una entrevista hace unos días me preguntaron si me consideraba una activista. Yo no soy una activista, soy una creadora. Una activista es Carla Antonelli que es quien siempre ha estado ahí haciendo activismo y no solo por los derechos de las personas trans, sino de un montón de gente. 

Las travestis son las grandes olvidadas, ponían el cuerpo cuando ninguna era visible

Muchas veces hablamos de la falta de referentes femeninos en muchos ámbitos, también de la falta de referentes para las mujeres trans en determinados ámbitos, pero en tu poemario ‘Todo era por ser fuego’ haces una reivindicación y un homenaje a las travestis que fueron referentes para ti y para muchas otras, cómo se cuidaban entre ellas en las calles de Las Palmas de Gran Canaria, cómo se hacían tratamientos de belleza entre ellas, se aconsejaban… ¿es hora de visibilizar a esas referentes que ponían el cuerpo cuando incluso era más peligroso? A veces nos enfocamos en que las referentes son las que llegan entrecomillas a grandes puestos …

A mí me parecen las grandes olvidadas porque cuando se hace un proceso de visibilización de un colectivo (y lo mismo pasó con el colectivo de hombres gays y mujeres lesbianas, cuando se aprobó el matrimonio igualitario) se intenta blanquear mucho al colectivo. Es decir, cuando el matrimonio igualitario se aprobó, cada vez que salía una pareja de hombres o mujeres en televisión tenían que ser una pareja de personas que eran abogadas, doctoras, médicas… siempre tenían que estar, como has dicho, en la parte entrecomillas más alta de la sociedad cuando también hay maricas y lesbianas de clase obrera, que trabajan en estancos, que son pobres… como el resto del mundo. Y con la reivindicación y visibilización del colectivo de personas trans se ha intentado dejar atrás (sobre todo con el colectivo de las mujeres trans) esa imagen que nos ha acompañado siempre que es la de mujer trans que pertenece al lumpen, que se dedica a la prostitución, que malvive en un cabaret… Pero no hay nada de malo ni en pertenecer al lumpen ni en dedicarse a la prostitución ni en trabajar en cabaret. Que las que puedan ser abogadas o quieran serlo, genial, pero que no podemos ahora pretender que para ser aceptada como mujer trans tienes que ser un premio nobel. Es decir, todas las mujeres sean trans o cis merecen respeto independientemente de a qué se dediquen y cuando ninguna era visible las que estaban poniendo el cuerpo en la calle eran ellas. 

No podemos ahora pretender que para ser aceptada como mujer trans tienes que ser un premio nobel

Con el poema ‘Canarias marica’, ¿querías hacer un retrato de esa Canarias de tu infancia y enorgullecernos de esa historia de las personas travestis de Guanarteme o Santa Catalina?

Sí y también es mostrar o pervertir ese concepto sacrosanto de la canariedad, que parece que la canariedad solo es una cosa: el folklore, la rondalla, el tenderete … que todo genial. Nada en contra del tenderete, la rondalla y el folklore, pero la canariedad también es de lo que se habla en ese poema, de lo que yo he reivindicado un montón de veces, es decir, la canariedad también es Paco España, el Parque de Santa Catalina, las trabajadoras sexuales de Guanarteme, los cabaret, las maricas, las mujeres heterosexuales y bis que no entraban en ningún canon en concreto. Es decir, todas las que éramos raras, eso también es la canariedad y es una canariedad además que yo creo que hay que empezar a reivindicar. 

En la conmemoración por el Día de las Escritoras y el homenaje que has tenido en Canarias dijiste que era “justicia poética” el recibimiento del galardón y una reconciliación de la mamá (entendida como la tierra natal) y la hija.

En realidad es más una cosa mía personal. Nací en el 72 y mi infancia y adolescencia transcurrieron en los años 70 y 80 y Gran Canaria era un sitio bastante hostil con la gente que era distinta. Entonces, cuando creces en un sitio que es tan agresivo, que sufres bullying en el colegio, tu familia no te entiende demasiado bien, ir por la calle supone un riesgo... Tú obviamente no tienes una buena relación con ese sitio porque te deja heridas. Yo he trabajado mucho eso y logré entender que no era la madre, no era la tierra, era la circunstancia histórica, es decir, toda España era así porque acabábamos de salir de una dictadura política y, de hecho, yo nací en una dictadura. Entonces, la reconciliación ya la hice hace tiempo. Estoy súper reconciliada con la madre tierra, pero sí que este reconocimiento en el día de las escritoras fue como el reconocimiento de la madre tierra hacia mí. Eso es lo que intenté explicar el pasado lunes. 

Aquí la ley trans salió adelante por unanimidad, pero si algo nos enseña la historia es que los derechos nunca se pueden dar por sentados, y siempre hay que estar peleándolos.  ¿Es esta Canarias una Canarias más avanzada de lo que era en otra época, ha dado pasos para ir reconciliándose con las personas trans?

Sí, pero, por ejemplo, el lunes cuando aparecí en todos los medios y en los telediarios locales, de repente, empecé a recibir un montón de amenazas de terf y tuve que blindar las redes sociales para que el acoso no se disparara. Entonces, cierto es que las cosas han cambiado pero todavía hay una parte de la sociedad que siempre ha existido, es decir, esta gente no ha inventado absolutamente nada nuevo, la violencia contra las personas trans ha existido siempre, existe y existirá. Lo que pasa es que ahora es más virulenta porque se hace a través de las redes sociales, pero ciertamente la sociedad ha cambiado. 

“Escribir desde el corazón es agotador”, dices es uno de los poemas más emotivos de ‘Todo era por ser fuego’. La frase también podría ser comparable a lo agotador que es para una persona tener que luchar constantemente por su identidad. ¿Es para ti la escritura una forma de reivindicación aunque digas que no eres activista? 

Para mí es una forma de comunicación más que otra cosa. Lo único que quiero hacer como creadora es crear y contar cosas. Entonces, que eso se convierta luego en una reivindicación, tipo de activismo y haya gente que se sienta reflejada en ti o te conviertas en un espejo para otras personas, todo eso es bienvenido, pero no es mi idea inicial, mi idea inicial es contar las cosas. Y una vez sale de esa intimidad que es cuando lo escribes en tu casa, en tu ordenador, y luego se publica, eso ya un poco no te pertenece sino que se convierte en algo público y ciertamente las creaciones y artefactos artísticos pertenecen mayormente a quien lo ve y cada persona que lo ve, lo ve de una manera distinta, pero nada en contra de que se conviertan en textos reivindicativos ni nada de eso. Al contrario. 

Muchas amigas mías trans nunca han tenido relaciones por el simple hecho de ser mujeres trans

En el poemario hablas de muchas cosas, desde el deseo, los cuerpos. pero también del amor… y cómo Ivana hablaba de su decepción amorosa diciendo “¿qué somos, travestis?”... Decías que ahora la entiendes. ¿Cómo concibes ahora el amor?

Esa es la pregunta del millón. Yo he tenido la suerte o la desgracia, no lo sé, simplemente pasó. Muchas amigas mías trans nunca han tenido relaciones por el simple hecho de ser mujeres trans. Es decir, son deseadas en privado pero nunca en público y ningún hombre se atreve a ir más allá y amarlas y quererlas. Yo sí que he tenido una relación bastante larga, me casé, me divorcié luego… Entonces, ese tipo de amor; el romántico y sexual, era algo que deseé durante mucho tiempo, era algo que al final me pasó y cuando me pasó me pasó de una manera tan virulenta que yo dije: “ah, era esto”. 

También la sociedad nos obliga a idealizarlo… 

Sí, total. A mí ahora mismo me parece un tipo de relación muy complicada, un tipo de relación que ahora mismo no me interesa, un tipo de relación a la que tampoco estoy cerrada porque nunca se sabe tampoco qué te va a pasar, ni a quién vas a conocer ni nada por el estilo, pero soy consciente de que el otro día me preguntaban por Instagram en un post que escribí sobre el deseo: “¿Quién ama a las mujeres trans?” Y, por lo general, las mujeres trans que yo conozco están solas y hay un gran tabú social que hace que lo que pasa entre los hombres heterosexuales y nosotras no suele trascender más allá porque ellos mismos se ponen freno. Hay unos cuantos que se atreven a romper ese tabú social, pero no suele ser lo normal. 

¿Y es algo que afecta más a las mujeres trans que a los hombres trans, que cueste tener una relación?

Pasan dos cosas. Los hombres trans pueden ser heterosexuales y se relacionan con mujeres (y las mujeres que se relacionan con hombres trans suelen ser más valientes que los hombres heterosexuales porque las mujeres ya tienen un estigma que es el de ser mujer y entonces no les importa que hablen mal de ellas por estar con un hombre trans). Y luego están los hombres trans que son homosexuales y se relacionan con chicos gays, pues ocurre lo mismo; los chicos gays ya tienen un estigma social y no les importa que hablen de ellos a sus espaldas por estar con un chico trans. Sin embargo, los hombres heterosexuales que se sienten atraídos por mujeres trans no tienen ningún estigma y entonces de repente cargarse con ese estigma pues les para bastante. También en cierto modo es comprensible, es decir, renunciar a una serie de privilegios y que hablen mal de ti es algo a lo que los hombres heterosexuales no suelen estar acostumbrados y entonces es algo que les aterra. 

Me parece importante que en tus obras hablas de la violencia contra las mujeres trans, que desgraciadamente se sigue dando y en el poemario también mencionas a mujeres asesinadas que marcaron tu vida, como el crimen de Sonia Rescalvo ¿Hemos cambiado en los medios en el tratamiento a estos crímenes o se sigue percibiendo poca empatía?

Bueno, si a Sonia Rescalvo la mataran ahora, la manera en que se trataría la noticia sería completamente distinta porque cuando la mataron hace 31 años la trataban en masculino y hablaban de ella con absoluto desprecio, de una manera bastante amarillista. Eso hoy en día en la mayoría de los medios no se da. Hay medios que lo siguen haciendo pero la mayoría cuando hablan de las personas trans lo suelen hacer de una manera bastante correcta. 

La Iglesia tiene una importante presencia en tu obra y también llama mucho la atención esa mezcla con la copla en muchos poemas, menciones a Rocío Jurado o Lola Flores. ¿Cómo explicas toda esta relación?

Esa es mi educación. La copla, Rocío jurado, Lola Flores, los boleros, la religión… todo eso pertenece a nuestra cultura. La copla ha sido un espacio bastante relacionado con las personas queer siempre porque en los tablaos había chicos gays, había travestis, Rocío Jurado era pro colectivo LGTB y era feminista. Lola Flores se reconoció pro colectivo LGTB y esa conexión es natural. Quizás lo que más llame la atención es esa reinterpretación que hago de lo católico, que también forma parte de mi educación porque fui educada como católica. Independientemente de lo que diga la Iglesia, una cosa es la Iglesia, el Vaticano, los papas… y otra es la relación de la Iglesia y la calle. En esa relación siempre ha existido, por ejemplo, hay una iglesia en Tenerife donde van las mujeres trans de mantilla a escuchar misa en latín, hay maricas que han estado cosiendo mantos para la virgen desde siempre, hombres gays que son costaleros… Es decir, parece que es una cosa que no pasa pero pasa. 

En todo caso, mi acercamiento a la imaginería católica es absolutamente estética. Yo no creo en dios, pero me parece que la imaginería que ha creado al catolicismo es apabullante y está llena de símbolos y de paganismo. La Iglesia católica reinterpretó un montón de mitos paganos anteriores al catolicismo. Entonces, a mí todas esas imágenes me fascinan y las uso, pero por apropiación. O sea, no lo hago por devoción católica, porque yo no creo en nada.