El fútbol parece devolverle a Lionel Messi lo que él suele hacer con los rivales: darle un giro inesperado, imprevisible, a la próxima jugada. Aquello que Albert Camus dijo haber aprendido de sus años de arquero: “Aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga”.
Ahora resulta que el Barcelona, que durante dos décadas fue su tranquilidad, su vientre, su protección, su calma chicha, se convirtió en su volcán, el club que no le puede garantizar una jubilación tranquila, merecida, de sabio del fútbol. El Barcelona como un club expulsivo, impotente en la economía, casi que argentino, víctima de su propia pulsión por haber gastado más de lo permitido en los últimos años. Y justo en simultáneo, la selección argentina, que durante 15 años fue el tormento de Messi, la espina incrustada en el cristal, se convirtió después de la Copa América de Brasil en su hogar dulce hogar. El Barcelona derivó en la inestabilidad, la selección en el refugio.
Pocas veces, o ninguna, se había visto un Messi tan radiante en sus vacaciones en el verano europeo. Siempre se había dejado ver en yates sobre el Mediterráneo, después de temporadas en las que si no había ganado una Liga había sumado una Champions o había levantado una Copa del Rey, pero era un Messi al que le faltaba algo. Un Messi al que le quedaba una cuenta pendiente. Esta vez, por una Copa América que posiblemente en lo deportivo no sea más que las cuatro Champions que ganó con el Barca, el propio Messi se mostró sin sombras. Feliz de que el fútbol ya no le debiese nada.
El gélido comunicado que hoy lanzó el Barcelona parece la primera parte de una negociación a la que le faltan nuevos pasos. O, tal vez, eso es lo que queremos creer los que siempre vimos a Messi como un jugador de una sola camiseta, una última imagen de fidelidad en un fútbol donde los clubes necesitan futbolistas y abogados. ¿Realmente LaLiga se pegará un tiro en el pie y dejará afuera a Messi? ¿Cuál será el jugador franquicia ahora, en contraste contra la Premier League cada vez más poderosa, el calcio campeón de Europa o la Ligue 1 que se llevó a Sergio Ramos, la estrella del Real Madrid? ¿De verdad Antoine Griezmann, su compañero de Barcelona, quedará como la cara visible de LaLiga?
En un mar imprevisible por primera vez desde que llegó a Barcelona, suena raro decirlo pero a Messi siempre le quedará la selección argentina. El fútbol es el deporte de los pronósticos errados. También para él.