Después de 23 años de inflación, que llegó a marcar un techo de 211% en 2023, en la última semana de abril se detectó deflación en el principal rubro del índice de precios al consumidor (IPC), los alimentos y las bebidas. Por lo menos así lo midió la consultora LCG, propiedad del senador radical Martín Lousteau, en su monitoreo semanal de 8.000 precios en cinco supermercados. Allí constató una baja del 1% respecto de la semana anterior, con lo que se moderó la suba de las últimas cuatro semanas a 2,3%.
Las bajas se registraron en frutas (-6,8%), condimentos (-3,1%), azúcar, miel, dulces y cacao (-2,9%), verduras (-2,4%), bebidas (-1,8%), comidas para llevar (-1,4%), productos de panificación, cereales y pastas (-0,7%), carnes (-0,5%) y aceites (-0,3%). Sólo se encarecieron huevos y lácteos, un 1,9%.
El gobierno de Javier Milei viene alardeando de que hay deflación, es decir, baja generalizada de precios. La última semana de abril ocurrió. Lo logró sobre la base de un fuerte ajuste fiscal y monetario, la estabilidad cambiaria y tras un salto inicial de la inflación al doble de lo heredado en diciembre (25%) para después reducirla a 20% en enero, 13% en febrero, 11% en marzo y alrededor de un 9% en abril, un número todavía muy alto pero que marca un descenso. No por nada el Banco Central se atrevió en este contexto a bajar la tasa de interés de referencia del 60% al 50%.
Al ajuste Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, le sumaron a la fuerte devaluación del peso oficial en diciembre, que hundió el poder adquisitivo. Ambos factores combinados han colapsado la actividad económica. En marzo, el PBI cayó 9,7%, casi tanto como en la pandemia de 2020, y acumuló un 6,8% abajo, según Orlando J. Ferreres & Asociados, donde trabaja uno de los asesores económicos de Milei, Fausto Spotorno. La recesión heredada se ha convertido en depresión y esto explica también la deflación. Los fabricantes y comercializadores de alimentos rebajan los precios para vender algo.
En 2000, el entonces gobierno de Fernando de la Rúa intentaba celebrar que los precios bajaban como premio consuelo de la recesión que ya cumplía dos años entonces. Aquel era el segundo año de deflación consecutivo tras seis años de inflación baja, menor al 10%. Aquel festejo carecía de razón ser.
Pero esta vez el fenómeno de deflación resulta diferente, en la medida en que no vaya a durar demasiado. “Después de 22 años en que los precios subieron (desde 2002), hay que festejar que caigan”, opina el consultor Fernando Marull, de la firma FMyA. “Te demuestra que las empresas de alimentos tienen que bajar los precios para mantener el volumen de venta. Va en línea con lo que decía el Gobierno: que se habían pasado de rosca con los aumentos en algunos sectores”, se refiere Marull a que muchas compañías fijaron sus precios pensando en un dólar y una inflación con saltos mayores y continuos. Pero el tipo de cambio oficial apenas sube 2% mensual desde enero y el IPC se va moderando, aunque en niveles todavía altos.
“Con esa tendencia a la deflación, ya el Central bajó 10 puntos la tasa de interés”, observó Ferreres, exviceministro de Economía de Carlos Menem. “Algo es. Obviamente los que más festejan son los consumidores por la frenada del IPC. Por supuesto que la recesión es enorme pero irá disminuyendo”, opina el exfuncionario. El riesgo radica en que sin factores que impulsen el crecimiento la demanda siga sin recuperarse y la deflación se prolongue. El tiempo dirá.
Melisa Sala, economista jefa de LCG, admite su “festejo” por la deflación de la última semana. “Eso no quita que mantengamos los reparos de cómo va a venir para adelante. Básicamente porque está sustentada en una profunda recesión. Entonces nos cabe la duda de qué va a pasar en caso de que la actividad empiece a traccionar de nuevo y haya mejora del salario real (ajustado por inflación), si eso va a ir contra los márgenes que fueron aumentados antes en exceso o se trasladará a precios. Además queda pendiente recomponer el desajuste de los precios relativos, tanto de tarifas, cuyos aumentos fueron suspendidos, como del dólar, que está anclado desde enero y no luce muy sostenible más allá de junio”, completa Sala. En un banco extranjero analizan la naciente deflación: “Nada para festejar, es la contracara de una recesión espantosa, pero es una buena noticia”.
El 25 de abril último, en el discurso que dio en una cena de la Fundación Libertad, el presidente Milei dijo que “la deflación es algo sano” y que para los estudios clásicos de la economía “no era un problema”. “Lo que pasa es que cuando hay deflación hay algunos que ganan y hay otros que pierden. Bueno, sí, digamos, tienen más exposición los que pierden y bueno, claro, entonces la deflación es mala. Pero no es mala, porque deriva, de hecho, del propio crecimiento económico y implica devolverles recursos a la gente”, dijo el mandatario.
La economía, pese a las palabras del Presidente, sufre una caída estrepitosa y un dato estrechamente vinculado con los alimentos es la caída de las ventas de los supermercados: de acuerdo con el informe de Encuesta de supermercados del INDEC, difundido el 24 de abril último, en febrero el Índice de ventas totales a precios constantes muestra una caída de 11,4% respecto de igual mes de 2023, y el acumulado enero-febrero de 2024 presenta una baja del 12,7% respecto del mismo bimestre de 2023.
AR/JJD