El Banco Central analiza acelerar el ritmo de depreciación del peso para recomponer sus reservas
El Gobierno no sólo apuesta a pisar importaciones de bienes de consumo para cumplir con su meta de acumular reservas en el Banco Central, uno de los tres objetivos fijados en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y una de las herramientas de su estrategia antiinflación. También prevé analiza acelerar el ritmo de depreciación del peso para alentar la liquidación de exportaciones y desincentivar las compras externas de bienes pero también de servicios, como los viajes al exterior o los recitales de estrellas internacionales tipo Coldplay. La autoridad monetaria pasó de subir el dólar oficial el 1% mensual en los meses preelectorales de 2021 a elevarlo ahora al 4%, pero aún está por debajo de una inflación que bajó del 6% en abril al 5,1% en mayo.
Se suponía que el Central debía aprovechar este segundo trimestre del año, de cosecha de soja y maíz, encarecidas por la guerra de Ucrania, para lograr su cometido de sumar activos. Pero las reservas han caído de los US$ 43.137 millones el 31 de marzo a los 41.352 millones actuales. Es que el conflicto bélico también elevó el precio de las importaciones de energía y además la sequía deterioró las cosechas sojera (-8,4%) y maicera (-5,3%). También hay empresas que se sobrestockearon de importaciones para cubrirse de la inflación o de una eventual devaluación.
El staff del FMI, con el brasileño-israelí Ilan Goldfajn a la cabeza del área americana, piden al ministro de Economía, Martín Guzmán, y al presidente del Central, Miguel Pesce, que tomen medidas para recuperar reservas. La respuesta es que, por un lado, se adoptarán medidas de “administración del comercio”, es decir, licencias automáticas y no automáticas para frenar importaciones. Se desestima un cepo importador que detone denuncias contra la Argentina en la Organización Mundial de Comercio (OMC), como sucedió en el kirchnerismo.
Pero, por otro lado, el Fondo reclama que se acelere el crawling peg (depreciación gradual de la moneda). Se descarta una devaluación brusca, como la que ocurrió en 2014 con Cristina Fernández de Kirchner como presidenta y Pesce como vice del Central porque rápidamente los precios terminaron subiendo detrás del dólar. Lo mismo ocurrió con el gobierno de Mauricio Macri en 2015, 2018 y 2019.
Evitar un atraso mayor
Además en el equipo económico consideran que tampoco necesitan un salto brutal del dólar para estimular las exportaciones. El tipo de cambio real (ajustado por inflación) multilateral (en relación a las monedas de Estados Unidos, la zona euro, China y Brasil) está en 96,70 puntos (más bajo que 100, la referencia de la salida del cepo en 2015) y estaba en 92,26 en abril de 2018, antes de la devaluación de aquel año. En las huestes oficialistas consideran que lo que deben hacer es evitar un mayor atraso cambiario, pero destacan que con el actual tipo de cambio las manufacturas de origen industrial crecen al 40% en el primer cuatrimestre, no sólo a Brasil, pese a su bajo crecimiento, sino también a Chile y el resto de América del Sur, Central y del Norte y la Unión Europea.
En el equipo económico destacan que este año aceleraron la depreciación del peso oficial sin un impacto mayor en la inflación y sin reproches fuertes del cristinismo, con excepciones de voces de economistas fuera de cargos ejecutivos y legislativos como Fernanda Vallejos. Esperan que una suba mayor acote la brecha con el contado con liquidación (CCL) e incluso aguardan que este tipo de cambio paralelo baje después del salto actual porque prevén ingresos de dólares de inversiones agrícolas y mineras por esa vía. En la actualidad, el dólar oficial está a $ 128, el CCL, a 242 y el blue, a 216.
Para contrarrestar la inflación, en el Gobierno apelan a la suba de la tasa de interés, al demorado ajuste fiscal y monetario y a la atrasada acumulación de reservas. Apuestan una baja gradual del índice de precios al consumidor (IPC), no un plan de shock como el que promueve la oposición, porque advierten que hasta les provocaría problemas porque los ingresos caerían y los gastos de Seguridad Social seguirían ajustando por la inflación pasada. No festejan el 5,1% de mayo, pero rescatan que marca una desaceleración respecto de marzo y abril y pronostican, a contramano del mercado, que en junio seguirá bajando a menos del 5%. ¿Cómo? Porque, por un lado, ya pasó el shock externo de la guerra de Ucrania en los precios de los alimentos y la energía. Por otro, por el nuevo alza de tasas, el sexto en el año. Reconocen que a la gente pudiente le queman los pesos en la mano y por eso se tiran de cabeza a gastos en turismo y ropa, los rubros que más remarcan los precios, pero confían en que se los puede absorber con plazos fijos o bonos mejor remunerados. También esperan que las empresas, en lugar de cubrirse de la inflación sobrestockeándose de importaciones, coloquen sus pesos en títulos y depósitos a plazos. Veremos si alguna vez aciertan en la difícil misión de bajar la inflación, tarea en la que la Argentina se empeña sin éxito desde hace 16 años y en la que el mundo entero está naufragando también ahora.
AR
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