En el mediodía del jueves pasado, cuando habían pasado apenas algunas horas de la presentación masiva de renuncias en el gabinete y la Argentina se mareaba en el precipicio de la interna del Frente de Todos, organizaciones sociales de izquierda marchaban al centro porteño. Pedían un refuerzo en la asistencia alimentaria, una demanda que por esas horas no cabía en la pantalla de los medios ni tenía posibilidades de robarle atención a la disputa palaciega. Sin embargo, el precio de los alimentos está en el corazón de esta crisis y del malestar que llevó al Gobierno a la derrota en las urnas. Según los datos oficiales publicados esta semana por el Indec, un salario mínimo no alcanza para sostener una familia no ya fuera de la pobreza, sino de la indigencia: no alcanza para comprar los alimentos básicos para la subsistencia.
En los últimos 12 meses los alimentos y bebidas no alcohólicas se encarecieron 53,4%, 2 puntos porcentuales por encima del promedio de la inflación. Sin embargo, en agosto comenzó a verse una tendencia de desaceleración: mientras que el nivel general de inflación fue de 2,5%, los alimentos aumentaron 1,5% en comparación con julio, mes en el que esta categoría había marcado una suba de 3,4%.
De acuerdo a las planillas oficiales, la baja se explica por una estabilización de la carne y una fuerte baja en las verduras, que en el Gran Buenos Aires se movieron 0,3% y -3,9%, respectivamente. Por el contrario, se vieron aumentos fuertes en algunos productos de almacén como el café molido (subió 10,6% contra julio), el yogurt (9%), la leche en polvo (5,6%), el arroz blanco (5%) o las galletitas de agua (3,6%). Esto revierte la dinámica que se observaba desde mediados del año pasado, cuando los precios de los productos industrializados estaban virtualmente planchados por el programa Precios Máximos y era la carne y las frutas y verduras lo que más presionaban sobre los bolsillos.
Ese cambio en la estructura de los aumentos se puede ver también en el relevamiento que hace el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Isepci) en comercios de cercanía de barrios populares de 20 distritos del conurbano bonaerense, que el Ministerio de Desarrollo Social mira de cerca. En agosto registraron que los precios de carnicería cayeron 0,33%, mientras que los de verdulería aumentaron 1,67% y los de almacén se dispararon 3,02%.
El programa Precios Máximos fue desarticulado en junio, luego de más de un año de vigencia. Según señalaron entonces fuentes del Gobierno y del sector privado esto no significó “piedra libre” para definir aumentos, sino que se acordó que los ajustes serían “conversados” entre las partes. Sin embargo, las recomposiciones se hicieron notar en las góndolas. Esta semana, mientras las organizaciones sociales marchaban y tomaban volumen los cruces entre el Presidente y su vice, Mastellone bajó a los comercios un aumento de 6% en los productos de La Serenísima.
En la secretaría de Comercio Interior señalaron que a partir del desarme del programa los aumentos “siempre fueron escalonados y de un dígito” y anticiparon que se está trabajando con las empresas para la renovación de Precios Cuidados los primeros días de octubre.
Las críticas internas en el Frente de Todos por no lograr controlar a los “formadores de precios” se acumulan y ponen en la primera línea de renovación forzada al ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.
Para Isaac Rudnik, director de Isepci, la tendencia a la baja general de los alimentos debería mantenerse en los próximos meses, aunque aclaró que toda las previsiones están “dentro del paréntesis del tembladeral político de estos días”. La descoordinación de la dirigencia no es inocua para la mesa de los argentinos. Entre otras cosas, genera inestabilidades que impactan en el mercado de cambios, como se vio en la suba sostenida del dólar blue. “Cuando aumenta la brecha de los dólares paralelos con el oficial hay especulación de devaluación y se adelantan aumentos”, apuntó Rudnik.
Lo que ocurra con la carne es determinante, dado el gran peso que tiene en la canasta de consumo en todo el país: va del 7% de representación en la canasta del Gran Buenos Aires al 13,3% en la del Noreste. Y los aumentos fueron abrumadores: en los últimos 12 meses este bien tuvo subas de entre el 70% (Patagonia) y 77,7% (Noreste). Su precio se redujo por primera vez en junio (-1,4%) y mantuvo esa tendencia en julio, mes en que disminuyó 1%, según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Esto se confirmó en el IPC del Indec, que en agosto mostró caídas en la carne picada (-3,5%), el asado (-2,6%) la paleta (-1,9%) y el cuadril (-0,3%).
David Miazzo, economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), explicó que la prohibición del Gobierno de exportar un equivalente a 30.000 toneladas por mes genera una sobreoferta en el mercado interno que hace caer los precios, porque se combina también con una baja en la demanda vinculada al menor poder adquisitivo de los argentinos y argentinas.
“Por eso vimos caídas en julio, agosto y probablemente las veamos en septiembre. Pero este efecto puede durar tres, cuatro meses”, opina Miazzo. “Después se equilibrará el mercado interno y la carne volverá a subir al ritmo de la inflación, como el resto de los precios de la economía”, dijo, y anticipó que “si la restricción se mantiene en el mediano plazo va a empezar a caer la producción por falta de incentivos y a subir el precio nuevamente”.
En el caso de las frutas y las verduras, vienen de un año atípico. “En 2020 tuvimos un boom de consumo porque la gente dejó de salir y se volcó al consumo de huevos, frutas, verduras para cocinar en la casa”, dice Javier Magnone, dueño de una empresa de distribución de frutas y verduras con un puesto doble en el Mercado Central de Buenos Aires y un punto de venta al público. Esa mayor demanda derivó en un aumento de precios en 2020, en la que al Estado le resultó difícil intervenir por la atomización del sector.
Según Magnone, que habló con elDiarioAR con el ruido de los carros y camiones del Mercado Central de fondo, ese boom sirvió para compensar valores que venían muy retrasados, pero en algunos casos “se pasaron”. “Las naranjas, venían sufriendo mucho, pasaron de valer $300/$350 el cajón a $1.500”, ejemplifica. También las exportaciones presionaron en este sector: países limítrofes como Bolivia, Paraguay y Brasil consumieron muchas frutas y verduras argentinas durante 2020, algo que este año se aplacó.
¿Cómo se explica la moderación de los precios de frutas y, sobre todo, verduras en el último mes? Magnone lo atribuye a tres factores: primero, a un año muy bueno desde el punto de vista climático, que fue acompañado de “rindes extraordinarios” y abundancia de mercadería. En segundo lugar, una reducción de la demanda derivada sobre todo del deterioro del poder adquisitivo de las familias.
También afecta el hecho de que se abrieron muchas verdulerías nuevas como “salida rápida de trabajo”, que operan informalmente e interfieren en la dinámica de precios y oferta al consumidor. “Creo que no se va a revertir la tendencia que vimos en agosto, pero tampoco van a bajar los precios muchos más porque algunos están muy cerca del costo y porque con el verano y el calor la demanda de productos frescos crece”, concluyó.
Agostina Myronec, analista de Ecolatina, recordó que “las frutas y verduras son los alimentos estacionales por excelencia y tienen una volatilidad mucho mayor a la del resto”, lo que también explica gran parte de la baja de agosto. “Es algo que no necesariamente se mantendría en los próximos meses. Así como esta vez ayudó que las verduras cayeran, puede ser que en algún momento lo haga la fruta, pero son factores estacionales difíciles de proyectar”, dijo.
Según los números de la primera quincena de septiembre que anticipó a elDiarioAR, la tendencia a la desaceleración en carnes sigue: marcó un aumento de 1% respecto de la primera quincena de agosto. La presión viene por el lado de los alimentos industrializados, que subieron 3,1%.
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