El 26 de octubre pasado el Congreso aprobó la ley de Promoción de la Alimentación Saludable, que en su punto central obliga a las empresas productoras a incluir sellos octogonales que adviertan sobre los excesos de azúcar, grasas y sodio en sus productos, con el fin de ayudar a combatir la obesidad, la hipertensión y los riesgos cardíacos.
Si bien los sellos todavía no comenzaron a verse en las góndolas –las empresas tienen un plazo de al menos seis meses para adaptarse–, la experiencia de otros países que implementaron normas similares antes y distintas encuestas a consumidores anticipan que, una vez en marcha, habrá cambios en los hábitos de compras. También se abren oportunidades para las marcas que reaccionen más rápido y, por ejemplo, reformulen productos o lancen opciones más saludables al mercado.
De acuerdo con una encuesta hecha por ShopApp a 800 consumidores argentinos entre el 1 y el 10 de diciembre, el 65% cambiaría su decisión de compra por la presencia de sellos en el envase. La mitad (49%) incluso la suspendería si el producto tuviera sellos (el 7,9% si tuviera uno, el 17,6% si tuviera dos y el 23% si tuviera tres). Sin embargo, el 35% respondió que ningún sello le haría dejar de consumir un producto.
Entre las mujeres el rechazo al cambio se reduce a un 25% y, entre las que cambiarían sus hábitos, el 73% anticipa que abandonaría el consumo ante la aparición de entre uno y tres sellos. Entre los varones, en cambio, se observa una situación más polarizada: el 43% no cambiaría sus hábitos por la existencia de sellos, pero entre los que sí lo harían, el 77% abandonaría directamente la compra.
Si se mira por edad, se advierte que los jóvenes son más sensibles a la variable del precio por sobre las decisiones respecto de los sellos. De acuerdo con el informe, el 25% seguiría comprando el producto si fuera más barato que opciones más saludables o si estuviera en oferta.
Los adultos de 50 años en adelante son los que muestran mayor sensibilidad a las advertencias en los envases: el 94% pensaría en abandonar la compra de un producto con sellos y se muestran abiertos a reemplazar un alimento por otro. Esto evidencia que las personas mayores son menos fieles a las marcas y a la categoría, la salud emerge como prioridad en este grupo.
Si se introduce la variable de los menores a cargo, algunas conductas se modifican. Las mujeres son menos fieles a las marcas cuando se trata del cuidado de los hijos: el 49% cambiaría por una marca con menos sellos. Entre los varones, se destaca un mayor porcentaje que responde que seguiría comprando un producto con sellos ante la “insistencia” de sus hijos (11%). Los jóvenes de entre 18 y 29 años también presentan baja fidelidad a la marca cuando se trata de los hijos, y además presentan menos sensibilidad a la baja de precios (25% sin hijos versus 15% con hijos).
Según un estudio de la consultora Kantar en base a los resultados observados en México, donde recientemente se puso en práctica la nueva legislación, los nuevos “sellos” en los productos no pasaron inadvertidos, y generaron variadas reacciones en los consumidores: culpa, confusión y sorpresa. “Culpa por reconocer que estaban comiendo muy mal; confusión porque la góndola se ‘contamina’ visualmente y se complejiza la elección de productos; y sorpresa porque vieron advertencias en productos que se consideraban saludables, cómo jugos o yogures”, detalla.
En efecto, una investigación que analizó las compras de alimentos en todos los supermercados Walmart de Chile entre mayo de 2015 y marzo de 2018 mostró que hubo una importante baja en la compra de productos son sellos, especialmente de aquellos que el consumidor creía “saludables” y resultaron tener sellos.
¿Cómo reaccionan las empresas? Sergún Kantar, en muchos casos se embarcan en procesos de reformulación de productos, reduciendo la proporción de ciertos ingredientes para evitar el octágono negro. Aun cuando eso implica el riesgo de ser percibidos como “menos sabrosos” y va en contra del paladar de los consumidores que, según dicen fuentes del sector, “piden que les devuelvan el azúcar”.
Luego del momento más álgido de la discusión en el Congreso, que culminó con la sanción de la ley, las grandes firmas alimenticias comenzaron a delinear su estrategia frente al nuevo escenario. Muchas de las multinacionales, que habían pasado por el mismo proceso en otros países de la región, ya estaban algunos pasos adelantados. De todos modos, en una ronda de consultas que hizo este diario sobre el cierre del 2021, distintas empresas señalaron que el tema del etiquetado no es una prioridad por estos días. “Hoy la agenda es precios y covid”, señaló un ejecutivo.
La ley fue promulgada el 12 de noviembre, y da un plazo de 90 días desde esa fecha para ser reglamentada. El tiempo contemplado en la aplicación efectiva de la norma es de 6 meses y de hasta 12 meses para pymes y firmas de la economía popular. Sin embargo, el texto señala que el Ejecutivo puede disponer, cuando haya motivos justificados por parte de quien la solicite, una prórroga de 6 meses.
“Los consumidores tienen acceso a más información que nunca, son más conscientes de lo que eligen y responsables de sus acciones, y esperan que las empresas están a la altura de las circunstancias” –señalan en Kantar–. “Van a demandar claridad y transparencia en la información y van a priorizar alternativas alineadas a un nuevo concepto de bienestar”.
DT