“Queremos atraer a 22.000 nómades digitales, que son los jóvenes que viajan por el mundo y trabajan de manera remota”, trazó como meta el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, en su discurso de apertura de las sesiones de la Legislatura.
El objetivo apunta a esas personas que, con una computadora y conexión a internet, pueden mantener su rutina laboral sin importar su ubicación física y aprovechan esta posibilidad para viajar por el mundo. Una tribu que, si bien ya existía, se multiplicó con la pandemia y, según un informe del Grupo Adecco, solo crecerá hacia adelante.
Para el gobierno porteño los nómades digitales son clave para recuperar la vitalidad de la Ciudad de Buenos Aires y la “economía del visitante”, ya que en promedio gastan más que los turistas convencionales y tienen estadías más largas. Según precisan, el 65% de estas personas que integran este universo tiene entre 20 y 34 años, más del 70% tiene al menos un título universitario y un nivel de gastos promedio de más de US$6.300 por estadía, 56% más que el turismo internacional.
“Cada nómade digital es una persona que alquila un departamento, usa el transporte público, consume en negocios y gastronomía, disfruta de la cultura y que, al mudarse nuevamente, se convierte en embajador o embajadora de Buenos Aires”, aseguran en el área que encabeza el Secretario General y de Relaciones Internacionales del gobierno de la Ciudad, Fernando Straface.
Para estimular la llegada, el Gobierno de la Ciudad inauguró una página web dedicada a ofrecer información útil a los visitantes, donde además se puede solicitar un “kit de bienvenida” antes de viajar. Este kit gratuito incluye una tarjeta SUBE y un chip para el celular, además de descuentos en el traslado desde el aeropuerto de Ezeiza a la ciudad y tarifas especiales en alojamiento.
En un documento con el que buscan tentar a trabajadores y trabajadoras nómades para aterrizar en Buenos Aires, el Gobierno de la Ciudad cita 10 razones, que van desde “probarás todos los sabores del mundo en una sola ciudad” a “conocerás en dónde vivió y creció el Papa Francisco”. Una atracción no dicha, pero presumiblemente al tope de las motivaciones de los visitantes, está el bajo costo de vida para quienes llegan al país con dólares o euros.
Pero no todos son pros. Si bien el jefe de Gobierno porteño no mencionó el punto, el flujo extranjero puede sumar presión al mercado de alquileres en la ciudad, ya de por sí escaso. Eleva la demanda y los precios sobre todo de las rentas temporales, que también son una opción para los entre 10.000 y 12.0000 estudiantes de otras provincias argentinas que llegan cada año a la capital para iniciar sus estudios de grado.
Pero los nómades digitales no son solo extranjeros. Durante la pandemia, argentinos y argentinas aprovecharon la posibilidad de trabajar de manera remota para moverse dentro del país. De acuerdo con el Reporte Global 2021 de la empresa especializada Deel, la Argentina se encuentra en el tercer puesto dentro de los países en los que más creció la contratación internacional de freelancers o trabajadores independientes, con un aumento de 209%.
La conexión a internet, condición de posibilidad para la expansión de este fenómeno, no es algo que esté garantizado en todos los rincones de la Argentina. “El territorio argentino es inequitativo en términos de conectividad”, apunta Sergio Salinas, desarrollador web y miembro de la Asociación Argentina de Usuarios de Internet.
Salinas vive en Mar del Plata y señala que, en esa misma ciudad, mientras que “el centro tiene la arena caliente de tanta fibra óptica”, alcanza con desplazarse a los barrios del norte o el sur para ver cómo se desploma el servicio. “Las empresas que brindan infraestructura en el centro no entregan internet en los barrios más alejados, por un tema de rentabilidad: las empresas no gastan un centavo en lugares donde no hay concentración de población y le garantice cierta cantidad de dinero”, señala, haciendo alusión a las grandes compañías proveedoras de internet.
Muchas veces pequeñas empresas o cooperativas suplen la falta en esos lugares, pero ofrecen apenas 3 o 6 megas, mientras que las grandes compañías pueden dar hasta 300. “Ahí se ve la inequidad. No es lo mismo una persona que vive en el centro de los núcleos urbanos y puede tener una alta conectividad, con acceso a muchos megas, que otro que tiene a cuentagotas”. Así, para los trabajadores que desempeñan tareas que demandan una conexión robusta y estable, las posibilidades de desplazamiento se acotan.
Para Salinas hace falta generar mucha más infraestructura en el país para poder expandir el fenómeno de los nómades. “En todo el país hay ‘zonas blancas’ donde no tenemos conectividad plena, pueblos enteros que tienen potencial pero muy ofrecen muy bajas posibilidades de conectividad”, señala.
DT