Una vez más, los datos oficiales contradicen el discurso del Gobierno: la economía no hizo piso y la recuperación no aparece.
El INDEC publicó el estimador mensual de la actividad económica (EMAE), indicador que se aproxima al PBI, y arrojó que en junio de 2024 la economía argentina se redujo 3,9% respecto al mismo mes de 2023. A su vez, tampoco creció con respecto del mes anterior (mayo 2024) sino todo lo contrario: presentó una caída de 0,3%. Mucho menos se recupera en términos acumulados: en el primer semestre de 2024 la economía argentina fue 3,2% más chica que en el mismo período de 2023.
Si quedara en este nivel el resto del año, en 2024 el producto bruto interno mostraría una reducción de 4,7%. ¿Esto es mucho o poco? A modo de referencia, durante los años del macrismo, la economía cayó en 3 de los 4 años, y la caída más profunda, en 2018, fue de “sólo” 2,6%. Es decir, la situación actual es extremadamente preocupante.
Si el desplome no fue mayor es solamente porque un sector fundamental —el agro—, presentó un aumento significativo, luego de dejar atrás el año de sequía: creció interanualmente 82,4% en junio. Sin embargo, si excluimos a este sector de la ecuación, la economía argentina se contrajo 8,8% interanual, es decir, más cercana en profundidad al derrumbe de la actividad durante la pandemia (-9,9%).
Si es excluye al campo, que creció exponencialmente este año con respecto a 2023 porque ya superó la sequía del año pasado, la economía argentina habría caído aún más: un 8,8% interanual
Además del agro, otros sectores de actividad que crecieron interanualmente fueron Pesca (+34,8%) y Explotación de minas y canteras (+4,6%). Sin embargo, entre estos 3 sectores explican sólo el 7% de los puestos de trabajo registrados privados. Por el contrario, los 3 sectores que más cayeron en actividad (industria, construcción y comercio) explican el 45% del empleo. Los desplomes no revisten precedentes: la construcción cayó 23,6% interanual, la industria se derrumbó 20,4% (el peor registro de 2024) y el comercio -18,6% (también la peor caída del año).
Así, a contramano del discurso oficial, los datos muestran que no hay rebote, ni “en V” (recuperación rápida) ni en “pipa de Nike” (lenta pero sostenida), y tampoco se apuesta a ello.
Pareciera que el Gobierno no está dispuesto a que el consumo se reactive, pese a que representa dos terceras partes del PBI. Por eso, desde las oficinas gubernamentales deslizan dos decisiones opuestas a la recuperación de los ingresos: el veto de la ley que mejoraba el poder adquisitivo de las jubilaciones —pero que podrá ser ratificado por el Congreso si alcanzan mayoría de dos tercios en ambas Cámaras— y la no homologación de paritarias superiores a 2% desde octubre. Pareciera que en el país de la libertad, el único precio que no es libre es el salario.
De este modo, resulta impracticable una recuperación de los salarios, que a junio continúan muy por debajo del nivel de noviembre de 2023, y con una fragmentación muy profunda en su interior: mientras que los salarios registrados privados se ubican 4,8% abajo, los salarios públicos perdieron 18,9% y los no registrados se derrumbaron 24,8%.
La expectativa en todo caso del Gobierno es que si el consumo se recupera, esa reactivación no se sustente en un mejoramiento de los ingresos sino en todo caso en un incremento del endeudamiento o en el tan mentado uso de los ahorros. En esa línea van el sostenimiento de las tasas de interés bajas, el Ahora 12 versión libertaria (“cuota simple”) y las promociones de supermercados que incentivan el uso de dólares “cara chica, cara grande, arrugados, viejos, manchados, o dibujados” a un tipo de cambio preferencial ($1.400).
Pero la verdadera apuesta del Gobierno es que la economía deje de caer sustentada en la inversión privada (cercana al 12% en importancia en el PBI). En ese sentido, tanto el presidente Javier Milei como su ministro de Economía, Luis Caputo, insisten en cada micrófono que tienen ante empresarios en convencerlos de que inviertan “antes de quedarse afuera”. Sin embargo, resulta difícil imaginar un incremento de la inversión en un país en donde una de cada dos máquinas se encuentra apagada (la capacidad utilizada de la industria en junio fue de 54,5%). En todo caso, esto podría darse en los sectores promovidos por el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), cuyo decreto reglamentario ya fue publicado en el Boletín Oficial, si bien resta la letra chica de otros organismos como la AFIP.
Por ahora, no se vislumbran indicios de recuperación, pero tampoco resulta claro si el Gobierno efectivamente aspira a la reactivación económica, ya que esto podría generar tensiones en dos frentes: incrementar la demanda de dólares para importaciones y detener la desaceleración inflacionaria.
CB/JJD