Raíces Entrevista

Juan Saraco de Duratierra: “Queríamos volver al abrazo, a lo analógico y a hablarle al amor”

La turba volverá a juntarse, el amor circulará otra vez y el compromiso con el otro, con todes, se reafirmará una vez más cuando Duratierra suba este fin de semana al escenario del Teatro Margarita Xirgu de la Ciudad de Buenos Aires para presentar en vivo su último trabajo, A los amores, una vuelta al folklore más tradicional.

La banda que renovó la música de raíz sumándole influencias de muchos otros palos, creció musicalmente en los últimos años y se amplió también el público que la sigue. Así es que después de CABA, seguirá recorriendo varias ciudades del país: Rafaela y Rosario Santa Fe, San Luis, Mendoza, San Juan y Córdoba serán las siguientes escalas de la gira.

El grupo liderado por Micaela Vita y Juan Saraco terminó el año pasado el año presentando La Fuerza, un disco muy influenciado por sonidos más rockeros, traperos, eléctricos. Pero ya entonces estaban cocinando este A los amores, que salió por sorpresa y fue recibido con los brazos abiertos por los seguidores de la banda, que integran también Nicolás Arroyo, Tomás Pagano, Valen Bonetto, Silvia Aramayo y Martín Beckerman.

En esta ocasión, quisimos charlar en profundidad con Juan Saraco, creador de la mayoría de las canciones de Duratierra y uno de los compositores más interesantes de esta nueva generación, formador también de otros compositores a través de su taller Obrador de Canciones.

—¿Cómo hacés a la hora de componer una canción? ¿Tenés rituales?

—La verdad es que tengo procesos muy distintos. No es siempre igual. Yo coordino un taller de composición de canciones desde hace ya tres o cuatro años y esa actividad me ha llevado a diversificar mucho la fuente de la composición, porque pienso ejercicios para los talleres y los hago yo mismo. Muchas de las canciones de los últimos tiempos tuvieron que ver con lo que pensé para los grupos. Previamente quizás tenía un recorrido más clásico en la composición y ahora ya medio que a partir de cualquier cosa se arma una canción. Intento que sea un lugar de juego, de experimentación. Y que que me sirva para hablar y contar lo que me interesa. La palabra tiene un lugar importante para mí. Siempre le dedico un tiempo a la escritura. Y lo más parecido a un método que tengo es que cuando empiezo a componer trato de no pensar mucho en lo que estoy haciendo. Simplemente dejo que salga la música o que salga la letra. Trato de escribir sobre lo que me conmueve, sobre lo que me convoca a prestar atención. Cada vez lo hago menos desde las ideas y lo hago más a partir del impulso creativo. Y después, sí, le dedico un tiempo, en otro momento, a la edición, a la corrección, al desarrollo de las ideas. Y son momentos muy distintos para mí energéticamente, incluso. Como que esa etapa la puedo hacer más acá en el escritorio, laburando con las herramientas de la producción. Y la otra puede ser en cualquier lado, caminando, en un colectivo.

—¿Y cuáles son tus influencias musicales? ¿De dónde fuiste mamando?

—Son muy distintas las influencias. El rock nacional es muy importante. Mi primera memoria musical es de ir a ver a Los Redondos a Obras a los seis años. Y también tengo memorias de esa época de Charly en el Gran Rex, Soda Stereo en el Teatro Ópera, creo, a los siete. Mi papá me llevaba a ver muchos conciertos. Y después vinieron los 90 y también curtí todo ese rock nacional de Los Piojos, La Renga. Tuve toda mi etapa adolescente ahí. Y paralelamente a eso, el folklore y el tango. Después con el tiempo se ha ido equilibrando o dinamizando de acuerdo al momento de la vida, pero tengo muy tatuado ir a ver también a Mercedes Sosa, escuchar a Yupanqui en mi casa. Y el folklore latinoamericano también: Chabuca Granda, Violeta Parra. Todo el cancionero latinoamericano estuvo muy presente siempre. La música de Brasil también. Y, paralelamente, me fue gustando el jazz y lo estudié y me gustaron de repente Chet Baker, Miles Davis. Después, me gustó mucho Bartok en un momento y Chaikovski. Tuve otro momento atravesado también por la música de Piazzola. Es una mezcla y son influencias. No es que son músicas que he escuchado. Todo eso convive en mi.

—¿Y cómo fuiste estudiando música?

—Empecé estudiando guitarra a los nueve con un profe. Fueron unos años de iniciación musical y ahí estudié folklore y tango, mucho. Pero era como aprender el instrumento. Soy de esa generación que aprendió con “Lunita tucumana”. Después seguí con algunos profesores y llegué a mi profesor, que fue Roberto Calvo, con el que me formé principalmente porque él en sí es una fuente diversa de folklore, de tango y también un profe muy abierto a las inquietudes. Me acuerdo que a una clase llegué tocando “Back in black” y me fui con los acordes de “La Nochera”. Después, cuando terminé el secundario, me metí en la Escuela de Música Contemporánea con la idea de estudiar jazz. Y ahí lo conocí a Willy González y estudiamos en esa cátedra de Ritmos latinoamericanos en ensambles. Ahí conocí a mis compañeros y compañeras de Duratierra con todo esas ganas de experimentar cuando uno está estudiando en esos veintipico. Así nació Duratierra, de hecho, siendo un grupo de experimentación sobre esas músicas. Al principio era un grupo casi de estudio. Por eso el primer disco es de versiones. Y ese es mi recorrido. Después estudié arreglos y composición con el Pollo Raffo, que fue una tremenda influencia también. Estudié orquestación, armonía.

—¿Cuándo te animaste a componer vos temas de folklore?

—Me tomó mucho tiempo animarme. Componía cosas, pero animarse a componer una zamba, una chacarera, me representa en principio un gran respeto y un desafío porque es un lenguaje que no lo estás inventando, que te precede y es inscribirse en algún tipo de tradición. Y yo no me crié en Santiago del Estero, en Tucumán. No me llega de primera mano. Ya somos como una cultura un poco híbrida. Entonces, tomó tiempo de tocar mucho esa música, de tocar con gente que me gustaba mucho, de escuchar. Y cuando empezó a suceder, sucedió. Pero lo hice siempre con mucho respeto.

—¿Cuáles son los músicos que admirabas en ese entonces?

—Mi generación, o sea, los que tenemos entre 35 y 40 y pico, 50, admiramos mucho al Chango Farías Gómez y todo lo que tuvo que ver con la MPA. A Raúl Carnota. Y en mi caso a Liliana Herrero. Nosotros ganamos un concurso con mi banda de rock del secundario en Radio Nacional. Y entre los premios nos dieron una bolsa con discos y de casualidad venía el disco de Juan Falú y Liliana Herrero sobre Leguizamón y Castilla. Y cuando escuchamos ese disco, nos voló la cabeza. Después, un poquito más acá en el tiempo, cuando aparecieron Luna Monti y Juan Quintero fueron un faro como artistas. Y cuando conocí a Raly (Barrionuevo), que es otro gran referente, él también me conectó y ahí uno va conociendo.

—¿Cómo fue la evolución de Duratierra desde los comienzos hasta ahora?

—La primera etapa de Duratierra éramos estudiantes de música que se juntaban a jugar. De hecho, ensayábamos y experimentábamos mucho más de lo que tocábamos. Después de unos años nos empezamos a vincular con proyectos musicales afines del universo del folklore, de ese momento. Estoy hablando del año 2006, 2007. Hicimos nuestro primer festival que se llamaba Nuestras Músicas, donde de repente había gente como José Luis Aguirre, María y Cosecha, Lo Pez. Hicimos tres ediciones el festival y comenzamos el camino y ahí plasmamos un primer disco que es Floralia, un disco de versiones. Es un disco bastante experimental, sobre distintas canciones que no nos pertenecían y por eso creo que experimentábamos tanto y nos íbamos tan lejos. Y cuando terminó ese proceso y lo presentamos y el grupo se consolidó como tal, no encontrábamos algo que nos aliente, que nos dé ganas. Y entonces ahí, en la primera gira de presentación que hicimos de ese disco, con Mica compusimos una canción juntos por primera vez. No era algo que estaba presente como un camino posible. Hicimos una canción que fue “Sublimando”, que está en el disco En obra, que es nuestro segundo disco. Y eso fue como un puntapié. Empezamos a componer, probamos, muchas no nos gustaban y ahí es cuando se sumó Mati Zapata, que fue importante en la segunda etapa del grupo, tecladista y productor de ese disco, En obra.

Él en su rol de producción dijo: hagamos canciones propias. Yo ahí no estaba del todo seguro de sentirme compositor y sentirme con esa libertad. Diría que la segunda etapa comenzó con ese disco, que es cuando empezamos a componer. Y se consolidó en Cría. Eso nos llevó también a profundizar en cuál era nuestro lenguaje para componer en este guiso que es Duratierra, con ingredientes de muchos lugares distintos. Y fuimos ahí puliendo, permitiéndonos la libertad de componer sobre música latinoamericana mezclada con todo lo que nos conmovía. Y diría que en Cría empezó una etapa donde ya nos empezó a venir a ver gente que no pertenecía a nuestro ámbito de amigos y allegados. Y ahí vino el sinfónico en el CCK, el tocar de teloneros de Susana Baca, Snarky Puppy, Lenine. Hicimos muchas cosas y eso nos consolidó. Y a partir de ahí eso terminó con el proceso de Trinchera y de grabar con la Falta y Resto, esa cosa expansiva que se cortó con la pandemia. Después de la pandemia, Mati se fue a seguir con sus proyectos personales y decidimos armar este nuevo grupo. Estos últimos dos discos son toda la obra acumulada en la pandemia. Martín, Valen y Silvia creo que colorearon mucho la sonoridad de la banda, trajeron una energía nueva. Y en esa etapa estamos ahora. No sabría bien hacia qué estamos yendo, porque sacamos dos discos muy disímiles entre sí con espectáculos que van a ser muy distintos entre sí también. Así que sigue siendo Duratierra un espacio de experimentación y juego al día de hoy.

—Contame un poco del último disco. Decidieron hacer un folklore como más puro. ¿Cómo surgió?

—Este disco es un anhelo muy viejo de animarnos a componer y a tocar y a grabar como la vieja escuela. Vivir la experiencia, porque nosotros ya somos una generación híbrida, criada en el pasaje de la analogía a lo digital. Y quisimos, por un lado, animarnos a componer y hacer un disco que sea de folklore tradicional, folklore criollo, pero con letras que nos interpelen, que hablen de lo que sentimos, de lo que nos conmueve. Y fue un desafío hacerlo, lograr esa sonoridad uniforme en un disco, una sonoridad que no sea ecléctica. Es un disco que rompe con algo constante en todos nuestros discos anteriores, que son discos eclécticos. Este es un disco uniforme. Lo grabamos en cinta, sin sobregrabaciones, tocando todes juntes. Y lo que encontramos fue que tocar de esta forma, hacerlo de esta manera acústica, donde esa estética más de tiempos anteriores, de los 50, 60, 70, traída al presente también le da un cierto marco a la experimentación. Queríamos buscar en determinados lugares y no en otros. No tanto con los que nos criamos, sino en los anteriores. Ir a buscar en Yupanqui, en Los Ábalos, en grabaciones viejas de Mercedes Sosa, quitarle todos los condimentos de la digitalidad. Y eso fue tiñendo la sensibilidad, la sonoridad, la poética, la forma de tocar y la forma de grabar. Lo grabamos en cinta abierta, sin posibilidades de arreglar mucho lo que hacíamos. Lo grabamos con las canciones estando en un momento todavía no súper caminadas. Tomamos un montón de decisiones ahí mismo en el estudio. Y lo que pasó fue que nos encontramos muy cómodes en ese marco y en esa sonoridad. Veremos cuánto dura eso. Pero nos sucedió que también nos dio ganas de versionar algunas de nuestras canciones grabadas con otras sonoridades más eléctricas. Y entonces en el show que estamos armando también hay versiones llevadas a esta sonoridad.

—¿Cómo reaccionó a este disco el público de Duratierra?

—Nosotros sentimos que mucho de nuestro público estaba esperando este disco. Tuvimos muy linda recepción, muy cálida. Lo que nos llega de la gente era que necesitaban eso. Y también es algo que que pensamos mucho, porque también lo grabamos el año pasado, donde el contexto social era muy duro. Pero este contexto social es peor. Este disco lo grabamos en junio del 2023, antes de las elecciones, antes de estar en este proceso político que está resultando tan difícil y doloroso. Y fue una conversación: sacar un disco que le habla a los amores y que tiene su eje en una mirada y una percepción amorosa sobre el mundo. Y desde lo literal no es un disco combativo, que es algo que nos caracteriza un poco, el posicionamiento político. Y a la vez fue el aliento a seguir en esta etapa de tanta crueldad, de tanto autoritarismo, donde hay una insensibilidad social muy fuerte expresa en la calle y en las redes. Queríamos volver al abrazo, a lo analógico y a hablar al amor. Por eso tiene esos centros: el amor a la naturaleza, las amistades, la familia, la gente con la que compartimos la vida, al sur como una latitud cultural, a los procesos vinculares propios, a buscar para adentro, al escenario y al compartir con la gente. Todo ese fue el marco que también nos decidió: este va a ser el gesto en esta etapa de dolor. Juntarnos a compartir un momento que nos haga bien. Porque estamos llenos de un día a día que está resultando muy doloroso para nosotros y para todo el círculo de gente que está a nuestro alrededor.

— Ahora tienen varias fechas. ¿Cómo sigue Duratierra?

—En este momento estamos con toda la energía puesta en la gira de presentación de este disco. Estamos armando un espectáculo que es muy osado para nuestra historia desde todo punto de vista. Muy distinto a todo lo que hemos hecho hasta ahora. Y eso nos tiene con mucha expectativa, con muchas ganas de salir a hacerlo. Y en realidad te diría que estamos muy abocados a que suceda en la mayor cantidad de lugares posibles, lo cual es bastante difícil en este momento porque la gente está con poca plata para comprar entradas y los productores están con poca plata para producir y los estados están con poca plata para poner. Entonces es como intentar expandir en un momento donde todo tiende a la retracción. Ocupa mucha energía lograr que eso suceda. Y Duratierra, como te decía, es un grupo que tiene mucho que ver con la experimentación, el juego de lo que nos va dando ganas. Entonces creo que tenemos algunas ideas hacia el futuro, pero una vez que esta gira avance o termine, vamos a darnos cuenta de qué tenemos ganas de hacer. Porque también nos pasó que el concierto en el Konex fue muy fuerte a nivel emocional y sintetizó mucho un recorrido que venimos haciendo y no sabría si tenemos que retomar esa senda de tipo de conciertos o vamos a seguir en esta. Así que estamos como en estado de apertura a dónde la brújula de las ganas nos vaya llevando.

“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.

CRM