Raíces Entrevista

María Paula Godoy, entre Argentina, Brasil y los jingles de Gelatina

María Paula Godoy nació en Monteros, Tucumán, pero de muy chica se trasladó a Brasil donde creció y dio sus primeros pasos en la música. Volvió al país a los 28 años y comenzó entonces una búsqueda que la llevó a desarrollar una identidad binacional que se refleja en el repertorio de música popular que canta y recientemente también en el que compone.

Este jueves, Día del Folklore, se presenta en el Café Berlín de la Ciudad de Buenos Aires con el espectáculo “Folclore para una Patria Grande”. Estará acompañada por los músicos Juan Martin Angera, su marido, en guitarra y voces, y Esteban Blanca en percusión. Y contará con invitadas de lujo como Flor Bobadilla Oliva, Nadia Szachniuk y Marián Farías Gómez.

Hace unos meses, se le ocurrió mandar un jingle al programa “Industria Nacional” del canal de streaming Gelatina, que conduce Pedro Rosemblat. Allí se comenta la realidad nacional con letras paródicas sobre canciones muy conocidas. Gustó tanto que ya mandó unos cuantos más y mucha gente se acercó así a su música por una vía totalmente inusual.

—¿De dónde te viene esta doble filiación que tenés con la música argentina y la música brasileña?

—Mi papá era físico. Se fue a hacer la maestría en Brasil con una beca y llevó a la familia. Yo tenía cinco años. Al tiempo que me iba nutriendo de la cultura de de Brasil, mi viejo había llevado los discos de Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros, una infinidad. Entonces en mi casa escuchaba folklore, pero de la puerta para afuera era hablar en portugués y mamar la cultura de ahí. Por eso se me dio esa binacionalidad. Estuve 23 años, de los cinco a los 28. A los 28 me decidí volver.

—¿Y en qué momento te diste cuenta que ibas a ser cantora?

—Pasó naturalmente. La primera sensación ha sido cuando yo era chiquita, cuando estando en Brasil lo veía a mi viejo poniendo esos discos de Mercedes Sosa. Él era un tipo bien calculista, un tipo no te digo frío, pero para adentro, ¿viste? Era un nerd y era la vez que lo veía llorar. Eso me me conmocionaba. Se ve que tenía nostalgia de su patria. Y eso me marcó la infancia. Era como que a mí también me penetraba profundamente la voz de Mercedes Sosa. Y creo que ahí empecé a cantar, poniendo los discos y cantando encima del disco. Y después fui creciendo y siempre me gustó cantar. Me presentaba en algún concurso. A veces lo ganaba. A veces no. Hasta que un amigo me invita a cantar en un bar en la ciudad donde yo vivía, en San Pablo. Y ahí empezó. Ahí ya me invitaron de una banda más profesional. Teníamos una productora, un manager. Y con esa banda como que despegué profesionalmente. Cantaba forró, que es un ritmo del norte de Brasil, folklore de allá. Con esa banda giramos por Europa, grabamos discos, cantamos con los artistas más importantes del género. Y después llegó un momento que si yo no decía que era argentina, nadie se daba cuenta. Pero yo dentro mío sí lo sabía. Y fue como una búsqueda de las raíces, de volver a las raíces. Entonces me vine de vacaciones a Argentina para ver qué onda, para conocer el folklore y también estar en contacto con mis abuelas, que ya estaban viejitas. Mi papá ya había fallecido. Y fue muy natural. Fue un encuentro con el folklore.

Tengo entendido que en ese momento fue importante tu encuentro con Raúl Carnota.

—De las cosas que me hacían escuchar, el que más me gustaba era Raúl Carnota. Me fascinaba lo que hacía, cómo cambiaba la métrica, el fraseo, los ritmos. En una oportunidad me fui a Buenos Aires y le comenté a un amigo. Me dijo: yo lo conozco. Y me lo presentó. Fuimos a un ensayo, estaba con Franco Luciani, me acuerdo, y le cuento mi historia. Le digo: mirá, yo vengo a cantar folklore. Me escuchó cantar y me dijo: bueno, chiquita, primero afianzate en lo que sabés hacer bien que es la música brasilera. Y después cantá folklore. Me dio ese consejo que me pareció muy sabio, porque la verdad que yo estaba re verde para cantar folklore después de tanto tiempo cantando únicamente la música brasilera. Entonces armé una banda, él me llevó al encuentro de un guitarrista muy importante, Agustín Pereyra Lucena, y armamos una banda. Cantamos en Notorius y hacíamos ciclos. Era un guitarrista muy capo de la música brasilera, referente acá en Argentina. Y así fue cómo sigo cantando música brasilera.

—Y entonces conocés a tu marido.

—Entonces me encuentro con Juan Martín Angera, nos enamoramos. Él era músico también. Y yo un día le digo: quiero cantar folklore, a eso vine. No volví más a Brasil. Y una madrugada le digo que quiero ir a Cosquín, quiero probar. Y él, con toda la paciencia del mundo, me empezó a enseñar las cosas básicas de una zamba, una chacarera. Y ahí fue cuando fuimos a Cosquín. Pasamos en el Pre Cosquín de San Fernando, Buenos Aires. Vamos al Pre Cosquín del año de 2014, creo que fue. Y no pasamos ni de la primera ronda. Y después cantando en esas peñas que están alrededor empiezo a cantar una versión de “Merceditas” pero en portugués. Ya fue, dije, ya está. Voy a hacer lo que a mí me parezca. Y ahí estaban los organizadores del Pre Cosquín, vieron el show y se acercaron. Y me dicen: María, ¿vos estás en Pre Cosquín? No, ya me bajaron. Bueno, queremos que cantes esto y seas nuestra invitada. Ahí entendí que yo no me tenía que vestir de gaucha. Yo tenía que ser exactamente lo que soy, que es hacer las dos cosas, o sea, el folklore de allá y el folklore de acá. Entonces grabé un disco que se llama Ambas, entre samba y zamba (2015). Y fue hermoso. Hicimos una gira muy larga por el NOA. Pude conocer. Y llegó un momento con Juanma en esa gira que decidimos tener una familia. Y él tenía su familia en Catamarca y yo la mía en Tucumán. Entonces, nos embarazamos y nos vinimos para acá, para el NOA. Y acá estamos en Catamarca.

—Y viviendo en Catamarca, ¿se puede vivir de la música?

—Yo trabajo bastante bien, tanto en lo privado como lo público. Hay muchos festivales en toda la provincia y en el NOA en general. Son otros tipos de oportunidades. Acá le canto mucho a la comunidad. Militamos la música desde un lugar muy genuino y también muy popular. Quizás no vamos a tener un escenario como el CCK, pero tenemos la Fiesta del Poncho, que es un gran escenario, o si no una plaza de un barrio o los centros culturales, que ahora están resistiendo. Antes abundaban, ahora ya quedan como tres o cuatro. Pero sí, se puede vivir de la música. De hecho creo que trabajo más acá de lo que trabajaba en Buenos Aires. Obviamente cuando estás en Buenos Aires te pintan quizás otras oportunidades. Porque lo cierto es que los mejores músicos van a Buenos Aires. Los productores, todo lo que es el mercado de la música, está en capital. Pero nosotros tenemos una visión filosófica de la vida que no pasa por el mercado. Nosotros hacemos música porque realmente nos conmueve, porque nos parece algo importante, como ciudadana y también como una terapia. Entonces no le pido demasiado, no pido que nos pague el alquiler. A la música le pido lo necesario para ser feliz. No le pido plata.

—¿Y cómo será este show del Café Berlín?

—Este show lo planteamos para cantar un poco de las canciones de Ambas, y también de Cancionera y adentro (2022), que es mi primer disco como compositora. Vamos a hacer un poco de estas dos cosas y algunas otras canciones que también hablan de alguna situación que estamos viviendo ahora. Algo de Litto Nebbia y también algunos jingles, que seguro me va a pedir la gente que cante.

—Contame cómo fue que mandaste esos jingles.

—Se me ocurrió uno a la madrugada, porque yo era muy fan del programa, me río mucho, lloro. Es una catarsis que uno hace ahí. Y se me ocurrió y lo mandé, pero sin pretensión ninguna. O sea, como para aportar a la causa. Y lo escucharon y después pidieron otro y mandé otro y así. Ya vamos cuatro jingles que mandamos.

—¿Esperabas esa repercusión?

—No, la verdad que no. Te juro por Dios que no. Lo que esperaba es que la gente lo cante. Sentimos todos la misma indignación. Nos une el espanto. Eso creo. Pero se ve que a la gente le tocó, además de la letra, la voz. Y me buscó y escucharon los discos y ya se coparon con la música que venimos haciendo.

—¿Vas a tener invitados?

—Va a estar la Flor Bobadilla, que es amiga mía. La Nadia Szachniuk, que somos re compinches. Y la invité a Marián Farías Gómez, a la que admiro profundamente por su trayectoria, por ser representante de la voz femenina en el folklore, que es un ambiente tan complejo.

—Para las mujeres es difícil abrirse camino en el mundo de la música. ¿Sentís que eso está cambiando?

—Sentí que cuando fue la marea verde, cuando estábamos empoderadas, en un momento cambiamos bastante. O sea, no solo en la música, sino en todos los ámbitos. Yo hice parte fundadora del movimiento Margaritas en Catamarca, que era un movimiento de mujeres músicas de la provincia, y logramos muchas cosas a través también de la lucha que se daba a nivel nacional por la ley de cupo, esa ley que hablaba de que un 30% de la cartelera sean mujeres. Porque lo cierto es que sobre todo en los festivales solo aparecen varones en la cartelera. Y logramos movilizar a la sociedad. Hicimos un festival enorme solo de mujeres, probando que las mujeres tenemos talento y la necesidad de la representatividad en los escenarios. Porque somos la mayor parte incluso de la población, somos más mujeres que varones y en los escenarios eso no se refleja. Y en algún punto sí se logró. Ahora después con el cambio de gobierno cambió. Se cayó el INAMU, el Instituto Nacional de la Música, que era el organismo fiscalizador de eso. Y ahora no está funcionando más ese organismo. Entonces ya no hay más reglamentación y yo creo que también retrocedimos muchísimo con este gobierno en todos los ámbitos de los derechos humanos, no solo el feminismo. Estamos viendo la precarización de la vida misma. Es una lucha constante.

—Sos de expresar tus opiniones políticas. Sos muy comprometida. ¿Qué papel crees que tienen los músicos ahora en este momento tan complicado del país?

—Me parece importante porque la cultura es muy importante. La cultura en sí es nuestra identidad. Si no tenemos una identidad, no sabemos quiénes somos, no tenemos rumbo. Y si no tenemos rumbo no hay futuro. Porque es muy fácil que vengan y colonicen la cultura, la cabeza de las personas. Yo canto folklore no solo porque me gusta. También por una ideología política. Entiendo que el folklore es nuestra raíz. Ahí está la voz del pueblo, de los pueblos originarios, de lo que construimos como patria. Me parece que no hay que darle cabida a la colonización de nuestra cultura. Y la música es un vehículo fascinante, fabuloso, porque a través de la música y las palabras eso llega como un impacto directo al corazón de la gente. El poder de la música es ese. También nos entendemos como sociedad a través de la música. Creo que la música es un reflejo de lo que nos pasa como pueblo. Y creo que un pueblo que no canta, no tiene rumbo.

—¿Cómo sigue tu 2024? ¿Qué proyectos tenés?

—Después del Café Berlín tenemos una fecha en Córdoba, que es en el Graciela Carena el 13 de septiembre. Después volvemos a Catamarca. Estoy con un proyecto que se llama Sonoras, que son mujeres del Valle y cantamos junto con Itatí Álvarez, que es una gran cantante de Catamarca. Estamos haciendo un ciclo de mujeres cantoras con un repertorio muy seleccionado, muy a conciencia, con fundamentos, con lo que está pasando ahora. Y no es que cada una canta su parte y ya. No. Nos ponemos a ensayar y nos lleva bastante tiempo. Ensayamos como un mes antes porque hay muchos arreglos y siempre con una invitada. Eso nos lleva bastante trabajo y el resultado es maravilloso. Creo que la gente también está teniendo una necesidad de encontrarse. No es para menos. Entonces es también una ofrenda a la comunidad.

“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.

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