Pedro Almodóvar: “Si no hubiera hecho cine, habría sido la persona más desgraciada del universo”

Javier Zurro

Donostia —

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Hay pocos directores que hayan conseguido convertirse en adjetivo. Cuyo imaginario sea tan reconocible que ver un fotograma de cualquier película suya valga para adivinar a quién pertenece. Pedro Almodóvar es uno de ellos. Definimos las cosas como Almodovarianas. Descubrimos su influencia en las frases que usamos, y hasta en la forma de decorar nuestras casas. Todos queremos vivir en una película de Almodóvar, porque allí el mundo es mejor. Allí las mujeres construyen redes de sororidad, se ayudan, y transforman el mundo desde sus casas y barrios gracias al poder de la empatía.

Era difícil de entender que alguien que ha logrado lo más difícil, que su obra trascienda hasta convertirse en universal, no tuviera el Premio Donostia. Se lo habían ofrecido en otras ocasiones, incluso el director del Zinemaldia, José Luis Rebordinos, confesaba en una entrevista con elDiario.es que solo era cuestión de encontrar el momento, porque cuando lo quisiera sería suyo. Por fin los planetas se han alineado, y esa deuda pendiente se ha saldado este año. En una cuadratura del círculo perfecta, ha ocurrido el año que también ha ganado el León de Oro por La habitación de al lado, su primera película en inglés.

El reparto del filme le acompañó en la rueda de prensa para celebrar su premio Donostia, entre ellos Tilda Swinton, quien le entregará el galardón y quien se ha convertido en los últimos años en cómplice fundamental del realizador. Lo hará en una ceremonia a la que acudirá Pedro Sánchez, algo que Almodóvar ha agradecido, pero también pedido entenderlo como “un apoyo a la cultura, porque no siempre ocurre”, y aprovechó para desvelar que la exposición sobre su obra que hay en Madrid sigue esperando la visita de Martínez Almeida. “El alcalde de Madrid no ha ido a verla. Son cosas que pasan. Es una exposición que se aprobó en época de Carmena pero que no se pudo hacer entonces y les ha tocado a estos”, contó provocando el aplauso de la sala de prensa.

Bromeó también sobre lo que le diría a Sánchez esta noche: “En EEUU le llaman Mr. Handsome, Mr. Guapo, así que hay muchas cosas que pedirle y decirle a alguien de esas características a nivel político... y físico. A ver si saco mi parte cabaretera de mis inicios o me decido por algo más serio como los problemas que nombra el personaje de John Turturro en la película”.

Almodóvar realizó un ejercicio de memoria en la rueda de prensa más concurrida del festival, y confesó que llevaba “24 horas al borde de las lágrimas”. La primera vez que estuvo en el Zinemaldia fue con Pepi, Luci, Bom, una película que “era tan defectuosa que sus defectos se convirtieron en estilo”. “Cuando llegaba ayer al hotel me daba cuenta de que en estos 44 años las cosas habían cambiado mucho en el mundo y en la vida, pero esta ciudad seguía provocándome emociones muy profundas. Ahora de distinta naturaleza”, comenzó a decir para añadir que hace cuatro décadas probablemente hubiera llegado de empalmada a atender a la prensa.

Hace poco le preguntaban si alguna vez había dudado de su talento, y dijo que el talento nunca fue algo en lo que pensará, pero sí que ser cineasta era lo único que tenía sentido en su vida. “Nunca pensé en mi talento, pensaba que tenía una vocación que era más fuerte que yo mismo, la de hacer cine. Pensaba que si no conseguía hacer cine sería la persona más desgraciada del universo. Pero no estaba en el lugar adecuado, no tenía ni un duro, ni tenía amigos, pero esa era mi vocación. Lo mejor de estos 44 años es que he tenido una trayectoria. Tengo películas mejores que otras, pero todas son mías, todas me pertenecen, y eso es un privilegio que no todos los directores pueden decir”, añadió.

Yo nunca tengo la sensación de que sé hacer una película, sino de que empiezo una nueva aventura. Una película es como adentrarte en un safari, y yo estoy dispuesto a dejarme la vida

Los cambios de su vida también han sido “biológicos”, y explicó que en un momento dado tuvo que “decidir entre las emociones fuertes o la disciplina de un trabajo que consiste en estar mucho tiempo solo escribiendo en tu casa, y mucho tiempo rodeado del equipo”. Fue a mediados de los 90, y optó por “ser coherente, y seguir escribiendo y haciendo películas”. No fue una decisión tan sencilla. “Al principio pensaba que renunciar a emociones es antinatural, porque son las que te nutren, pero poco a poco, y eso es la madurez, descubres que las emociones también están en determinadas rutinas, y de esas emociones es de las que empecé a hablar en las últimas películas, aunque sigo siendo la misma persona”, añadió.

A pesar de esos cambios biológicos hay algo que siempre mantiene, y es que intenta “huir del aburrimiento”. “La naturaleza de una película es la aventura y la incertidumbre. Yo nunca tengo la sensación de que sé hacer una película, sino de que empiezo una nueva aventura. No es retórica, una película es como adentrarte en un safari, y yo lo que sé es que estoy dispuesto a dejarme la vida si es necesario en esa aventura, pero nunca puedes prever los peligros que hay que sortear. Cada película es distinta y supone un problema distinto a resolver”.

Hubo una defensa de un valor a la baja, “la espontaneidad, algo que en un mundo que tiende y promueve la corrección política es algo que está en peligro”. “Decir lo que piensas, actuar como piensas... Y si alguien se ofende, alguien se ha ofendido. Yo sabía cuando hacía Pepi, o Entre tinieblas, que no eran las películas que España estaba esperando, pero yo he tratado de ser lo mas espontáneo posible. Es naturalidad era lo que mejor funcionaba en el mercado, así que además no tenía razón para cambiarlo”, apuntó.

Recalcó el mensaje político de su película como hicieran en Venecia, un mensaje de empatía en momentos donde “se encuentran juntas la ultraderecha y el liberalismo más salvaje”. “Cuando pienso en el auge de la ultraderecha, que son ultra católicos, al menos los españoles, yo que soy ateo me sé los mandamientos y sé que hay que dice que hay que ayudar al prójimo, así que me preguntó: ¿esta ultraderecha no piensa en sus hijos, en sus nietos?”, comenzó diciendo para volver a criticar la política de la derecha hacia la migración. Su respuesta, lo contrario: “Abrir los brazos y acompañar a la gente que venga. Esa gente es sangre nueva que rejuvenecerá España”.