Acudimos a la cita con Robin Green con altas expectativas. Desde el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) nos ofrecieron entrevistar a la que fue reportera para Rolling Stone en los 70 y, posteriormente, trabajó junto a su marido Mitchell Burgess como guionista en La última frontera serie por la cual el matrimonio ganó un Emmy y dos Globos de Oro. Participará por la tarde en un debate en el centro, dentro del ciclo que envuelve a la exposición “Subúrbia. La construcció del somni americà”.
Pero Green es sobre todo conocida en el mundo de la televisión por haber sido la pluma que escribió la mayoría de los guiones –hasta su salida abrupta al final de la quinta temporada– de la considerada la mejor serie de la historia de la televisión: Los Soprano, con la que ganó dos Emmy más. Actualmente está de gira promocionando su autobiografía, La única chica (Liburuak, 2024; traducido por Patricia P. González-Barreda), un libro donde cuenta todas las historias que componen su apasionante vida.
Menuda, con el pelo lacio y gris, y vestida con jeans negros y campera del mismo color, Green nos recibe con una amplia sonrisa y nos extiende su frágil mano, todo un contrapunto a la desbordante energía que derrocha esta mujer de 80 años durante la entrevista.
–Cuénteme cómo se siente una habiendo contribuido a crear la que se dice que es la mejor serie de televisión de la historia.
–Mmmm, eso dicen los críticos, sí... [Robin Green sonríe con picardía]. La verdad es que me siento muy bien mirando hacia atrás y comprobado que participé en aquella gesta. No terminó todo lo bien que yo hubiera deseado, pero bueno; al final fue una gran experiencia que me permitió dar un salto económico importante en mi vida: comprarme una casa, un coche y todas esas cosas... Ya sabés. Ahora lo pienso y me digo con cara de sorpresa: “¡Creaste Los Soprano!”.
–¿Cómo empezó aquella aventura?
–Yo antes había trabajado como coguionista en La última frontera y era relativamente conocida en ese mundillo. Además tenía una buena amistad con David [Chase, creador de la serie], que fue quien me llamó a finales de los noventa para decirme que estaba creando una serie que era radicalmente diferente, rompedora, y que creía que yo podría aportar mucho como escritora del guion y como productora ejecutiva. Dejé mi trabajo, me fui a Nueva York a ver el piloto que había creado y quedé fascinada, así que me apunté a la aventura.
Fuimos a Nueva York, al estudio donde íbamos a filmar; habían construido los interiores de Nueva Jersey en Queens, dentro del estudio, pero HBO quería que filmáramos en el sitio real donde ocurre la trama, esto es en los bosques de Nueva Jersey, así que transportamos todo el decorado en camiones a Nueva Jersey a través del puente George Washington.
Recuerdo que le dije a David Chase justo antes de la presentación: "Esta noche o cambiamos la historia de la televisión o nos hundimos como piedras"
Filmamos los 12 primeros capítulos, recuerdo que nos pagaban por capítulo. HBO quería que filmáramos 22 episodios, pero nosotros dijimos: “Estrenemos primero la primera temporada y veamos qué pasa, si seguimos o no”. Recuerdo que David vino a casa e hicimos la postproducción. Fue una carrera contrarreloj porque a mí se me acababa el dinero, tenía que generar beneficios y estábamos gastando el presupuesto, así que trabajamos 16 horas al día, sin dormir apenas, solo el tiempo de pasar por casa para ducharte.
Luego en enero presentamos la serie, pero nada de puestas de largo y alfombras rojas; fue en el sótano de Tower Records que había entonces en Times Square, en Nueva York, con cero boato y etiqueta, pero con muchos nervios, porque era un cara o cruz. Si gustaba seguíamos adelante, de lo contrario, ahí acababa todo. Recuerdo que le dije a David justo antes de la presentación: “Esta noche o cambiamos la historia de la televisión o nos hundimos como piedras”. ¡Y salió bien!
–¿Qué paso en la última temporada, cuando entró Matthew Weiner, creador más tarde de Mad Men y usted termina saliendo?
–Antes que nada dejar claro que yo siempre tuve una gran relación con David , una amistad muy antigua. Colaboramos bien durante las primeras cinco temporadas y media, pero a mitad de la quinta empezaron a haber diferencias profesionales que fueron contagiando nuestra relación personal.
Él no estaba contento con la dirección de la serie, quería otro ritmo, otro enfoque para mantener la tensión, mientras que yo pensaba que debíamos seguir en la misma línea. Así que me convertí en una suerte de persona non grata en el equipo. Sea como fuere, era mi modo de escribir, de ver los personajes y la trama y no podía hacerlo de otro modo, así que seguí a lo mío, pero no con intención de provocar el conflicto, sino tal vez de un modo inconsciente fui un poco pasivo-agresiva.
Al final David me dijo que no seguiría de cara a la última temporada y terminamos profesional y personalmente. En aquel momento me dolió, pero ahora miro atrás y estoy agradecida por lo que me permitió hacer David, por participar de la creación de Los Soprano.
–¿Han vuelto a hablar?
–No, aunque no hay rencor por mi parte, no se han dado las circunstancias y quizás no haga falta. Yo he perdonado todo aquello y espero que él también.
–¿Cómo logró usted hacer que Tony Soprano fuera un personaje tan fascinante, que nos provocara simpatía y repulsión al mismo tiempo?
¡Eso es lo que todo el mundo nos pregunta! [Risas]. Recuerdo incluso en una ocasión que David me dijo: “Robin, estoy preocupado porque le estoy tomando cariño a Tony”. [De nuevo risas]. Yo creo que esa fue la gran genialidad de David, no puedo atribuirme ningún mérito en ello, Cuando creas una serie de televisión tienes que tener lo que en el argot se llama un engine [un motor] que sostenga la serie, puede ser un hospital, puede ser la familia, puede ser la policía, o bien puede ser la mafia, que era lo que teníamos nosotros.
Pero claro, no podríamos hacer una serie de la mafia como tantas se habían hecho ya, hay tantos clásicos sobre la mafia, empezando por El Padrino... Tenía que ser algo diferente, y además queríamos una comedia, ¡una comedia negra sin duda! Así que tuvimos que alejarnos del tópico y acercarnos al mafioso real. De joven yo había conocido hijos de mafiosos del área de Nueva Jersey, y no eran gente violenta, que anduviese en pandillas. Eran chicos normales, más ricos que tú, con acceso a lo mejor, pero de apariencia normal.
De joven yo había conocido hijos de mafiosos del área de Nueva jersey, y no eran gente violenta, que anduviese en pandillas, eran chicos normales
Así que trabajamos sobre esa dualidad: normales en sociedad, brutales en el trabajo. Esa fue la base y creo que es el motivo de que Tony Soprano sea tan atractivo. Es un tipo que sufre, que ama a su familia, se preocupa por ella, por su madre o por su tío Junior como lo haría cualquiera de nosotros, por lo que nos identificamos con él.
Lo amamos porque pensamos que es uno de los nuestros; pero a la vez vemos que es malvado, brutal, que carece de compasión, al menos nunca deja que esta le domine. Y eso nos rompe los esquemas, que nos caiga bien un tipo así nos crea una gran contradicción.
–Además de lo que cuenta, he leído que usted ha tenido algún contacto a nivel familiar con la mafia por parte de su abuelo materno.
–En efecto, siendo ya mayor supe que el padre de mi madre tenía una banda mafiosa judía en Nueva York en los años de la ley seca; movían alcohol desde Canadá. Alguna vez he podido tener en las manos las armas que llevaba mi abuelo, que era una persona muy cariñosa con sus nietos, y realmente me impresionó lo pesadas que eran.
–¿Lo uso para perfilar los personajes?
–¡Ya lo creo! Mira, mi madre me contaba que cuando mi abuelo salía con el camión a repartir alcohol ilegal por los clubes clandestinos, se la llevaba para darse apariencia de normalidad, para que la policía no sospechara. Eso lo usamos en la serie, al igual que algunas otras anécdotas.
–¿Por qué cree que el fenómeno gánster es tan típicamente norteamericano?
–Imagino que tiene que ver con cómo se creó el país, a base de avalanchas de inmigración; gente que llegaba sin nada y se organizaba por culturas, a veces sin ninguna protección de un Estado muy incipiente todavía. Eso creó ciertas tradiciones de organización aparte de la ley, que no siempre favorecía a todo el mundo por igual, así que cada grupo, como judíos, afroamericanos, irlandeses o italianos se buscaba la vida como podía.
–Para terminar el 'capítulo Soprano', quisiera preguntarle si es cierto que David Chase se inspiró para concebir la serie en el libro Honrarás a tu padre de Gay Talese.
–Es la primera vez que oigo esto... Conozco a Gay Talese y sé del libro, pero por mi parte no es cierto.
–Cuando publicaron el libro en España hace unos 15 años, la promoción lo aseguraba...
–Pues tal vez David sí se inspiró originalmente, pero nunca lo comentó en todos los años que estuvimos trabajando juntos.
–Usted también estuvo escribiendo en los años 70 para la revista Rolling Stone, en San Francisco.
–En efecto, fue gracias a un amigo. Yo estaba entonces trabajando para la Marvel Comics, pero decidí dejarlo y mi chico y yo nos marchamos a Chicago a la aventura, era entonces una ciudad que no estaba de moda, pero pasaban cosas. Éramos hippies, así que vivíamos en un pequeño apartamento y nos pasábamos el día fumando marihuana y escuchando discos de Traffic, de Black Sabbath, de Janis Joplin, de Ray Charles y muchas cosas más.
Admiraba mucho a Dennis Hopper antes de conocerle, pero resultó ser un auténtico capullo
–Un día un amigo me comentó que él podía conseguirme un trabajo en Rolling Stone, que andaban buscando gente que escribiera bien. Yo había escrito bastante en el periódico de mi universidad y adquirí cierta reputación, así decidí probar. Me entrevisté con Jann Wenner [fundador de la revista y propietario hasta 2019] en San Francisco y me mandó a Nueva York a escribir sobre los cómics de Marvel, porque le dije que había trabajado ahí. No quiso pagarme el viaje, pero igual fui porque tenía que visitar algunos amigos. El tema salió en portada de Rolling Stone y a partir de entonces me establecí en la bahía [de San Francisco], que era donde estaba pasando todo lo interesante para una hippie como yo en aquellos años.
–Wenner también la mandó a entrevistar Dennis Hopper, el actor y director.
–Sí, tuve que ir a un rancho de Nuevo México donde vivía con un grupo de gente. Fue una experiencia terrorífica, tremenda. Fuimos Annie Leibovitz [la legendaria fotógrafa, que entonces trabajaba para Rolling Stone] y yo hasta el rancho y nos encontramos a todo el mundo drogado, una especie de secta.
Pasé miedo de verdad, Dennis estaba como loco, gritaba a todo el mundo, miraba mal a todo el mundo... Annie se fue a mediodía y me quedé sola. Sabía que Dennis acabaría gritándome o haciéndome algo peor, era un autentico capullo, así que al caer la noche entré en pánico y salí de allí de incógnito. Claro que eso era el desierto y no había modo de salir. [Risas]
–Siempre me ha sorprendido que alguien que me parecía, como usted dice, un capullo, pudiera concebir y dirigir una obra tan llena de sensibilidad como Easy Rider.
Sí, a mí también, le admiraba mucho antes de conocerle... ¡Pero imagínate que me confesó que ni siquiera le gustaban las motos! En fin, de todos modos escribí el reportaje y tuvo una gran repercusión, me situó en el mundillo de los reporteros de la época, me gané el respeto de mis compañeros en Rolling Stone.
Quieren hacernos creer que Joe Biden está mal, pero es un tipo que lleva toda su vida en Washington haciendo política, sabe muy bien cómo funciona el país
–¿Cómo fue ser la única mujer de aquella redacción?
Pues la verdad es que en un primer momento, y a pesar de que precisamente el título de mi autobiografía se llama La única chica, no me di ni cuenta. Estábamos todo el día arriba y abajo, no paramos mucho por la redacción. Fue poco a poco que lo percibí y eso ya te dice que no tuve mayores problemas, fui bien recibida.
–¿Qué me contaría sobre su trabajo en Doctor en Alaska?
Pues que fue también maravilloso, una experiencia muy bonita y otra de las series que creo que no solo han marcado una época, sino que a su manera también cambió la forma de hacer televisión.
–En los últimos años ha surgido una cierta reivindicación de la serie. ¿Le parece que ha envejecido bien?
–Me parece que lo ha hecho muy bien, conservando toda su gracia. De los temas que tocamos entonces, en los 90, tal vez cambiaría algunas cosas, le daría más realismo, pero en general creo que se mantiene muy en forma.
–El próximo noviembre eligen presidente en su país. ¿Volverá Donald Trump?
–¡Espero que no! Sería terrible, hablaría muy mal de nosotros que volviera a salir elegido.
–¿Cree que Joe Biden tiene opciones?
–¡Pues claro! No le pasa nada, es viejo pero no tanto. Yo también soy vieja y estoy aquí, llevo semanas de tour concediendo entrevistas... Ser mayor no quiere decir ser incapaz; quieren hacernos creer que está mal, pero es un tipo que lleva toda su vida en Washington haciendo política, sabe muy bien cómo funciona el país, yo estoy con él.