Raíces Entrevista

Victoria Birchner: “Una canción puede hacerte sentir bien si no estás bien”

Victoria Birchner jugaba de chica a que cantaba en el Festival de Cosquín. Este año el juego se volvió realidad y allí estuvo en el escenario Atahualpa Yupanqui este enero, con su familia en primera fila. El camino hasta ese hito en su carrera comenzó en Córdoba, siguió en Rafaela, pasó por Rosario y recaló finalmente en Buenos Aires.

La cantora santafesina vive desde hace algunos años en la capital del país junto a su pareja, el armonicista Franco Luciani, y Arandú, el hijo que tienen en común. Viene desarrollando una carrera firme, con dos discos publicados, y muchas redes tejidas con sus pares. Y es que a Victoria le gusta compartir la música.

Por eso es que ahora presenta la segunda edición del ciclo Miércoles de Victoria en el Club Social Cambalache de San Telmo (14 y 28 de agosto), en la que compartirá canciones con otros artistas como Sandra Mihanovich, Cucuza Castiello y Daniel Maza con el fin de brindar un abrazo en tiempos turbulentos.

En la edición anterior del ciclo invitó, entre otros, a Juan Falú, Luciana Jury, La Bruja Salguero, Marcelo Dellamea y Maggie Cullen.

También los singles que lanzó en los últimos meses dan cuenta de esta vocación de Birchner de querer hacer música en compañía: grabó con la colombiana Marta Gómez, con Mihanovich y con Lula Bertoldi, por ejemplo.

—¿Cómo llegó a vos la música de raíz?

—Era la música que escuchaban mis padres en mi casa, que no son músicos, pero siempre consumieron mucha música nacional: folklore y rock nacional. Todo el día estaba la radio prendida con música nacional y esa es la música con la que yo jugaba de fondo. Mis viejos eran re jóvenes cuando me tuvieron. Eran estudiantes. Tenían 20 años. Y la música estuvo siempre. Y además yo pasé los primeros años de mi vida, hasta los siete, ocho años en Córdoba capital y mi familia seguía muy de cerca el Festival de Cosquín. Así que todos los eneros por la tele era ver el festival. Era la música que sonaba en casa. Y de repente yo jugaba a un montón de cosas y entre ellas jugaba a ser cantante y cantaba la música que conocía, que era esa, nuestra música nacional. Llegó de una manera muy natural. Era el sonido ambiente de mi infancia y se convirtió en mi juego también. Y después, muchos años después, en mi profesión.

—¿Y cuándo te diste cuenta que ibas a ser cantante?

—Empecé a estudiar canto en una escuela de música popular de mi ciudad, allá en Rafaela, cuando tenía 14 años. Tengo re lindos recuerdos de eso, porque fueron tres años de escuela donde yo iba al colegio y después tenía tres o cuatro veces por semana escuela de música. Y cuando terminaron esos tres años era lo que quería seguir haciendo. Y me quedaba un año para terminar la secundaria. Ahí en Rafaela ya empecé a cantar, tuve mi primer proyecto profesional y después ya me fui a Rosario a seguir estudiando música. Y ahí conocí el mundo del canto lírico, que era algo totalmente nuevo para mí. Pero siento que todo se dio de una manera muy natural. Una sensación como que tenía que ser así. De hecho, en algunos momentos de crisis, se me cruzó por la cabeza pensar: bueno, me dedico a otra cosa. Pero esto es lo mío. Esto es lo que quiero hacer. Esto es lo que sé y lo que quiero seguir aprendiendo. Así que se dio de manera natural. Empezó como el sonido ambiente, siguió como el juego y, finalmente, es la vida misma para mí.

—¿Y te viniste a Buenos Aires porque es donde suceden las cosas dentro del mundo de la música o fue culpa de Franco? (risas)

—Fue un proyecto del amor. Estuve en Rosario ocho años. Ahí grabé mi primer disco. Ahí empecé a tocar mucho más y después nos pusimos en pareja con Franco, estuvimos dos años a distancia y después decidimos que queríamos vivir juntos. Yo era súper consciente de que en Buenos Aires hay un montón de cosas y un montón de personas, lugares, música por todos lados y nunca había descartado la posibilidad de venir, si bien no era un plan a corto plazo. Y, bueno, se dio así y fue hermoso. No sabía si me iba a gustar vivir en Buenos Aires, pero me encanta.

—¿Y cómo influyó en tu carrera el hecho de estar conviviendo con una persona tan inquieta y ávida de música como Franco Luciani?

—El día a día es un torbellino. Entre la música que sucede, el compartirnos los proyectos, mostrarnos cosas, ensayos, la crianza. No hay un día de paz, digamos, en el mejor de los sentidos. Pero nosotros con Franco somos muy compañeros y eso para mí es algo hermoso que construimos, que fue así nuestra relación siempre. Él tiene proyectos nuevos, me cuenta las ideas, me comparte, me hace escuchar sus canciones cuando las está haciendo y yo lo mismo con él. Y eso es hermoso porque la vida cotidiana de esta profesión no es como la de la persona que trabaja en una oficina o en un comercio. Y nosotros nos entendemos. Por supuesto que hay momentos más sencillos, otros más complejos, pero creo que nos complementamos muy bien y disfrutamos de estar juntos y de compartirnos las cosas profesionales y personales: los miedos y las ilusiones y los deseos. Y la casa es un sonar constante. Si no es por la armónica, es por la vocalización de algún alumno o por Arandú que está jugando. Silencio no hay.

—Y el ciclo que estás presentando este mes inicia su segunda edición. ¿Cómo se te ocurrió armar algo en este formato?

—Fue la necesidad de compartir y la búsqueda constante del disfrute que a veces pareciera que la olvidamos en lo cotidiano con las preocupaciones, el contexto nacional, mundial. Y me niego a que el día a día, que la vida sea solo eso. Lo hice por necesidad. Cuando uno necesita un abrazo, si lo va a dar, lo está recibiendo. El ciclo es este abrazo que yo necesito y salgo a darlo para también recibir. Y siento que a todos nos viene bien ese abrazo. Es el recordatorio de que aunque sea un pequeño disfrute cotidiano tenemos que tener. Entonces lo busqué en este ciclo. Por eso los invitados. Y con canciones distintas cada vez. Las canciones están siempre para todo. Hay días que uno puede pensar con todo lo que está pasando, ¿qué hace una canción? Bueno, una canción puede por un momento hacerte sentir bien si no estás bien, puede hacerte reflexionar y hacerte pensar sobre algo que está pasando, puede distraerte por un momento y eso también es necesario. Todo eso que es la música y los encuentros con personas reales. Después de la pandemia quedamos mucho con lo virtual, y está buenísimo, obvio, lo aprovechamos, pero yo por lo menos en lo personal estaba necesitando mucho del encuentro real, de poder mirarnos a los ojos, abrazarnos, decirnos algo, entendernos con las miradas. Me van a estar acompañando mis músicos: Julieta Lizzoli en piano y José Torelli en guitarra. Este trabajo en equipo también lo hago porque tengo un equipo que apoya este proyecto y que también tiene ganas del encuentro. Con este ciclo, solo busco el disfrute y el encuentro. Eso para mí es lo más importante. Después hay otros proyectos y otras cosas, pero en este caso busco eso y el compartir con personas que admiro.

—Contame sobre los invitados de esta edición.

—En la primera fecha va a estar Sandra Mihanovich, que ya grabamos una canción con ella que fue hermoso. Ahora vamos a compartir en vivo. Y va a estar Pablo Farhat, un tremendo violinista, y Juampi Di Leone con la flauta y la armónica. Con ellos no compartí nunca. Va a ser la primera vez. En la otra fecha van a estar Cucuza Castiello, Daniel Maza y Sonia Álvarez, que es arpista. Estoy muy ilusionada con compartir con cada uno de ellos. Es como mantener la llama de la ilusión constantemente.

—¿Y el repertorio de cada vez lo vas eligiendo con los artistas?

—Cuando pensé en este ciclo, como pensé en esto del disfrute y el encuentro, pensé mucho en cantar canciones que a lo mejor hacía mucho que no cantaba, de las primeras canciones que canté en mi vida, y salirme un poquito del repertorio solamente del último disco, que era lo que veníamos haciendo. Sigo buscando un poco eso. Hay clásicos recontra clásicos del folklore y de la música nacional en general. Hay canciones nuevas. Y después con los invitados nos vamos poniendo de acuerdo y eso es hermoso. La charla previa para ver qué queremos compartir y empezar a a imaginarlo y que después suceda. Es mágico ese diálogo.

—Y hablabas de otros proyectos.

—Hay mucho de trabajo puertas para adentro antes de que algo salga hacia afuera. Y esa etapa particularmente a mí me encanta, la de la escucha, la de anotar cosas, escribir. Y ahora estamos trabajando puertas adentro. A ver qué vamos a grabar. Tengo muchas ganas de grabar con la banda completa. La banda es Julieta y José, pero también está Mariano Risso en la percusión y Guido Martínez en el bajo. Estamos con muchas ganas de grabar. A mí me gusta pensar mucho qué se graba. Y yo vengo sacando una serie de sencillos en colaboración con otros artistas. Eso sigue. Siempre estoy buscando compartir. Me encanta. Y también estamos planificando grabar algunos videos. Todo por ahora muy puertas adentro, mucho cuaderno, mucha escritura. Y también algo que es totalmente nuevo para mí es que estoy empezando a escribir. Así que en breve, seguramente, saldrá alguna canción nueva que para mí es un juego y estoy disfrutando mucho. Estoy escribiendo la letra y la música es de Julieta Lizzoli. En breve saldrá.

—¿Cómo estás viviendo este momento complejo que está atravesando el país? ¿Cómo están tus colegas músicos? ¿Qué podemos hacer?

—Cada uno desde desde su lugar, con lo que sabe y con lo que es. Siempre algo podemos hacer. Nadie es dueño de la verdad, pero hay cosas que son innegables y que no están bien. Hay mucha preocupación, mucho malestar. Hay personas que la están pasando muy mal. En nuestro ambiente las cosas están muy difíciles. Y por supuesto que pasan cosas que son mucho más graves, hay personas que la están pasando mucho peor. Nosotros somos conscientes de eso. Es un tema de charla constante, porque nosotros hacemos música y yo hago este ciclo ahora justamente para encontrarnos y disfrutar, pero también la realidad es que los músicos somos trabajadores. Y un concierto que para la persona que va es un momento de distensión, para nosotros también es un trabajo. Entonces siempre estamos tratando de pensar qué podemos hacer. Yo creo mucho en la palabra, pero también creo mucho en la canción. Cada uno desde su lugar puede hacer un poco más o un poco menos. Nosotros somos ciudadanos, no somos políticos. Hay decisiones que no podemos tomar. Pero podemos acompañarnos, podemos conversar entre nosotros. Podemos cantar canciones que nos hagan pensar. Y podemos, fundamentalmente, tratar de que la vida del de al lado no empeore con nuestra presencia. Si se la podemos mejorar un poquito, aunque sea cinco minutos, genial. Creo que es momento de eso, del abrazo, incluso en las diferencias, si se puede. Es difícil porque hay muchas preocupaciones. Pero creo en sumar desde el amor, el buen trato. Porque ya hay mucho que está pasando. No echar más leña al fuego, sino la contención, el acompañamiento, la charla. Y cuidarnos y cuidar al otro. Pienso en estos espacios, salir una noche a un concierto, compartirlo con una persona que querés, sea un amigo, una pareja, un compañero de trabajo. Es una hora de abrazo. Insisto en el abrazo, porque siento que de verdad lo necesitamos. Entre la virtualidad y las diferencias hemos perdido mucho eso de acompañarnos y de entender al otro, de ponernos en el lugar del otro. Y por ahí no podemos entendernos todos. Hay cosas que yo no las entiendo, no voy a querer entender todo, pero puedo acompañar y no sumar más malestar, sino todo lo contrario. Es un ejercicio. Por ahí no sale así como naturalmente. Pero es un ejercicio.

—Decías que tu familia miraba mucho el Festival de Cosquín y ahora vos estás en Cosquín. ¿Qué le pasa a tu familia con eso?

—Es una emoción tan grande que se sale del cuerpo y yo lo vivo con ellos porque ellos me acompañaron siempre. Ellos me han llevado a distintas localidades a participar del Pre Cosquín para que cante una canción. Y entonces cargábamos el auto y nos íbamos todos porque yo tenía que cantar una canción para competir. Es un acompañamiento incondicional y de disfrute familiar, porque la música y Cosquín puntualmente, en mi caso y creo que en el caso de todas las personas que viven en Cosquín todos los años, representa el encuentro y el disfrute en familia, entre amigos. Es una cosa hermosa lo que sucede en Cosquín, tanto durante el Pre Cosquín como en el festival mismo. Y eso se ve en las calles. Y así lo viví desde la primera vez que participé en un certamen de Pre Cosquín. Hemos ido a Cosquín a que cante una sola canción para competir y eso, hoy que soy madre, lo pienso y digo 'yo también lo haría', pero también sé el esfuerzo que representa. Este sueño de estar en Cosquín lo tengo desde chica. Entonces este verano vivimos un comienzo de año muy intenso emocionalmente, con toda mi familia. Fueron todos. Mis abuelos, mis amigos, estaban ahí en primera fila. Yo estaba cantando y estaban ellos, con mi hijo, mis hermanos. Y fue hermoso. Y veo la transmisión y es muy raro poder verme desde afuera y decir: esa soy yo y era lo que yo quería y era lo que yo jugaba. Y eso para mí es un privilegio y representa una emoción inmensa que todavía me cuesta ponerle palabras. Fue una cosa mágica que disfruté desde el primer segundo hasta el último. Un sueño cumplido.

“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.

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