Desde Palacio Nacional el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha orquestado las condiciones en las que va a elegirse a su sucesor como candidato del Movimiento de Renovación Nacional (MORENA) a la presidencia del país. El 11 de junio pasado se hizo oficial en reunión del Consejo Nacional de Morena un procedimiento con dos momentos.
El primero es un periodo de promoción de los aspirantes. Deben poner en conocimiento del público votante que son el mejor elemento para defender lo que MORENA ha llamado la “cuarta transformación de la vida pública”.
El segundo momento es el levantamiento de una encuesta de intención de voto -con boleta y urna de por medio- a ser realizada por cuatro empresas diferentes en simultáneo. Cada empresa levantará una muestra, que luego será cotejada con las otras tres, todo en el afán de despejar por anticipado alguna denuncia de favoritismo o inclinación amañada en favor de un candidato. El levantamiento de la intención de voto se realizará a finales de agosto de 2023.
Unas PASO sin urnas
El o la ganadora del procedimiento decidido para determinar los nombres que finalmente constituirán la candidatura presidencial de MORENA en las elecciones de 2024 se llevará la designación de “coordinador de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación”, nombre ampuloso para evadir las restricciones de proselitismo fuera del periodo permitido por el Instituto Nacional Electoral. El nombramiento en este cargo conlleva la suculenta posibilidad de ser elegido como próximo presidente o presidenta de México en las elecciones del 2 de junio de 2024. El Financiero de México dio a conocer en abril los resultados de su encuesta. En la misma Morena alcanza el 48% del favor del electorado. Cuando se considera en bloque su alianza con el Partido Verde y el Partido de los Trabajadores, el apoyo alcanza el 52%, holgada diferencia respecto del bloque de oposición que alcanza el 36 por ciento.
Con tan halagüeño panorama para quien sea candidato de MORENA, la competencia entre los aspirantes a suceder a Andrés Manuel arrecia. Son seis los contendores en la lista: la ex jefa de gobierno de la ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el ex secretario de relaciones exteriores, Marcelo Ebrard, el ex secretario de gobernación, Adan Augusto López; el senador con licencia Gerardo Fernández Noroña, el senador con licencia Ricardo Monreal y el ex gobernador de Chiapas, Manuel Velasco.
Precandidaturas tan informales como firmes
Los tres primeros aspirantes provienen del seno de MORENA -o más bien, del entorno de López Obrador- y su principal objetivo de campaña hasta el momento ha sido demostrar que ellos son los más fieles seguidores de AMLO y por ende los más aptos para dar continuación a la “Cuarta Transformación” de México. Fernández Noroña y Velasco son, en cambio, candidatos de partidos políticos aliados de MORENA: el Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista respectivamente. Monreal, militante de MORENA pero enemistado en el pasado con AMLO, juega en cambio su reposicionamiento en la dirigencia nacional del partido. Las opciones de estos tres competidores son escasas y parecen, en cambio, estrategias para asegurar una palanca de negociación para acceder a otros espacios de poder a futuro.
La campaña política está en marcha y si bien los aspirantes se han mostrado afables en el trato mutuo, en redes sociales la tensión va en aumento. Los aparatos de campaña negativa de unos y otros han comenzado a disparar contra los rivales. Particularmente notables son las acusaciones que se intercambian entre los seguidores de Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, las dos “corcholatas” mejor ubicadas en los sondeos. En julio de 2023 las acusaciones más comunes son la de manejar una agenda de derecha, de utilizar sus contactos en el aparato público para promocionarse o resaltar las debilidades en la gestión del rival.
Barrroco mestizo: un procedimiento tan austero como alambicado
A tono con la austeridad republicana que AMLO ha procurado mantener en su gestión, estableció que las campañas debían ser austeras. Sin embargo, la aparición masiva de espectaculares (gigantografías) de distintos aspirantes ha concitado el interés tanto del presidente como de la comisión de la Comisión de Quejas y Denuncias del INE. López Obrador exhortó a los aspirantes a manejarse dentro de los techos presupuestarios establecidos por norma, mientras que el INE anunció que investigaría la procedencia del financiamiento de la propaganda.
El procedimiento alambicado, y actualmente sujeto de mayores discusiones sobre los cómos, es en sí una novedad en el sistema y las prácticas mexicanas de política. Durante la larga hegemonía del PRI, el método de elección del sucesor fue el “dedazo”, la imposición que el presidente saliente hacía de quien consideraba el mejor elemento del partido. La selección del “coordinador…” sustituye lo que en otros países y otras legislaciones serían las elecciones primarias, que no tienen antecedentes en México.
Para AMLO l hay un otro propósito que se cumple en la elección de su sucesor. Durante una parte de su mandato lo asedió la acusación de querer reelegirse en el cargo, a la usanza de otros líderes en la región. Las reformas que quiso impulsar y en las que fracasó para reformar el INE se deben a una oposición suspicaz y activa para bloquear el intento de prorroguismo. Con la elección de candidato de MORENA, AMLO se quita de encima el tema de cara a su último año de mandato. Resuena en todo esto un lema caro a la tradición política mexicana: “sufragio efectivo, no reelección” que surgido del Plan de San Luís en 1910, tiene por objetivo evitar el regreso de alguien como Porfirio Díaz, quien permaneció en el poder durante 30 años.
AGB