Escrutados los votos de las elecciones generales del domingo 2 de octubre, Luiz Inácio Lula da Silva, candidato a presidente de Brasil, el país más grande de América Latina, y Fábio Mitidieri, candidato a gobernador de Sergipe, el estado más pequeño de Brasil, pasaron a segunda vuelta. En el balotaje presidencial del 30 del mes, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) derrotó a Jair Messias Bolsonaro, candidato del Partido Liberal (PL), y fue elegido presidente. El mismo día, último domingo de octubre, también ganó Mítidieri, candidato 'lulista', el desempate en el balotaje estadual.
Enérgico candidato nordestino, este emprendedor empresario de 45 años, que podría ser hijo del septuagenario Lula, y que junto a la suya había hecho campaña que el líder petista Lula llegara al Ejecutivo de Brasilia, también llegó al poder, y ejercerá el Ejecutivo en Aracaju. No sin ironía, el rival que este diputado federal tuvo que derrotar en segunda vuelta para ganar en Sergipe era el senador Rogério Carvalho: el candidato a gobernador del PT. Fabio Mitidiéri, lulista, era el candidato del Partido Social Demócrata (PSD).
Un lulismo sin el lastre del petismo sería también fórmula muy ganadora para el propio candidato presidencial del PT, ahora presidente electo. Por lo pronto, Lula anunció que tiene un lugar en su gobiernopara Dilma Rousseff. Es un cargo en el extranjero
El último domingo de octubre, Lula ganó el balotaje presidencial y derrotó a su rival Bolsonaro. El 'lulista' Mitidieri, candidato de un partido centrista, ganó el balotaje estadual, y derrotó a su rival, el 'petista' Rogério Carvalho, senador, y candidato del PT a la gobernación de Sergipe. El lulismo derrotó al petismo. La parte más pequeña del territorio se comportaba electoralmente como el territorio en su totalidad. Lula había sido elegido presidente y Mitidieri gobernador, según la regla que observa que Lula es más que el PT, que el líder cuenta con votos y sufragios de los que el Partido por sí solo no dispone.
Lula había sido el ganador de la primera vuelta presidencial, y su rival el presidente Jair Messias Bolsonaro, que buscaba la reelección, había quedado en segundo lugar. En cambio, MItidieri había salido segundo en primera vuelta; el ganador de la cita del primer domingo de octubre había sido Carvalho, el otro aspirante a gobernar el estado que menos aporta al PBI nacional, ubicado en el empobrecido Nordeste.
El candidato a gobernador hizo suya la causa del candidato a presidente. Hizo campaña para ganar el estado de Sergipe y para que Lula ganara la presidencia de Brasil por tercera vez. Recorrió su estado, haciendo ver carteles de Lula y ver y oír videos de Lula. Pero Mitidieri no es del PT, y Carvalho, el auténtico candidato petista, hizo que la Justicia le prohibiera al lulista vocacional pero no desinteresado el uso de la imagen de Lula en beneficio propio. La prohibición llegó, y fue observada.
La acción judicial resultó veloz, y fue tan eficaz como tardía. Por fuerza, era limitada. El Supremo Tribunal Electoral (STE) no podía callar a Mitidieri, ni prohibirle evocar en sus discursos al expresidente que ya tenía dos balotajes ganados en su haber. Si hubiera difundido fake news, habría sido posible ir más lejos y frenarlo por completo. Pero el centrista Mitidieri se hacía eco de la campaña nacional de Lula.
El lulista venció al petista, en este estado de una región, el empobrecido Nordeste, que es la base demográfica más sólida del electorado del PT. En primera vuelta, Lula había ganado 13 millones de votos nordestinos más que Bolsonaro, que a su vez había situado su propia base electoral mayor no en una región, sino en el transversal voto confesional evangélico. Es por ello que los medios señalaron que el primer movimiento de las nuevas campañas de los dos rivales lanzadas de cara al balotaje presidencial habían sido las tentativas paralelas, fructífera la primera, e infructuosa la segunda, de construir rápidamente un Lula apto para evangélicos y un Bolsonaro querible para nordestinos. Esto último no era posible. Ni Fernando Haddad, el paulista que había sido el derrotado candidato presidencial del PT en 2018, lo había conseguido.
En Sergipe, Mitidieri se hizo lulista, querible para un electorado que es lulista. Y que no es petista, no guarda fidelidad a un partido. Los medios insisten con que en las regiones más arcaicas, las fidelidades son personales, al caudillo, ni a la organización partidaria, ni a un programa, una doctrina. Es una explicación arcaica, la misma que se ha aplicado al peronismo argentino, pero antes aun al battlismo uruguayo. La dictadura brasileña (1964-1985) había contribuido al personalismo. Los militares habían prohibido la actividad partidaria, habían suspendido el uso de los partidos, y esto había dejado en el centro de la escena a las figuras políticas, que parecían hablar por sí sola, cuando se pronunciaban en la esfera pública, incluso si lo hacían colectivamente.
Con Bolsonaro o con Lula, gana el Centrón
Dos corolarios más, reveladores de la situación actual que enfrenta Lula, y que está marcando su transición, ofrecen la elección del lulista vocacional y la derrota del petista oficial.
Antes de ganar la gobernación, Mitidieri el lulista era diputado federal de su partido PSD. Como casi todos los partidos brasileños, la denominación 'Socialismo Democrático' es engañosa. El de Mitidieri no es socialista. En 2016, votó por la destitución de la presidenta petista Dilma Rousseff, sucesora de Lula. A partir de 2019, cuando Bolsonaro asumió la presidencia, el 'Socialismo Democrático' del diputado Mitidieri, según consta en el registro de la Cámara de Diputados del Congreso de Brasilia, coincide en un 90% con el del bolsonarismo. El PSD pertenece al Centrón, esa coalición de partidos que tiene la mayoría en las dos Cámaras, que no es de centro, que es de derecha, pero que es flexiblemente pragmático en sus orientaciones y alianzas. Según un dicho cínico de Brasilia, “El Centrón no se vende: se alquila”. A Mitidieri el uso gratuito de la imagen de Lula le ayudó a ganar su balotaje.
La victoria de un lulista sobre un petista ilustra las dificultades de Lula en la escena federal. Para Lula candidato, y para Lula presidente por tercera vez, el balance del PT le resta con su debe mucho más de lo que le suma con su haber. En su campaña, Lula, básicamente, reivindicaba logros identificables con su propia gestión, con sus dos presidencias (2003-2010), no con la historia ni la gesta del PT.
El lulismo de Mitidieri presenta además la ventaja clave de no quedar unido a la figura de Dilma Rousseff. Para el electorado más joven, el lulismo de Lula es un mito como el peronismo de Perón en Argentina, y también como este mito, cada vez encuentra más disidencias, no sólo por fuera de la comunidad de creyentes. El recuerdo del electorado más joven no se remonta más atrás que los años de Dilma. El martes, se ha sabido que Lula le ofrecerá a su antigua sucesora un lugar en el gobierno. Será un cargo de representación en el extranjero.
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